Bochorno para todos…
DARTH VADER NATIVO, Patricia Bullrich. Dibujo:
Pablo Temes
Nadie se salvó el día
de la sesión frustrada. Pases de facturas y negociaciones. El salvataje de
Lilita.
© Escrito por Nelson Castro y publicado por el
Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Todo –la militarización
perimetral del Congreso, los grupúsculos de violentos munidos de piedras y
palos, la represión descontrolada de la Gendarmería, la conducta patoteril del
diputado de Unión Ciudadana Leopoldo Moreau y compañía, el descontrol del presidente de la
Cámara de Diputados, Emilio
Monzó– fue bochornoso. El clima de violencia
que se vivió en la tarde del jueves pasado está en consonancia con un germen de
intolerancia que se ha instalado en un porcentaje creciente de la sociedad
argentina. Las imágenes de la Plaza Congreso y sus adyacencias,
transformada en un verdadero campo de batalla, tuvieron reminiscencias de
aquellas otras del trágico diciembre de 2001.
El Gobierno cometió errores garrafales en la forma como manejó el trámite que desembocó
en la fallida sesión de la Cámara de Diputados. A ese error lo llevó el apuro
con que quiso aprobar este controvertido proyecto de reforma previsional que,
en verdad, es otro ajuste. La realidad de los jubilados ha sido y es penosa
para la mayoría de sus “beneficiarios”.
El
pago de esos haberes representa más del 40% del presupuesto nacional y
su sustentabilidad es cada vez más compleja porque la relación trabajador
activo/jubilado está desfasada. Por eso, a lo largo de los años, las reformas
jubilatorias se suceden enmascaradas con discursos que hablan de mejoras que
nunca llegan. La dirigencia política vernácula no ha tenido, a lo largo de
estos 34 años de democracia, la capacidad de estudiar el problema en
profundidad y establecer soluciones consensuadas, posibles y permanentes. La
consecuencia de esto es un grotesco que no hace más que ahondar el drama de la
clase pasiva.
Antecedentes.
En
octubre de 2010, el conjunto de la oposición encabezada por los
legisladores de Unión-PRO aprobó un proyecto que establecía el
reconocimiento del ya legendario 82% móvil para el pago de las jubilaciones. La
respuesta de la entonces presidenta no se hizo esperar: “He vetado esta ley de
quiebras que ayer sancionó el Parlamento” (...) “Lo que se sancionó, es la ley
de quiebra del país y no puedo permitir que el Estado quiebre porque tengo una
ley que me obliga”, afirmó Cristina Fernández de Kirchner al justificar su veto.
Se da ahora una situación exactamente
inversa: el oficialismo, integrado por muchos de los que en 2010 eran
opositores, habla de una modificación del cálculo de haberes de las
jubilaciones mínimas so pena de que el sistema es insostenible y la oposición,
en la que el kirchnerismo ha hecho punta, lo niega. Lo que pasó el jueves en el
Congreso fue el resultado de una trama política compleja de acuerdos débiles
entre el gobierno nacional y los gobernadores del peronismo.
En el entorno de los diputados del PRO
insistían y repetían la misma versión: “Teníamos el quórum. Un sector de
la oposición fue decidido a generar disturbios; a producirlos dentro y fuera
del recinto para lograr el levantamiento de la sesión”. Los aludidos por el
oficialismo son el FpV, la izquierda y el Movimiento Evita.
En sectores críticos de la UCR fueron
duros con las espadas del PRO. “Cuando no tenés una mayoría parlamentaria como tuvo
el kirchnerismo en gran parte de sus mandatos, no podés intentar hacer jugadas
como ésta. Hicieron kirchnerismo embriagados por el resultado electoral.
No supieron interpretar lo que el proyecto generaba en la calle en un tema tan
sensible como sacarles plata a los que menos tienen, y del otro lado, la
respuesta fue la barbarie. Le dieron al FpV y a la izquierda todo lo
que necesitaban para generar lo que se generó. Pero no le podés echar
toda la culpa a la oposición si tu visión de la realidad tenía vicios de
miopía”, señalaba una voz radical que no fue escuchada en el Gobierno.
En la cúpula del poder hubo un enojo
casi transitivo: el Presidente estaba furioso con los gobernadores y
estos, a su vez, lo estaban con sus diputados. Hubo traiciones explícitas.
Muchos diputados no soportaron la presión de la calle. Eso se notó cuando el
quórum se sostenía de manera intermitente. “Nadie dejaba el culo pegado en la
silla por más de tres minutos” –graficó un funcionario que vivió el minuto a
minuto de lo que pasó en el recinto de los diputados.
El lunes el Congreso tendrá una segunda
oportunidad. A decir verdad será la prueba de fuego para volver a testear
lealtades y acuerdos. Hay quienes sostienen que de obtener un nuevo fracaso
parlamentario la riesgosa apuesta del DNU vería la luz.
Luego de la reunión del viernes con los
gobernadores en la que participaron el ministro del Interior, Rogelio
Frigerio; su par de Hacienda, Nicolás
Dujovne; el vicejefe de Gabinete, Mario
Quintana; los gobernadores Juan Manuel Urtubey (Salta), Domingo
Pe-ppo (Chaco), Gustavo Bordet (Entre Ríos), Alfredo Cornejo (Mendoza), Gerardo
Morales (Jujuy), Omar Gutiérrez (Neuquén) y Rosana Bertone (Tierra del
Fuego), la calma pareció volver a las filas del oficialismo.
¿Qué ocurrió?
¿Por qué el cambio? Algunas de esas
provincias necesitan del acuerdo con el Gobierno y de las reformas pactadas y,
por supuesto, la llegada de obras y financiamiento. Se dice que el trato fue
duro, pero cordial y quienes conocen las cuentas provinciales no dudan de que
la billetera del Gobierno logró zanjar las diferencias. Salta, por tomar un
ejemplo, cerrará el año con un déficit superior a los 4 mil millones de pesos.
Sus pares del norte no están mucho mejor.
El Presidente tiene una deuda de
gratitud con Elisa Carrió,
quien tuvo un rol clave en todo este penoso episodio para evitarle al
oficialismo males mayores. De todo lo por ella hecho, lo más trascendente fue
el tuit en el que le advirtió el carácter inconstitucional del Decreto de
Necesidad y Urgencia que, de haberse promulgado, habría significado el fin de
Cambiemos y una grave crisis de sustentabilidad para el gobierno de Mauricio
Macri.
Producción periodística: Santiago Serra.