viernes, 1 de febrero de 2013

La Argentina... El INDEC... El FMI... De Alguna Manera...


El mundo se sorprende ante la inédita reprimenda del FMI a la Argentina...

 La sanción tuvo repercusiones en medios de todo el mundo. Cedoc 

Por lo números del INDEC, es la primera vez que el organismo dicta una "moción de censura" contra un país y la noticia viajó de Washington a Sydney y de Santiago a París.

La noticia de que el FMI sancionó a Argentina por las estadísticas del INDEC tuvo repercusiones en medios de todo el mundo, sobre todo por lo inédito de la sanción: se trata de la primera vez que un país recibe una "moción de censura" del organismo internacional.

"Argentina es el primer país que recibe una “moción de censura” del FMI", destacó precisamente el diario español El País, quien afirmó que es la primera vez que uno de los 188 estados miembros del Fondo es sancionado en los 69 años de historia del organismo.

Lo mismo señaló la agencia estadounidense Bloomberg, que tituló "Argentina se convierte en la primera nación censurada por el FMI por sus datos". Con un enfoque similar, el británico Financial Times señaló que el "paso sin precedentes" puede derivar en una sanción, mayor aunque "nadie espera (todavía) que eso ocurra".

También publicaron la noticia el estadounidense Huffington Post, el económico The Australian, El Tiempo de Colombia, Le Figaro de Francia, el británico The Telegraph, la red brasileña O Globo y La Tercera de Chile, entre otros.

© Publicado el viernes 1º de Febrero de 2013 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.



Las fotos:

"Argentina es el primer país que recibe una 'moción de censura' del FMI", destacó el diario español El País. El País

 La sanción tuvo repercusiones en medios de todo el mundo. Cedoc 

 "FMI emite 'declaración de censura' contra contra Argentina por dudas sobre cifras de inflación y PBI". La Tercera de Chile

Lo mismo señaló la agencia estadounidense Bloomberg, que tituló "Argentina se convierte en la primera nación censurada por el FMI por sus datos". Bloomberg 

"Argentina: el FMI actúa sobre la inflación". Financial Times 

 "El FMI censura a Argentina por malas cifras". The Australian

"FMI golpea a Argentina con la primera censura a un país". The Telegraph (Reino Unido) 

"FMI emite moción de censura contra Argentina". El Tiempo de Colombia 

También se hizo eco de la noticia Le Figaro de Francia. Le Figaro de Francia

"El FMI censura a Argentina por los datos de la inflación". Huffington Post 

"El FMI emite declaración de censura a Argentina por datos incorrectos". O Globo de Brasil 


  

El negocio de los Derechos Humanos… De Alguna Manera...


El negocio de los Derechos Humanos…


El autor de “El Negocio de los Derechos Humanos”, Luis Gasulla, revela los detalles de la investigación antes de su indagatoria ante el juez Oyarbide.

Luis Gasulla nació en Buenos Aires y estudió Comunicación Social en la UBA. Docente y periodista, escribe para la página Plazademayo.com, para Tribuna de Periodistas y para Perfil. Conduce por FM Identidad 92.1 el ciclo "Ahora es nuestra la ciudad", lleva adelante la Biblioteca de la TV Pública en Canal 7 y es autor del libro Relaciones Incestuosas. Los grandes medios y las privatizaciones (Biblos, 2010).




Flujo desbocado de fondos públicos, tráfico de influencias y tergiversaciones simbólicas e ideológicas: de eso está hecha la alianza entre el poder y los Derechos Humanos en la Argentina K. No queda del todo claro cómo fue que el líder de una administración que jamás recibió a estos organismos durante años y años de intendencias y gobernaciones patagónicas, terminó embanderado como caudillo en la defensa de los DDHH. 

Luis Gasulla señala que la matriz de eso que se conoce como "El Relato" está allí mismo: en una bandera que pasó a ser fundamento de la hegemonía política de los Kirchner. Sólo que junto al dinero derivado hacia Madres de Plaza de Mayo, empezaron a reproducirse también los escándalos. Sergio Schoklender, uno de los protagonistas de este libro, no hubiese podido transformarse en lo que llegó a ser sin la complicidad de un sistema conformado por los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, que decidieron mirar hacia otro lado. Se archivaron denuncias, se silenciaron protestas y se continuaron subsidiando obras sin importar cómo se usaba el dinero. 

El discurso del "juicio y castigo" y la reescritura del pasado parecían servir para tapar cualquier desaguisado, pero la ruptura escandalosa entre Hebe de Bonafini y Sergio Schoklender indica que no es así. Y que las manchas en el pañuelo más significativo de la historia nacional sólo pueden multiplicarse.

© Reportaje de Gabriel Levinas, publicado el lunes 31 de Enero de 2013 por plazademayo.com


 

La refundación de Obama en su segundo mandato... De Alguna Manera...

La refundación de Obama...


El mensaje que envió el presidente de los Estados Unidos al relanzar su gobierno. La referencia a la “igualdad” en una sociedad individualista. El sensible debate sobre el uso de las armas. No escuchó las encuestas, sino a su sociedad.

En su discurso de asunción, el presidente Barack Obama fijó las grandes metas de su administración en los Estados Unidos. No prometió ni enumeró medidas. Tampoco incursionó en el azaroso territorio de la teoría. Usó un estilo en el que pudo transmitir los principios políticos en los que basará su acción como gobernante sin adoptar una forma declamatoria, sino, más bien, práctica.

Al ingresar en los grandes principios que guiarían su segundo gobierno, Obama se internó en las zonas profundas y complejas de la cultura (por lo tanto, de la historia y de la política) de su nación.

En el corazón de su mensaje colocó la cuestión de la igualdad, la que introdujo con una cita del preámbulo de la Declaración de la Independencia de 1776: “Sostenemos como evidentes por sí mismas dichas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”.

Planteó así la idea, central para los pensadores del siglo XVIII, de que los individuos son portadores de derechos inalienables y que el sistema político, en este caso la república democrática, tiene como objetivo hacerlos universales y efectivos. Sostuvo que “ninguna unión fundada en los principios de libertad e igualdad puede sobrevivir con una mitad de individuos esclavos y la otra de individuos libres”.

En torno a esta cuestión, se abre un debate sobre el objetivo del sistema democrático, renovado una y otra vez en los dos siglos que transcurrieron desde la independencia de los Estados Unidos. Para unos, una democracia que no garantice en la práctica esos derechos de manera universal se contradice con su propia existencia. Para otros, votar alcanza y luego que cada uno encuentre el modo de ejercer sus derechos.

Para Obama, la organización política de la sociedad debe hacer efectivos los derechos ya que de otra manera nadie podría hacerlo. Por tanto, la democracia no debe ser reducida a la expresión de la voluntad popular para elegir un gobernante. Esta es una condición necesaria, pero que nada dice de la utilidad del sistema.

La democracia es la manera de organizar la acción de los individuos para que sus derechos sean efectivamente vividos, realizados. De esa manera, afirma: “Preservar nuestras libertades individuales, en última instancia, requiere la acción colectiva”.

La realización colectiva de los derechos individuales solía despertar en los Estados Unidos fuertes reacciones negativas. El credo generalizado era más bien lo contrario. Son los individuos, que mediante sus acciones libres y sin la interferencia del Estado, los que preservan sus libertades y hacen efectivos sus derechos.

La igualdad era una condición de inicio, no de fin. Dios creó a los hombres iguales, después ellos – los hombres– verán. El planteo de Obama es distinto: un objetivo de la sociedad es asegurar los mismos derechos igualitariamente para todos, y esa tarea sólo se logra colectivamente. En este caso, la condición de inicio se convierte en el fin del sistema político norteamericano.

La unión en los Estados Unidos no está dada por la historia de la nación, sino por un credo común. Los estadounidenses están más unidos por la ideología que por la historia, como describió Seymour Lipset. Lo notable es que la historia de la segunda mitad del siglo XX parece a menudo contradecir las bases de ese credo que fundó al “americanismo”.

Curiosamente, Obama, lejos de ser un renegado de la tradición fundadora de los Estados Unidos, retoma –en los términos del mundo que le toca vivir– la necesidad de relanzar el credo que generó la unión. Si este razonamiento es correcto, es probable que el regreso a las fuentes sea también el retorno a las fuerzas que construyeron el imperio estadounidense.

Me permito, lector,  hacer dos referencias históricas para ilustrar este  razonamiento.

Hace más de un siglo la idea de igualdad parecía condenable. William Summer, sociólogo que murió a comienzos del siglo XX y que tuvo una enorme influencia en la formación de las elites políticas y sociales en los Estados Unidos, escribía: “El dogma de que los hombres son iguales no es sólo una superstición. Es la más flagrante falsedad y la doctrina más inmoral en la que los hombres hayan creído jamás”.

En una sociedad que se molestaba por la palabra “igualdad” hasta hace muy poco, la evidencia de la realidad desplazó la fuerza de los prejuicios.

En 2011, el Pew Research Center realizó un estudio sobre la percepción de la desigualdad. En un país donde el tema era tabú, resultó que el 66% de los encuestados en todo el territorio creía que existen conflictos “fuertes” y “muy fuertes” entre pobres y ricos; un 62% entre inmigrantes y estadounidenses nativos, y el 65% afirmaba que también hay conflictos “fuertes” o “muy fuertes” entre blancos y negros.

Por lo tanto, parece lógico pensar que la idea de desigualdad está implícita en el reconocimiento de esos conflictos y que aceptar su existencia implica un cambio en la manera de percibir la realidad por parte de los estadounidenses. Si se observa una serie más larga de datos, se concluye que el reconocimiento del conflicto creció notablemente en los últimos años, cuando en realidad no hay razón para suponer que ese conflicto en sí haya aumentado.

Obama, al centrar su política en la idea de un gobierno que ejecute políticas para igualar el ejercicio de los derechos individuales, más que la vanguardia de su sociedad, parece ser su eco. Los Estados Unidos están cambiando, y parece ser que su presidente está interpretando ese cambio.

Otra cuestión, muy polémica en su país, a la que aludió Obama, es la portación de armas. Lo hizo con cuidado (no olvide, lector, que la tenencia de armas es un derecho constitucional), haciendo mención a la obligación de garantizar la seguridad de los niños, en referencia a la masacre reciente en una escuela de Connecticut.

En el estrecho límite que exigía el respeto de la Constitución, el presidente estadounidense afirmó: “No podemos confundir absolutismo con principios”. Esto no era otra cosa que un llamado a la racionalidad en la aplicación de una norma que conduce al país a la reiteración de esos dramas.

La máxima autoridad de la Asociación Nacional del Rifle reaccionó vivamente: “El absolutismo no es un vicio, sino una virtud”, afirmó, calificando de manera inesperada a la que es conocida como una forma de ejercicio del poder sin límites ni control.

El presidente Obama no siguió las encuestas de coyuntura para redactar su texto. Sí escuchó a su sociedad. Lo primero habría sido una forma vulgar de oportunismo, lo segundo  es un ejercicio de la representación popular.

© Escrito por Dante Caputo y publicado el sábado 26/01/2013 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.