Vendido a los K…
SIETE periodistas de
la corpo. Quien suscribe, Nelson Castro, Lanata, Fernández Díaz, Leuco, Van der
Kooy e Ismael Bermúdez, juntos en el balance del año político en radio Mitre el
último día de 2012.
El Instituto de Hanover realizó
experimentos con anteojos inversores de imágenes. Al principio, las personas,
al ver todo al revés, sienten desorientación extrema y una aguda crisis
personal. Pero, pasado cierto tiempo, el aparato perceptivo de la gente aprende
a manejarse con un campo visual invertido y puede volver a ver los objetos como
antes de haberse puesto los anteojos.
El año 2002 y su epílogo
kirchnerista pusieron nuestro mundo cabeza abajo y, lentamente, todos nos
acostumbramos a verlo así, como si tuviéramos anteojos inversores de imágenes.
El propio acto de ver requiere de
un paradigma y un proceso de educación de la percepción. Se ve lo que se sabe.
Cuando cambia el paradigma, como si operase una reprogramación neuronal, se ven
cosas que antes no se veían y se dejan de ver otras.
Esto vale tanto para la política
y la economía como para el propio periodismo. A ese proceso de
endoculturización perceptual el kirchnerismo lo llama batalla cultural.
Precisamente a los triunfos del kirchnerismo en su batalla cultural en los
campos de la política, la economía y el periodismo me referí en el programa de
Lanata en radio Mitre, donde distintos periodistas realizamos el balance del
año político el último día de 2012.
Usando un lenguaje descriptivo,
el de “las cosas son así”, y no un lenguaje normativo, el de “las cosas deben
ser así o no deben ser así”, choqué contra el sector más antikirchnerista de la
audiencia de una radio acostumbrada en algunos de sus segmentos a escuchar que
todo lo que hace el kirchnerismo está mal, y algunos de mis comentarios
resultaron subversivos a sus compromisos ideológicos.
Estos son algunos de los comentarios que quedaron registrados en la
web: “Escuchar a Fontevecchia reconociendo las ‘cosas buenas que hicieron’ los
K es como agradecerle a un ladrón por no asesinarte”. “Fontevecchia ve
inclusión social en el ciclo K: mira mal. Reparto clientelar bloquea el ascenso
social, que es su opuesto.” “Sáquenle el alcohol a Fontevecchia.” “Fontevecchia
estará atravesando un problema personal grave por sus comentarios irreales.”
“Fontevecchia se vendió a los K.” “Quiere quedar bien con el Gobierno para que
la Afsca le apruebe la compra de su radio.” “Las puteadas que está ligando
Fontevecchia por Twitter después de elogiar el clientelismo K son
impresionantes.”
Los interesados en construir su
propia evaluación pueden escuchar el programa en: (http://e.perfil.com/debate-periodistas)
A pesar de haber pasado una hora y media criticando al kirchnerismo con Lanata, Fernández Díaz, Nelson Castro, Leuco, Van der Kooy e Ismael Bermúdez, contradije a estos dos últimos cuando sostenían que la economía kirchnerista había sido un fracaso y la inclusión, sólo relato.
Me dio vergüenza otorgar con el
silencio mi aprobación grupal a quienes son los principales referentes de las
secciones de política y economía de un diario que hasta 2008 sólo hablaba del
éxito económico en el que vivíamos y cómo los shoppings se llenaban, se batían
récords de ventas de autos y electrodomésticos y el consumo crecía sin parar.
Lanata, Fernández Díaz, Nelson
Castro y Leuco fueron siempre críticos del kirchnerismo. Pero cuando los
críticos conversos se ponen más duros con los K que los críticos de siempre, se
le quita verosimilitud a la exposición. Me pasa siempre que escucho a Alberto
Fernández criticar al Gobierno: no puedo olvidar que hasta 2008 fue el
principal ejecutor de los defectos que ahora denuesta, comenzando por la
política de medios.
Quizás los conversos sean más
duros con los K porque no fueron críticos en su momento y hacen evidente en su
sobreactuación la volubilidad de sus convicciones, anticipando que mañana
podrán volver a ser oficialistas en otro contexto político.
En la columna de ayer, titulada
“El agotamiento” (http://e.perfil.com/agotamiento), anticipé la de hoy
criticando tanto la obsolescencia del modelo económico K como la de ciertas
prácticas periodísticas. Ambos atrasos son hijos del mismo proceso de
envejecimiento de quienes, habiendo tenido mucho éxito con determinadas
prácticas, naturalmente quedan detenidos para siempre en ellas sin comprender
que ya son anacrónicas.
Cité ayer el texto de Thomas Kuhn
La estructura de las revoluciones científicas. En el mismo libro, Kuhn compara
las revoluciones políticas con las científicas. Los cambios de paradigma son
comunes a todos los campos: “Las revoluciones políticas tienen como objetivo
modificar las instituciones políticas por caminos que esas mismas instituciones
prohíben. Al comienzo, sólo la crisis atenúa la función de esas instituciones
políticas, tal como ya hemos visto que atenúa la función de los paradigmas. Un
número creciente de individuos se encuentra progresivamente enajenado de la
vida política, conduciéndose en ella de modos cada vez más insólitos. Después,
conforme la crisis se hace más profunda, muchas personas se comprometen con
algún proyecto concreto para la reconstrucción de una sociedad en un nuevo
marco institucional.
En este punto, la sociedad está dividida en campos o
partidos enfrentados, uno de los cuales trata de defender la vieja constelación
institucional, mientras que otros buscan instituir una nueva. Y, una vez que se
ha producido la polarización, el ‘procedimiento político’ (negociación más
consenso) falla. Ya que difieren acerca de la matriz institucional en la que se
ha de producir y evaluar el cambio político, ya que no reconocen un marco
suprainstitucional para dirimir las diferencias, los partidos de un conflicto
revolucionario han de apelar finalmente a técnicas de persuasión de masas,
incluyendo a menudo la fuerza”.
A la fuerza y la violencia, por
ahora oral, apelan tanto los talibanes K como los conversos anti K, que
destilan el odio que denuncian en otros.
© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 05/01/13 y
publicado por el Diario Pefil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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