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domingo, 12 de mayo de 2013

Peste emocional y poder no autoritario… De Alguna Manera...

2015: peste emocional y poder no autoritario… 

 
Hoy preparé una ensalada. El lector deberá disculparme, pero pasé esta semana de viaje entre Londres, Munich y Buenos Aires y deseo compartir esas experiencias diversas.
 
Me fui con el reiterado eco del impacto que en el programa de Lanata producen los mismos temas que hace años publicaron la revista Noticias, el diario PERFIL y el propio Lanata en este diario, como señal –además de los enormes méritos del propio Lanata– de un cambio de época. 

Estando en el exterior, Dante Caputo me escribe el siguiente mail: “No tengo tendencias ‘catastrofistas’, excepto cuando veo una catástrofe muy cerca. Le escribía a Javier (Calvo) que las medidas que acaban de anunciarse suenan a fin de fiesta, aparte de ser el gran lavado de plata nacional. Hay buenos argumentos para sostener esto. Si bien lo vimos muchas veces, la novedad ahora es que las alternativas son pobres y aún faltan más de dos años para la conclusión del mandato. Vamos a entrar en un período de muy alta incertidumbre y peligro. El diario debería dar la dimensión de los riesgos que enfrentaremos. Pienso en una edición especial del domingo, articulistas invitados (más políticos que economistas), los escenarios; explicar qué quiere decir lo que se decidió; qué muestra, qué velo descorre sobre la realidad económica y la desesperación del Gobierno. Pero sobre todo, habría que inducir a pensar los caminos democráticos para dar respuesta a las situaciones que puedan explotar”.
 
Aprovecho para anticipar que desde el domingo próximo el ex canciller Caputo escribirá regularmente sobre política nacional. 

En el viaje en avión de regreso (y tras prometer que no duplicaría y devolvería el DVD que me prestaron sus celosos productores) pude ver la película políticamente más poderosa del último Bafici: El Olimpo vacío, que en forma de documental pasa a lenguaje audiovisual la esencia del libro de Juan José Sebreli Comediantes y mártires. Ensayo contra los mitos, premiado en España por Casa de las Américas. Sebreli –que escribió ese libro mientras era director del suplemento Cultura de PERFIL–, a partir del culto a Gardel, Evita, el Che y Maradona, construye una crítica al populismo que fabrica un relato que se enorgullece de lo que debería estar avergonzado. 

No se puede no ver en El Olimpo vacío una metáfora constante del kirchnerismo, como en la mentira que se precisa para construir un mito, no ver un espejo del engaño necesario para construir lo que hoy denominamos relato. 

Hay un concepto de Sebreli que se conecta con la perspectiva de país de Caputo. Sebreli llama “peste emocional” a esa necesidad argentina de emocionalizar lo que debería ser racional, convirtiendo en religión áreas de la vida que deberían estar guiadas por una ética agnóstica. En El Olimpo vacío, se argumenta que los líderes populistas trabajan freudianamente sobre la idea que todos llevamos desde chicos de que al padre, la madre y los hermanos se los defiende incondicionalmente abusando de las funciones de metáfora y metonimia para condensar la idea de familia con Nación, Nación con mayoría y líderes de la mayoría con padres. 

Para Sebreli, los populismos actuales son un resabio anacrónico de lo que en Europa quedó obsoleto a mediados del siglo pasado y que la Argentina, para desarrollarse, debe también superar. 

Para Caputo, la Argentina precisa superar el poder autoritario y crear un poder democrático donde la legitimidad no provenga de una fuerza construida con métodos cuestionables. Caputo, que tuvo durante seis años la experiencia del ejercicio del gobierno, coincide con la necesidad de un gobierno fuerte porque si no “se lo comen” las corporaciones –desde su perspectiva, principalmente los sindicalistas y los empresarios–, pero a diferencia del kirchnerismo Caputo les da tanta importancia a los medios como a los fines nobles. 

Aunque en otra dimensión, el debate actual en Europa tiene algunos puntos de contacto. La centenaria revista política de izquierda y una de las más influyentes de Inglaterra, New Statesman, tituló su tapa de esta semana con: “¿Por qué no podemos ser como Alemania?”, ironizando a partir de que dos equipos de fútbol alemanes llegaron a la final de la copa europea para criticar el estancamiento de la economía inglesa y de toda Europa a excepción de Alemania, que sigue progresando. 

Al revés, en Alemania, la polémica política actual se focaliza en si deben conformarse con ser fuertes o aspirar a ser grandes. O sea, si deben preocuparse por los demás o sólo por ellos mismos. 

Cuando Alemania perdió la Segunda Guerra, Estados Unidos no solamente fue fuerte, sino también grande al implementar el Plan Marshall y ayudar al desarrollo de los pueblos vencidos. ¿Debe ahora Alemania ayudar a las naciones del sur de Europa en recesión? Paralelamente, ¿deben las restantes naciones europeas imitar la disciplina y la contracción al trabajo de los alemanes? 

Sí es la respuesta a ambas preguntas. De la misma forma que la Argentina se desarrollará cuando simultáneamente erradique la “peste emocional” que invade la política y logre construir un gobierno que sea fuerte detentando un poder no autoritario (Menem decía de algunos políticos lo mismo que podría imaginarse diciendo a Néstor Kirchner: fulano “no sirve para la política porque no tiene la cuota de maldad suficiente”). 

“El mar sin historia es agua”, me decía un amigo italiano mientras recordaba que Giulio Andreotti, el padre de la Europa moderna fallecido esta semana, sostenía con sarcasmo antes de la caída del Muro de Berlín: “Me gusta tanto Alemania que hasta quiero que haya dos”. Que en Italia Berlusconi vuelva a ser el hombre fuerte de la política habla de la influencia que concede tener el control de muchos medios de comunicación. Berlusconi no sería posible en Alemania o Inglaterra porque Italia ha sido históricamente, a la par de productor de grandes artistas, el país más tolerante con la procacidad. 

“Lanata presidente” es hijo de la misma emocionalidad italiana, que precisa mitificar no sólo a Maradona, sino también a Kirchner. Por eso la mayoría votó al kirchnerismo, al menemismo, aplaudió la Guerra de Malvinas, aunque nos duela apoyó gran parte de los golpes militares del siglo XX y también ve a Lanata, sin que esto signifique ningún demérito para él. 

© Escrito por Jorge Fontevecchia el domingo 11/05/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

 
 

domingo, 6 de enero de 2013

Fontevecchia, "Vendido" a los K... De Alguna Manera...


Vendido a los K…

SIETE periodistas de la corpo. Quien suscribe, Nelson Castro, Lanata, Fernández Díaz, Leuco, Van der Kooy e Ismael Bermúdez, juntos en el balance del año político en radio Mitre el último día de 2012.

El Instituto de Hanover realizó experimentos con anteojos inversores de imágenes. Al principio, las personas, al ver todo al revés, sienten desorientación extrema y una aguda crisis personal. Pero, pasado cierto tiempo, el aparato perceptivo de la gente aprende a manejarse con un campo visual invertido y puede volver a ver los objetos como antes de haberse puesto los anteojos.

El año 2002 y su epílogo kirchnerista pusieron nuestro mundo cabeza abajo y, lentamente, todos nos acostumbramos a verlo así, como si tuviéramos anteojos inversores de imágenes.

El propio acto de ver requiere de un paradigma y un proceso de educación de la percepción. Se ve lo que se sabe. Cuando cambia el paradigma, como si operase una reprogramación neuronal, se ven cosas que antes no se veían y se dejan de ver otras.

Esto vale tanto para la política y la economía como para el propio periodismo. A ese proceso de endoculturización perceptual el kirchnerismo lo llama batalla cultural. Precisamente a los triunfos del kirchnerismo en su batalla cultural en los campos de la política, la economía y el periodismo me referí en el programa de Lanata en radio Mitre, donde distintos periodistas realizamos el balance del año político el último día de 2012.

Usando un lenguaje descriptivo, el de “las cosas son así”, y no un lenguaje normativo, el de “las cosas deben ser así o no deben ser así”, choqué contra el sector más antikirchnerista de la audiencia de una radio acostumbrada en algunos de sus segmentos a escuchar que todo lo que hace el kirchnerismo está mal, y algunos de mis comentarios resultaron subversivos a sus compromisos ideológicos.

Estos son algunos de los comentarios que quedaron registrados en la web: “Escuchar a Fontevecchia reconociendo las ‘cosas buenas que hicieron’ los K es como agradecerle a un ladrón por no asesinarte”. “Fontevecchia ve inclusión social en el ciclo K: mira mal. Reparto clientelar bloquea el ascenso social, que es su opuesto.” “Sáquenle el alcohol a Fontevecchia.” “Fontevecchia estará atravesando un problema personal grave por sus comentarios irreales.” “Fontevecchia se vendió a los K.” “Quiere quedar bien con el Gobierno para que la Afsca le apruebe la compra de su radio.” “Las puteadas que está ligando Fontevecchia por Twitter después de elogiar el clientelismo K son impresionantes.”

Los interesados en construir su propia evaluación pueden escuchar el programa en: (http://e.perfil.com/debate-periodistas)

A pesar de haber pasado una hora y media criticando al kirchnerismo con Lanata, Fernández Díaz, Nelson Castro, Leuco, Van der Kooy e Ismael Bermúdez, contradije a estos dos últimos cuando sostenían que la economía kirchnerista había sido un fracaso y la inclusión, sólo relato.

Me dio vergüenza otorgar con el silencio mi aprobación grupal a quienes son los principales referentes de las secciones de política y economía de un diario que hasta 2008 sólo hablaba del éxito económico en el que vivíamos y cómo los shoppings se llenaban, se batían récords de ventas de autos y electrodomésticos y el consumo crecía sin parar.

Lanata, Fernández Díaz, Nelson Castro y Leuco fueron siempre críticos del kirchnerismo. Pero cuando los críticos conversos se ponen más duros con los K que los críticos de siempre, se le quita verosimilitud a la exposición. Me pasa siempre que escucho a Alberto Fernández criticar al Gobierno: no puedo olvidar que hasta 2008 fue el principal ejecutor de los defectos que ahora denuesta, comenzando por la política de medios.

Quizás los conversos sean más duros con los K porque no fueron críticos en su momento y hacen evidente en su sobreactuación la volubilidad de sus convicciones, anticipando que mañana podrán volver a ser oficialistas en otro contexto político.

En la columna de ayer, titulada “El agotamiento” (http://e.perfil.com/agotamiento), anticipé la de hoy criticando tanto la obsolescencia del modelo económico K como la de ciertas prácticas periodísticas. Ambos atrasos son hijos del mismo proceso de envejecimiento de quienes, habiendo tenido mucho éxito con determinadas prácticas, naturalmente quedan detenidos para siempre en ellas sin comprender que ya son anacrónicas.

Cité ayer el texto de Thomas Kuhn La estructura de las revoluciones científicas. En el mismo libro, Kuhn compara las revoluciones políticas con las científicas. Los cambios de paradigma son comunes a todos los campos: “Las revoluciones políticas tienen como objetivo modificar las instituciones políticas por caminos que esas mismas instituciones prohíben. Al comienzo, sólo la crisis atenúa la función de esas instituciones políticas, tal como ya hemos visto que atenúa la función de los paradigmas. Un número creciente de individuos se encuentra progresivamente enajenado de la vida política, conduciéndose en ella de modos cada vez más insólitos. Después, conforme la crisis se hace más profunda, muchas personas se comprometen con algún proyecto concreto para la reconstrucción de una sociedad en un nuevo marco institucional. 

En este punto, la sociedad está dividida en campos o partidos enfrentados, uno de los cuales trata de defender la vieja constelación institucional, mientras que otros buscan instituir una nueva. Y, una vez que se ha producido la polarización, el ‘procedimiento político’ (negociación más consenso) falla. Ya que difieren acerca de la matriz institucional en la que se ha de producir y evaluar el cambio político, ya que no reconocen un marco suprainstitucional para dirimir las diferencias, los partidos de un conflicto revolucionario han de apelar finalmente a técnicas de persuasión de masas, incluyendo a menudo la fuerza”.

A la fuerza y la violencia, por ahora oral, apelan tanto los talibanes K como los conversos anti K, que destilan el odio que denuncian en otros.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 05/01/13 y publicado por el Diario Pefil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.