Puteame pero votame…
“¡Urna más, y
no jodemos más...!” María E. Vidal. Dibujo: Pablo Temes
Lo admiten en el Gobierno y lo necesita Vidal en Buenos Aires. Kicillof
hace campaña invisible.
© Escrito por Nelson Castro el domingo 03/08/2019 y publicado por el Diario Perfil dela Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
© Escrito por Nelson Castro el domingo 03/08/2019 y publicado por el Diario Perfil dela Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
El Conurbano es hoy
nuestro problema. Tenemos ahí un desafío gigante”. Así se expresaba en la
mañana del viernes una voz del entorno de María Eugenia Vidal con tono de
preocupación. No es para menos: quien se juega todo en ese territorio con aires
de Far West es ella. En muchos de los distritos que conforman esa geografía
intrincada y abundante en contrastes hay un enojo rabioso contra Mauricio Macri
que la perjudica absolutamente.
Por eso el Presidente ya no pisa esos
lugares. Sus paseos electorales los da por Vicente López, redil de su primo,
Jorge Macri, donde sabe que será bien recibido y bien tratado. El resto queda
para Vidal, que la tiene muy difícil. Ella lo sabe. Macri, también. El sueño de
ganar en los bastiones del peronismo en el Gran Buenos Aires se esfumó. Ahora
hay que procurar no perder lo que se tiene. Por eso Quilmes y Pilar representan
dos dolores de cabeza fuertes para el oficialismo. Los números le siguen siendo
adversos a pesar de la creciente cantidad de recursos que se están
redireccionando hacia esos municipios. Domina allí la realidad de mucha gente
de clase media baja que durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner
estaba medianamente bien y para la que hoy las cosas están mal.
Muchos de ellos eran pequeños
comerciantes que debieron bajar las persianas de sus negocios. Su enojo con
Macri es mayúsculo. Por eso allí se ha comenzado a desplegar con intensidad la
estrategia “puteame pero votame” pergeñada desde la usina de campaña que
encabeza el jefe de Gabinete, Marcos Peña.
Cálculos. Vidal tiene que sacar 25 puntos en
el Conurbano para que, sumado a lo que obtenga en el resto de la Provincia,
pueda superar a Axel Kicillof. Por eso se le está prestando especial atención a
lo que vaya a suceder en las grandes ciudades del interior del primer estado
argentino. En Mar del Plata –de cuyo intendente, Carlos Fernando Arroyo, es muy
crítica– la mayor intención de votos es para la candidata del Frente de Todos,
Fernanda Raverta. Según las encuestas, alcanzaría aproximadamente el 32% pero,
la suma de los sufragios de los candidatos de Juntos por el Cambio –la concejal
radical Vilma Baragiola y el ex ministro de Seguridad de la Ciudad de Buenos
Aires, Guillermo Montenegro–, superaría por unos 6 puntos los guarismos de
Raverta. El posible triunfo del oficialismo se daría, además, por un detalle no
menor: Mar del Plata tiene una larga trayectoria en el apoyo a partidos
vecinalistas. Esa fuerza –cuyo exponente fue el ex intendente Gustavo
Pulti– le quitaría a Raverta los puntos que necesita para ganar.
En Bahía Blanca –fuerte bastión del
oficialismo– Héctor Gay, actual intendente, se impondría por un margen de 7
puntos ante el candidato del kirchnerismo, el senador Federico Susbielles. No
todas las encuestas coinciden en esa diferencia; en lo que sí concuerdan es en
la reelección de Gay.
En La Plata, se observa una situación similar
a la de Bahía Blanca. El precandidato que mide más es el actual
intendente Julio Garro, hombre de Juntos por el Cambio, pero la interna
del Frente de Todos es más amplia. Compiten allí cinco candidatos:
Victoria Tolosa Paz, Florencia Saintout, Federico Martelli, Guillermo Escudero
y Luis Arias.
Cada uno tiene un perfil propio con lo cual,
según quién sea el triunfador, puede haber tracción de votos de indecisos o
desilusionados para un lado o para el otro.
Desde el oficialismo asumen que los números
no van a ser como los de 2015, ni mucho menos como los de 2017. Y eso genera
ansiedad.
En los municipios inciertos, los sondeos
muestran que el resultado va a estar atado a la extrema polarización a nivel
nacional que seguramente se va a ahondar tras la PASO.
Un dato novedoso es que la boleta que más
tracciona es la del medio.
Y la boleta del medio es la que lleva como candidata a
María Eugenia Vidal. La duda es cuál será la real capacidad de la gobernadora
de mover la boleta de Macri hacia arriba. Y eso es algo que ni los
oficialistas, ni los opositores, ni los encuestadores saben. Si esto se
corroborase el día de la elección, se estaría además, ante un hecho
inédito.
A escondidas. En las últimas semanas, Axel
Kicillof ha optado por una campaña más bien subterránea. Es producto de una
estrategia basada en una cruda y estricta apreciación de la realidad: cada vez
que habla, baja en las mediciones. Los intendentes peronistas del Gran Buenos
Aires no están felices con la candidatura del ex ministro de Economía de CFK.
Se sienten incómodos. Prefieren a Sergio Massa. Sin embargo, su futuro en ese
universo va a ser complicado. Su objetivo es llegar en algún momento a la
presidencia de la Nación. Y eso no es lo que está en los planes de La Cámpora.
Por el momento, Massa es absolutamente funcional al
kirchnerismo ya que le suma a la fórmula Kicillof-Magario los votos que hoy le
permiten estar a la cabeza de todas las encuestas.
El voto kirchnerista está consolidado. Y es
el que le está augurando el triunfo en las PASO. Pero con lo que tiene, a la
fórmula Fernández-Fernández aún no le alcanza para ganar la elección
presidencial, sea que se defina en octubre o en noviembre.
Debe ir a buscar el voto independiente. Y esa
es su principal dificultad. Alberto Fernández no parece haber podido hasta aquí
vencer ese obstáculo. Su perfil moderado, que sin duda fue el objetivo de su
elección por parte de Cristina Fernández de Kirchner, se ha desdibujado en
alguna de sus apariciones públicas. La última, en la Facultad de Ciencias
Exactas en donde se refirió a la científica Sandra Pitta, ahondó esa
percepción. Quiso conjurar sus miedos y logró exactamente lo contrario.
Es menester detenerse un momento en este tema
del miedo al otro en el medio de la vorágine de esta campaña de la nada. Lo hay
en los dos lados de esta maldita grieta que divide y embrutece a una gran parte
de la sociedad argentina. Este convicción de que si gana uno al otro le va a ir
mal, es fatal. Y lo peor, es que ese pensamiento tiene bases de realidad.
Fueron muchos los que la pasaron mal durante los años del kirchnerato. Y son
muchos los que la están pasando mal durante este gobierno.
La polarización extrema que impulsan tanto
Juntos por el Cambio como el Frente de Todos, es letal. Lo hacen, además, con
un mensaje disociado de los hechos: ambos aseguran que van a gobernar para
todos, pero lo que hacen es hablarle y congraciarse con los adeptos y
descalificar al que piensa diferente. Se asiste a un verdadero oxímoron
político carente de contenido que llena de incertidumbre el destino de la
Argentina.
Producción periodística: Lucía Di Carlo.