Una sobrina del senador José Alperovich lo denunció por
violación…
José Alperovich. Fotografía: CEDOC
La joven de 29 años se presentó ante los tribunales de
Tucumán y en la Unidad Fiscal Especializada de Violencia contra las Mujeres
(UFEM) en la Ciudad de Buenos Aires.
Una joven de 29
años denunció a su tío, el
senador de Tucumán, José Alperovich, por violación. La presentación
fue realizada en los Tribunales penales de Tucumán y en la Unidad Fiscal
Especializada de Violencia contra las Mujeres (UFEM), en Buenos Aires. “Mi tío
violentó mi integridad física, psicológica y sexual", señaló la joven que
trabajó para él durante la campaña. El nombre de la mujer se mantendrá bajo el
anonimato ante los medios.
Desde UFEM,
confirmaron a Perfil que la denuncia fue efectuada esta mañana. La caratula de
la causa es “Sobre denuncia”. Sigue su curso en el Juzgado Nacional, Criminal y
Correccional N 35 y en la Fiscalía N 10. A través de una carta abierta,
publicada por el diario La Gaceta de Tucumán, la sobrina de Alperovich relató
los abusos que según ella sufrió de parte del exgobernador:
"Estoy
segura que ninguna persona que haya sufrido violencia sexual quisiera estar en
este lugar, desnudando la intimidad más dolorosa de su vida. Pero nos obligan a
encontrar en esta manera la posibilidad de ser escuchadas. Ya no nos callamos
más, pero tampoco queremos hablar por lo bajo de lo que nos pasa, de lo que
sentimos, de lo que nos hicieron y de cómo hacemos para volver a la vida
después de que hechos tan traumáticos nos la cambiaron para siempre.
No
escribo para convencer a nadie de nada. Estoy aquí contra la opresión del
silencio y por la necesidad de recuperar mi vida, de sanar llamando a las cosas
como son, sin suavizarlas ni teñirlas, poniéndole al monstruo nombre y
apellido. Cuando no le ponés nombre, no existe. El mío se llama José
Jorge Alperovich, mi tío segundo y jefe, por quién fui violentada sexual,
física y psicológicamente desde diciembre del 2017 hasta mayo de 2019.
Durante un año y medio sufrí violaciones a mi integridad física y sexual.
El
avasallamiento fue demoledor. Tanto que ni siquiera pude ponerlo en palabras.
Él oscilaba libre y cómodamente en los tres escenarios ante los que me
posicionaba: el familiar, el laboral y el del horror de la intimidad que me
forzaba a vivir con él. No quería que me besara. Lo hacía igual. No quería que
me manoseara. Lo hacía igual. No quería que me penetrara. Lo hacía igual.
Inmovilizada y paralizada, mirando las habitaciones, esperando que todo
termine, que el tiempo corra. Ya saldría de ahí y estaría en mi casa, ya habría
más gente alrededor, ya el disimulo y el trabajo lo iban a alejar de mi. Ya se
cansaría de mí, de que no quiera, de que sea “asexuada” como me llamaba. Pero
su fijación no cesaba, durante mucho tiempo quiso más y más seguido, con más
ganas, con más fuerza, con más violencia por mi resistencia.
La
sensación de que nunca nadie iba a salvarme, de que no iba a haber una
interrupción o algo que me sacara de esos lugares. Era expresamente su
voluntad. Yo no podía salir sola del encierro porque sabía que tras la primera
puerta había caseros, y policías y custodios armados. Todos sabiendo lo que
estaba pasando adentro y cuidando las fronteras de él. Estaba
completamente atrapada. Yo nunca elegí estar ahí de esa manera. Se lo
decía en cada no. Pero mis no para él nunca fueron suficientes. No se trataba
del ímpetu ni de la cantidad de veces que se lo decía ni de cómo se lo
explicaba ni de cómo mezquinaba mi cuerpo ni de cómo intentaba defenderme ni si
lloraba o no. Nunca en mi vida lloré tanto.
Durante
todo ese tiempo no tuve ni un respiro. Trabajé sin parar, sin vacaciones, sin
feriados. Solo me liberaba cuando él viajaba. Pero cuando regresaba, volvía
también la pesadilla. Hasta que se detuvo, hasta que las situaciones en las que
él disponía quedarse solo conmigo para tocarme y penetrarme se
volvieron situaciones ya de violencia y maltrato público, delante de personas.
Pero ya no más por dentro, ya no más al hueso, ya no más solos.
Pensar
en quién era yo antes, sin miedo, con deseo de desarrollarme, de aprender, de
vivir. Si me conocías pensarías que era una mujer a la que jamás le podría
pasar algo así. El peligro cayó sobre mí todo junto, encubierto en el afecto
familiar y en la seriedad de lo laboral. Quedé atrapada y atravesada para
siempre. A mí esto me cuesta desde el día que empezó a pasar y en todos los
sentidos. Sólo quiero justicia. Recuperar mi vida. Tengo 29 años, soy libre,
soy joven. Quiero volver a empezar poniendo cada cosa en su lugar.
Responsabilidad de acciones, consecuencias para quien corresponde. Hasta ahora,
sólo las cargo yo. Sacarme esta mochila que ya no puedo sostener más y
entregársela a su dueño.
No
miento, no busco fama. Nadie quiere hacerse famosa por contar el horror que
vivió. No quiero dinero ni hay un trasfondo político detrás de mi denuncia. Soy
mucho más que todo eso que se pueda especular. Esto es por mí. El motivo más
importante de mi vida es mi renacimiento, mi sanación y la búsqueda de
justicia. ¿Qué motivo más importante que el valor de mi propia vida puedo
tener?
Estoy acá contando lo que viví por mi seguridad pero también para que
otras mujeres se animen a hablar. Esto no me mató, me puedo proclamar y me
puedo defender. Me puedo recuperar, me puedo cuidar, me puedo elegir. Hoy elijo
no callarme nunca más. A pesar de que me decía, en pleno horror: “Callate, ¿no
ves cómo estoy?”, para tapar todos mis no. No me callo nunca más. Este es mi
nunca más. Ojalá también sea el nunca más de todas aquellas que queremos dejar
de callar.
Elijo
cerrar con estas palabras de Zuleika Esnal: “A las que denunciaron. A las que
no. A las que pudieron salir. A las que no. A las que me escriben pidiendo que
escriba. A las que me escriben pidiendo que no, que solo quieren probar qué se
siente que alguien más sepa su infierno. A las todavía no. A las ahora sí. A
las no puedo. A las sin nombre ni apellido. A las no pongas mi ciudad, por si
me encuentra. A las mi vieja sabía y no hizo nada. A las de huesos rotos. A las
que ya no están para contar su historia. A las que están acá pero no pueden
contarla. A las que escriben paredes. A las que no. A las que salen a la calle.
A las que no. A las que me va a sacar el nene si denuncio. A la memoria de
todas. A sus mamás. A todas las mamás. (…) A las callate y aguantá. A las no
aguanto más. A las me quiero morir. A las de sexo anal para no quedar
embarazada de mi viejo en sexto grado. A las viajeras que no vuelven. A las que
vuelven y es un lujo. A las te escribo ahora que duerme. A las te dejo que
volvió. A las me mata si se entera. A las no sé a quién recurrir. A las te
escribo porque yo no tengo a nadie”.
Silencio. El
denunciado José Jorge Alperovich fue tres veces gobernador de Tucumán entre
2003 y 2015, fue reelecto en dos oportunidades. Luego de gobernar Tucumán, en
diciembre de 2015 asumió nuevamente como senador nacional. Este medio se
comunicó con sus voceros y guardaron absoluto silencio. La joven trabajó en
2016 dentro del ámbito del Ministerio de Gobierno, Justicia y Seguridad de
Tucumán. En marzo del 2019 fue nombrada como asesora de la senadora Beatriz
Mirkin, aliada de Alperovich. Según fuentes de la Cámara, se dedicó de lleno a
la campaña electoral.
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