Realineamientos. Massa, en plan “vamos viendo”…
El bono del ministro-candidato chocó con los gobernadores del PJ. Y la
meta fiscal con el FMI es de difícil cumplimiento.
© Escrito por Nelson Castro el sábado 02/09/2023 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.
No
fue una buena semana para Sergio Massa. Las cosas no
le vienen saliendo bien al ministro-candidato. El plan platita que necesita
implementar desesperadamente para darle aire a su desvaída campaña electoral
chocó contra una piedra impensada: los gobernadores, incluidos los propios. La
negativa a pagar el bono de 60 mil pesos fue contundente. Nunca había ocurrido
algo así en un gobierno peronista. El enojo de Massa es mayúsculo. “A lo mejor
así Sergio se termina de dar cuenta de que son muchos los que dentro de Unión
por la Patria no lo quieren”, afirmaba en la tarde del jueves una voz desde las
entrañas de la Casa Rosada. Está claro que entre quienes lo quieren poco está
el presidente saliente. En su creciente tiempo libre, Alberto Fernández se
dedica a compartirles a algunos de sus interlocutores sus amargas quejas contra Cristina Fernández de Kirchner y
contra el exintendente de Tigre.
El plan platita representa un brutal aumento de la emisión
monetaria. La maquinita está funcionando a full. Al ministro no le importa
nada; al Gobierno, tampoco. Hay que ganar la elección como sea. Esa
desaprensión también encuentra su razón de ser en que, en caso de no llegar a
ser reelectos, la tremenda maraña de emisión de pesos que van directo a la
inflación será un problema mayúsculo que deberá afrontar el próximo gobierno.
El porqué de los elogios
a Milei
El resultado definitivo de las PASO confirmó el
pronóstico de Cristina Fernández de Kirchner: el escenario electoral está
dividido en tercios. Matemáticamente, Unión por la Patria tiene chances de
acceder a la segunda vuelta. A Massa, eso lo envalentona. Es un dato que hace
incomprensible a la Argentina en muchas partes del Mundo. “¿Cómo es que el ministro
que ha llevado al país a la inflación más alta de los últimos treinta años
tenga chances de ganar la elección?”, se preguntan con una pizca de azoro
muchos analistas prestigiosos de distintos países.
Pero aún hay más en este descontrol económico y financiero
desatado para sostener el plan de emergencia de cara a las elecciones
generales. El Gobierno modificó el Presupuesto y otorgó un millonario aumento
del gasto con partidas para subsidiar la campaña y ayudar a sostener a las
empresas públicas. Todo debe estar aceitado a la perfección. Se trata de una de
las mayores ampliaciones presupuestarias de los últimos tiempos. “No es el plan
platita, es el plan justicia”, se atrevió a decir el presidente Alberto
Fernández, como si él y su administración no fueran los responsables de este
presente lleno de penurias que dejó al país al borde del abismo.
La vicepresidenta en funciones mantiene el silencio. Sabe que es
mejor callar que hacer el papel de comentarista de la realidad que le es hostil
y con un final abierto de cara a los comicios de octubre. No se jugará por
Sergio Massa; ni ella ni los intendentes y gobernadores que le han dado vuelta
la cara esta semana al ministro-candidato quieren quedar pegados a una posible
derrota. CFK es experta en salir de la escena cuando las papas queman.
En este festival de emisión descontrolada, la meta fiscal del 1,9%
de déficit que el Gobierno se comprometió para este año ante el Fondo Monetario
Internacional parece difícil de cumplir. Es parte de otro modus operandi del
kirchnerismo en general y de Sergio Massa en
particular: el “vamos viendo”. Así lo describe un funcionario identificado con
la antigua ancha avenida del medio: “Cuando estás tan cerca de las elecciones,
no tenés opción: o pisás el acelerador o te despedís. Sergio es un campeón en
ganar tiempo. Sabe cómo patear la pelota para adelante”.
En Washington no piensan lo mismo. El humor está caldeado. Los
burócratas del Fondo exigieron –con razón– conocer el impacto fiscal de las
medidas de auxilio anunciadas por el ministro de Economía en modo campaña.
Estas son las consecuencias del doble rol del tigrense. No solo es una
aberración ética, también aparecen las consecuencias de su accionar en materia
ejecutiva. Un delgado equilibrio que ya ha sido violentado en otras
oportunidades.
En No Tan Juntos por el Cambio siguen ensayando fotos de unidad
para intentar tapar las heridas autoinfligidas en la riña de campaña. No será
tarea fácil. En la Ciudad de Buenos Aires, luego del ajustado triunfo de Jorge
Macri sobre Martín Lousteau, un abismo
separa a la UCR del PRO. Muchos radicales se sienten más cerca de Leandro
Santoro a sabiendas de que no es un kirchnerista confeso. A nivel nacional la
película no es muy distinta. En el radicalismo nadie está dispuesto a pactar
con Javier Milei para
“auxiliarlo” en materia de gobernabilidad y crece la desconfianza sobre el rol
de Mauricio Macri en ese sentido. Ya no es un secreto que, ante un triunfo del
libertario, el PRO cerrará filas con él. Las horas de la coalición opositora
están contadas.
Patricia Bullrich tampoco se siente cómoda. “Si no es todo; es
nada”, rezaba su claim de campaña mostrando su costado extremo de firmeza que
apelaba al orden y el apego a la ley sin diálogo posible con el kirchnerismo.
Sin medias tintas, cargaba contra Horacio Rodríguez Larreta. Ese perfil
inflexible y aguerrido, sin lugar para los débiles, hoy es patrimonio de un
irascible Javier Milei. En el intento de reconfigurar su perfil, la extitular
de la cartera de Seguridad optó por cerrar filas con Carlos Melconian como
su ministro de Economía. Un hombre experimentado en surfear las olas de las
múltiples crisis argentinas y muy hábil declarante en los medios. Ideal para
desarticular los puntos débiles del plan Milei que, según dijo el propio
Melconian, hace agua por todos lados.
Entre tanta frivolidad, la realidad ha vuelto a golpear a la
sociedad con el asesinato del joven ingeniero Mariano
Barbieri. Un recordatorio cruel de que la Argentina actual es
inviable. No se trata solo de la inseguridad. Es la impericia de todo el arco
político, que dejó en su camino generaciones diezmadas sin educación, sin
oportunidades y a merced del narcotráfico como mecanismo de ascenso social en
el submundo de la delincuencia.
Una deuda gigantesca que los políticos y toda la clase dirigente
tardarán años en pagar.