Unidad y pluralidad…
Cristina
Dibujo: Pablo Temes.
El poder ignora muchas veces,
que estos dos conceptos no son contradictorios, sino que conviven en una
verdadera democracia.
© Escrito por Nelson Castro el sábado 03/09/2022 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de las/os Argentinas/os.
Se estuvo a nada de la tragedia. De haberse concretado, eso hubiese significado
el asesinato de Cristina Fernández de Kirchner. El magnicidio –muerte violenta
dada a persona muy importante por su cargo o poder– hubiera sumido a la
Argentina en un escenario de violencia política de consecuencias impredecibles.
Lo impredecible, en este caso, es sinónimo de lo malo. Lo malo abarca también
la reacción del Gobierno.
El discurso del jueves a la noche tarde del Presidente fue eso: malo. Un discurso acordado con la vicepresidenta. Un discurso cargado de reproches hacia la oposición, hacia la Justicia y hacia los medios que no responden al oficialismo. En verdad, más que reproches, fue una verdadera adjudicación de responsabilidades acerca del hecho. Se diría que casi fue una acusación. Tan malo como eso fue el decretar el feriado del viernes y convocar a una movilización claramente partidaria. Todo esto no hizo más que ahondar las divisiones que atraviesan a nuestra sociedad, una grieta que, como tal, embrutece.
El uso político que está haciendo el oficialismo del repudiable atentado contra la vida de CFK se enmarca, además, dentro de la estrategia orientada a concretar dos objetivos: consolidar el liderazgo de la ex presidenta en funciones dentro del peronismo y desplazar del eje de la agenda política las consecuencias adversas del brutal ajuste económico que está afectando principalmente a los sectores de menores recursos. Esa dura realidad va a ser imposible de ocultar.
El discurso del jueves a la noche tarde del Presidente fue eso: malo. Un discurso acordado con la vicepresidenta. Un discurso cargado de reproches hacia la oposición, hacia la Justicia y hacia los medios que no responden al oficialismo. En verdad, más que reproches, fue una verdadera adjudicación de responsabilidades acerca del hecho. Se diría que casi fue una acusación. Tan malo como eso fue el decretar el feriado del viernes y convocar a una movilización claramente partidaria. Todo esto no hizo más que ahondar las divisiones que atraviesan a nuestra sociedad, una grieta que, como tal, embrutece.
El uso político que está haciendo el oficialismo del repudiable atentado contra la vida de CFK se enmarca, además, dentro de la estrategia orientada a concretar dos objetivos: consolidar el liderazgo de la ex presidenta en funciones dentro del peronismo y desplazar del eje de la agenda política las consecuencias adversas del brutal ajuste económico que está afectando principalmente a los sectores de menores recursos. Esa dura realidad va a ser imposible de ocultar.
Se acabaron las fichas
El “operativo
clamor” por la candidatura presidencial de CFK se ha visto precipitado por el
impactante y demoledor alegato del fiscal federal Diego Luciani, de quien, es
importante no olvidar, Alberto Fernández dijo que esperaba que no se suicidara.
Desde ese mismo momento impera en el kirchnerismo un lenguaje de singular
violencia. Fue nada menos que el ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro
quien, en la tensa negociación del último sábado de agosto con las autoridades
del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires por el batifondo que se armó por las
vallas policiales frente a la casa de CFK, dijo que si ella iba presa quemaban
todo. Fue el jefe del bloque de senadores del Frente de Todos contra Todos,
quien, en la sesión del Senado del jueves, habló del escarmiento contra los
jueces y fiscales a cargo de la causa Vialidad.
La foto oficial
de la reunión de la “unidad” convocada por el Presidente el viernes por la
tarde en la Casa Rosada es una radiografía de que, para el oficialismo, el
concepto de “unidad” excluye a los partidos políticos. Es una claudicación más
de AF.
Lo que pasó en
ese encuentro disgustó a varios de sus asistentes. La única que se atrevió a
dar cuenta de ello públicamente fue la DAIA quien, sin rodeos ni eufemismos,
habló de los objetivos partidarios del documento que en la Plaza de Mayo leyó
la actriz Alejandra Darín. Otros, igualmente, molestos, prefirieron el
silencio. Entre ellos estuvo el presidente de la Conferencia Episcopal de la
Argentina, monseñor Oscar Vicente Ojea, obispo de San Isidro.
Una agonía premeditada
La andanada de
reproches tuvo su resumen en una frase del documento que condensa el
pensamiento del kirchnerismo sobre la cual hay que detenerse: “Llamamos a la
unidad, pero no a cualquier precio”.
La esencia de la
democracia, que tanta lucha costó conseguir, es pluralidad. Es esa pluralidad
la que enriquece. La unidad y la pluralidad no son excluyentes. Por el
contrario, es esa diversidad de pensamientos y de ideas la que asegura la
unidad. Pensar diferente no es odiar; criticar, tampoco.
Lamentablemente,
el poder afecta muchas veces este concepto clave de la vida en democracia.
Quien lo ejerce se cree investido de un aura especial. Piensa que, por el solo
hecho de poseerlo, está por arriba de todos y de todo. Por eso es fundamental
la existencia del marco legal de balances y controles para evitar que un mal
uso del poder altere las normas de la convivencia democrática. La famosa frase
de John Emerich Edwar Dalberg-Acton, Primer Barón Acton de Aldenham, –“El poder
tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe completamente”– refleja las
tentaciones que genera el poder y lo imprescindible que es prevenirlas. De ahí
emana la importancia de la Constitución. Un ejemplo de estos días lo muestra:
de no ser por la Constitución, la autonomía de la Ciudad de Buenos Aires
hubiese sido avasallada de inmediato por el actual gobierno, luego de lo que se
vivió la semana pasada frente al domicilio de CFK. En la consecución de la
estrategia destinada a desviar la atención de los temas que perturban la vida
de la gente, la vicepresidenta habló de la necesidad de rediscutir la autonomía
de la Capital Federal. Más allá de la bomba de humo, esa propuesta exhibe el
verdadero pensamiento absolutista de la ex presidenta en funciones.
Bailando al ritmo de CFK
Para el
kirchnerismo el poder se concibe como un todo absoluto. Es decir, quien lo
ejerce, no puede ni debe tener límites. Representa una concepción absolutista
del poder. Es la que se practica en los regímenes totalitarios a la que
lamentablemente adhieren personajes políticos de sistemas democráticos. Donald
Trump es un ejemplo de esto. El episodio del intento de toma del Capitolio del
6 de enero de 2021 fue la culminación de esa concepción de alguien que no
estaba dispuesto a aceptar que su mandato se terminaba. En la misma línea se
ubica el actual presidente de Brasil, Jair Bolsonaro.
La república, que es el sistema bajo el cual se ordena constitucionalmente la vida democrática en nuestro país, requiere la existencia de tres actores clave: los partidos políticos, a través de los cuales se encauza el debate político que expresa la pluralidad de ideas y propuestas para enfrentar los problemas que afectan a la sociedad; la división de poderes que conlleva a la existencia de un Poder Judicial independiente para el ejercicio de su función de control de los actos de gobierno; y una prensa libre.
Si el llamamiento a la unidad “pero no a cualquier precio” implica el rechazo de la discusión política, de la independencia de la Justicia y de la prensa libre, la democracia argentina entrará en zona de riesgo.
La república, que es el sistema bajo el cual se ordena constitucionalmente la vida democrática en nuestro país, requiere la existencia de tres actores clave: los partidos políticos, a través de los cuales se encauza el debate político que expresa la pluralidad de ideas y propuestas para enfrentar los problemas que afectan a la sociedad; la división de poderes que conlleva a la existencia de un Poder Judicial independiente para el ejercicio de su función de control de los actos de gobierno; y una prensa libre.
Si el llamamiento a la unidad “pero no a cualquier precio” implica el rechazo de la discusión política, de la independencia de la Justicia y de la prensa libre, la democracia argentina entrará en zona de riesgo.