"No maté a Mafalda: dejé de dibujarla"...
Dibujo. "Cuando llegué a Buenos Aires con mi carpetita bajo del brazo
recorría redacciones y me decían 'de política nada'; 'de sexo nada'. Me
crié como dibujante autocensurándome".
Joaquín Lavado acaba de cumplir 80 años. Recuerda su niñez
feliz en Mendoza. Dice que el mundo que evocaba Mafalda está más vigente que
nunca y revela que Felipe es el personaje más autobiográfico que ha creado.
¿Cómo no sentir afecto y admiración por un hombre que ha sido traducido a 26
idiomas (y que, en Argentina, vende 20 millones de ejemplares) cuando dice en
voz muy queda: “Yo soy más de dibujar que de hablar…”? Su modestia le impide
observar que sus dibujos son, de por sí, una conversación y a lo largo de una
tarde de invierno en el departamento al que sonríe desde lo alto la máscara
insignia de la Casa del Teatro, Quino explica:
—Nunca tuve ayudantes. Siempre trabajé solo y… –aquí habla un poco para sí
mismo como quien entreabre la puerta del tesoro. Te cuento que tengo un dibujo
muy viejo que publiqué en “Rico Tipo” en el que se ve a gente en el cementerio
corriendo detrás de un ataúd. El ataúd tiene cuatro ruedas y un motorcito y los
amigos que van corriendo dicen: “Nunca quiso que lo ayudaran”… ¡Bueno, ese tipo
soy yo! Nunca pude trabajar en equipo. Con el único que trabajé fue con el
cubano Juan Padrón que hizo los cortos de Mafalda y también otras peliculitas
mías con páginas de humor. A él lo ayudé digamos a hacer el argumento de esa
peliculitas pero… nada más! Te repito que fue la única vez que trabajé con
alguien en equipo. ¡Lo conocí y nos enamoramos muchísimo! Ahora hace mucho que
no lo veo porque no ando por Cuba pero fui allí 9 veces y estuve trabajando con
él todo el tiempo y lo pasamos muy bien…
—No sé si es una leyenda pero por ahí corre la historia de una
agencia de publicidad que te encargó un personaje “con familia” para un
producto comercial y que luego no lo quiso. Ese producto era Mafalda y vos la
dejaste en un cajón durante varios años…
—Sí, sí, era para una campaña… Además en esa agencia trabajaba Norman Briski.
Pasó algo muy curioso: me avisó Miguel Brascó que estaban buscando quién
dibujara a una familia para lanzar las heladeras Siam con la marca Mansfield.
Entonces había que buscar un nombre que tuviera la M, la F etc. Bueno, y ¡así
salió Mafalda! La idea era regalarle la tira a los periódicos como si fuera una
historieta “normal” en la que se usaban electrodomésticos de esta marca. Los
diarios entonces dijeron “¡Ah, no! ¡Esta publicidad la tienen que pagar!”. Así
es que nunca se hizo nada y a mí me quedaron esas 12 tiras de historieta. ¡Así
empezó Mafalda!
—Entonces ¿qué hiciste?
—Como te conté fueron a dar a un cajón hasta que un amigo, muy amigo, Julián
Delgado (desaparecido durante la dictadura) y que era director de “El Cronista
Comercial” y de la revista “Mercado”, me preguntó si, además de la página de
humor que hacía para “Mercado”, no tenía alguna otra cosa distinta. Y así fue
que le di las tiras que me habían quedado y ¡él comenzó a publicarlas en la
primera página del diario! No me dijo nada y yo me encontré, de pronto, con un
personaje que no conocía (diez o doce tiras no son suficientes para conocerlo).
Entonces, bueno, me puse a imaginar (ya que tenía que seguir con esa
historieta) cómo iba a ser el personaje. En aquel momento había un movimiento
feminista tan grande en todo el mundo que pensé: “¡esta niña tiene que ser una
protestona. Tiene que proponerse reivindicar los derechos de “las chicas!” Y
así empecé con ella. ¡Después nacieron Manolito y toda esa gente! ¡El asunto
era que las primeras tiras de Mafalda eran hechas con el mecanismo en el que
Mafalda leía el diario o escuchaba un noticiero y entonces les preguntaba a sus
padres por qué había guerras y todos los desastres que hacemos los humanos!
Hice otras treinta o cuarenta tiras hasta que me cansé de esa rutina y pensé
que había que poner a alguna otra persona. Dibujé entonces primero a Felipe que
era lo contrario de Mafalda. Felipe fue la caricatura de otro amigo, un periodista,
Jorge Timossi. ¡Así fueron surgiendo todos porque me cansaba tener sólo a dos
protagonistas! Entonces puse a Susanita, a Manolito y… ¡bueno, con personajes
sacados de la vida real fui avanzando… –se ríe quedamente– Manolito era
el padre de Julián Delgado que era panadero y no quería que su hijo fuera
periodista! Un día entonces Julián se peleó mucho con su padre y se vino a
vivir a donde yo vivía. Era en lo de una señora que alquilaba dos piezas en una
casa muy linda de Belgrano, frente a la casa de los Alsogaray… ¡en aquellos
tiempos María Julia era muy chiquitita y aún no se había puesto a limpiar
el Riachuelo!, termina en una carcajada.
—Bueno… qué barbaridad… –sigue recordando Quino– y luego añadí a Migue que era
un sobrino mío que hoy es flautista y tiene cuarenta y tantos años y toca con
la Sinfónica de Chile… y de la vida real, creo que no hay más…
El "padre" de Mafalda se muestra asombrado por las presiones a la libertad de prensa. | Santiago Cichero - Diario Perfil
—Los libros de Mafalda son diez ¿no?
—En la edición argentina, sí. En España, con una división un poco
distinta son once…
—Pero cerraste la historia. ¡Qué lástima! Hubiéramos querido ver a
Mafalda abuela o divorciada o enamorada… ¡qué sé yo!
Quino se ríe: —¡No! ¡No! Para mí es un dibujo. Hay gente que me dice “¡Cómo, un
dibujo!, si nos ha acompañado tanto! Es una persona...” Pero para mí, no. Es
sólo un dibujo como cualquier otro de los que hago en humor… Leí una vez un
libro de Pirandello en el que decía que, una vez que uno crea un personaje
después ¡la gente se lo apropia! Y hace con el personaje ¡lo que se le da la
gana! Sí, ocurre eso con la gente. Se lo toman como… Te reitero: he oído mucho
eso de “¿por qué mataste a Mafalda?” Y yo no me canso de contestar: “No la
maté. ¡Dejé de dibujarla!”
—Lo notable es que el mundo se apropió de Mafalda –me equivoco–
Tiene una mentalidad que encontrás ¡en todos lados!
—¡Pero, no! –protesta Quino– ¡Vas a Rusia y no la conoce nadie! ¡Vas a
cualquier país africano y, tampoco! En lengua inglesa nunca anduvo demasiado
bien. En un momento se publicó en Australia pero nada más. En los países
de América latina, sí. En muchos es conocida. Lo mismo ocurre con los países
más latinos de Europa: Grecia, Portugal, España, Italia… También es cierto que
los sindicatos anarquistas franceses la han lanzado como volante de protesta.
Las feministas italianas, muchísimo y, de vez en cuando, ¡la usan para
protestar en algún país de América latina!
—¿Países asiáticos no?
—Sí, está en China. En realidad, en China primero la piratearon pero el editor
era un inglés que publicaba en China… ¡No es raro que un inglés sea pirata! –se
ríe con ganas–. Luego, se publica sin ser pirateada ¡pero ésos no pagan nada!
¡Tampoco sé cuánto venderán! No creo que demasiado. Y luego en Japón se editó
alguna vez… Y te explico: que se haya editado en determinados países no quiere
decir que se publique porque en los estados nórdicos, por ejemplo, se publicó
en todos y anduvo bien en los periódicos pero no como libro. Se vendió
poquísimo. También hay una edición en lengua gallega que tampoco se vendió
nada. En la edición catalana ocurrió lo mismo. Se sigue vendiendo pero muy
poquito. ¡Bueno, yo nunca imaginé que se podía transformar en un fenómeno tan
extraño! ¡Bah, extraño, no. Porque las cosas que yo decía ahí siguen sucediendo
hoy exactamente igual o peor! Por eso, cuando me preguntan a qué atribuyo el
éxito de este personaje yo creo que hay que atribuirlo ¡justamente a que esas
cosas siguen sucediendo! Mirá, Sabato me dijo una vez que los problemas
que yo trataba en esa tira eran simplemente los problemas humanos siempre
presentes en la historia del hombre: la relación entre padres e hijos; la
escuela; el trabajo; las broncas y los amores que uno se agarra con los amigos…
¡Supongo que será por eso! Ahora, cuando los chicos de hoy vean que en mi
historieta no hay computadoras y esas cosas creo que, dentro de poco, van a
dejar de leerla! ¡En realidad son los padres quienes los inducen a leerla!
—Sin embargo, en la Feria del Libro Infantil, los chicos no pararon
de sacarse fotos con vos?
—Sí, es cierto. Ayer había mucho público infantil. La semana pasada, en cambio,
en gran parte eran mayores.
—Quizás Mafalda es más un personaje para los padres que para los
chicos…
—En el diario “El Mundo” se publicaba en la página de los editoriales y no en
la de las historietas. Siempre fui…Mirá, también siempre me consideré un periodista
que dibuja pero, en realidad, muchas veces, ¡de humor no tengo nada! Soy medio
trágico…
—Diría que, más bien, tenés un humor corrosivo… le tomás el pelo a
medio mundo…
—Eso, sí –acepta Quino–. Bueno, lo he admirado a Gila. Los dibujantes españoles
siempre me han atraído mucho.
—Pero, ahora, que ya la has matado a Mafalda ¿cómo es tu día?
Con serenidad, Quino explica su vida diaria:
—Estoy luchando con la vista. Tengo una cantidad de problemas en ese
sentido. Por lo tanto me cuesta mucho dibujar. Estoy tratando de hacerlo pero
hace ya cinco años que no dibujo nada… O sea que mi vida es… Leer, con bastante
dificultad. Escuchar música y mirar libros de humor… Estoy leyendo ahora a
Baremboim que me encanta como persona y como músico. Y también como político.
Ha logrado algo que nadie había hecho: reunir a Palestina con Israel. Esa
orquesta tiene todo un significado político. El que estaba por lograrlo era
Rabin cuando lo mataron.
Hay un breve silencio en el que llegan, lejanos, los rumores
del tráfico en la avenida Santa Fe.
—Me gustaría volver a dibujar… –retoma Quino–. Me he comprado una mina muy
blanda que tiene la línea más oscura y logro verla mejor. Pero mi problema fue
siempre dibujar primero con lápiz y luego pasar a tinta. Nunca fui capaz, como
Fontanarrosa, que agarraba la lapicera de tinta y dibujaba directamente! A mí
siempre me costó bastante dibujar. En las tiras de Mafalda yo copiaba de un
cuadrito al otro para que me salieran los personajes porque, ¡si no, no
era capaz de hacerlos iguales! –se ríe–.
"No maté a Mafalda: dejé de dibujarla", aseguró. | Diario Perfil
—Modestamente no querés reconocer ahí tu genialidad. Pero sigamos
con tu historia, Quino. ¿Cómo era tu casa cuando eras chico?
—En su aspecto era la típica casa romana partida al medio como han construido
los italianos por todos lados. La mía, en Mendoza, era una casa estrecha, con
zaguán. Una casa chorizo que en el fondo tenía un patio de tierra. Había allí
múltiples hormigas. ¡De varias tribus! Y como vivíamos al lado de un aserradero
¡había lauchitas en la casa! Pero lauchitas de las bonitas, simpáticas. Las
grises, muy chiquitas y con el hocico rosado. Yo jugaba mucho en ese patio.
Jugaba solo. Mi hermano mayor me llevaba siete años y, el otro, cuatro. Por eso
siempre jugué como un solitario. Nunca por ejemplo, en la calle, a la pelota,
con otros chicos. Esas cosas que hacen los chicos ¿no?
—¿Pero tu papá y tu mamá dibujaban o pintaban?
—No. El que era de dibujar era mi tío Joaquín con el que me crié bastante. Era
dibujante y pintor acuarelista. Trabajaba en el diario “Los Andes”. Hacía los
avisos de los cines y como trabajaba parte en el diario y parte en su casa,
para mí se volvió muy normal que alguien dibujara en su casa y que, luego,
apareciera ese dibujo ¡en el periódico! Cuando le dije que quería ser dibujante
me dijo que ¡no, que me iba a morir de hambre! Esas cosas que suelen decir los
padres de familia! Pero también me ayudaron muchísimo. Cuando me vine a Buenos
Aires mi hermano mayor me mantuvo hasta que yo empecé a publicar…
—Una familia en la que se quisieron mucho. Algo muy importante.
—Sí, sí. Eso sí. Y ahora que estuve en Mendoza para mi cumpleaños fue toda la
familia y el hermano que vive en Chile, también. Muy lindo… fue muy lindo…
–recuerda pensativo–. Y, sí…Nos queremos mucho todos…
—Los que te conocemos poco o sólo a través de tu obra, pensamos que
sos un hombre feliz, Quino. ¿No sé si es así?
—Tengo tendencia a amargarme. Desde chiquito me amargaba ¡porque sabía que
tenía que hacer el servicio militar! En la escuela me amargaba durante las
vacaciones pensando ¡cuándo iban a empezar las clases otra vez! ¡Mirá, lo de
Felipe es absolutamente autobiográfico. La timidez y amargarme con el colegio!
Y luego… sí, en el servicio militar salía los sábados de franco y el domingo a
la mañana ya estaba con un terrible mal humor de sólo pensar que tenía que
volver al cuartel. Así es que siempre he tenido esta tendencia… ¡bah, el
sentido trágico de la vida!
—Bueno, la vida “es” generalmente trágica ¿no es cierto? Lo que pasa
es que quizás hay gente que la sabe mirar de una determinada manera…
—Claro. Sí, sí… Pero tampoco mi objetivo fue hacer reír como Fontanarrosa que
comentaba: “el mejor piropo es decirme que se han reído muchísimo con mis
libros”. Yo quise, en cambio, hacer pensar más a la gente. Y siempre sentí como
una tarea el que la gente se diera cuenta de lo que eran la sociedad y la
política.
—En las librerías de viejo aún se encuentran los libros de chistes
que publicó Lino Palacio con el seudónimo de Flax acerca de la Segunda Guerra
Mundial…
—Sí, el hacía los dibujos y el texto…–Quino recuerda–. Por ser hijo de
republicanos españoles yo le tenía un poco de idea! Yo era bastante de
izquierda y ¡me molestaba que no le cayeran realmente mal Hitler y Mussolini!
Por lo menos no los criticaba demasiado. Pero tenía muchos otros personajes.
Ramona, por ejemplo. A mí me gustaba el Cocinero y su sombra. Era algo muy
difícil de hacer: todos los gags eran entre el cocinero y su sombra. Había un
litigio permanente entre ellos.
—Tuvo una muerte trágica…
—Espantosa… realmente atroz…
Recordamos el asesinato de Palacio y su esposa. Un episodio
terrible. Pero también volvemos a una época en la que las revistas tenían una
gran importancia.
—En mi casa –explica Quino– se compraban El Tony, Patoruzú, Rico Tipo y creo
que el Tit-Bits. A mí me sorprendía el hecho de que mi padre, que trabajaba en
una tienda en Mendoza, comprara todas esas revistas cuando para comprarse un
traje tenía que pedir un crédito a diez meses y buscar a un amigo que le diera
la firma etc. Siempre pensé entonces que, o las revistas eran muy baratas o la
ropa, ¡muy cara! Además era el único jefe de sección que no tenía coche, ¡por
ejemplo! Siempre alquilamos casa. Nunca tuvimos una propia. Cuando aparecía el
dueño de casa y aumentaba el alquiler ¡era todo un problema! Una preocupación
que se repetía siempre.
—¿Y vos?
—Bueno, Alicia mi mujer es muy buena administradora, así es que apenas pudimos…
Cuando nos casamos vivimos durante dos años en la pieza de servicio del
departamento de sus padres y luego compramos un departamentito en San Telmo
donde han puesto una figura de Mafalda en la esquina. Ahí vivimos siete años y
luego nos mudamos a Almagro. Finalmente, vinimos para aquí…
Un departamento muy bien ubicado en el que la luz y el sol entran a raudales
e iluminan los preciosos recuerdos que ellos han atesorado con un enorme buen
gusto.
Seguimos recorriendo el fascinante mapa de vida de este hombre
que creó a Mafalda.
—Para mí el ídolo era Divito! –confiesa–. Mi máxima aspiración era ser su
ayudante! Además de haber creado “la chica Divito” (todo un estilo), era un
playboy para la época! Siempre tenía mujeres muy lindas. Como Amelia Bence, por
ejemplo. Además Divito era muy elegante. Era la época del pantalón-chaleco…
–recuerda risueño–. Yo lo quería muchísimo. El hacía los dibujos en lápiz, yo
los pasaba a tinta…
Quino aseguro que siempre trabajó solo y que no acostumbró a usar ayudantes. | Diario Perfil
—¿Llegaste a ser su ayudante?
—No. Yo dibujaba muy mal pero las ideas me gustaban realmente. Sufrí mucho
cuando, después de cinco accidentes, se terminó matando en Brasil al chocar con
un camión…. –Quino se sumerge en los recuerdos–. Fijate que, incluso, yo le
había comprado un libro de Sempé (el famoso dibujante francés) y él me dijo que
se lo guardara para cuando volviera de Brasil… “Me lo das cuando vuelva…” dijo.
Me quedé entonces con el libro, claro, y regalé el que ya tenía…
—¿Sempé era el dibujante extranjero que más te gustaba?
—No. También Bosc y Chaval. Excelentes. Los conocí en Paris-Match cuando yo
tenía 18 años. Fue ahí cuando me dije: “Tengo que dibujar. Este es el camino a
seguir.” Y así empecé. Bosc y Chaval publicaban una página entera cada uno y
aquí, entre nosotros, dos dibujantes los siguieron pero, me parece, demasiado
de cerca. Te hablo de Basurto (que dibujaba exactamente igual que Chaval) y
luego Viuti que hacía lo mismo con Bosc. Pero, bueno… son cosas que pasan!
—¿Y las tiras como “Hogar, dulce hogar” con el bueno de
Dagwood como padre de familia?
—Sí, yo en Mendoza la leía siempre en “Vosotras” que compraba mi tía. Era una
historia muy buena. Además, como mi tío era dibujante publicitario compraba
muchas revistas norteamericanas para documentarse. Siempre recuerdo las tapas
del “Saturday Evening Post” ¡que dibujaba Norman Rockwell! Creo que los
dibujantes norteamericanos me influenciaron mucho. En “Patoruzú” también
había gente talentosa como Domingo Masone (dibujaba Capicúa) y en cuanto a
dibujantes de historietas, digamos, más serias, está José Luis Salinas. Por
ejemplo hacía “Ednam, el corsario” con unos dibujos estupendos. Aquí, en
Argentina, ha habido dibujantes buenísimos. Yo lo quería mucho a Oski. Fuimos
muy amigos. Lo mismo con Landrú. Ibamos mucho a Mar del Plata los fines de
semana. Como tenía una Estanciera yo aprovechaba para que me llevara. Durante
toda la época de “Tía Vicenta” la pasé muy bien con Landrú (Juan Carlos
Colombres) y con Carlos del Peral que era el vicedirector. Claro… ¡hasta que
Onganía la cerró! Carlos del Peral tambien hizo “Cuatro patas” que duró cuatro
números ¡y que también fue cerrada por Onganía! –se ríe quedamente–. ¡Qué
barbaridad! Las cosas que hemos visto en este país! Cuando, desde Mendoza,
llegué a Bs. Aires con mi carpetita debajo del brazo empecé a recorrer
redacciones y me decían “¡de política ¡nada!”; “de sexo ¡nada!”. Así es que me
crié como dibujante aprendiendo a autocensurarme! Muy feo. Trataba de hacer
metáforas con algunas ideas…
—Bueno, hoy, en democracia, en el más alto nivel, se han referido a
los dibujos de Menchi Sábat como “cuasi mafiosos”!
—Sí, me acuerdo. Qué barbaridad! Se está poniendo fea la cosa con la prensa. He
visto una sola vez el programa de Lanata pero parece que entrevistó a una
señora que tiene una panadería en Tucumán y después de eso le cayó la AFIP…
—Como al de la inmobiliaria por haber hecho un informe que molestó a
la Presidenta que ¡gentilmente le mandó también la AFIP por cadena oficial!
—Qué cosa! –suspira Quino.
—Bueno, hay que estimularse con otras conductas. Por ejemplo
veo sobre tu escritorio las “Obras poéticas” de Borges…
—Sí, me gusta muchísimo Borges. Como todo lo que ha hecho. Es la primera vez
que me regalan un libro de poesía. Y me encanta. Eso de “…fue por este río que
vinieron las naves a fundarme la patria…” ¡me parece una maravilla! Te repito
que todo lo de él me parece una maravilla. Me gusta mucho leer. También Sabato,
también Cortázar. Y siento una gran admiración por Alfonsina Storni. Me
emociona muchísimo. También hemos sido muy amigos con María Elena Walsh. –Quino
se ríe silenciosamente:– Fuimos muy amigos hasta que… no sé qué cosa dijo que
me cayó mal. Se lo comenté y ¡no le gustó mucho! Pero, bueno, yo la quería
mucho.
—Y si, mágicamente, volvieras a ser chico ¿elegirías dibujar?
La respuesta es inmediata:—Sí. Nunca me hubiera imaginado haciendo
otra cosa. Bah… me hubiera gustado, sí, tocar algún instrumento. El piano, por
ejemplo. Me gusta mucho la música. Me hubiera gustado… bueno, toqué la armónica
cuando era chico… Te diré que cuando la música es buena y está bien hecha, ¡me
gusta todo! En cuanto al folklore, aunque te parezca extraño, lo que más he
escuchado es música turca.
—¿Por qué?
—Mirá, por razones familiares también me gusta el flamenco pero la música turca
nunca repite la melodía cantada sino que los instrumentos de la orquesta van
haciendo variaciones sobre el tema. Entonces, no te cansa nunca!
Ahora lucha contra desmejorías en su vista. | Diario Perfil
—Y, a propósito de cansancio ¿vos no creés que los jóvenes se han
cansado un poco del humor?
—Sí, creo que ha desaparecido bastante. Cuando yo era chico había muchísimas
películas humorísticas: el Gordo y el Flaco, Chaplin que era de llorar y reírse
pero también estaban Danny Kaye, Red Skelton, Jacques Tati… y ese cine ha
desaparecido completamente.
—También en Italia, Sordi y Gassman no han tenido herederos…
—De acuerdo. Porque Benigni… no, no… Bueno, me gustaba mucho cuando lo empecé a
ver en Italia por televisión pero, luego, las películas que ha hecho…Inclusive
con “La vita é bella” me chocó un poco que tomara un tema así en solfa…
Después, la vi otra vez y la cosa no me pareció tan grave… Y volviendo a la
época del humor fijate que aquí en radio, por ejemplo, estaban Codecá, Niní
Marshall, Sandrini, el Zorro, los Cinco Grandes del Buen Humor… había para
elegir. Desgraciadamente esto ha desaparecido.
© Escrito por Magdalena Ruíz Guiñazú y publicado por el
Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 29 de Julio de
2012.