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domingo, 23 de diciembre de 2012

Poder no poder… De Alguna Manera...


Poder no poder…

FRENTE A CARREFOUR DE SAN FERNANDO, una muchedumbre espera llevarse algo, con actitud más de regalo de fiesta navideña que de desesperación por la carencia.

Algunos saqueadores y Cristina Kirchner tienen mucho en común. No pueden no poder. Frente al límite, lo cruzan. Van por todo. O, mejor, van como sea. Arrebatar lo del otro sin culpa puede no estar mal. Es una forma de inmadurez y una representación clásica de la impotencia. Poder no poder requiere la fortaleza de no alienarse en la negación.

La identificación proyectiva de algunos saqueadores con el kirchnerismo se percibe en la diferencia entre pedir y agarrar. El viernes en San Fernando una pobre mujer, en los alrededores del Carrefour sitiado, decía frente a las cámaras de televisión: “Y ahora vamos a la fábrica de zapatos aquí cerca y si no nos dan zapatos, les rompemos todo”.

Es comprensible que personas acostumbradas durante años a recibir del Estado o del puntero sus necesidades básicas, cuando no las tengan cubiertas asuman que tienen derecho de ir y tomarlas.

Freud decía que en los grupos las emociones de las personas se intensifican enormemente mientras las habilidades intelectuales se reducen significativamente. En el clásico libro Experiencias en grupos, W.R. Bion escribió: “En su búsqueda de líder, el grupo encuentra un esquizo-paranoide o un histérico maligno; si éstos le fallan, le servirá una personalidad psicopática con tendencias delictivas; si la personalidad psicopática fracasa, el grupo elegirá un sujeto defectuoso en alto grado y de fácil verbosidad”.

La repetición es otro punto de unión entre algunos saqueadores y la peor parte de la cultura kirchnerista. Echarle la culpa al otro –la derecha, las corporaciones, Macri, Clarín, los jueces o Moyano– se convirtió en algo permanente. Saqueos, tomas y ocupaciones en diciembre se transforman en algo estacional: las fiestas aumentan la necesidad de gratificaciones. Lo que nos enseña la historia es que la historia no enseña nada.

En la Argentina no hay más pobreza que en el resto de Latinoamérica que justifique saqueos. Ni más derecha, ni más corporaciones ni medios hegemónicos que justifiquen un oficialismo perpetuamente en guerra. Otra técnica que hizo escuela desde la cúspide a la base de la sociedad: el victimario que se victimiza.

La compulsión y la paranoia hacen perder el control del propio destino. Bion también escribió en Experiencias en grupos que “reconocer la existencia de un enemigo es el primer requisito de los grupos y los satisface un hombre o una mujer con rasgos paranoicos, (porque) si la presencia de un enemigo no es lo bastante obvia para el grupo lo mejor que se puede hacer es elegir un líder para quien sí lo sea”.

Néstor Kirchner, por lo menos a veces, supo que no podía todo. Y que tampoco nadie podía todo. El éxtasis de no tener límites es un momento de empoderamiento a costa de alguien a quien se despoja. Pero es poco duradero porque lo real reaparece cuando se lo niega en lugar de aceptar el problema y dedicarle esfuerzo constante.

La falta de límite frente al otro y lo que es del otro, como a la ley y a la Justicia, precede al kirchnerismo, que es consecuencia de ese deterioro y no sólo su retroalimentador. No se supera un shock tan enorme como el que tuvo su epílogo en 2002 sólo con una década de crecimiento, aunque sea la de mayor crecimiento de la historia.

Hace cinco domingos esta contratapa se tituló “El 2002 aún no terminó”. Tras los saqueos de ayer, luce premonitoria. Pero es lógico vaticinar que quien se da por curado de una enfermedad de la que sólo está mejorando corre más riesgos de una recaída. La responsabilidad del Gobierno es por esa omnipotencia despoderada.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 23 de Diciembre de 2012.