Gente rota. Nicolás Márquez.
A este grandísimo hijo de puta, que es una aberración de la especie
humana, empecé a leerlo hará más o menos diez años.
Escrito por Alejandro Marzioni el domingo 03/03/2025, publicado en su perfil de Facebook.
Era el portavoz de las ideas liberales clásicas, las de la extrema
derecha. Y estaba dando una batalla cultural bastante potente, por entonces
recién asociado a otra criatura igual de abyecta que él, otro escritor, el
muñequito ese medio pelotudo que es Agustín Laje.
De cuando en cuando les escribía algo en las redes, despreciando las
aberraciones que publicaban. Una que otra vez me respondieron. Recuerdo, por
ejemplo, que Laje me dijo que yo era un fracasado porque me dedicaba a la
docencia en los colegios públicos.
El otro, el más grande, autor de un libro sobre el Che Guevara al que le
fue modificando el título (El canalla, La máquina de matar), era todavía más
representativo de las ideas que profesaba.
Supe que era un fervoroso católico del Opus Dei.
Que reivindicaba la figura de Videla, considerándolo el triunfador de
una guerra contra los enemigos de la patria.
Que odiaba al feminismo y luchaba enérgicamente contra la ley del
aborto.
Que era un explícito homofóbico. Hay un video en el que, junto a Laje,
visitan un colegio de Neuquén, ellos, tan enemigos del adoctrinamiento, y
largan una frase homofóbica detrás de la otra. Cuando los alumnos los
cuestionan, Márquez le enseña a la clase que la homofobia no existe, que es un
invento idiomático para desprestigiar a los que saben que un homosexual es un
enfermo mental.
También supe que había tenido, por parte de su esposa, varias denuncias
por violencia de género. Y que en el 2008 lo denunciaron por haber abusado
sexualmente de su propia hija de tres años. Fue sobreseído, pero nada más con
verle la cara y leer sus textos yo siempre sentí que era culpable. Que era un
monstruo. Un verdadero psicópata que le daba salida a su abyección militando
las ideas de la extrema derecha. Este sujeto es un ejemplo de que la política
nunca es nada más que política: la visión ideológica suele ser un reflejo de la
manera en la que uno ve al mundo.
Pues bien. Llegó Milei. Llegó el personaje que dio voz, representación y
un partido político a esta gentuza horrible. Nicolás Márquez y Agustín Laje se
convirtieron en fervorosos militantes de La Libertad Avanza. Se dice por ahí
que Laje hasta le prepara los discursos al presidente y el otro no hace más que
jactarse de ser su biógrafo.
Se consideran, como buenos representantes del fenómeno Milei, gente de
bien. Y ya sabemos que cuando alguien usa esa expresión nunca quiere decir que
los buenos son ellos: la idea es dejar claro que los demás, los que no son
ellos, son el mal. Es un viejo, burdo y trillado recurso que nunca deja de ser
indispensable para los líderes mesiánicos. Cuando alguien afirma pertenecer a
la gente de bien hay que salir corriendo.
La verdad es que hace tiempo dejé de leer lo que este par de imbéciles
mediáticos publican. Me costaba hacerlo porque me dan asco. Pero esta tarde veo
la última noticia sobre Nicolás Márquez: conducía borracho, porque además el
sujeto es alcohólico, y atropelló a uno de esos chicos que hacen delivery en
moto. Otro motociclista tuvo que ir a capturarlo y después no quiso darle los
datos a la policía.
No es una anécdota. Es un signo de nuestros tiempos.
Es del todo coherente que el biógrafo del presidente, y uno de sus más
fervorosos apologistas, sea un psicópata del Opus Dei acusado de abusar de su
propia hija de tres años que va por la calle borracho atropellando trabajadores
y por la vida festejando el gobierno de Milei.
Cuando una sociedad está tan degradada, tan perdida, con el progresismo
tan envilecido y sin que existan, a modo de faros, ningún tipo de ideales
porque todo es frivolidad, consumismo, incultura y redes sociales, la gente que
empieza a señorear sobre todo el planeta es la que tiene a Milei de referencia.