Francisco instaló desde el Vaticano una agenda destinada a exponer los problemas del mundo, entre ellos, las migraciones, el cambio climático, las guerras y la deuda externa. El legado del papa argentino y los interrogantes sobre su sucesión en la nota de la semana de Revista Acción.
Pero habrá que reconocer también que el papa argentino instaló desde el Vaticano una agenda destinada a exponer los problemas y las atrocidades del mundo presente. Por eso su primera salida de Roma fue a Lampedusa, para encontrarse allí con los inmigrantes ilegales que llegan hasta Europa buscando una tabla de salvación. Fue el primer gesto de Bergoglio para con «los descartados» del sistema, como él los ha denominado en varias oportunidades.
A lo largo de su pontificado,
Francisco repitió estas mismas ideas en centenares de encuentros con
dirigentes, autoridades y jefes de Estado de todo el mundo. También lo hizo con
los líderes de las religiones monoteístas a partir del convencimiento de que
estas tradiciones religiosas tienen que contribuir a la construcción de
alternativas de paz en un escenario en el que –según sus propias palabras–
asistimos a una guerra mundial montada en pequeños o medianos conflictos
armados de orden regional por motivos
territoriales, étnicos, raciales o económicos.
En esta búsqueda, Bergoglio decidió
involucrar a la estructura institucional de la Iglesia católica. Para hacerlo
tuvo que cambiar reglas de juego y también personas en el Vaticano. La Santa
Sede desempeñó un papel más activo en los foros internacionales y en los
organismos multilaterales donde se debatió sobre el cambio climático, pero
también sobre migraciones o sobre la deuda externa. El propio Vaticano, a
través de la Academia Pontificia de Ciencias, se ofreció como escenario para
estos intercambios. La Iglesia se comprometió –no siempre con éxito– en
mediaciones frente a conflictos tales como el de Rusia y Ucrania e Israel y
Palestina, para mencionar tan solo dos. Y fue el propio Francisco el que
intervino para acercar posiciones entre Estados Unidos y Cuba buscando
disminuir el impacto de la agresión que implica el bloqueo al país caribeño.
En Bolivia. Francisco en su visita de julio de 2015, donde ofreció
un recordado mensaje en favor de la justicia social. Fotografía: Getty Images
Las tres T.
Fue su permanente defensa de la justicia social lo que llevó a Bergoglio a los mayores enfrentamientos discursivos con el presidente Javier Milei, quien rechaza ese concepto como categoría y como práctica, por considerarlo una aberración y un robo para quienes tendrían que ceder parte de las riquezas acumuladas para garantizar la sobrevivencia de los más pobres.
También puso en práctica cambios en
la institución católica, cuya credibilidad estaba seriamente afectada por los
casos de abusos, de pedofilia y de corrupción financiera. Francisco reformó el
funcionamiento de la curia y estableció sanciones. Ydio el debate definiendo
una «iglesia de puertas abiertas», incorporando a las mujeres a los puestos de
mando y acogiendo también a los homosexuales y a las diversidades de género. En
este frente interno encontró resistencias de todo tipo: de los ultraconservadores
en lo doctrinario, pero también de quienes delinquieron amparados en el poder
eclesiástico.
Una pregunta que resuena en el aire
y que se hace mucha gente, católicos o no, es si la renovación y la perspectiva
humanista basada en derechos de la que ha sido abanderado Francisco tendrá
continuidad en la Iglesia católica tras la elección de un nuevo pontífice. Es
un interrogante que hoy no tiene respuesta, porque a pesar de las previsiones
tomadas por Bergoglio para asegurar en el cónclave elector a un grupo de
cardenales afines a su perspectiva, esto no resulta hoy asegurado. Habrá que
esperar entonces que las ideas y las propuestas sembradas por Francisco
florezcan no solo en la Iglesia, sino más allá de sus límites, en otros
espacios de la sociedad y para bien de la humanidad.