El A.R.A. San Juan (S-42) participó de una misión con toda la flota de la Armada…
Submarino A.R.A.
San Juan (S-42) Fotografía: Archivo Clarín
Lo hizo unos días antes de explotar. El submarino pasó a 5 millas de la
zona de Malvinas y tenía como misión controlar a los pesqueros británicos.
© Escrito por Nicolás
Wiñazki el domingo 25/03/2018 y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires.
“Presidente,
le habla Aguad, le confirmo que no volvimos a tener comunicación con el
submarino. Está perdido”.
Habían
pasado 36 horas desde el último contacto del A.R.A. San Juan (S-42) con la Base Naval
de Mar del Plata. Era el 16 de noviembre del 2017. Mauricio Macri entendió el
problema.
El
ministro de Defensa, Oscar Aguad, también le había comunicado la novedad, cuando
todavía quedaban esperanzas de retomar contacto con la nave de inmersión
furtiva al jefe de Gabinete, Marcos Peña.
“Oscar,
tenemos que encontrarlo sí o sí. No se nos puede perder un submarino”,
le contestó Mauricio Macri al Ministro.
Sí,
se podía perder.
Pero
eso no ocurrió en las circunstancias en las que el entonces jefe del estado
mayor Naval, Almirante (hoy retirado) Marcelo Srur, persuadió a la Casa Rosada,
y luego a la ciudadanía, sobre cómo se enmarcó esa pérdida.
El
submarino no partió desde el Atlántico Sur hacia Mar del Plata en
solitario. Más bien lo contrario. Toda la flota de la Marina argentina
navegaba por la zona. Buques, corbetas, lanchas patrulleros con buzos tácticos
y hasta aeronaves, se ejercitaban junto al San Juan en el mayor
ejercicio naval de desplegado por la Armada desde 1983. Incluso, el
submarino desaparecido participó de la operación de mayor riesgo militar en ese
plan conjunto cumplido hasta el fin.
Se
trató del hundimiento, adrede, de un buque en desuso de la Marina, que fue
escogido como blanco de una ofensiva militar de naves de superficie y también
submarinas como el San Juan. Lo hundieron con disparo de misiles y con minas
que buzos tácticos colocaron en el barco, que finalmente explotó.
Ese
antiguo buque se llamaba Comodoro Somllera. Las armas navales, algunas de ellas
sigilosas, lo destruyeron según el procedimiento articulado por el plan del
Ejercicio, la zona que este operativo confidencial de la Armada identificó como
su “punto rojo” es un área cercana a la Isla de los Estados, frente a Tierra
del Fuego.
Clarín accedió a documentos de la Marina, clasificados
con la categoría de “Confidencial”, que demuestran que, más allá de la
historia narrada por las más altas autoridades de esa fuerza, el A.R.A San Juan (S-42) no tenía como única misión patrullar por las aguas territoriales de la
Argentina para detectar pesqueros extranjeros que podrían surcarlas y
explotarlas de modo ilegal.
Que
haya cumplido con su parte en el Ejercicio conjunto prueba que el San Juan,
entonces, podía navegar. Y navegar incluso con solvencia tal como para
participar, con protagonismo armamental variable según las diferentes fuentes
consultadas por este diario, en la calculada explosión exitosa del
Somellera.
Después,
sí, el submarino partió hacia el Golfo San Jorge, y hacia Mar del Plata, y el
15 de noviembre ya no se supo más de él.
El
Gobierno mostró en el Congreso documentación confusa que indicaba, con
anotaciones manuscritas y tachaduras sobre el texto, que el submarino
desaparecido, junto a sus cuarenta y cuatro tripulantes, habría entrado
en las doscientas millas náuticas que, de acuerdo al Reino Unido, son
los límites perimetrales de las islas Malvinas dentro de los cuales no podrían
navegar otras naves de guerra que las tripuladas por marineros súbditos de la
Reina Isabel II. O sea: la Royal Navy.
El
plan naval del sur, que movilizó a toda la fuerza de la Marina, incluido el A.R.A. San Juan (S-42), y que tenía como duración un mes, y como teatro de operaciones
también las aguas del canal de Beagle, había sido organizado por el
contralmirante José Luis López Mazzeo, Comandante de Alistamiento y
Adiestramiento de la Armada.
A
los ojos de la mayor parte de la Fuerza, López Mazzeo parecía el sucesor
natural de su superior, Marcelo Srur.
La
desaparición del A.R.A. San Juan (S-42) desencadenó una disputa interna en la Fuerza
impulsada desde la propia cúpula de la Armada para evitar la promoción de López
Mazzeo.
Esta
situación fue reconocida por importantes funcionarios del Ministerio de
Defensa, quienes pusieron fin al conflicto al zanjar la cuestión de modo
rotundo.
En
medio la crisis institucional provocada por la desaparición del San Juan, Srur
le inició un sumario interno a López Mazzeo, en el que lo responsabilizó por la
vida de los cua renta y cuatro tripulantes del submarino.
López
Mazzeo respondió jurídicamente.
El
ministro Aguad se sorprendió con la voluntad sumariante de Srur, y le pidió el
pase a retiro.
Según
se determina en la documentación que hoy revela Clarín, el A.R.A.
San Juan (S-42) partió hacia los puertos del Sur, donde se unió al resto de la flora
de la marina, con varios objetivos prefijados de antemano.
Están
resumidos en un paper interno de la Armada, de este modo:
“ZARPAR
A PARTIR DEL 27 OCT, EJECUTAR ACTIVIDADES DE ADIESTRAMIENTO NAVAL INTEGRADO EN
ACCIONES DE DEFENSA AÉREA, ANTISUBMARINA, ANTISUPERFICIE Y ANFIBIAS. DURANTE
LAS OPERACIONES REALIZAR RECONOCIMIENTO DEL LITORAL MARÍTIMO, VISITAR LOS
PUERTOS DE ((USU)), DEL 6 AL 9 NOV Y ((DRY)), DEL 20 AL 22 NOV Y POSTERIORMENTE
EJECUTAR UN ENCUENTRO TÁCTICO PREVIENDO TOMAR PUERTO BELGRANO A PARTIR DEL 25
NOV”.
Según
admitieron a este diario fuentes de la Armada y del Ministerio de Defensa, el
A.R.A San Juan, en un momento de su travesía, habría navegado guardando una
distancia de cinco millas con el límite “de la Corona”, como llamaron a la
zona de conflicto con el Reino Unido sobre la soberanía de las Islas Malvinas.
Siempre
de modo informal, en el Gobierno admiten que el San Juan tenía como una
misión vigilar las aguas argentinas, pero en particular prestar atención a la
ya antes comprobada aparición de pesqueros de bandera inglesa que sí
superaban los límites de la Corona de Su Majestad: pero en sentido contrario,
ingresando al Mar Argentino.
Según
consta en el expediente judicial de la causa que instruye la jueza Martha
Yañez, de Caleta Olivia, que investiga la desaparación del San Juan, el
submarino, en un viaje anterior por el Atlántico Sur, efectivamente se topó con
naves extranjeras. Algunas, manejadas por súbditos de la Reina Isabel II.
En
la que resultó ser su última travesía, el San Juan tenía la orden de avistar e
intentar conseguir material audiovisual de posibles naves intrusas en aguas de
República Argentina.
En
el punto 4 del documento de la Armada, también “Confidencial”, titulado:
“ETAPA
FINAL DE ADIESTRAMIENTO ESPECÍFICO INTEGRADO”, se advierte la importancia que
se le daba al viaje del San Juan por las aguas nacionales: “DURANTE EL
DESARROLLO DE TODA LA ETAPA SE DEBERA ENFATIZAR EL CONCEPTO DE CONCIENCIA DE
DOMINIO MARITIMO (MDA) ASOCIADO A LA PERMANENTE VIGILANCIA Y CONTROL DE LOS
ESPACIOS MARITIMOS JURISDICCIONALES, DE INTERES Y DE MANIOBRA COMO TAREA
PERMANENTE DE LA FASE PREVIA DEL EMPLEO DEL INSTRUMENTO MILITAR CONFORME LOS
PLANES EN VIGOR”, se lee en uno de sus párrafos.
Y
agrega el texto del documento:
“LA
FUERZA DE TAREAS DEBERA MANTENER EN TODO MOMENTO UNA CLARA SITUACION DE
SUPERFICIE Y SUBMARINA QUE PERMITA, EN COORDINACION CON LA CENTRAL DE OPERACIONES
DE ESTE COMANDO, CONTRIBUIR A LOS OBJETIVOS ESPECIFICOS DE LA VIGILANCIA
ESTRATEGICA DEL ATLANTICO SUR. EN IGUAL SENTIDO, REPORTARÁ LOS CONTACTOS AEREOS
QUE SE OBTENGAN A LA GUARDIA DEL CENTRO AEROESPACIAL EN MERLO (COAMER)
CONTRIBUYENDO A LA VIGILANCIA Y CONTROL AEROESPACIAL…”.
Una
comisión de expertos analiza aun qué fue lo que pasó con el San Juan.
No
se sabe.
Los
Estados Unidos, el Reino Unido y el organismo de búsqueda internacional de
submarinos, conocido con las siglas de Ismerlo, coinciden en que hubo una
explosión repentina de la nave en el lugar en el que las autoridades informaron
al respecto.
El
“Orden de Operaciones del Comando de la Flota de Mar N 14”, especifica, tras
caracterizar la “situación” del operativo en el Atlántico Sur, nunca antes
ejecutado en esta magnitud por una Armada, hoy diezmada presupuestariamente,
remarca una cuestión crucial. Dice así: “Fuerzas enemigas: no hay”.
Ese
documento era “Confidencial”.
Hasta hoy.