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sábado, 7 de abril de 2012

La guerra y el negocio... De Alguna Manera...

El negocio...

 Con Chip Delaney y Bernardo Fernández

En estos días, el Reino Unido celebra la última vez que ganó una guerra. Como suele suceder, la victoria se debió más a los errores argentinos que al talento británico. El error determinante de la derrota fue el incidente de las Georgias del Sur. Si se hubiera mantenido el plan de invasión original, es probable que Gran Bretaña hubiera perdido las Malvinas. Meryl Streep no habría ganado otro Oscar y la vergonzosa retirada de los militares y sus secuaces del poder se habría postergado.

Desde los años 70, Londres había perdido interés por sus colonias. En noviembre de 1976, un grupo perteneciente a la Fuerza Aérea Argentina hizo tierra en la isla de Thule y construyó una pequeña base donde pusieron a flamear la celeste y blanca. No fue hasta diciembre que los británicos supieron lo que había pasado. Hubo protestas diplomáticas, se discutió la legitimización de la ocupación, pero no se llegó a nada. El primer ministro James Callaghan se negó a mandar a los Royal Marines a terminar con el asunto. En la ONU, diplomáticos de ambos países discutían la posibilidad de transferir la soberanía de las Malvinas a Argentina, reteniendo Gran Bretaña la administración local. Todas estas señales les hicieron pensar a los militares argentinos que era posible recuperar las Malvinas mediante una invasión.

En 1981 el gobierno militar se caía a pedazos, en el plano internacional la administración Carter y diversos organismos de derechos humanos habían puesto al descubierto al terrorismo de estado; el gobierno de Reagan no tenía interés en Latinoamérica; la economía estaba en ruinas, la deuda externa había trepado a casi 50 mil millones y se habían acabado los créditos; la industria nacional era otra desaparecida; la pobreza y la desocupación escalaban posiciones día tras día y la población comenzaba a superar el miedo y protestaba airadamente por las calles.

El Plan Original. Para la recuperación de Malvinas se había pergeñado la Operación Goa. El nombre proviene de la provincia más pequeña de la India que en 1961 llevó a cabo una acción militar que terminó con los 451 años de dominio portugués. Este plan preveía la invasión para mayo o julio de 1982, cuando el invierno austral sopla con su máxima furia y con la custodia del Malvinas, el rompehielos HMS Endurance, ya retirado de servicio. Se había ideado también la ocupación previa de las islas Georgias del Sur disimulada como un emprendimiento civil. Cuando la planificación le fue encargada al vicealmirante Juan José Lombardo, actualmente procesado por delitos de lesa humanidad, el marino dijo que debía desestimarse la operación encubierta a fin de no perder las ventajas del factor sorpresa y darles a los ingleses la oportunidad de reforzar las islas.

El 20 de marzo, Lombardo se enteró horrorizado que un grupo de trabajadores del empresario Constantino Davidoff habían desembarcado en la isla con un contrato para desguazar una estación ballenera. Era la cobertura para un grupo de combate, Los Lagartos, que lideraba un oficial de destacada participación en la guerra sucia: el teniente Alfredo Astiz, un hombre a quien le encanta aumentar su fama con declaraciones escandalosas. Esa sed de protagonismo lo llevó a izar en aquella remota isla la bandera argentina que alertó a los ingleses. Así, un buen plan, pensado para ser ejecutado en el momento oportuno, fue reemplazado por un mal plan ejecutado en el momento menos oportuno.

Mientras tanto, en Londres. El periódico ruso Estrella Roja bautizó a Margaret Thatcher como “la Dama de Hierro”, pero en 1982 estaba un poco oxidada. Con ya tres desgastantes años en el poder y a uno de las siguientes elecciones, su administración estaba en serios problemas. Las medidas económicas que implementó produjeron una aguda recesión y niveles inéditos de desempleo. La desregulación del mercado financiero, las privatizaciones, la flexibilización laboral, el desmantelamiento de la industria y el ataque frontal que dirigió contra los sindicatos hicieron que su popularidad se desplomara. Una guerra era exactamente lo que necesitaba, y ésta no podía pintar mejor: bajo su mando, el león británico enfrentaría nuevamente a una pandilla de torturadores fascistas como lo hizo Churchill contra los nazis. Hizo flamear el emblema canalla de Alfredo Astiz y, con dotación completa, las naves del imperio se hicieron a la mar en Southampton.

Los enteraos. Los andaluces tienen un mote para ese tipo que sabe de todo y de todo da cátedra: “El enterao”. En la Argentina, al “enterao” debería considerárselo plaga nacional. Cualquier cosa que suceda genera espontáneamente una cantidad de “especialistas” en la materia que se trate. Durante la guerra de Malvinas surgieron por todas partes como flores venenosas. Las tácticas y estrategias bélicas eran pan comido para nuestros entendidos que discurrían sobre armas, equipamiento, aviación militar con el fondo de la marchita de Malvinas “Argentinos a vencer”, aunque desde el principio estábamos vencidos.

Pero lo más grave fue el triunfalismo. Quien osó manifestarse en contra de la guerra, quien no profesó una fe ciega en el triunfo argentino, quien puso en duda la justicia de la gesta, el heroísmo de nuestros militares o el valor de nuestros soldados, fue blanco del oprobio, tachado de traidor, expulsado de taxis, distanciado por sus amigos. Era la Argentina contra Inglaterra, los íbamos a llenar de pepinos y el que no saltaba era un inglés. Y fue así nomás, porque durante 73 días celebramos la guerra como una fiesta: les ganamos, les hundimos, les rompimos el culo y los derrotamos con nuestra viveza y con nuestro ingenio. Una lástima, el día 74 perdimos.

La derrota. En cuanto aparecieron tres soldaditos por las Georgias, Astiz sacó la bandera blanca. El general Mario Menéndez cumplió su juramento, defender las islas hasta las últimas consecuencias: la llegada de los Royal Marines. Los militares argentinos, después de siete años de una dictadura criminal y sangrienta que destruyó la economía y la industria, la cultura, la educación y las vidas de miles de personas, dieron con la guerra de Malvinas la última demostración de su acabada ineptitud y de su irremediable estupidez. Sólo en este sentido les ganamos a los ingleses, porque mientras nuestros genios militares salían de la Rosada con el rabo entre las patas, Thatcher ganaba las dos siguientes elecciones gobernando y destruyendo la economía inglesa durante ocho años más. Hoy Gran Bretaña no podría llevar adelante otra campaña como la del 82, porque simplemente no tiene con qué.

Una de las industrias que Thatcher destruyó fueron los astilleros. Ciudades enteras no saben qué hacer con los grandes establecimientos que se derrumban en las aguas. La única esperanza es que algún inversor árabe o chino los convierta en shoppings gigantescos. No tiene ahora de dónde sacar 42 naves de guerra, 22 naves auxiliares y 62 barcos mercantes. Entonces tenía dos portaaviones, hoy ninguno. El poder marítimo de Gran Bretaña estaba basado en una industria que, como la Atlántida, yace hoy en el fondo del mar. La Argentina, cuyas fuerzas armadas han quedado reducidas a un símbolo en el que nadie cree, no le pueden hacer la guerra ni a un cuartel de bomberos.

Ahora Cristina. Debemos saber que las guerras nunca se hacen por los motivos declamados. En 525 a.C. el dramaturgo griego Esquilo lo dijo: “En la guerra, la primera víctima es la verdad”. Todas las guerras se hacen en nombre de Dios, siempre por poder y dinero. Afortunadamente no hay muchas posibilidades de que estalle una guerra, pero aún así la verdad agoniza. A Gran Bretaña le conviene el conflicto. Está en franca decadencia, Alemania le ha sacado enorme ventaja en todas las cuestiones de política y economía internacional. Cameron tiene que calmar a los sectores más duros de su propio partido mientras arregla sus entuertos con los vecinos de Europa. El conflicto le brinda la oportunidad de reeditar el viejo orgullo británico, la última victoria.

La administración K ya lleva 9 años en el poder. Cristina ha demostrado una gran capacidad para reciclarse y superar las crisis, muchas veces provocadas por su propia interna, y para resistir los embates de una oposición empresaria de considerable poder, pero que no cuenta con una oposición política mínimamente capaz o significativa. El desgaste se siente. Malvinas es un tema que promueve la adhesión al gobierno. Sí lo hizo con Galtieri, que no dejó de darle palos a los trabajadores hasta dos días antes de la invasión, qué no hará por Cristina.

Las Malvinas están en el inconsciente colectivo, las bases las quieren, son un factor aglutinante e insuflan entusiasmo, y esas son cosas que nunca le sobra a ningún gobernante. La estrategia K ha consistido en un constante trabajo en la base, cosa que no sabe hacer ningún otro sector político, incluido el resto de los peronistas. Cristina y David Cameron “malvinizan” la agenda política porque la pelea les da grandes beneficios y distrae la atención de temas urticantes.

Lo que en verdad está en juego. En el manejo de la cuestión el gobierno nacional tuvo algunos aciertos: los acuerdos con Mercosur y Unasur y dejar en claro que el tema es la explotación de los recursos naturales. Pero también algunas metidas de pata: prohibir la entrada de productos británicos, cuando hay insumos industriales básicos de ese origen es perjudicial para nuestra industria. El morenismo no afloja. No dejar entrar a nuestros puertos a naves inglesas puede ser una medida celebrada por la popular, pero le quita a Ushuaia muchos ingresos como puerto antártico, lugar que Punta Arenas no deja de ambicionar y que podemos perder. El bloqueo a buques ingleses puede producir situaciones incómodas en la región. Con toda seguridad, Chile no se va a plegar, Uruguay ya ha dicho que no, y en la medida en que perjudique las economías de otros vecinos, también se retirarán.

Borges dijo sobre la guerra del 82 que era “la pelea de dos calvos por un peine”. La ironía, acertadísima en el momento, puede dejar de serlo si a los pelados les crece el pelo. Lo que está en juego en el futuro es la Antártida. La zona está protegida por un tratado internacional que prohíbe su explotación. Pero es dudoso que siga siendo eficaz cuando comiencen a escasear los recursos que allí se encuentran. Entonces lo que prevalecerá serán las posiciones ya consolidadas y, como siempre, la fuerza.

Ahora la cuestión es insistir y presionar para que haya negociaciones. Hay que discutir hasta el fin con un interlocutor que está muy entrenado en política internacional. Esas difíciles negociaciones deben ser conducidas con inteligencia, con prudencia y considerando el futuro.

La gran incógnita es si nuestros gobernantes podrán resistir la tentación de la grandilocuencia y los gestos heroicos y si enterados y triunfalistas son capaces de cerrar la boca.

© Escrito por Ernesto Mallo (*) y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 31 de Marzo de 2012.

(*) Escritor.




miércoles, 4 de abril de 2012

La guerra que no tendrá lugar... De Alguna Manera...

La guerra que no tendrá lugar...


Cristina Fernández ha logrado reinstalar las Malvinas en la agenda latinoamericana.

El 2 de abril de 1982 el ejército argentino ocupó las Malvinas, en poder de Gran Bretaña desde 1833, desencadenando una guerra de 74 días, en la que murieron 649 soldados propios y 255 británicos. El pacifismo más piadoso califica cualquier guerra de absurda e injustificada, lo que es francamente discutible, pero sí de plena aplicación al desatino de una dictadura militar criminal, impotente, y analfabeta, encabezada por un general, Leopoldo Galtieri, al que los sicofantes llamaban el Patton del Plata por un vago parecido con el militar norteamericano de la II Guerra.

 Los uniformados argentinos pensaron que la mejor forma de regresar a los cuarteles o aún prolongar su mandato era hacerlo con la gloria de haber recobrado el archipiélago del Atlántico Sur, que les excusara de responder por los miles de desaparecidos de la guerra sucia. A los pocos días del desembarco en la Gran Malvina, un coronel de la RAF declaraba a la televisión británica que si se “imponía la sangre italiana”, los argentinos “evacuarían el archipiélago, pero si prevalecía la española, habría guerra”.

Sea cual fuere la que prevaleciera fue un crimen de lesa humanidad enviar a unos soldaditos de reemplazo contra un ejército de profesionales. El resto de América Latina, menos Chile, cuyo general Pinochet se cobró en material de guerra británico el apoyo a Londres, y Colombia, que jugó a la neutralidad, respaldó aunque con lo justo de entusiasmo a Buenos Aires.

La embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Jeane Kirkpatrick, anticomunista, católica, y de origen celta, por ese orden, prefería a los golpistas, pero el presidente Ronald Reagan le dio a la señora Thatcher lo que la primera ministra pedía: la base de Ascensión, a medio camino entre Londres y Port Stanley, sin cuyos bastimentos la guerra habría sido difícil de sostener. 

La hija del tendero de provincias, temerosa de que el enemigo se escabullera entablando conversaciones interminables, una vez dueña de las islas, ordenó que se torpedeara al crucero pesado General Belgrano, fuera de las aguas territoriales de Malvinas, donde murieron más de la mitad de los argentinos en combate. Europa, que no entendía muy bien esa guerra distinta y distante, dio apoyo de oficio a los anglosajones, con la salvedad de España —por Gibraltar e Hispanoamérica— e Italia —por sus emigrantes—, países cuyas opiniones públicas no se resolvían a condenar la insensatez de Galtieri, el mismo que mientras los británicos reconquistaban la isla principal, pedía entre vapores alcohólicos que se aerotransportara unas tropas que no existían para socorrer al general Benjamín Menéndez, jefe del cuerpo expedicionario. 

El militar argentino era un cabecita negra, y de quien se dice que Fidel Castro preguntó esperanzado “si era de los que combatían”. En el bando derrotado se publicaron locuras como que los gurkhas habían asesinado a 300 prisioneros argentinos, lo que jamás habría consentido la oficialidad de Su Majestad y menos aún de un país que hasta unos días antes del conflicto era tan famosamente pro-británico. Y en el bando vencedor se supo que Thatcher estaba indignada por la escrupulosa equidistancia con que la BBC informaba de la guerra.

El enfrentamiento hoy solo puede ser político: el respaldo, en esta ocasión irrestricto de América Latina, desplegado con una condena del colonialismo británico, que se redoblará en la próxima cumbre de las Américas en Cartagena, así como algún cierre de puertos latinoamericanos a barcos de guerra y en ciertos casos, mercantes, que icen la Union Jack; y económico: la viuda Kirchner pretende impedir que Gran Bretaña comience a extraer, probablemente a partir de 2016, el petróleo en aguas de la zona, con reservas evaluadas en unos 12.000 millones de barriles. 

Pero ya ha logrado su primer objetivo: reinstalar las Malvinas en la agenda latinoamericana, de forma que Londres no pueda maniobrar sin darse de bruces con el problema. Y tampoco los apoyos internacionales de 1982 están a la orden. El Washington de Obama ya ha declarado su neutralidad y Europa tratará de mirar para otro lado, repitiendo el consabido mantra de la negociación entre las partes.

Nadie ignora que las Malvinas —como Gibraltar— jamás dejarán de ser británicas sin el consentimiento de sus 3.000 habitantes. Y solo un trato económico mejor que el que reciben de Londres podría disipar el recuerdo de una guerra tan cruel como innecesaria, que un aire porteño epitafió quejumbrosamente: “Con Malvinas o sin Malvinas / grito tu nombre por las esquinas / mientras que los generales / se dan al tango por los portales”.

© Escrito por Miguel Ángel Bastenier y publicado en el Diario El País de Madrid el martes 3 de Abril de 2012.





domingo, 22 de enero de 2012

Esmerilar y malvinizar… De Alguna Manera...

Esmerilar y malvinizar…

 Ssssssssscioli... Ssssssssssilencio... Foto: Pablo Temes

Los nuevos pasos oficiales. En el final de la convalecencia de CFK, todo empieza a volver a la “normalidad”. El objetivo Scioli. La escalada con Gran Bretaña.

Ya con la Presidenta transitando el tramo final de su convalecencia tras la operación por un supuesto carcinoma papilar de tiroides, que afortunadamente nunca tuvo, la rutina del poder va volviendo a su “normalidad”. Así se van definiendo algunos de los cursos de acción que tienen como objetivo consolidar un proyecto que le asegure al kirchnerismo, más allá de estos cuatro años de mandato, un rol preponderante como factor de poder permanente: la búsqueda de la suma del poder público se constituye en un factor clave.

En el marco de este proyecto, uno de los primeros objetivos es neutralizar y derruir a Daniel Scioli. Ya no queda duda de que el gobernador bonaerense está cada vez más lejos de reunir las condiciones para ser considerado el delfín de la Presidenta para 2015. La estrategia de Scioli es la de hacerse el distraído o el desentendido, por lo que los voceros del Gobierno se encargan de hacerle saber esa realidad a cada momento. Un día, el motivo de la crítica es haber jugado un partido con Macri mientras Cristina se recuperaba de su operación. Otro día, la causa es porque supo ser un asistente a los almuerzos de Mirtha Legrand, según hizo saber el vicegobernador Gabriel Mariotto. Y en algún momento posterior, la razón es su pasado menemista, como si la Presidenta y Néstor Kirchner no estuvieran abarcados por ese proceso político de los 90 al que no se privaron de apoyar.

A los fines de esmerilar la figura de Scioli, el vicepresidente tiene la orden de caminar la provincia. Amado Boudou ya dio el primer paso en aras de ese objetivo al convocar a Mariotto para una foto en su austero despacho del Banco Nación al día siguiente del encuentro Scioli-Macri. La reunión que tuvieron por estas horas el Vicepresidente y el Gobernador no cambia la situación. Por su parte, Mariotto también hace su tarea en ese operativo. Producto de ello es el alto perfil que le está imprimiendo a su tarea como vicegobernador. Y lo que hace es gestionar. Con ese propósito, el vicegobernador ha comenzado a tomar contacto con intendentes afines al kirchnerismo de distintas localidades de la provincia. Ante ellos se presenta como el nexo directo con la Casa Rosada capaz de hacer que se abran las puertas del poder y aparezcan los recursos que, de otra manera, el gobernador no puede proveer. Allí se concretan nombramientos para médicos en municipios que hace años lo venían reclamando, o bien una ayuda para la construcción de una escuela o la concreción de una obra pública anhelada por la comunidad.

Lo del Gobierno, pues, está claro. Lo que no está claro es lo de Scioli: ¿Qué hará? Hasta ahora nadie tiene esa respuesta. Lo que sí se conoce es que muchos intendentes han comenzado a hartarse de la indefinición del gobernador. “Tenemos que saber si Scioli se va a largar a pelear por la presidencia o no. Si lo hace, somos muchos los que lo seguiremos; pero alguna vez, y no demasiado lejos en el tiempo, debe decidirse y hablar claro; si no lo hace y además se mantiene mudo ante esta realidad, yo y otros no tendremos más remedio que encolumnarnos detrás de Mariotto o aquel al que Cristina designe porque no tendremos otra alternativa”, asegura un intendente peronista del GBA que no es afecto lo que siente por el kirchnerismo.

El presente favorece al oficialismo para el despliegue de este accionar. Se asiste a un verano con un notable movimiento turístico que es muestra de un bienestar económico indiscustible. Las voces que advierten sobre el impacto que tendrá en la Capital y zonas del Conurbano la quita de los subsidios a los servicios de agua, electricidad y gas se parecen a predicaciones en el desierto. Se vive un ambiente de fiesta y a muchos parece no interesarles los anticipos acerca de lo que vendrá.

El que vive su momento de gloria es Guillermo Moreno, el ministro de Economía en funciones de este Gobierno. Hace y deshace a su antojo. Se siente el vencedor de la pulseada cambiaria que se vivió a fin de 2011. El cierre de las importaciones lo vive como un triunfo. No importa que en Tierra del Fuego no puedan ensamblar los teléfonos celulares supuestamente “hechos en Argentina”, que haya dificultad para la provisión de electrodomésticos o de instrumental médico. En el mundo editorial todavía es motivo de comentario la condición que puso Moreno para que se reabriera la importación: “Si quieren importar libros deberán antes exportar cualquier otra cosa. Así que vayan a La Salada, compren calzoncillos y expórtenlos, después hablamos”, fue –palabras más, palabras menos– el tenor de ese diálogo.

Recién ahora, la Unión Industrial Argentina ha decidido pronunciarse en contra de esta medida intempestiva y nociva para la industria nacional. Que nuestro país busque el desarrollo de una industria propia, que tenga la capacidad de sustituir con igual calidad y en igual cantidad muchos de los productos que hoy provienen del exterior, es un objetivo trascendente. La obtención de ese logro sólo será posible con la puesta en práctica de políticas sólidas y perdurables que le den sostén a una iniciativa de trascendentes consecuencias económicas, sociales y políticas. Para ello hay necesidad, entre otras cosas, de crear condiciones de accesibilidad al crédito que hoy sólo puede garantizar la Anses, con todos los vericuetos de discrecionalidad política que ello suscita. Exige, también, la existencia de un empresariado con conductas tales que le permitieran alcanzar un liderazgo social del que hoy carece.

En paralelo, asistimos a un recalentamiento de las relaciones entre la Argentina y Gran Bretaña por la soberanía de las islas Malvinas. El aumento de las tensiones, a treinta años de aquella guerra delirante y trágica, tiene más que ver con aspectos internos de la vida política del Reino Unido. La negativa a permitir la entrada de buques con bandera de las Malvinas a los puertos de Chile, Uruguay y Brasil ha enfurecido al gobierno del primer ministro David Cameron. Hay mucho de sobreactuación en el medio de una situación política que le es complicada. El asunto Malvinas siempre ha sido así. También en nuestro país. La guerra de 1982 encaja en ese modelo. En aquel momento, tanto la Junta Militar que presidía el general Leopoldo Galtieri como el gobierno de Margaret Thatcher tambaleaban. El triunfo en la contienda bélica salvó a Thatcher y acabó con los proyectos de perpetuación en el poder de Galtieri y compañía. Los derechos de nuestro país sobre las Malvinas son incuestionables.

Sin embargo, hay una circunstancia que no es menor: ahí vive gente que no quiere ser argentina. Ese es el principal obstáculo que tiene nuestro país para hacer valer sus derechos, obstáculo que ninguno de nuestros gobiernos democráticos ha sabido cómo superar. El día que eso ocurra, las negociaciones que hoy parecen imposibles tendrán el peso inevitable de la realidad.

© Escrito por el Doctor Nelson Castro y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 21 de Enero de 2011.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Malvinas 1982: ¿cómo y por qué?...

   Malvinas 1982: ¿cómo y por qué?...
 
  •  Introducción
Presentamos un trabajo especial, inédito y pormenorizado sobre los motivos por los cuales la República Argentina y el Reino Unido de Gran Bretaña se enfrentaron en 1982. El lector, podrá a lo largo de cada capítulo conocer datos que le permitirán saber que la Guerra de Malvinas, fue un acto premeditado, finamente organizado y estudiado, por los propios británicos.

Iremos introduciéndonos poco a poco, como sucedieron los hechos en Argentina y en Gran Bretaña, desde 1968, hasta el conflicto de las Georgias de marzo de 1982, detonante del conflicto bélico.

El presente trabajo se desarrolla en forma detallada sobre los hechos que se relacionan directa o indirectamente con el conflicto bélico que termina sucediendo por toda una historia previa; que no fue una determinación de un día para otro, que Argentina no buscó la guerra, que el desembarco del 2 de abril en Malvinas fue un acto de defensa. Dicha historia previa, es la que aquí se analizará y probará.

Muchos lectores seguramente conocen estos temas, pero aquí además de explicarlos, se fundamentará con las fuentes de información pertinentes, cada afirmación.
  • Bibliografía
La investigación está basada en su mayoría, por los datos aportados por el Dr. Alberto A. De Vita, en su libro "Malvinas 82: Cómo y por qué"; en diversos informes como: Lord Franks, Rattenbach, diversas publicaciones jurídicas, libros del conflicto bélico y artículos periodísticos de la época. Puede ver el total de las fuentes bibliográficas consultadas para realizar el trabajo, haciendo click aquí.

Quien busque una versión resumida de los hechos para entrar en tema, aunque no del todo completa, puede visitar: Malvinas: causas del conflicto ; Días previos al conflicto bélico.
  • Formato PDF
El lector tiene en sus manos un documento único, que le permitirá conocer la verdad de lo sucedido en 1982. Puede también bajar una versión completa en formato PDF para poder imprimirla y leerla comodamente. CLICK AQUÍ PARA BAJAR EL ARCHIVO
  • Cronología
Para una mejor comprensión de los hechos, hemos colocado los sucesos más destacados en forma cronológica. La primera cronología sobre el cómo y por qué del conflicto bélico, única hasta el momento.
  • Material multimedia complementario
En breve, se agregarán testimonios que complementan todas los documentos y hechos analizados en este trabajo.

© Publicado por El Malvinense http://www.malvinense.com.ar