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viernes, 1 de mayo de 2020

Crisis en las cárceles. Como es la situación en todo el mundo, país por país... @dealgunamanera...

Crisis en las cárceles: lo que los medios no dicen...

Crisis en las cárceles: lo que los medios no dicen. Imagen: EFE

La ofensiva mediática sobre la crisis carcelaria que plantea el coronavirus, llevada al paroxismo por las delirantes conclusiones de una senadora de Juntos por el Cambio, intenta instalar la absurda idea de que en Argentina hay un plan que busca "liberar a los presos" con ocultos fines políticos. Una mirada a lo que ocurre en los demás países demuele esa mirada.

© Escrito por Raúl Kollmann el miércoles 29/04/2020 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.

En los últimos 20 días, a raíz de la pandemia, se produjo una oleada mundial de morigeración de las penas de los presos. Un solo estado norteamericano, California, mandó a sus casas a 3.500 internos, pero las cifras son impresionantes en todos los países.
Las razones son tres. 

La primera, es que la cárcel es lo opuesto al aislamiento y mueren los presos. Pero no sólo los presos. Sino también los penitenciarios, los médicos, enfermeros y una parte del personal de los penales. 

La segunda razón es que este último hecho provoca un tremendo ausentismo del personal. En Escocia, el lunes falta el 25 por ciento de los penitenciarios. De manera que se está previniendo el hecho concreto de que no haya quien cuide y controle a los internos. 

La tercera razón es el contagio. No únicamente hacia adentro de la cárcel sino hacia afuera. Chicago definió que el penal Cook Jail, que tiene 355 infectados, es el principal foco de la ciudad. La prisión Marion, en Ohio, tiene el record, seguramente mundial: 1.800 internos contagiados. Y eso no queda encerrado en los muros.

Aunque la mayoría de la gente no lo sepa, son muchísimas las personas, obviamente no los presos, que entran y salen cada día de un penal y lo mantienen en estrecho contacto con el mundo que lo rodea.

Los números en algunos países son impactantes:

*Iran puso en libertad a 85.000 prisioneros, una cifra descomunal.

*Turquía mandó a sus casas 45.000

*Indonesia 30.000

*En Brasil, el cálculo más restrictivo, es que salieron de los penales unos 30.000 presos. Algunos dicen que ya está en su domicilio el doble de esa cifra.

*Francia, hasta el 13 de abril, liberó a 9.923 detenidos según los datos oficiales de la Asamblea Nacional, publicados por el diario Nice--Matin. Desde el 13 hasta hoy, la cifra superó largamente los 10.000.

*En el Reino Unido, el sistema federal tiene 84.000 presos, y ya salieron 4.000, dice la BBC en un informe publicado el 4 de abril, es decir que hoy el número es muy superior. El mismo medio dice que aproximadamente dos mil presos están infectados y el cuello de botella son los penitenciarios: el ausentismo es masivo, incluyendo el 25 por ciento de faltazos en Escocia.

*En Estados Unidos, el país con mayor cantidad de presos del planeta --2.300.000 entre federales y estaduales--, no sólo California mandó a sus casas a 3.500 internos, dato publicado por el diario The Guardian, de Londres. El gobernador de Nueva York ordenó la domiciliaria para 1.100 presos. La cadena de derecha Fox, calculó hace casi un mes, que la cifra de liberados, superaba los 16.000. El procurador William Barr libró la orden de que salgan de las prisiones federales los detenidos de más de 60 años, unos 10.000. Incluso Donald Trump estuvo por firmar una instrucción de que se otorgue la libertad condicional a todos los que hubieran cumplido la mitad de la pena. El presidente al final no firmó esa norma. El verdadero cálculo hoy en día es que están en sus casas el 20 por ciento de todos los que estaban en penales y el The New York Times estimó que Estados Unidos tiene en este momento la menor cantidad de presos desde la Segunda Guerra Mundial.

*En México --según un cable de Reuters-- se dictó una amnistía que benefició a 6.200 presos, la mayoría excarcelados con pulseras electrónicas. A una parte no se le permite salir todavía porque se está verificando si están infectados. En el total se incluyen 200 mujeres que están presas por abortar.

*"Hoy promulgamos la ley de indulto general conmutativo, que conmuta o sustituye la privación de libertad en los establecimientos penitenciarios de 1.700 personas por reclusión total en los domicilios". El comunicado oficial del 16 de abril lleva la firma de Sebastián Piñera, presidente de Chile.

*Mediante el decreto número 546 del presidente Ivan Duque, se dictó la prisión domiciliaria de unos 4.000 presos en Colombia.

*Un solo estado alemán, Westphalia, liberó mil presos y España envió a prisión domiciliaria a todos los detenidos llamados de tercer grado, o sea que tenían ya salidas transitorias y están en la última etapa de su condena. En total, cerca de 8.000.

Es fácil observar que todas estas medidas fueron tomadas por gobiernos de distintos colores, presidentes de derecha, de ultraderecha, progresistas, de centro, islamicos, cátólicos, anglicanos o poco creyentes. Tampoco parece probable que junto con el coronavirus se haya desarrollado una epidemia de piedad o amor al prójimo.

La explicación es que tanto la Organización Mundial de la Salud, como la titular de Derechos Humanos de la ONU, Michelle Bachelet, coincidieron en que las cárceles son una catástrofe potencial, por el peligro de contagios dentro de los establecimientos dado que no hay marco para distanciamiento alguno; peligros de infecciones hacia afuera porque los penitenciarios, médicos, cocineros, empleados entran y salen; porque el hacinamiento y el temor provocan motines en todas las latitudes y porque hay una multitud de internos que no representan peligro, incluso con la ayuda que hoy se encuentra en la tecnología y en los dispositivos como pulseras y tobilleras. Hay un mito de que un preso puede romper o librarse de esos mecanismos electrónicos. La realidad es que ocurre en menos del uno por mil de los casos: son muy pocos los ex detenidos que arriesgan el beneficio de estar en su casa en lugar de cursar la detención en el infierno de la cárcel.

Este panorama mundial es el que explica el diálogo de este lunes del presidente Alberto Fernández en Radio con Vos justamente sobre este tema: "No es un problema solo de la Argentina --argumentó Fernández--. Hablemos con seriedad. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos resaltó que los estados debemos atender la salud de los que están presos y ahí recomiendan la prisión domiciliaria o las pulseras electrónicas. El mundo entero aborda este problema". 




miércoles, 4 de abril de 2012

La guerra que no tendrá lugar... De Alguna Manera...

La guerra que no tendrá lugar...


Cristina Fernández ha logrado reinstalar las Malvinas en la agenda latinoamericana.

El 2 de abril de 1982 el ejército argentino ocupó las Malvinas, en poder de Gran Bretaña desde 1833, desencadenando una guerra de 74 días, en la que murieron 649 soldados propios y 255 británicos. El pacifismo más piadoso califica cualquier guerra de absurda e injustificada, lo que es francamente discutible, pero sí de plena aplicación al desatino de una dictadura militar criminal, impotente, y analfabeta, encabezada por un general, Leopoldo Galtieri, al que los sicofantes llamaban el Patton del Plata por un vago parecido con el militar norteamericano de la II Guerra.

 Los uniformados argentinos pensaron que la mejor forma de regresar a los cuarteles o aún prolongar su mandato era hacerlo con la gloria de haber recobrado el archipiélago del Atlántico Sur, que les excusara de responder por los miles de desaparecidos de la guerra sucia. A los pocos días del desembarco en la Gran Malvina, un coronel de la RAF declaraba a la televisión británica que si se “imponía la sangre italiana”, los argentinos “evacuarían el archipiélago, pero si prevalecía la española, habría guerra”.

Sea cual fuere la que prevaleciera fue un crimen de lesa humanidad enviar a unos soldaditos de reemplazo contra un ejército de profesionales. El resto de América Latina, menos Chile, cuyo general Pinochet se cobró en material de guerra británico el apoyo a Londres, y Colombia, que jugó a la neutralidad, respaldó aunque con lo justo de entusiasmo a Buenos Aires.

La embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Jeane Kirkpatrick, anticomunista, católica, y de origen celta, por ese orden, prefería a los golpistas, pero el presidente Ronald Reagan le dio a la señora Thatcher lo que la primera ministra pedía: la base de Ascensión, a medio camino entre Londres y Port Stanley, sin cuyos bastimentos la guerra habría sido difícil de sostener. 

La hija del tendero de provincias, temerosa de que el enemigo se escabullera entablando conversaciones interminables, una vez dueña de las islas, ordenó que se torpedeara al crucero pesado General Belgrano, fuera de las aguas territoriales de Malvinas, donde murieron más de la mitad de los argentinos en combate. Europa, que no entendía muy bien esa guerra distinta y distante, dio apoyo de oficio a los anglosajones, con la salvedad de España —por Gibraltar e Hispanoamérica— e Italia —por sus emigrantes—, países cuyas opiniones públicas no se resolvían a condenar la insensatez de Galtieri, el mismo que mientras los británicos reconquistaban la isla principal, pedía entre vapores alcohólicos que se aerotransportara unas tropas que no existían para socorrer al general Benjamín Menéndez, jefe del cuerpo expedicionario. 

El militar argentino era un cabecita negra, y de quien se dice que Fidel Castro preguntó esperanzado “si era de los que combatían”. En el bando derrotado se publicaron locuras como que los gurkhas habían asesinado a 300 prisioneros argentinos, lo que jamás habría consentido la oficialidad de Su Majestad y menos aún de un país que hasta unos días antes del conflicto era tan famosamente pro-británico. Y en el bando vencedor se supo que Thatcher estaba indignada por la escrupulosa equidistancia con que la BBC informaba de la guerra.

El enfrentamiento hoy solo puede ser político: el respaldo, en esta ocasión irrestricto de América Latina, desplegado con una condena del colonialismo británico, que se redoblará en la próxima cumbre de las Américas en Cartagena, así como algún cierre de puertos latinoamericanos a barcos de guerra y en ciertos casos, mercantes, que icen la Union Jack; y económico: la viuda Kirchner pretende impedir que Gran Bretaña comience a extraer, probablemente a partir de 2016, el petróleo en aguas de la zona, con reservas evaluadas en unos 12.000 millones de barriles. 

Pero ya ha logrado su primer objetivo: reinstalar las Malvinas en la agenda latinoamericana, de forma que Londres no pueda maniobrar sin darse de bruces con el problema. Y tampoco los apoyos internacionales de 1982 están a la orden. El Washington de Obama ya ha declarado su neutralidad y Europa tratará de mirar para otro lado, repitiendo el consabido mantra de la negociación entre las partes.

Nadie ignora que las Malvinas —como Gibraltar— jamás dejarán de ser británicas sin el consentimiento de sus 3.000 habitantes. Y solo un trato económico mejor que el que reciben de Londres podría disipar el recuerdo de una guerra tan cruel como innecesaria, que un aire porteño epitafió quejumbrosamente: “Con Malvinas o sin Malvinas / grito tu nombre por las esquinas / mientras que los generales / se dan al tango por los portales”.

© Escrito por Miguel Ángel Bastenier y publicado en el Diario El País de Madrid el martes 3 de Abril de 2012.