Con las
botas puestas…
Paso redoblado. Dibujo: Pablo Temes.
El
Presidente quiere otro rol para las FF.AA. y el piquetero K repite su rol
habitual. Timbreo y más.
Escrito por Nelson Castro el domingo 29/07/2018 y publicado por el
Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
El
Gobierno ha decidido salir a retomar la iniciativa política, atributo que
perdió hace tres meses. La llamada “tormenta” lo ha dejado arrebatado por el
viento.
Por si
alguien se deja llevar o se enamora del eufemismo meteorológico: la “tormenta”
significa devaluación, inflación, caída de la actividad económica, caída de las
expectativas positivas y aumento de la pobreza. Tanto el Presidente como su
ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, quedaron satisfechos con las muestras de
apoyo que lograron de parte de los ministros de Economía de los países del G20
que se reunieron en Buenos Aires el fin de semana pasado. Sin embargo, de la
lectura fina de lo que allí pasó y se dijo en relación a la Argentina –que
lejos estuvo de ser el centro de las preocupaciones de los asistentes al
cónclave– se desprende la demanda de rigurosidad por parte del Gobierno en el
cumplimiento de las metas acordadas con el Fondo Monetario Internacional.
Palabra de fondo. Lo dijo Christine
Lagarde en la conferencia de prensa que compartió con Dujovne: “La Argentina debe cumplir las metas
acordadas con el Fondo”, expresó la directora gerente, quien
sobrelleva una condena por negligencia en el “affaire Tapis”, un caso de
corrupción que aún hoy causa impacto en Francia.
Bien
leídas, las expresiones de Lagarde pusieron en blanco sobre negro las
asignaturas pendientes de la actual gestión: “esperamos que el año que viene
mejore la economía”; “esperamos que baje la inflación”; “esperamos que baje el
déficit fiscal”.
Es
decir, el Gobierno está sometido a un
examen cuya aprobación no será fácil. Por lo demás, Macri ha tenido durante
la reunión una sobreactuación poco conducente. Es norma que los presidentes no
hablen en ninguna de las sesiones porque para ello están las correspondientes a
los jefes de Estado. Para los asistentes, escucharlo al Presidente fue un
agregado más de una agenda que a muchos los perturbó porque les impidió asistir
a la representación de Tristán e Isolda, la ópera de Wagner que con dirección
del maestro Daniel Baremboin se representaba esa tarde en el Teatro Colón.
El
lunes, Macri sorprendió con el anuncio
sobre las nuevas atribuciones que se planean para las Fuerzas Armadas. No
resulta claro por qué el Presidente decidió meterse en este berenjenal. No
porque el espinoso tema concerniente al quehacer y al qué hacer de las Fuerzas
Armadas no lo amerite sino porque, siendo una deuda de la dirigencia política
argentina desde 1983 hasta aquí, no parece que lo expuesto en la alocución
presidencial sea, si no lo mejor, al menos viable.
En el
discurso se aludió a un accionar de los efectivos para cuyo despliegue hace
falta un nivel de equipamiento que no solo hoy no se tiene sino –y esto es lo
malo– que no sabe cuándo se tendrá. Por otra parte, la idea de involucrar a las FF.AA. en la lucha contra el narcotráfico
debe analizarse con mucho cuidado. En ese sentido, la experiencia de México
ha sido nefasta. Paralelamente, la opinión y el sentimiento de los integrantes
de cada una de las fuerzas son prácticamente unánime en su rechazo a estas
tareas. “Nos preparamos para defender a la Patria contra un agresor externo que
ponga en riesgo nuestra soberanía, no para ser auxiliares de fuerzas
policiales”, se escucha habitualmente en los ámbitos castrenses.
El
mensaje de Macri, además, permitió abrir la puerta de la duda respecto de si
las Fuerzas Armadas actuarán o no en tareas que conciernen a la seguridad
interior. Y eso bastó para movilizar a la oposición. En ese universo están los
que desde siempre han protestado cada vez que algún hecho trajo reminiscencias
de la brutal represión desplegada por la última y sangrienta dictadura militar.
Conviven ahí los diferentes partidos y las agrupaciones de izquierda,
organizaciones sindicales, sociales y de Derechos Humanos. A ellos les asiste
la legitimidad de la coherencia.
No es
el caso, en cambio, del kirchnerismo siempre dispuesto a subirse a cualquier
colectivo que les sea útil para exhibir su oposición al actual Gobierno. Allí aflora en forma diáfana la
contradicción K: nadie puede olvidar que Cristina Fernández de Kirchner
nombró como jefe del Estado Mayor del Ejército al teniente general César
Milani, hoy preso por cargos de secuestro, tortura y desaparición de personas.
Eso no es todo. Junto con las sospechas de enriquecimiento ilícito, pesan sobre
él las de haber montado un aparato financiado con cientos de millones de pesos
destinado a tareas de inteligencia interior. Que el kirchnerismo proteste ahora
habiendo hecho lo que hizo con Milani, es una muestra de lo que es su esencia:
la contradicción permanente.
Aporte intolerante. Consciente de su
caída en las encuestas, María Eugenia Vidal salió este fin de semana a
timbrear. “Tenemos que dar la cara”, dijo la gobernadora cada vez más afectada
por el impacto negativo que sobre su figura viene produciendo el ajuste
económico y las denuncias de aportantes truchos en el financiamiento de su
última campaña electoral. El enojo mayor es contra “el fuego amigo”. De la
oposición se ha verificado una clara ofensiva de Unidad Ciudadana que es
comandada directamente por CFK. Pero el problema principal lo tiene Vidal
adentro. Ella quiere saber quiénes son los que, desde adentro del partido,
urdieron esta metodología que representa una clara maniobra de lavado de
dinero. Las sospechas de muchos de su entorno llevan a personajes de cercanía
con el Presidente. A algunos de ellos ya los denunció, por otras causas, la
diputada Elisa Carrió.
Los dichos brutales de Luis D’Elía –“A Macri habría que
fusilarlo en la Plaza de Mayo”– no pueden pasarse por alto. Quien dice algo así
se autodescalifica. Por lo demás, nadie puede sorprenderse por los dichos de
alguien que ha hecho de la violencia un modus operandi de su accionar
supuestamente político.
Lo que
inquieta, en cambio, es el silencio del kirchnerismo, excepción hecha al
momento de escribir esta columna, de Diana Conti. A Macri le corresponderá, en todo caso, el juicio de la Justicia. Y
cuando deje la Presidencia, causas hoy dormidas lo tendrán seguramente como
concurrente a los Tribunales de Comodoro Py. Esa es la norma en una sociedad
democrática. Los fusilamientos son su antítesis de consecuencias nefastas. Y,
para corroborarlo, están los muchos fusilamientos ocurridos a lo largo de
la historia política argentina. Todos fueron germen del odio y del revanchismo:
fuente de Justicia, en cambio, ninguno.
Producción
periodística: Lucía Di Carlo.
(Fuente www.perfil.com). El
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