lunes, 1 de abril de 2013

Reportaje a Martín Lousteau... De Alguna Manera...


"Nuestros problemas son mucho más profundos que el dólar"…

2008. Una de las imágenes que se convirtieron en la postal del enfrentamiento entre el entonces ministro y el secretario de Comercio. Foto: DyN

El economista y ex ministro carga contra el secretario de Comercio y explica por qué no se puede tratar la inflación con la Supercard. Galería de imágenes. Sinceramente no puedo dejar de recordar el rostro del entonces ministro de Economía Martín Lousteau cuando el secretario Guillermo Moreno (ante la mirada horrorizada del canciller Taiana y de Felipe Solá) ejecutaba ante la garganta del economista los gestos que suelen acompañar un degüello.

Hoy, Lousteau, se sonríe:

—¡Sí, fue en 2008! Todavía me acuerdo.

—¡Como para olvidarlo! Y hoy, cuando para detener un dólar a 8,75 vienen bien los feriados.

—Mire, yo creo que el dólar es como la epidermis de los problemas que tiene Argentina; creo que son mucho más profundos. El de la inflación va más allá, pero la acumulación de problemas de ese origen está generando una economía que siempre es cíclica (los ciclos pueden ser más largos o más cortos dependiendo de sus condiciones); así es que, cuando viene la fase del ciclo en la que las cosas son más difíciles, pasa algo que nos cambia el humor. La gente deja de pensar en cómo puede progresar y estar cada día mejor y comienza a pensar defensivamente. ¿Cómo hace para proteger lo que tiene ahora? Puede ser un trabajo, un sueldo con un determinado poder adquisitivo, haber podido comprar un aire acondicionado o llevar a la familia de vacaciones y comer afuera de vez en cuando. Antes éstas eran cosas mucho más comunes. Me refiero a los años 50 o 60, cuando un trabajador podía tener otro estándar de vida sin estar preocupado. Lo que ocurre ahora es que, de vez en cuando, con esta economía tan cíclica a todos nos toca preocuparnos. Y esto es malo desde varias perspectivas. En 2004 escribimos con Javier González Fraga Sin atajos, un libro en el que comentamos todas las consecuencias que tiene esta economía hipervolátil. Por ejemplo, en los últimos 36 años Argentina tuvo 14 recesiones. Esto quiere decir que una persona de 55 años que estuvo trabajando durante los últimos 35 (me refiero a alguien que empezó a los 20) vivió más o menos el 40% de su vida en recesión.

—Desde un punto de vista personal, quizás una de las cosas que más nos asustan es comprobar que lo que simbolizaba el gran ahorro y la sensatez, como la casa propia, hoy exhibe un mercado inmobiliario parado, inmóvil.

—Sí, hoy está absolutamente parado porque el cepo y el dólar paralelo generan percepciones distintas de cuánto vale el dólar para el que quiere comprar y para el que quiere vender. El que quiere vender tiene un inmueble que visualiza en dólares, y el que quiere comprar lo que tiene es su trabajo, que vale en pesos, y tiene que ahorrar esos dólares. Entonces, cuando la brecha es del 70% entre una cosa y la otra se paraliza el mercado porque los que quieren comprar desean hacerlo con un dólar más barato, ¡y los que quieren vender no quieren vender con ese dólar más barato! Pero también hay otro problema adicional en el mercado inmobiliario, y es que no existen ya préstamos hipotecarios. Y esto ocurre por una razón muy sencilla que tiene que ver con la volatilidad de la inflación. Si un banco –a mí me tocó dirigir el Banco Provincia de 2005 a 2007– quiere prestarle a una persona a un plazo de treinta años… bueno, hoy prestar a largo plazo es un negocio raro cuando hay volatilidad, y cuando hay inflación ocurre lo siguiente: tengo 25% de inflación, ¡y para ganar dinero con lo que presto debo cobrar el 30%! Más que la inflación. Y cuando comienzo a hacer la cuenta de cuántos intereses pago y tengo 20% o 30% de tasa (casi el doble del préstamo original), ese monto se multiplica y hace que hoy la cuota de ingreso sea altísima. Dentro de diez años, a medida que pase el tiempo, si tengo una cuota fija que hoy me pesa mucho, luego no significará nada. Hoy, en cambio, es un porcentaje de mi salario que no me permite acceder a un préstamo para la vivienda.

—Y eso también es grave por cómo incide en el área de la construcción.

—Los créditos son como la sangre o la savia del capitalismo. Si esa savia tiene algún problema, obviamente el cuerpo funcionará mal. La economía argentina trabaja sin crédito. Cuando vemos lo que se produce por año en un país, observamos cuánto es el crédito al sector privado y cuánto está empujando, y llegamos a la conclusión de que es apenas el 10 u 11%, cuando en países similares al nuestro puede ser del 30 o 40% y hasta 60%. Entonces, si no tenemos el mecanismo que permita al que ahorra ponerlo en un lugar en el que otro (que desea invertir) lo tenga disponible, obviamente se crece menos y las oportunidades que están dando vueltas por ahí no se pueden plasmar.

—¿Y cómo analiza el tema de hoy, esta tarjeta Supercard de Moreno?

—Mire… cada vez que analizo el quehacer de Moreno me parece estar frente a una suerte de mal médico o curandero, ¡que aplica siempre el remedio equivocado para la dolencia que está tratando! Si al paciente le duele la panza le receta un analgésico para la cabeza, ¡y si le duele la cabeza le da algo para la inflamación del tobillo! Entonces, la verdad es que durante un tiempo no molesta pero a medida que se va atiborrando un cuerpo con distintos medicamentos que no son apropiados también se generarán consecuencias adversas. Efectos colaterales. Entonces, vamos al mercado de tarjetas de crédito: si usted cree que están cobrando una comisión desmedida, lo que usted tiene que hacer es convertirse en el órgano de defensa de la competencia, mirar los costos, observar si hay beneficios extraordinarios, forzarlos a bajar las comisiones o imponerles una multa muy alta. También se pueden hacer las dos cosas, puesto que hay mecanismos disponibles para ello. Ahora bien, si lo que usted quiere es tratar la inflación creando una tarjeta de crédito nueva, ¡la verdad es que ésta no es la manera de resolverlo! Puede ser que los supermercados puedan competir si se ponen en conjunto porque tienen caja, tienen un producto que venden en escala masiva. Entonces puede ser que tengan su propia tarjeta. Hasta ahora no tuvieron esa iniciativa, y la verdad es que no se puede tratar la inflación con una tarjeta de crédito. En primer lugar, porque la comisión que tiene una tarjeta de crédito no es causante de inflación. La inflación es el aumento de precios. Entonces, si la comisión de la tarjeta de crédito fue siempre del 3% no se sumó a la inflación. Si pasó de 3% a 4, 5, 6 o 7%, sí. Pero si no, no está sumando al aumento de precios. No está sumando a la inflación. Entonces, esto es tratar un problema de no inflación (en el cual el Gobierno hace todo lo posible para tener más inflación) con un instrumento que es una tarjeta de crédito nueva emitida por supermercados y que es para otro fin.

—A esto viene a sumarse también la veda de la publicidad en los diarios.

—Antes, la publicidad de los supermercados en los diarios lo que hacía era alertar a la gente y hacerle conocer las ofertas de precios que diferían de lo que los supermercados tienen como lista oficial de precios. A veces, de la lista interna que ellos tienen salían cosas en oferta y esto generaba una suerte de competencia. De hecho, a mí me encantaría ver que otros sectores de la Economía se pelearan por darme créditos así. Que me llamaran, “¡venga aquí que es más barato!”. Pero a medida que lo que hacemos es oscurecer esa información, se vuelve mucho más difícil saber dónde comprar bien, poder cotejar precios y buscar oportunidades, que es parte de lo que tiene como mecanismo de control interno una economía competitiva.

—Bueno, ahora iríamos a un congelamiento de precios por alrededor de sesenta días más.

—Mire, haber acordado precios por dos meses es un indicador obvio de cuál es la magnitud del problema inflacionario, porque si tenemos que acordar precios por dos meses quiere decir que es un reconocimiento implícito de la gravedad del problema. Y también de la reducción de nuestras expectativas. Al principio de 2007, en sus discursos Cristina Kirchner quería emular a Alemania y llegar a un gran acuerdo social en el que se pusieran de acuerdo gobierno, sindicatos, empresarios… Ahora esos acuerdos son por dos meses, y de precios con cadenas minoristas. ¡Eso es una deflación de expectativas fenomenal! Ahora bien, una vez que uno hace un acuerdo, el problema es: ¿cómo se sale? Con lo cual es natural que se extienda por unos meses más, en particular teniendo en cuenta que hay elecciones. ¿Cuál es entonces el problema del acuerdo? El problema no es que no se cumpla en lo inmediato si no tiene mecanismos de control, y la sociedad hoy tiene cada vez más mecanismos para controlar estas cosas. Uno puede ponerles un tope a los precios. Lo que pasa es que es como poner un tope a una olla que está acumulando presión desde abajo. Entonces, lo primero que pasa es que, al principio, los precios se contienen y yo mantengo la olla, pero luego, en la cadena de cualquier producto (por ejemplo, esta taza que tengo en la mano), si yo le digo que no puede venderla a más de este precio y sus costos van aumentando, ¡llega un momento en el que esta taza ya no es rentable! ¿Qué comienza a ocurrir entonces? No hay desabastecimiento inmediato, pero a medida que pasa el tiempo los que eligen producir también eligen aquellas cosas cuyo control de precios es más laxo, y a aquellas cuya acumulación de presiones en los costos hace que dejen de ser rentables las dejan de lado, de manera tal que ciertas cosas que antes estaban en el supermercado han dejado de estar allí. Pero esto lleva un tiempo, y cuando se acomoda, lo que empezamos a tener es desabastecimiento de algunos productos, suba de precios en aquellos más difíciles de controlar, y finalmente el acuerdo de precios deja de funcionar.

—¿Y qué pasa con la fuga de ahorros, Lousteau?

—Ese es un proceso mucho más profundo. Hay varias maneras de otorgarle confianza a un país. Se emite un sufragio, se va a elecciones, etcétera. Uno puede elegir, por ejemplo, ahorrar. En la Argentina, aquellos que tienen la oportunidad de ahorrar eligen automáticamente ahorrar en otra moneda o ahorrar en otros países. Este es un indicador muy profundo de algunas de las patologías que padecemos. Está muy relacionado con la volatilidad, porque hemos aceptado (producto de nuestra visión más cortoplacista) ciertas cosas, ciertos cambios que habría que ver de dónde vienen y por qué aceptarlos.

—Por ejemplo, ¿qué cambios?

—Por ejemplo, ¿desde cuándo la vida en Argentina no vale nada? ¿Desde cuándo se puede hacer rica una persona de la noche a la mañana? ¿Desde cuándo una persona se puede volver pobre también de la noche a la mañana y que esto parezca normal? ¿Cómo es lógico y aceptable que los funcionarios sean corruptos? ¡Que los políticos sean corruptos! ¿Desde cuándo esto es normal en un país que todavía debe desarrollarse y tiene muchas oportunidades y donde vemos que es mejor dedicarse a lo financiero, a lo especulativo y no a lo productivo? ¿De dónde vienen estas cosas?

—Es una especie de timba…

—Sí, es una timba, pero además hay muchos valores que se fueron degradando desde que el trabajo no es un orgullo, desde que el esfuerzo y el mérito no son parte de los valores aceptados y consagrados como forma de poder progresar en una sociedad… Esto es raro… raro porque podemos discutir del dólar y de la inflación pero, si no entendemos por qué, recurrentemente terminaremos sólo discutiendo cosas como el dólar y la inflación, que el mundo ya no discute. ¡Argentina discute los mismos problemas que hace tres décadas! Y esto no tiene que ver con la política económica sino con “la política”.

—Usted está señalando que nos hemos quedado en otra década…

—¡Peor! Nos hemos degradado. Creo que hay procesos que tienen lugar globalmente pero que en Argentina, como nos hemos fagocitado las instituciones, ciertos procesos se notan mucho más. Creo que la degradación política (incluso dentro del período democrático que comienza en 1983) es llamativa, ¡y no hago más que comparar a los funcionarios públicos de Alfonsín con los funcionarios públicos actuales! Comparemos los partidos que hay detrás y el funcionamiento del sistema político donde antes los partidos políticos tenían una cosmovisión, una plataforma, y las ponían a disposición de la sociedad, que a su vez, si estaba de acuerdo, los votaba. Además, el presidente de cada partido tenía que estar sujeto a ciertas normas del propio partido. Hoy lo que tenemos es como una política de vidriera, donde no hay partidos. Sólo un partido: el del Estado que tiene recursos para la gente. Que es capaz de cooptar. Que tiene mecanismos para transmitir mensajes a la sociedad y anclaje territorial. Es el único. Luego, lo otro es una suma de pequeños gerentes territoriales en busca de candidatos que aparezcan “bien” en los medios.

—No deja de llamar la atención, es cierto, que con tragedias como la de Once (con los cuantiosos subsidios que recibe el ferrocarril) todavía no se haya puesto tras las rejas a los responsables de 51 personas fallecidas, o que el martes la propia Presidenta ponderara el gerenciamiento de Aerolíneas Argentinas, que pierde (según los números publicados y no desmentidos) dos millones de dólares diarios…

—Frente a esto, la pregunta que yo me hago –subraya Lousteau– es no sólo por qué el Gobierno toma medidas que generan estos problemas que los argentinos vivimos muchas veces, sino por qué la política y la sociedad permiten que un gobierno que maneja así las cosas haga que la oposición no reaccione y no pueda presentar un sueño alternativo… Entonces, esto es mucho más profundo que la inflación o que el dólar. ¿Qué estamos discutiendo? ¿Cuál es el nivel de inflación? ¿Si conviene o no tener inflación? ¿Por qué discutimos un dólar paralelo o cómo debe ser el juicio por la tragedia de Once? O también, ¿por qué no tenemos trenes de media y alta velocidad que interconecten el país? ¿Por qué no discutimos si la Presidenta puede viajar en su avión porque si no se lo embargan? ¿Por qué, otra vez, discutir moratorias? Esta es una falencia política en la que el sistema (no sólo el Gobierno) no pudo aprovechar una circunstancia muy grande que tiene que ver (poniéndola en términos numéricos) con el presupuesto nacional, que hoy es dos veces mayor por habitante que en 2003. O sea que hoy el Estado tiene dos veces y medio más recursos por cada persona que habita la Argentina para proveerla de otra cosa. Y a mí me gustaría preguntar, si ésas son las circunstancias, ¿otra vez tenemos déficit?

—¿Cuál sería la razón?

—Esto viene por un proceso de crecimiento muy arduo. A la Presidenta le gusta decir que estos años han sido los del crecimiento más importante de nuestra historia. Y no es así: estamos en tercer lugar. Hay dos períodos previos: a comienzos del siglo XX, con un precio muy alto para los bienes que exportábamos, y en 1918, cuando finalizó la Primera Guerra Mundial, hubo un rebote por el mismo motivo. Hoy tenemos un contexto internacional más un rebote luego de la peor crisis de Argentina. Entonces, éste es un problema más del cortoplacismo. Tuvimos una crisis. Luego recuperamos lo que habíamos perdido, lo que implica un crecimiento muy rápido y fácil al principio, y los que están a cargo creen que hallaron la receta. Luego se dan contra la pared. Crecer no es tan fácil. Si fuera así, ¡todos los países del mundo serían ricos! Nuestros gobernantes se enamoran de la receta que proporciona un crecimiento, que es consecuencia de un montón de circunstancias. ¡Luego chocan y volvemos a tener una crisis! Argentina dejó de crecer en 1998, cuando comenzó a tener una depresión económica que terminó con la crisis de 2001. A partir de ahí crecimos muy rápido. Ahora bien, si en lugar de haber caído en una crisis hubiéramos crecido al 3% desde 1998 hasta aquí, el ingreso por habitante sería 8% más alto que ahora. Entonces uno se enamora del rebote y no ve que, en realidad, parte del rebote es haber tenido una crisis anterior, y que lo que uno personalmente desea como sociedad es poder vivir y planificar la propia vida y la de los seres queridos sin pensar en crisis. Y creo que la inmediatez del sistema político (buscando candidatos en una vidriera) impide que pensemos en estas cosas. Después nos preguntamos: ¿por qué no se arma la oposición si son vanidades? ¡Cómo no va a ser vanidad si, en realidad, los partidos buscan a alguien que “mida bien”! Eso es ir a buscar una vanidad.

—Estos son temas apasionantes, pero también hay urgencias: ¿qué ocurrirá con la disposición de la Corte de Estados Unidos con respecto a los fondos buitre?

—Argentina va a tener que hacer una oferta y presentarla ahora. Esto se puede ver como un problema o como una oportunidad. Si Argentina hace una oferta y la Corte norteamericana la acepta, también es una señal para los holdouts que, litigando, tendrán una situación mucho más difícil. Si Argentina logra esto, debería poder normalizar otras cuestiones como, por ejemplo, terminar de cerrar el tema entre YPF y Repsol. Creo que aquí hay una oportunidad para volver a cerrarlo dejando, al menos, ¡heridas cicatrizadas! Esta es la habilidad que tienen, en general, los estadistas. Como dice el doctor Larriqueta, los estadistas “escuchan lo que la gente no dice”. Lo que dice la gente aparece en las encuestas, pero lo que la sociedad no está reclamando es lo que un buen estadista debe saber escuchar. No soy un estadista, pero creo que la sociedad argentina está pidiendo tranquilidad, justicia, educación y salud. Si cada uno agrega su propio mérito y trabajo, debe tener la certeza de que sus hijos van a estar mejor que él. Y los hijos de sus hijos también.

—Usted fue ministro de Economía en 2007 y 2008. ¿Por qué renunció?

—Porque, cuando fueron a buscarme, yo tenía un diagnóstico claro que ellos también conocían y, a medida que pasó el tiempo, también me resultó cada vez más claro que el diagnóstico de las cosas con las que había que lidiar iba a ser imposible de cumplir porque el Gobierno no quería reconocerlas. Eran los mismos problemas que tenemos ahora, pero agravados: la inflación y los subsidios. Y para eliminar la inflación hay que corregir el tema de los subsidios. Le dejé a Cristina por escrito lo que me parecía que había que hacer (un plan de corrección de subsidios y de política antiinflacionaria), y cuando me di cuenta de que no importaba cuánto yo me quedara como ministro enfrentando pesadas luchas internas e incluso bancando otras cosas, me pareció que la agenda que como ministro había llevado iba a ser imposible de cumplir. Entonces decidí irme.

© Escrito por Magdalena Ruiz Guiñazú el domingo 31/03/2013 y publicado por el Diario Peril de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

 







domingo, 31 de marzo de 2013

Preguntas con respuestas… De Alguna Manera...


Preguntas con respuestas…

EL CAMINO DE LOS SENDEROS QUE SE BIFURCAN. Daniel Scioli. DIBUJO: PABLO TEMES.

Cristina, Scioli y lo que puede venir. En qué terminará la tensión entre la Presidenta y el gobernador. La posibilidad de un megaarmado no kirchnerista. ¿Qué hará Ella?

¿Por qué Cristina quiere destituir a Scioli?
Porque, junto con Massa, son los únicos dirigentes que tienen mayor intención de voto que ella y eso los coloca como herederos naturales de un peronismo obsesionado por el poder. Para colmo, Cristina los caracteriza como dos neoliberales menemistas y defensores de las corporaciones mediáticas. Por eso los fustigó incluso por cadena nacional en su discurso del Congreso. Se amargan al pensar que Scioli podría quedarse con lo que construyeron políticamente. No reparan en que Néstor lo eligió en cinco ocasiones. Eso fue pragmatismo y utilización de su figura.

¿Hay alguna posibilidad de arreglo?
Sólo si el gobernador se rinde incondicionalmente. Eso significa que renuncie públicamente a sus anunciadas pretensiones presidenciales, acepte ser candidato a diputado en octubre y asuma su banca. Esa es la traducción del alineamiento que reclamó Diana Conti.

¿Scioli está dispuesto a hacer eso?
De ninguna manera. Es su última trinchera. Con todo el fuego graneado que recibió, jamás desmintió su candidatura y eligió TN (territorio monopólico, dirían los K) para comprometerse a terminar su mandato provincial.

¿Cómo termina esto?
Por ahora los kirchneristas seguirán apuntando sus cañones a Scioli. Desde Unidos y Organizados ya dispararon Fernando Navarro y Roberto Baradel. Desde el Gabinete nada menos que Randazzo, que aspira al lugar de Scioli, y De Vido, el que alimenta con obras y dinero a los intendentes que hacen los actos para Alicia Kirchner, la cuñada candidata.

¿Y qué hará Scioli?
Jamás pegará un portazo. Ejercitará su paciencia de monje a la espera de una tarjeta roja que lo expulse del Frente para la Victoria. Quiere ser la víctima absoluta. Especula con que la crisis con los docentes y los proveedores también ensucie a la Casa Rosada, como ya está pasando. Esta vez la Presidenta tomó sus precauciones y no confronta directamente con Scioli. Ya aprendió la lección: el año pasado percibió en las encuestas que mientras más castigaba al gobernador, más se erosionaba su imagen.

¿Cuál es la peor noticia para Scioli?
Que Cristina y Alicia miden muy bien y todos los meses crecen un poco en la consideración popular. Ambas Kirchner merodean los cuarenta puntos y eso es un gran capital simbólico después de una década en el poder.

¿Cuál es el peor escenario para Cristina?
Que termine de fraguar algo así como un nuevo tipo de Frejuli, que en este caso serían las siglas del Frente por la Justicia Social y la Libertad, que actuaría como paraguas de peronistas, macristas en su versión desarrollista, radicales y otros partidos flamantes, como los de matriz sindical que fundaron Moyano y Venegas.

¿Quién sería el candidato a presidente de ese espacio?
Lo decidirán más adelante. Es una coalición de fuerte impacto que podría ganar en Capital con Lavagna-Michetti, en Córdoba con Schiaretti-Baldassi, en Santa Fe repitiendo la fórmula Del Sel-Salomón, y que haría una elección pareja y polarizada en la provincia de Buenos Aires con De Narváez-Posse o Solá.

¿Están cerrados estos acuerdos?
No. Hay veleidades y vanidades, y mucha incomprensión todavía. Pero muchos van en ese rumbo. Es un encuentro que podría mostrarse a sí mismo como “propositor” y no “opositor” para plantear no una crítica llorona permanente sino la superación del kirchnerismo con el compromiso de mantener los avances sociales, mejorar las instituciones y terminar con el odio.

¿Sería una opción de centroderecha?
Planean evitar ser considerados “la restauración noventista”, como coinciden en calificar esa posibilidad desde el kirchnerismo y desde la oposición socialdemócrata (FAP-UCR). Estudian rescatar lo mejor de Perón, Yrigoyen y Frondizi y mostrarse capaces de llegar al poder y administrar correctamente manteniendo un fuerte rol del Estado. De hecho podrían estar juntos gobernadores actuales como De la Sota, Macri, Peralta y Colombi, ex gobernadores como Das Neves, Busti y Solá, intendentes con votos como Jesús Cariglino, entre otros, y ex ministros de Néstor que van a reivindicar los mejores momentos del kirchnerismo como Lavagna, Alberto Fernández e Iribarne.

¿Y cómo jugarían Scioli y Massa en este caso?
Es una construcción independiente de sus decisiones. Serían bien recibidos si deciden huir del kirchnerismo.

¿Cuál es la principal trampa que el Gobierno nacional tiene en estudio?
Frenar la propaganda política, que es la única forma que los partidos y militantes tienen para hacer conocer sus ideas, con la excusa de que es proselitismo. Ya lo hizo Jorge Landau y resultó patético que el oficialismo, que es una maquinaria publicitaria que pagamos todos, se queje por los pocos avisos de los opositores. Eso es un signo totalitario: “vamos por todo” significa que sólo el cristinismo puede hacer autobombo, y para colmo con los dineros públicos. Ayer PERFIL informó sobre la negativa de cuatro canales de TV a emitir los spots de Francisco de Narváez.
Pero eso no alcanza para garantizar la posibilidad de la re-reelección.
Por supuesto. Pero también está en estudio la opción de buscar cualquier excusa y suspender, por única vez (jaja), las elecciones primarias abiertas simultáneas y obligatorias (PASO), que visibilizan los mejores competidores posicionados para los comicios generales. En la práctica, las PASO son un instrumento que evita la atomización del voto opositor, y ésa es una amenaza para el Gobierno.

¿Cómo hará Cristina para seguir en el poder, tal como les prometió Carlos Zannini a varios intendentes?
Una gran elección, superior al 45% en octubre, actuaría como presión para intentar sumar los dos tercios de ambas cámaras y decretar la necesidad de una reforma constitucional que habilite a CFK. Se podría acompañar con una consulta popular que actúe como operativo clamor. Y las posibilidades de mínima serían apoyar la fórmula “Zannini al Gobierno, Cristina al poder”, prometiendo que CFK sea jefa de Gabinete o se presente como candidata a gobernadora de Buenos Aires, desde donde conduciría los destinos de la Nación.

Falta mucho para ver el final de esta película. Pero hay algunas fotos que dan señales y, como siempre, abren más preguntas y respuestas.

© Escrito por Alfredo Leuco el sábado 30/03/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


El papa Moreno… De Alguna Manera...


El papa Moreno…

DE TERROR. Guillermo Moreno. DIBUJO: PABLO TEMES.

La economía, cerca del infierno. La Presidenta sigue haciendo lo que aconseja el secretario. Puede haber tensión con la Iglesia.

Las tensiones económicas no ceden. Las políticas, tampoco. Por más intento que haga la Presidenta de imbuirse del “espíritu papal”, la esencia del kirchnerismo no cambia. Falta de diálogo, hostigamiento al que piensa diferente y necedad. La incertaidumbre sobre el rumbo de la economía persiste. Hablar de rumbo económico es una falacia, ya que la economía no tiene rumbo. Todo se limita a una sucesión de parches. Entusiasmados con el gran movimiento turístico de este fin de semana, desde el oficialismo aprovechan para negar los problemas. La base del problema no es el dólar blue. Ese es un síntoma. A ese valor, muchos productos ganan competitividad. Al del dólar oficial, la pierden. La causa que ha llevado a ello es la inflación. Es algo que hasta Guillermo Moreno reconoce. El caso es que la negativa a aceptarlo públicamente ha llevado a una cadena de errores de la que cada vez se hace más difícil salir; es lo que sucede con el acuerdo de precios.

El Gobierno, como siempre, se ve expuesto a la contradicción. Se habla del congelamiento como algo exitoso. Lo que se logró fue una desaceleración de la inflación en Buenos Aires y algunas otras zonas, pero no un congelamiento de precios. Tanto es así que Moreno debió autorizar aumentos de algunos productos. La evolución de los precios es mucho más errática en las provincias. La medida, electoralista, busca además poner techo a las paritarias. Sobre lo electoral ilustró la secretaria de Defensa del Consumidor, Lucila “Pimpi” Colombo, cuando señaló que el acuerdo terminaría antes de fin de año. Sobre los límites salariales, el Gobierno se encontró con que la Unión Obrera Metalúrgica –oficialista– se despachó con un aumento del 35%.

El protagonismo de las decisiones económicas ha pasado por Moreno. La Supercard es el invento de estas horas. Es producto del apriete. Va a ser financiada con dinero que debía ir a inversión productiva, cuyo volumen no para de caer. El costo real de esta operatoria nadie lo conoce. La idea es que con el ahorro en comisiones los supermercados puedan mantener los precios. Es algo de corta vida. Los supermercados seguirán haciendo su negocio. La gente, no se sabe.

A principios de la semana, cerca del Gobierno se hablaba de tres posibles alternativas para enfrentar el creciente deterioro económico. Una, atribuida a Axel Kicillof, proponía un desdoblamiento del mercado cambiario y hasta la evaluación de un posible cambio de moneda.

Otro de los planes en danza respondía a una orientación más ortodoxa y tenía el aval de los devaluados Hernán Lorenzino, ministro de Economía, y Amado Boudou. En este caso la propuesta tenía también una cuota de audacia: pedir un crédito de 15 mil millones de dólares con financiación a una tasa del 8% anual para dejar de emitir moneda, apurando en paralelo un gran acuerdo entre la CGT oficialista y los empresarios. Parece difícil que haya quien quiera prestarle a la Argentina esa suma a esas tasas. Ni Hugo Chávez lo hizo: compró bonos argentinos al 15% anual.

La tercera variante se vinculaba a Moreno. Consistía en el aprovechamiento del acuerdo de precios para aumentar las tarifas, dejar de emitir moneda y acelerar el ritmo de la devaluación.

La Presidenta ha rechazado la mayoría de esas propuestas y algunas otras más. La única aceptada ha sido, como siempre, la de Moreno.

Mientras, el proceso de esmerilado de Daniel Scioli no se detiene. En la semana le dieron desde todos los costados del oficialismo. La voz más clara fue la de la diputada Diana Conti, que expresa lo que el kirchnerismo siente, piensa y proyecta pero no puede decir en público. Baste recordar que fue ella quien primero salió con la idea de “Cristina eterna”, que hoy es el objetivo oficialista. El alineamiento que le pidió al gobernador significa la renuncia a sus aspiraciones presidenciales. Como no lo han logrado a través de la persuasión, lo que viene es la acción. La asfixia económica complica a Scioli y amenaza con dejarlo sin gestión.

En el medio transcurre la “papamanía”, de la que el Gobierno también espera sacar rédito. Por lo pronto, una de las decisiones que tomó la Presidenta en sintonía con este nuevo estado de ánimo es poner freno a algunos de los puntos del proyecto de reforma al Código Civil.

Tiene el kirchnerismo un verdadero desafío allí. La designación de monseñor Mario Poli como arzobispo de Buenos Aires marca una línea de continuidad muy fuerte con el trabajo social de la Iglesia. Es ese trabajo profundo y sistemático del entonces cardenal Jorge Bergoglio el que sorprendió y descolocó a la Presidenta.

El otro tópico sobre el que insistirá la Conferencia Episcopal es el institucional. Quienes en el Gobierno no tengan presente el significado de esta postura deberían releer el último documento del organismo eclesial. Titulado Creemos en Jesucristo, Señor de la historia, dicho documento señala que a casi treinta años de la recuperación de la democracia “los argentinos corremos el peligro de dividirnos nuevamente en bandos irreconciliables. Se extiende el temor a que se acentúen esas divisiones y se ejerzan presiones que inhiban la libre expresión y la participación de todos en la vida cívica”. Además, alerta sobre “el exceso de caudillismo, que atenta contra el desarrollo armónico de las instituciones, acentúa su deterioro y menoscaba cada uno de los poderes del Estado, tanto en el orden nacional como en el provincial. Esto es particularmente delicado cuando se trata de la independencia del Poder Judicial”.

¿Hará la Presidenta una relectura de esto? Si insiste con la re-reelección, la “democratización de la Justicia” y otros menesteres, la respuesta a este interrogante clave para el presente y el futuro de la argentina será “no”.

© Escrito por Nelson Castro el sábado 30/03/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.