Ficha Limpia. Se impuso la casta…
Una pregunta: ¿desde cuándo exigirles decencia a los candidatos puede
ser usado con fines oscuros?
La corrupción avanza. Ese es el título que mejor define lo que sucedió
en las primeras horas de la tarde del último jueves, en la Cámara de Diputados.
En medio de un clima de crispación el proyecto de Ficha Limpia cayó por falta
de quórum. Falta de quórum que se debió en gran parte, a la ausencia de ocho
diputados libertarios. Hubo otras ausencias que también sorprendieron: José
Núñez y José Chumpitaz del PRO –un tercero, José Tortoriello está enfermo– y
Ricardo López Murphy. Emilio Monzó, por su parte, se movió durante el registro
de asistencia.
El Gobierno intentó desentenderse de esto. Las argumentaciones que se
dieron desde el Poder Ejecutivo fueron absolutamente no creíbles. Tan carentes
de credibilidad fueron que el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, tuvo que
intentar disfrazar esa decisión diciendo que, en realidad, el Presidente estaba
trabajando en una ley más amplia para evitar cualquier sospecha de que el
proyecto que no se llegó a tratar, no se circunscribiera a Cristina Fernández
de Kirchner (sic). De esta afirmación surge inmediatamente una pregunta
pertinente: por qué, entonces, el Gobierno no lo comunicó antes y formuló una
propuesta alternativa para ser discutida en el seno del oficialismo, y sus
aliados y evitar tanto ida y vuelta. Por otra parte, todo el mundo sabe que
Ficha Limpia fue y es una iniciativa de la sociedad civil que nació mucho antes
de la condena a CFK.
Las explicaciones del vocero presidencial Manuel Adorni tampoco
convencieron. “Vamos a impulsar el proyecto de Ficha Limpia cuando se use para
el bien” –dijo Manuel Adorni (sic). ¿Qué significa eso? ¿Desde cuándo exigir
decencia a los candidatos puede ser usado con fines oscuros? Según se informó,
en diálogo con la diputada Silvia Lospennato, autora del proyecto –que tenía un
solo artículo–, Javier Milei se comprometió a enviar el año que viene un nuevo
proyecto de ley de Ficha Limpia para que sea tratado por el Congreso. ¿Por qué
no lo hizo directamente este año?
Además, la semana pasada, el proyecto se había caído porque había
faltado sólo un diputado para alcanzar el quórum. Es decir que tanto el
Gobierno como sus diputados estaban al tanto del tema. De hecho, el dictamen de
mayoría de la propuesta presentada por la diputada Lospe-nnato contaba con el
apoyo de diputados del PRO, La Libertad Avanza, la Unión Cívica Radical y la
Coalición Cívica. ¿Qué hizo, entonces, que ocurriera semejante cambio de
parecer por parte de los legisladores libertarios? Ni uno, ni dos ni tres, las
ausencias fueron ocho. Categórico.
Claramente, se impuso la casta.
El peronismo se siente
cómo en coquetear con el término proscripción. Le encanta victimizarse.
El peronismo azuzó la amenaza del desorden social y las protestas en
caso de que la ley fuera sancionada. Cristina Fernández de Kirchner –la
condenada, como ella misma, con toda propiedad se autodefine–, es la principal
beneficiaria de esta circunstancia. ¿Significa eso que la ley estaba hecha a
medida de la necesidad de evitar su candidatura? Ésta es una cantilena que se
escucha desde el momento mismo que, en una sentencia irrefutable, se confirmó
su culpabilidad en la causa Vialidad. La condenada sabe, además, que
seguramente en el futuro habrá más sentencias que le serán adversas.
La novedad que traía el proyecto de Ficha Limpia es que establecía que
una persona con una condena confirmada por una Cámara de Apelación no podría
presentarse a ninguna elección. Cristina está en esa condición. ¿Equivale eso a
decir que la ley está hecha específicamente a su medida para sacarla de la
cancha? Definitivamente, no. Sólo una manipuladora puede hacer creer eso. El
peronismo se siente siempre cómodo en coquetear con el término proscripción. Le
encanta victimizarse y generar los ya desgastados operativos clamor para teñir
con un dejo de épica todas sus supuestas hazañas. Lo mismo arguyó el
expresidente Carlos Menem cuando fue condenado por la Justicia. Sólo la actitud
propia de casta por parte del Senado y la lenidad de la Corte Suprema
impidieron que esa sentencia se cumpliera.
La semana dejó otro frente de batalla abierto en el seno de la actividad
económica. “No es contra nosotros, es con nosotros”. Esa fue la respuesta de la
UIA al plantón del Gobierno en su 30° Conferencia industrial. La presencia de
Toto Caputo estaba comprometida y sobre la marcha se había sumado Federico
Sturzenegger. Todo fue en vano. El Presidente bajó línea inmediatamente; la
orden fue muy clara: “Nadie pisará esa ceremonia”. En el Gobierno creen que los
industriales no apoyan su plan macroeconómico y que presionan para revertir el
atraso cambiario con más devaluación. Un hombre de negocios intentó poner
paños fríos: “Es una pelea de sordos. El enfrentamiento no le sirve a nadie.
Necesitamos más diálogo y dejar de lado el látigo y el banquito”. En el
Gobierno no abundan los grises. Como ya es sabido, el tridente del poder se
siente cómodo en el conflicto. El problema se da cuando las formas toman cierto
tinte autoritario. Es cierto que gran parte del empresariado argentino no deja
de mirarse el ombligo pero, en el contexto actual, todos deberían estar
empujando el carro y alejándose de la discordia. Milei tiene plena confianza en
el rumbo de la economía y eso, en ocasiones, lo envalentona y termina cayendo
preso de la soberbia. En los próximos días habrá un encuentro reducido entre
ambas partes. No hay mucha expectativa, pero todos apuestan a una
reconstrucción de la relación. Un industrial avisó: “Acercamiento sí, pero no
estamos para que venga nadie a jugar a someternos”.
En el Gobierno exhiben como un triunfo la salida de Pablo Moyano de la
CGT. A principios de la semana el hijo mayor de Hugo, redobló la apuesta y
criticó a sus excompañeros. El resto de la Central sabe que no es momento de
tensar la cuerda con un gobierno que logró bajar la inflación, terminar con el
déficit fiscal y sostener la estabilidad cambiaría. Se acerca fin de año y las
principales variables son favorables al Gobierno. El 2025 no será fácil. La
gente, que viene haciendo un esfuerzo descomunal, tendrá la última palabra.