Desgastar para no ceder...
Fue un fin de año
tranquilo. Todos los presagios de desbordes sociales fracasaron. “La gente que
vive de planes sociales ahora los recibe en su totalidad sin tener que dejar el
diezmo a los punteros. No es que su situación haya cambiado en lo económico. Lo
que sí pasa es que se liberaron de ese yugo”, narraba un integrante de la
jerarquía eclesiástica que no deja de expresar su preocupación por los altos
índices de pobreza que exhibe la Argentina. Un hombre que conoce la actividad
de los punteros y recaudadores del conurbano profundo se expresó en el mismo
sentido: “No hay con qué presionarlos. En bastiones como La Matanza ya no es
tan fácil arrear a la gente para llevarla a una marcha organizada por algún
dirigente ya sea opositor u oficialista. Se ha perdido ese brazo de choque que
se utilizó durante años para ganar la calle”, reconoció.
El nivel de tolerancia
social puesto de manifiesto a lo largo de este año no deja de sorprender tanto
puertas adentro como afuera del país. Como ejemplo vale mencionar lo que está
sucediendo en el período electoral por el que está atravesando Alemania. Se
habla allí del “efecto Milei” y de la motosierra como objetivos que encarna la
Alternative für Deutschland (AFD), el partido de extrema derecha que viene de
obtener victorias resonantes en algunas de las elecciones estaduales de ese
país.
El Gobierno arrancó un
año lleno de desafíos. Sin dudas, el desafío clave serán las elecciones
legislativas de medio término que se desarrollarán en octubre. Habrá en el
medio varias elecciones provinciales que servirán de termómetro para apreciar
cuánta es la aprobación de La Libertad Avanza. Habrá que ver si Milei decide
enfrentar el test electoral unido a Mauricio Macri o separado de él. La
evidencia matemática –que ya se vio en 2023 en la segunda vuelta electoral–
demuestra que unidos ganan, mientras que separados, no. Por consiguiente,
resultan inentendibles los roces constantes que se vienen produciendo entre el
Presidente y el ex. Hay –en realidad– una intención velada del oficialismo de
desgastar a sus hasta ahora socios políticos, para no tener que ceder a sus
demandas a la hora de conformar las listas. La intención de Milei es clara e
incluye la cooptación de nombres propios de peso para vaciar de poder al
partido amarillo.
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Claramente hay una
mengua del poder de Macri dentro del PRO que significa, además, una verdadera
lucha por mantener la existencia del partido político fundado por el ingeniero.
La prueba más clara de esa situación es la decisión que tomó Jorge Macri de separar
las elecciones porteñas de las nacionales. El jefe de Gobierno de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires sabe que, hoy por hoy, ese es el único bastión propio
que tiene el PRO, atravesado por una lucha sin cuartel entre Patricia Bullrich
y su antiguo jefe. Se ha tomado verdadera conciencia de que una mala elección
en territorio porteño podría terminar con el partido en el suelo que lo vio
nacer. Un hecho que también afecta al PRO y al expresidente es la situación que
pone en la mira a Cristian Ritondo, afectado fuertemente por las sospechas de
corrupción que se centran en su esposa, la abogada Romina Aldana Diago,
denunciada por el abogado Jeremías Rodríguez. El Dr. Rodríguez presentó un
escrito según el cual Ritondo habría incumplido la Ley de Ética Pública al
omitir información ante la Oficina Anticorrupción sobre bienes que incluyen
propiedades por más de dos millones de dólares adquiridas a lo largo de su
matrimonio, caso que quedó a cargo del juez federal Sebastián Ramos y del
fiscal federal Eduardo Taiano.
Sin duda que la suerte
del desafío electoral que enfrenta el Gobierno dependerá de la marcha de la
economía. Diciembre fue mejor que lo esperado. Pero tuvo puntos grises. El
Banco Central, por ejemplo, tuvo que salir a vender dólares para evitar una
subida mayor de la que hubo. El último jueves del año tuvo que desprenderse de
más de 600 millones de la divisa estadounidense. “Fua a causa de la eliminación
del impuesto PAIS”, informó el Gobierno. El hecho dejó expuesta una
contradicción de Milei, que por una parte pregona la necesidad de eliminar el
Banco Central y por otra recurre a él para mantener la pax cambiaria. ¿Y
entonces? (sic). Sin ir más lejos, la entidad anunció esta semana que consiguió
financiamiento por mil millones de dólares para reforzar las reservas. La otra
gran contradicción es la fortaleza del peso, que pasó de ser considerado
“excremento” a convertirse en la moneda que más se apreció en el mundo durante
2024. Vale la pena recordar la famosa frase de Carlos Menem: “Si decía en
campaña lo que iba a hacer, no me hubieran votado”.
El punto clave de
inflexión para la economía será el levantamiento del cepo. Es esa una condición
sine qua non para ilusionarse con la posible lluvia de inversiones a la que
aspira y necesita el país. No se puede caer en el mismo error que cometió el
macrismo de esperar y anunciar la llegada de los famosos “brotes verdes” que
nunca terminaron de germinar. ¡Atención! Eso no garantiza que, ipso facto, la
Argentina se transforme en la meca de las inversiones mundiales y que esas
inversiones generen el bienestar necesario para combatir la desesperante
pobreza imperante a lo largo y a lo ancho del país. Hace falta que haya efecto
derrame, cosa que, en el pasado, lamentablemente nunca ocurrió. El atraso de
los salarios es el otro problema que preocupa –y mucho– a la administración
mileísta. De la clase media hacia abajo no hay plata en el bolsillo más allá
del alivio que produjo la caída de la inflación. Por eso la narrativa del
Gobierno buscó instalar un espíritu triunfalista para cerrar 2024 haciendo
hincapié en todas sus conquistas. Ahora busca recrear un relato similar para el
primer trimestre de 2025 que le permita ganar tiempo hasta la recuperación de
la economía de cara a las elecciones. Veremos si la realidad sostiene con
hechos a los escribas del cambio cultural.
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