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domingo, 18 de agosto de 2013

La oportunidad de UNEN… De Alguna Manera...

La oportunidad de UNEN…

En la descripción de lo que pasó con UNEN el domingo concurren muchos factores. Para comprenderlos mejor sugiero hacer dos cosas. Por un lado tratar de entenderlos dentro de un contexto político que los excede, y por el otro, ser prudente en el manejo de los resultados.

En el casillero de las virtudes hay que colocar en primer lugar que UNEN es un experimento político. Es muy modesto, pero agranda su tamaño en el marco de un sistema político cada vez más conservador. UNEN entendió el mensaje de la ciudadanía de Buenos Aires, le dio una herramienta para que su participación corporal en la elección tenga utilidad y resultó un experimento exitoso. En el mismo camino, otra característica importantísima de UNEN es que asumió riesgos. Calculados algunos y sorpresivos otros, cada una de las tres fuerzas que se midieron en UNEN, asumieron un rasgo de aventura que ponía en suspenso su propia participación. Tuvieron la osadía de dejar la mesa de negociaciones cerrada y encajonada en las oficinas de los mandarines para salir, pudorosamente, a probar el airecito de la calle. Y eso también rindió.

UNEN se encontró, entonces, con un escenario amigable. El gobierno nacional tiene harto a los porteños y el desprecio que la presidente tiene por nosotros encontró un paralelo casi exacto. Salvo un porcentaje menor – el mismo que conquistó la fórmula Filmus-Cabandié- el resto de las personas creyeron que cualquier cosa que hace el gobierno, pero fundamentalmente la presidente, tiene la marca del odio hacia todo lo que ocurre en Buenos Aires.

El otro oficialismo, el PRO, cometió errores casi amateurs en la construcción de las listas y en su puesta en escena política y, además, comienza a pagar de a poco el desgaste propio de la gestión. La obstinación del PRO por hacerle creer a todos que la nueva política es en realidad una escena impolítica donde todo el mundo baila y salta de la mano mientras ríe a carcajadas, paga en la ventanilla de la política democrática más lisa y llana. Cuando se gobierna, hay desgaste, y si no se promueven liderazgos alternativos, las figuras providenciales o carismáticas alguna vez muestran fisuras. Está claro que el PRO tiene todavía un favor público en la Ciudad muy importante y hasta se puede admitir que mucho de los votos de UNEN este domingo pueden terminar en octubre en el PRO, pero la negación y la falta de reflexión no parecen atributos serios para una fuerza que se presenta como alternativa nacional.

Bajo estos soles políticos, el plan de UNEN de darle a los ciudadanos un lugar donde decidir tuvo un interesantísimo resultado. Un poco más de ocho puntos de diferencia en Diputados, y un punto en Senadores sobre las listas del PRO. No me interesa aquí entrar en discusiones aritméticas (arte del que, por otra parte, lo desconozco todo menos lo elemental) acerca de si los votos de UNEN deben sumarse o no. La consideración política es clara: UNEN es una fuerza política y sacó una determinada cantidad de votos. No se puede saber si sacará los mismos en octubre, pero esta máxima aplica para cualquiera de las fuerzas en competencia. Para no ser acusado de ingenuo, me involucro más en este problema para distinguir entre las dos categorías en competencia. La lista de diputados nacionales de UNEN sale de las PASO mejorada, ordenada por la participación de personas comunes, pluralizada y fortalecida. La lista del PRO, decidida en base a equivocadas técnicas de marketing y entre cuatro paredes, es idéntica a sí misma en octubre y tiene que remontar casi diez puntos de diferencia.

En senadores, en cambio, la ecuación se invierte. La diferencia a favor de UNEN es irrelevante y la candidatura de Solanas es, por estilo y por temperamento, la menos preparada para discutir el senador por la minoría con el Frente para la Victoria. Los ecos primerperonistas de Solanas son demasiado audibles como para no tenerlos en cuenta y sus acreditaciones opositoras frente al gobierno nacional no ofrecen ninguna confianza. Esto podría volcar la tendencia y trasladar votos a Gabriela Michetti. Si el caudal alcanza o no para que Filmus termine en segundo lugar es algo que no podemos predecir ahora sin riesgo de caer en la fantasía o en la ciencia ficción.

En ambas categorías, el desafío de UNEN es el mismo. No traicionar ese breve espacio de juego que abrió asumiendo el riesgo de usar las PASO volviendo a situaciones políticas más tradicionales. Para hablar en buen romance, UNEN tiene que cuidarse mucho de no entrar en discusiones y provocar tensiones que lo devuelvan a un esquema tradicional. El tránsito de UNEN de aquí a octubre debería parecerse mucho a lo que va ir pasando con el clima. UNEN debería mostrarse con los ciudadanos como ese sol de fin del invierno, que calienta lo suficiente como para no agobiar, y que nunca se convierte en una molestia.

Pero más allá de lo que pase en octubre, hay algo que ya ha sucedido y que, de utilizarse, puede abrir algunas puertas interesantes. La utilización de las PASO como herramienta demostró su eficacia sobre todo en lo más difícil de conseguir. Por un rato, y solo por un rato –y esto es saludable- la política es mirada con atención por las personas que no viven -en un sentido amplísimo- de la política.

Con un peronismo que se muestra como las esculturas de rostros facetados de Minujin pero con el complejo adicional de no saber cuál va a ser su rostro definitivo y con el PRO obstinándose en convertirse en otra de las oportunidades políticas perdidas de la Argentina, una fuerza plural que defina sus liderazgos electorales por la vía de las PASO aparece, al menos, como estimulante.

El espacio panradical puede, si es astuto y abandona la nostalgia (esto es, si deja de lado sus excesos ideologizantes y sus pretensiones performativas de ser socialdemócrata),  convencer y seducir a espacios liberales y republicanos decepcionados por el PRO. Otros podrán convocar a tradiciones con otros idearios y otras pertenencias territoriales. Todos podrán apelar a la necesidad de cubrir éticamente el territorio arrasado que deja el kirchnerismo.

No se descubre un candidato a presidente de un día para el otro. Las personas están y no serán otros los que puedan competir. Cobos viene de un triunfo impactante, Binner de ratificar su liderazgo en Santa Fé, Carrió resurgió en la ciudad y Sanz aparece como una suerte de estratega general con aspiraciones más que validadas.

Con sincera inclemencia digo que no creo que una fuerza con esos nombres pueda resolver los problemas más graves que para mí tiene la Argentina. Pero es un paso grande, enorme, en esa dirección. Es el primer paso para que otros, mejores, se animen en el futuro a jugar y a inventar. A crear una sociedad abierta, sin ataduras conservadoras con un pasado que nunca fue glorioso.

© Escrito por Gabriel Palumbo el viernes 16/08/2013 y publicado por plazademayo.com de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.



sábado, 2 de agosto de 2008

La cultura de las clases medias... De Alguna Manera...

La cultura de las clases medias...


Entre los múltiples temas que salieron a la luz junto con el larguísimo conflicto que se desató en la Argentina a propósito de la implementación de las retenciones móviles estuvieron presentes, en forma intermitente, las enigmáticas clases medias argentinas.

En las formas de representación de la realidad promovidas por los medios, en particular televisivos, las clases medias opinaron generalmente en contra de la medida, descalificándola más a partir de supuestas actitudes personales de la Presidenta que del contenido conceptual de la ley: el sentido común estuvo a la orden del día.

Esta sumatoria de tergiversaciones y prejuicios suscitadas a partir de una medida económica sectorial nos invita a formularnos una sucesión de preguntas. ¿Por qué las clases medias en general se pusieron del lado del mediáticamente llamado “campo”? ¿Por qué descalifican más a los malos dirigentes de los sectores populares que a los dirigentes de las organizaciones de poder económico? ¿Qué hay en la imagen de CFK que despierta tantas pasiones, negativas en su mayoría? ¿Por qué los medios de comunicación, en su mayoría, se apoyan en un cierto sentido común de las clases medias para erosionar el consenso al Gobierno legítimamente elegido en 2007? ¿Por qué se adopta un tono moral para reivindicar a las clases medias como exponentes de la libertad de conciencia y descalificar por inmorales a los sectores populares “manipulados” que asisten a los actos del Gobierno? Responder a todas estas preguntas supondría la realización de una serie de investigaciones, aquí sólo vamos a hacer referencia a una hipótesis en torno de la primera pregunta: la adhesión casi primitiva al “no” de Cobos, como ejemplo de la libertad individual y de no sumisión, y la identificación primaria con la convocatoria de la Mesa de Enlace en el Monumento de los Españoles en contra del debate parlamentario junto con las clases sociales que aquélla representa: las viejas y nuevas clases dominantes.

Es notable –o no tanto para mis ojos de socióloga– el posicionamiento ideológico explícito de estas nuevas clases medias en relación con el conflicto entre el Gobierno y entidades rurales representativas de intereses más poderosos, ya que en realidad esta medida poco tenía que ver directamente con ellas. Lo más llamativo de este enfrentamiento es la presencia mediática de los menos afectados. Eduardo Buzzi y Alfredo De Angeli, de la Federación Agraria Argentina y de la FAA de Entre Ríos, respectivamente, concitaron la atención de las clases medias urbanas y del campo, a partir de su apelación constante y confusa a los llamados pequeños productores y su aparente situación diferente con respecto al resto.

Es importante recordar que la clase media argentina se constituyó a partir de singulares procesos de movilidad social ascendente posibles por la existencia de un Estado que garantizó la educación, la salud y la seguridad social. Es decir que su historia no puede deslindarse de su relación con el Estado. También fueron las clases medias en consonancia con procesos políticos de intensa conflictividad social las que participaron en proyectos de cambio político y renovación de numerosos planos de la vida social y cultural.

Las numerosas clases medias, con altos estándares de bienestar, las más educadas en términos de inserción en el sistema educativo formal medio y universitario, la más importante de América latina, comenzaban a fragmentarse, en una sociedad que tendía crecientemente a la polarización. Debe destacarse en su singularidad su particular vinculación con los proyectos e iniciativas culturales renovando y democratizando la formación de públicos del arte en general.

La Argentina supo tener un vastísimo público de cine, formó tempranamente un masivo público lector ávido de consumir propuestas culturales, a la vez que sensible a los problemas sociales. Este proceso adoptó un giro negativo a partir de 1975. El debilitamiento del Estado, en un contexto del creciente imperio del mercado, incidió en la disminución, fragmentación y emergencia de nuevas cosmovisiones de mundo. La creciente derechización del gobierno peronista de 1974 que finalizó en el golpe militar de 1976 detuvo este proceso de innovación y cambio cultural. Por su parte, la fuerte oposición a la medida en cuestión supone la emergencia de un nuevo ethos, una creencia fuerte en que los proyectos personales deben centrarse casi exclusivamente en ganar dinero y construir un estilo de vida, como diría Bourdieu, fundado en el “deber del placer” y que se manifiesta como rechazo a la intervención del Estado en la regulación del orden social.

Los años ‘90 consagraron lo que ya se había iniciado durante la dictadura. De una sociedad progresista no sólo en el ámbito de la vida cotidiana, sino en el sentido original de la palabra, de una sociedad que vinculaba las transformaciones progresivas en la vida cotidiana con el logro de cambios sociales, se pasó a una sociedad profundamente individualista, donde el valor, el sentido subjetivo de la acción ya no estaría puesto en valores, muchos de ellos vinculados con la cultura y la solidaridad con lo más desposeídos, sino en el logro de objetivos materiales. Históricamente, ser progresista no suponía acceder a cierto tipo de consumos y estilos de vida, sino que fundamentalmente se sostenía en el valor de la emancipación no sólo de la clase, sino del conjunto social. Como dice Bauman, el consumo produce individuos, no genera lazos sociales.

Es sabido que durante la crisis de 2001 las clases medias ocuparon la escena política, social, mediática y sociológica como nunca antes en la historia argentina. Profundamente denostadas por la literatura ensayística de corte nacionalista, estudiadas sistemáticamente por primera vez por Gino Germani y abandonadas después por un exceso de interés por las clases populares, retornan definitivamente, pero ahora con manifestaciones y representaciones diferentes. Si históricamente la Argentina se pensó y se imaginó a sí misma como un país de clase media, este imaginario parecía estar cayéndose.

Contrariamente a lo que suele afirmar alguna literatura que evalúa los acontecimientos trágicos de 2001 como la manifestación de un sentido renovado de la acción política frente a la crisis de los partidos, las identidades y formas de representación, la salida de las clases medias a la calle no supuso una acción política del estilo de los ’60 y ’70 en consonancia con proyectos colectivos: salieron a defender sus ahorros, salieron a defender cierta irracionalidad del consumo en un país semidesarrollado, una clase media ilógicamente endeudada. Y esto es lo que los medios aplaudieron en ese momento, como “espontaneidad” de las acciones de las clases medias, frente a las “manipuladas” e “irracionales” acciones de las clases populares.

Hacer de una sociedad una sociedad exclusivamente consumista incidió en la despolitización y desinvolucramiento de las cuestiones públicas, como lo demuestran el decreciente nivel de participación en los actos eleccionarios. El consumismo está lejos de la participación política, no produce sujetos colectivos. Se podría afirmar que las clases medias han sido cooptadas en lo imaginario por las clases altas, en un proceso inverso al iniciado en los albores del siglo XX. La hegemonía cultural, en el sentido gramsciano de dirección cultural e intelectual, parece haber sido recuperada por las clases dominantes en todas sus versiones. De todos modos, para no ser fatalistas ni apocalípticos, aún siguen manifestándose en formas fragmentarias aspectos emprendedores de las clases medias en el plano cultural en forma autogestionada. Cierto capital social producido por varios años de acumulación de proyectos e iniciativas culturales vuelve a reaparecer, con contenidos renovados que dan cuenta de una cierta reserva cultural sobre la que vale la pena trabajar y recomponer sentidos transgresores del orden social excluyente y un orden político destituyente.

© Escrito por Ana Wortman. Socióloga, profesora de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA). Publicado en el Diario Página/12 de la ciudad Autónoma de Buenos Aires el jueves 31 de julio de 2008.

Nota de la redacción:



Como docente de la discplina de Marketing, deseo ampliar sobre el consumismo. Nuestra disciplina basada en el consumo de las personas se plantea tambien la inclusión social. No es responsabilidad única de las actividades de Marketing las desiguadades sociales que acontecen en el mundo. Existe un Markentig Social basado en la Responsabilidad Social Empresaria, basado esto en las conductas de cada una de la empresas que intervienen en el mercado, especialmente aquellas que cumplen un rol social y no meramente económico, aunque sea este el principal fundamento de su existencia.

Generalizar sobre el particular es a mi modo de ver incorrecto. Uso como mero ejemplo el de la utilización de una herramienta y me pregunto...



¿Para que se utiliza el martillo?...

¿Para clavar clavos? ó ¿Para matar a las personas?...

Está claro que depende del uso que le demos a la "herramienta" cumplirá su razón de ser o no...

© Luis A. Capomasi