Cuando Néstor no era K: el libro que
destroza la historia de Kirchner...
En Lejos del bronce, Julio Bárbaro reconstruye el lado no tan conocido del ex presidente. Entrevistas a vecinos y amigos desnudan la ambición y los vínculos con la dictadura.
Estos
son algunos de los testimonios de vecinos, compañeros y adversarios políticos
de Néstor Kirchner en Santa Cruz con los que cuenta el libro Lejos del bronce. Estas
entrevistas las realizó Omar Pintos.
Carlos Alberto Portel. Vecino de infancia de Néstor Kirchner y militante peronista
de la década del 70.
A Néstor Kirchner lo conozco de toda
la vida, éramos vecinos. Todos los chicos jugábamos en una canchita de barrio
que estaba en Belgrano y 25 de Mayo, en Río Gallegos, y a Néstor no lo dejábamos ir porque era
un boludo, el tonto del barrio. El tonto que llegó a
presidente. Ya de chico, en la juventud, en la política, siempre fue un
prepotente. En barra era
prepotente; solo no valía nada. Sus familiares, en cambio, los
tíos, las tías, eran excelentes personas.
Lo
operaron muchas veces de la garganta en Santiago de Chile porque era gangoso. Cuando fue
mejorando su dicción, nos pusimos todos contentos más allá de que fuéramos o no
amigos. Pero cuando fue electo gobernador, se vengó de toda la gente que se
había reído de él. Contra lo que debe ser la concepción de cualquier político,
Néstor se tomó una revancha personal y destruyó
a los que se habían burlado de su dicción defectuosa, entre
quienes estuve yo.
En
política nunca estuve con Néstor porque él no era peronista. Nunca fue
peronista. Cuando nosotros militábamos en la JP, allá por el año ’70, ’71, él formaba parte de las regionales
peronistas. Venía de La Plata a Río Gallegos, armaba despelote
y se iba con un grupito de amiguitos suyos.
Tenían
repercusión porque eran los “montoneritos”, pero no eran montoneros de verdad.
Todos sabíamos que Kirchner vendía a los
compañeros de acá. Eso que contó al asumir la presidencia en
2003, cuando dijo que lo secuestraron en La Plata, que lo tiraron en un zanjón,
es todo mentira. Jamás
estuvo preso, a él nunca lo tocaron. Durante la dictadura, yo estuve preso con
el padrino de su hijo, Cacho Vázquez, y después me tuve que ir del país.
Néstor
era informante de los
militares cuando estaba en la universidad, en el ’74 o ’75,
junto con otros que se decían compañeros. Hay una foto en la que está detrás de Camps,
en una de las visitas del ex jefe de la Policía bonaerense a Río Gallegos.
Kirchner fue estudiante destacado durante la última dictadura. Sus primeros
pasos en la riqueza los dio con los militares, gracias a los remates que hizo
con la financiera Finsud. Él era un tipo muy reconocido dentro del ámbito
castrense por su rol de informante. Eso que dijo de los derechos humanos, de las
Madres de Plaza de Mayo, fue
puro cuento, marketing para la población. A Néstor le
desaparecieron compañeros y él no se ocupó de buscar a esos tipos. Como
abogado, no presentó ni un
solo hábeas corpus. Es más, han ido compañeros a verlo y él
nunca se presentó como querellante del gobierno militar. Se han acercado amigos
y amigas de ellos para hacerles alguna consulta y Cristina primero les cobraba.
(...)
El
Frente para la Victoria (FpV) no tuvo
nada de frentista: ahí el único que mandaba era Néstor. En más de una ocasión,
pasé por el Hotel Comercio mientras él cenaba con otros, y cuando yo le decía
que necesitaba hablar con él, Kirchner chasqueaba los dedos y les decía a Zannini y al Rudy Ulloa:
“Rajen de acá, que tengo que hablar con él”. Todos salían disparados como
ratitas. En el FpV no
había ningún peronista de verdad.
Kirchner
construyó poder en base al
miedo. Su manera de hacer política siempre fue la patota. Tenía
una patota muy bien armada. Y más aún cuando fue gobernador. Llegó a tener
varias. Cacho Vázquez manejaba una patota, Rudy Ulloa manejaba otra; el Negro
Vidal, otra; el Karateca Gómez, otra más. El lema de ellos era “por la razón o por la fuerza”, como
dice el escudo chileno. La gente les tenía miedo y ellos se manejaron con la
intimidación.
Aún
hoy hay funcionarios que le tienen miedo al FpV, miedo a la estructura
provincial, porque la
patota de Néstor sigue operando. Acá, en Río Gallegos, hoy
funciona una estructura de inteligencia peor que la SIDE. En las calles Maipú y
Chile no van a lo ideológico sino a lo personal.
Kirchner
construyó en base a la extorsión con la vida personal de los ciudadanos. Me
consta porque así lo hizo conmigo. Acá hubo quienes querían mucho a Néstor
porque era muy carismático, pero
le tenían miedo.
El
apriete a los medios, que tanto sorprendió a nivel nacional, es una vieja
práctica del kirchnerismo. Néstor era intendente de Río Gallegos cuando la
Gobernación me designó director de Informaciones de la provincia y me hice
cargo de Canal 9. Un día, él y cuatro colaboradores suyos, junto con Rudy
Ulloa, tomaron el canal sin darse cuenta de que a las 11 de la noche yo todavía
estaba adentro de las instalaciones. Los metí en el despacho de la Dirección y
ordené que se labraran actas en la escribanía López Donald. Néstor era muy cagón. Cuando
uno le decía las cosas de frente, achicaba enseguida. Le demostré que no le
estábamos haciendo una campaña en contra y a la mañana siguiente fui, actas en
mano, a ver al gobernador, que me dijo que no les diera pelota. Néstor era
jodido en ese tipo de cosas, por eso no me llamó la atención que quisiera
manejar los medios de comunicación cuando fue presidente: siempre lo hicieron. De
prepo, por la fuerza, porque nadie les ponía límites. Y yo se los puse.
Cristina es patotera como los mejores patoteros que tuvo él. A ella nadie le
puso un freno nunca porque también le tenían miedo. El aparato kirchnerista
está armado para eso, al estilo nazi. El gobierno más parecido a los nazis que
tuvo la Argentina es éste. El
kirchnerismo se maneja con el libro de Goebbels: “Miente,
miente, que algo quedará”. (...)
José Luis Cárcamo. Vecino de Río Gallegos y militante peronista de la
década del 80.
Yo
conocí a Néstor a principios de los 80, en Río Gallegos. A su hermana Alicia,
que era profesora, la había conocido en el ’79, cuando daba clases en una
escuela de servicio social. En
la última etapa del Proceso, ella fue subsecretaria de Acción Social,
y Daniel Varizat fue
subsecretario del Interior. Pero Alicia y Varizat, que en democracia sería
ministro de Gobierno kirchnerista, no son los únicos funcionarios de Lupín que
lo vinculan con los militares.
Hugo
Muratore, ministro de Educación durante la gobernación de Lupín a partir del
’91 y también diputado provincial por el kirchnerismo, había sido en la dictadura presidente de
la Comisión de Asesoramiento Legislativo (CAL). Cada decreto de
ley llevaba la firma del gobernador del Proceso y debajo lo refrendaba el
presidente de la CAL, con lo cual Muratore reemplazaba a la Cámara de Diputados
completa. Es decir que, durante el Proceso, Lupín ya estaba armando un cerco: él tenía negociados con los militares.
Siempre tuvo relación con ellos. Néstor no pidió ni un solo hábeas corpus
durante la dictadura. El Rafa Flores, en cambio, presentó alrededor de cien
amparos para defender a presos políticos. Es más, se estima que Lupín mandó gente presa.
A diferencia de los militantes que fueron desaparecidos, como Juan Carlos
Josel, y de los que tuvieron que tragarse varios años de cárcel, como César
Vidal, Lupín sólo estuvo
preso un par de horas y fue por borracho. Después de la
dictadura, cuando él ya era intendente, se
negó a recibir a las Madres de Plaza de Mayo. En el ’87,
después de la asunción de Lupín, Hebe de Bonafini tuvo que hacer la conferencia
de prensa en el local del Partido Obrero porque Lupín no estaba de acuerdo con
ella.
Cuando
Videla vino
de visita a Santa Cruz, alrededor de 1977, Lupín estuvo presente en el evento que se armó.
En las revistas hay fotos de ese encuentro. Los milicos estilaban agasajar a
los jóvenes distinguidos de la comunidad, que en ese momento eran, entre otros,
Roberto López y José “Pepe” de Dios. Lupín no era un joven distinguido pero
igualmente estaba ahí acompañando al intendente Sancho, el padre del que luego
sería gobernador de la provincia: Carlos Sancho. Sancho padre, que además de
ser intendente del Proceso tenía varios comercios, fue el primer cliente que
Lupín tuvo en su estudio.
En
la entrada del estudio jurídico de Néstor, la placa sólo llevaba su apellido:
“Dr. Kirchner”. Cristina
nunca figuró como abogada. En el ’76, cuando Lupín se recibió
en La Plata, los dos se fueron a Gallegos sin título. Y en el ’77 ella volvió a
La Plata para recibirse. En esa época jamás
vimos a Lupín en la militancia y Cristina tampoco era nadie en política.
Un compañero dice que el Lupo estuvo en un partido de fútbol que se hizo entre
santacruceños y platenses, y que a los cinco minutos lo echaron porque era una
maceta. Lupín no tenía mucha vida social en Gallegos. Recién cuando fue intendente
empezó a ir todas las noches a la una de la mañana a Carabela, una confitería
que estaba enfrente de Mónaco, la confitería histórica de la ciudad.
A
la gente de Río Gallegos no le importaban los vínculos de Lupín con el Proceso
porque ése era un valor que acá no tenía mucho peso. En la repartija de los
militares, Santa Cruz siempre tuvo la suerte, si se puede hablar de suerte, de
caer en manos de la Fuerza Aérea, cuyos hombres eran más educados que los del
Ejército. Y acá no hubo
tantos atropellos como en el resto del país.
Los Kirchner siempre estuvieron ligados a la derecha. No tienen
nada que ver con el progresismo que pregonaron desde la Presidencia de la
Nación. Eso es sólo un relato.
Lupín era el jefe de cobranzas de dos financieras.
En
concreto, su trabajo era
apretar a la gente. Iba y les sacaba las cosas. Y no importaba
si eran pobres. Al que no pagaba la cuota de la heladera, Lupín iba y se la
quitaba. El canalizaba todo eso por el estudio jurídico. Hizo un gran negocio con la 1.050 de
Martínez de Hoz. Con esa ley, más pagabas, más debías.
Comprabas una heladera y no la podías pagar. Llegaba un día que debías 10 mil
mangos, entonces te pedían el embargo de tu casa. Ahí es donde aparecía Lupín.
El hacía todo el operativo como empleado de la financiera, levantaba el pedido
de embargo, pero iba por atrás y
te ofrecía el 30% del valor de tu casa. Así se quedó con 25
propiedades durante el Proceso. Arrancó con esa actividad en el ’76 y lo hizo
hasta el ’83 aproximadamente.
Así
construyó el patrimonio con el que llegó a la intendencia de Gallegos. (...)
Kirchner
tenía una preparación intelectual muy básica. Pero era un tipo que iba para
adelante, no le importaba nada, tenía coraje. Lo que no tenía era un discurso
con contenido. De hecho, su discurso era bastante superficial.
El
siempre construyó política en base al enfrentamiento. Siempre buscó al enemigo.
Como hizo en la presidencia con los militares y la Iglesia; el campo le puso
algún freno, y con los medios no pudo. Pero él construía en base a un enemigo, sin eso era incapaz de
hacer política. Creo que eso habla de un resentimiento
personal, cuyo origen está en su infancia.
El
padre de Lupín era un empleado del Correo, un hombre muy trabajador que, al
igual que muchos de nosotros, mandó a su hijo a estudiar a La Plata. Tenía un
Citroën 3CV que después heredó Alicia. La madre era un ama de casa con un
apellido de fuerte impronta en Gallegos. Pero en ninguno de los dos casos se
trataba de un apellido de abolengo. Uno de los abuelos de Lupín, de apellido
Valle, era prestamista.
A
los hijos de Néstor y Cristina nunca los conocimos. Ellos no los llevaban a la
unidad básica como sí hacíamos nosotros. Tampoco a los actos. Néstor, que
estaba dedicado de lleno a la política, viajaba mucho y sólo estaba unas horas
en su casa. En Gallegos, los pibes de la edad de Máximo no hablan mal de él. Ni
él ni su hermana Florencia son rechazados. Los dos iban al boliche bailable del
lugar. En Gallegos todos somos amigos. Mi hijo era amigo de Leo, el hijo de
Lázaro Báez. Estudiaron juntos desde el jardín hasta el secundario. (...)
En
2003 los Kirchner encontraron una veta a explotar con los derechos humanos. La
economía se caía y encontraron esa reivindicación para atraer a la izquierda,
que es la que en los momentos de conflicto encabeza los disturbios. Pero en
realidad los Kirchner y la
dictadura fueron consecuentes, nunca reivindicaron nada.
En Santa Cruz los cuadros de los milicos están todos colgados, no se bajó
ninguno. Ni en la gobernación ni en la Municipalidad de Río
Gallegos. Él no hizo nada al respecto, ni como gobernador ni como intendente.
Eso de mandar a bajar el cuadro de Videla en Buenos Aires fue una estrategia
ante el conflicto económico. Una estrategia que, más allá de su perversidad, le
salió bien. Y su arremetida contra la Iglesia, que venía bastante cuestionada,
también le salió bien en un primer momento.
El
problema es que después hubo uno de esa Iglesia que llegó a papa, y entonces ya
no le salió tan bien. La relación del kirchnerismo con la Iglesia siempre fue
tirante porque ellos no creen en la religión. Lupín era ateo, como la izquierda marxista.
De hecho, al gran ideólogo del programa nacional y popular, Zannini, le dicen
“el Chino” porque en la universidad militaba en base a los programas de la
juventud maoísta.
Zannini
es un intelectual, el impulsor de la re-reelección en Santa Cruz, de la ley de
lemas y del diputado por municipio. Así se quedaron con la reelección
indefinida, y con 22 diputados sobre un total de 24. Sin respetar a las
minorías sobre las que ellos hablaban cuando no tenían tanto poder.
Puricelli
se fue del PJ porque Lupín eliminó las minorías en el partido. El partido
único, en el que todo se reducía a la figura de Kirchner, es lo que querían
implementar a nivel nacional.
Gracias a Dios, les pegaron una piña en Misiones
y el plan no dio resultado. El cura Joaquín Piña salvó al país de una gran
dictadura cuando frenó la reelección del gobernador misionero Carlos Rovira.
Ese fue un ensayo kirchnerista para poner en el tapete la re-reelección
presidencial. Algo parecido a lo que hicieron en Santa Cruz. Después vinieron
las reformas de la Justicia, que no son otra cosa que articulaciones para tomar
el poder y dominar. Los Kirchner y Menem son iguales: Néstor y Cristina
apoyaron la privatización de YPF con Menem, y diez años después los tres
apoyaron la nacionalización. Van para donde les conviene, no tienen una
ideología. Hasta apoyaron el Pacto de Olivos en el ’93, y un año después, en la
reforma constituyente, votaron una nueva ley de coparticipación federal que
nunca cumplieron.
Kirchner fue un facho, nunca le interesó el peronismo, sólo le importó el
poder, la plata. A Cristina le interesó generar rebeldía, construía su
discurso en función de esa rebeldía. Ambos construyeron poder de manera
perversa. (...)
© Escrito por Julio Bárbaro, Oscar Muiño y Omar Pintos el
domingo 16/11/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires.
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