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sábado, 15 de octubre de 2016

“Malvado o estúpido”… @dealgunamanera...

“Malvado o estúpido”…

Macri dio su discurso de apertura en el Coloquio de IDEA. Uno de los ámbitos donde se lo subestimó. Foto: Cedoc Perfil

No fueron precisamente las palabras malvado o estúpido con las que Macri definió lo que piensan de él la izquierda por un lado y el círculo rojo por el otro. “Hay gente que cree que soy un hijo de puta. Y otra gente que cree que soy un boludo. ¿Qué raro, no? Parezco condenado a tener que convivir con ese karma”, así citó al Presidente en su columna del 9 de octubre en Clarín Eduardo van der Kooy.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado el sábado 15/10/2016 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El karma de la subestimación moral o intelectual acompaña a Macri desde siempre. En su vida empresaria lo subestimó su padre, en el colegio lo subestimaron algunos compañeros y al dedicarse a la política lo subestimó casi todo el mundo. Pero lo que Macri vivió como una incomprensión fue el motor que encendió su deseo de demostrar. Así como la subestimación lo ayudó en política permitiéndole, muchas veces, que “no lo vieran venir”.

Que Macri observe una contradicción –“raro”– entre ser “hijo de puta o boludo” refleja el mito de que el malvado es inteligente, que tanto hizo el Vaticano por construir en el Renacimiento, temeroso por entonces de los avances de la ciencia: el técnico sin alma. Que la malicia requiera inteligencia se opone a la idea de la Grecia antigua, donde el mal era ignorancia porque “quien sabe lo bueno quiere lo bueno”, y donde perfectamente se era hijo de puta y boludo al mismo tiempo.

El error de evaluación sobre la inteligencia de Macri podría residir en que el arquetipo de inteligencia es la inteligencia conceptual, la de los intelectuales, la de quien entiende la teoría, lo que normalmente llamamos el saber, y de ahí el sabio. Y al revés, sea menos visible o menos valorado académica y socialmente el “saber hacer”, la inteligencia gestional. El saber y el saber hacer, como dos formas de inteligencia, una teórica y otra práctica, que generalmente no coinciden en las mismas personas en la administración de lo público.

En el mundo empresario se valora mucho más la inteligencia gestional y se dice irónicamente que si se pone de CEO de una gran empresa a un intelectual, más temprano que tarde la fundirá. Un libro clásico de gestión es Ejecución: la disciplina de hacer que las cosas se hagan (Execution: the Discipline of Getting Things Done), de Larry Bossidy, ex CEO de la gigantesca General Electric, cuya esencia se podría sintetizar en que hay muchas más ideas que personas capaces de instrumentarlas con calidad. Ya cuando era jefe de Gobierno de la Ciudad, refiriéndose al Metrobus o las bicisendas, Macri dijo que las ideas están en el mundo, sólo hay que ir a buscarlas.

La imagen de una técnica sin alma no aterroriza únicamente a la Iglesia sino también a los dogmáticos seculares, para quienes el pragmatismo es amoral. Y los sistemas de gobierno están mucho más regidos por condicionamientos culturales o religiosos que políticos. El mejor ejemplo es el de Tailandia, donde con 88 años de edad murió el rey Bhumibol Adulyadej, considerado un dios para el pueblo, que gobernó durante setenta años.

Tailandia es el único país asiático que no fue invadido por potencias occidentales y la monarquía goza del prestigio de ser el significante de ese orgullo nacional. Pero en las repúblicas vecinas del sudeste asiático, que son conducidas por un autócrata surgido de elecciones o por un partido único, también quien manda es un dios infalible a quien no se discute. Sea monarquía o república, y en este caso con competencia electoral o sólo con el Partido Comunista, el sistema cultural religioso es el mismo.

El mundo empresario es otro ecosistema cultural con sus creencias particulares, donde hacer es lo más importante. No es que no se piense sino que aun en quienes conducen el tiempo dedicado al hacer, o al hacer hacer a otros, es mucho mayor que el destinado al pensar.

En la cumbre de IDEA, Macri explicó que prefería tres errores con siete aciertos a que, por no errar nunca, sólo hubiera tres aciertos. Errar y hacer van juntos pero esa lógica sería inadmisible en un hospital, por ejemplo. Y un país en crisis es lo más parecido a un hospital, por eso algunos sectores piensan que Macri es malvado. Entre quienes piensan que no es tan inteligente, hay muchos que participaron de IDEA y ven como una amenaza a sus empresas la apuesta de Macri por la globalización y sus continuas citas a Chile o Australia, países con menos de la mitad de habitantes de Argentina, que pueden crecer aceptando una división internacional del trabajo que los especialice en producir materias primas, o la fascinación de Macri con los unicornios de internet y todo lo novedoso.

Otro que hace a Macri sentir incomprendido es Bergoglio, para quien el Presidente sería un superficial pero no una mala persona, y su preocupación ahora se concentra en el optimismo exagerado del Gobierno en el derrame de progreso que producirán sus medidas económicas. Y su cara hosca en la visita anterior y la sonriente en ésta son la forma de orientarlo por el camino correcto para ayudar a la Argentina.

 

domingo, 6 de enero de 2013

Fontevecchia, "Vendido" a los K... De Alguna Manera...


Vendido a los K…

SIETE periodistas de la corpo. Quien suscribe, Nelson Castro, Lanata, Fernández Díaz, Leuco, Van der Kooy e Ismael Bermúdez, juntos en el balance del año político en radio Mitre el último día de 2012.

El Instituto de Hanover realizó experimentos con anteojos inversores de imágenes. Al principio, las personas, al ver todo al revés, sienten desorientación extrema y una aguda crisis personal. Pero, pasado cierto tiempo, el aparato perceptivo de la gente aprende a manejarse con un campo visual invertido y puede volver a ver los objetos como antes de haberse puesto los anteojos.

El año 2002 y su epílogo kirchnerista pusieron nuestro mundo cabeza abajo y, lentamente, todos nos acostumbramos a verlo así, como si tuviéramos anteojos inversores de imágenes.

El propio acto de ver requiere de un paradigma y un proceso de educación de la percepción. Se ve lo que se sabe. Cuando cambia el paradigma, como si operase una reprogramación neuronal, se ven cosas que antes no se veían y se dejan de ver otras.

Esto vale tanto para la política y la economía como para el propio periodismo. A ese proceso de endoculturización perceptual el kirchnerismo lo llama batalla cultural. Precisamente a los triunfos del kirchnerismo en su batalla cultural en los campos de la política, la economía y el periodismo me referí en el programa de Lanata en radio Mitre, donde distintos periodistas realizamos el balance del año político el último día de 2012.

Usando un lenguaje descriptivo, el de “las cosas son así”, y no un lenguaje normativo, el de “las cosas deben ser así o no deben ser así”, choqué contra el sector más antikirchnerista de la audiencia de una radio acostumbrada en algunos de sus segmentos a escuchar que todo lo que hace el kirchnerismo está mal, y algunos de mis comentarios resultaron subversivos a sus compromisos ideológicos.

Estos son algunos de los comentarios que quedaron registrados en la web: “Escuchar a Fontevecchia reconociendo las ‘cosas buenas que hicieron’ los K es como agradecerle a un ladrón por no asesinarte”. “Fontevecchia ve inclusión social en el ciclo K: mira mal. Reparto clientelar bloquea el ascenso social, que es su opuesto.” “Sáquenle el alcohol a Fontevecchia.” “Fontevecchia estará atravesando un problema personal grave por sus comentarios irreales.” “Fontevecchia se vendió a los K.” “Quiere quedar bien con el Gobierno para que la Afsca le apruebe la compra de su radio.” “Las puteadas que está ligando Fontevecchia por Twitter después de elogiar el clientelismo K son impresionantes.”

Los interesados en construir su propia evaluación pueden escuchar el programa en: (http://e.perfil.com/debate-periodistas)

A pesar de haber pasado una hora y media criticando al kirchnerismo con Lanata, Fernández Díaz, Nelson Castro, Leuco, Van der Kooy e Ismael Bermúdez, contradije a estos dos últimos cuando sostenían que la economía kirchnerista había sido un fracaso y la inclusión, sólo relato.

Me dio vergüenza otorgar con el silencio mi aprobación grupal a quienes son los principales referentes de las secciones de política y economía de un diario que hasta 2008 sólo hablaba del éxito económico en el que vivíamos y cómo los shoppings se llenaban, se batían récords de ventas de autos y electrodomésticos y el consumo crecía sin parar.

Lanata, Fernández Díaz, Nelson Castro y Leuco fueron siempre críticos del kirchnerismo. Pero cuando los críticos conversos se ponen más duros con los K que los críticos de siempre, se le quita verosimilitud a la exposición. Me pasa siempre que escucho a Alberto Fernández criticar al Gobierno: no puedo olvidar que hasta 2008 fue el principal ejecutor de los defectos que ahora denuesta, comenzando por la política de medios.

Quizás los conversos sean más duros con los K porque no fueron críticos en su momento y hacen evidente en su sobreactuación la volubilidad de sus convicciones, anticipando que mañana podrán volver a ser oficialistas en otro contexto político.

En la columna de ayer, titulada “El agotamiento” (http://e.perfil.com/agotamiento), anticipé la de hoy criticando tanto la obsolescencia del modelo económico K como la de ciertas prácticas periodísticas. Ambos atrasos son hijos del mismo proceso de envejecimiento de quienes, habiendo tenido mucho éxito con determinadas prácticas, naturalmente quedan detenidos para siempre en ellas sin comprender que ya son anacrónicas.

Cité ayer el texto de Thomas Kuhn La estructura de las revoluciones científicas. En el mismo libro, Kuhn compara las revoluciones políticas con las científicas. Los cambios de paradigma son comunes a todos los campos: “Las revoluciones políticas tienen como objetivo modificar las instituciones políticas por caminos que esas mismas instituciones prohíben. Al comienzo, sólo la crisis atenúa la función de esas instituciones políticas, tal como ya hemos visto que atenúa la función de los paradigmas. Un número creciente de individuos se encuentra progresivamente enajenado de la vida política, conduciéndose en ella de modos cada vez más insólitos. Después, conforme la crisis se hace más profunda, muchas personas se comprometen con algún proyecto concreto para la reconstrucción de una sociedad en un nuevo marco institucional. 

En este punto, la sociedad está dividida en campos o partidos enfrentados, uno de los cuales trata de defender la vieja constelación institucional, mientras que otros buscan instituir una nueva. Y, una vez que se ha producido la polarización, el ‘procedimiento político’ (negociación más consenso) falla. Ya que difieren acerca de la matriz institucional en la que se ha de producir y evaluar el cambio político, ya que no reconocen un marco suprainstitucional para dirimir las diferencias, los partidos de un conflicto revolucionario han de apelar finalmente a técnicas de persuasión de masas, incluyendo a menudo la fuerza”.

A la fuerza y la violencia, por ahora oral, apelan tanto los talibanes K como los conversos anti K, que destilan el odio que denuncian en otros.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 05/01/13 y publicado por el Diario Pefil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.