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lunes, 17 de agosto de 2020

Revista Humor® - Un vehículo de resistencia… @dealgunamanera…

A 40 años del nacimiento de Humor®, la única voz entre los escombros…


Con un país asfixiado por el poder absoluto y la represión generalizada, la publicación fue un soplo de aire fresco, luchando contra el miedo, el asesinato, la desaparición forzada y la inseguridad.

© Publicado el sábado 09/06/2018 por el Periódico Digital Semanario de Junín, de la Ciudad de Junín, Provincia de Buenos Aires, República de los Argentinos.

El mes de junio, que ya empezamos a transitar, nos dibuja dos recuerdos enfrentados: se cumplen 40 años del nacimiento de la revista Hum® y nueve de la muerte de su máximo impulsor, Andrés Luis Cascioli, el último gran creativo de la extensa saga de talentosos del humor gráfico argentino.

Protagonista esencial de inolvidables hitos editoriales que desafiaron la censura en tiempos oscuros del país, el Tano representó una bocanada de aire puro ante tanta metralla, humillaciones y crímenes aberrantes. Sus dibujos, caricaturas y diseños forman parte de la iconografía de aquellos años tumultuosos, dentro de un fenómeno periodístico-cultural irrepetible.

Es difícil, casi imposible, explicar a quienes no vivieron la quijotesca epopeya de Hum®, de qué manera esperábamos la llegada de la revista. Soy de aquellos empedernidos lectores (hoy orgulloso coleccionista de toda la obra completa) que mutaban del asombro al placer, del deleite a la fascinación, con las notas del Gordo Soriano, Dolina, Feinmann, Kovadloff, Abrevaya, Moncalvillo o las tiras de “El Cacique Paja Brava” (Fabre-Tabaré), “Las Puertitas del Señor López (Carlos Trillo-Horacio Altuna”, “La Clínica del Dr. Cureta” (Meiji-Ceo), “Los hijos de López” (Sanz-Ceo), “Boogie, el aceitoso” (Fontanarrosa), “Vida Interior” (Tabaré), “Las andadas de los tránsfugas doctores Piccafeces” o el “Romancero del Eustaquio” (Fabre-Tabaré). Recuerdo que iba a buscar la revista al negocio de Florentino Ibáñez (Sáenz Peña al 400 y pico), quien me alertaba: “Ojo, pibe, que no vean lo que llevás, andan sueltos muchos alcahuetes de los milicos”.

Creador de brillantes publicaciones políticas como Satiricón, Chaupinela, El Ratón de Occidente y Mengano (todas ellas con una pluma de lujo: Dante Panzeri), sin embargo Cascioli hizo con Hum® su éxito más clamoroso. De inmediato, la revista sedujo a una inmensa masa de lectores desesperados por encontrar un oasis dentro del desierto cultural de fines de la década del ´70. Con acidez, espíritu crítico e irreverencia, la gente empezó a reírse de los militares.

Cascioli empezó con Satiricón, en febrero del ‘74. En mayo de 2006 recordaba, que en esa época molestó mucho al Gobierno una tapa suya que tituló “En boca abierta… ¡entran moscas!”. “En Satiricón quisimos diferenciarnos desde el diseño, aunque era más una revista sociológica que política, con notas muy analíticas. En ese mes del ‘74 Perón ya estaba en el poder y empezaron a amenazarnos con la censura. El peronismo siempre simpatizó con la censura. La advertencia era que no había que hablar demasiado. Yo andaba loco con esa mosca: quería que la verdad estuviera posada en la lengua, que la gente sintiera que la mosca estaba ahí”, decía el Tano.

La revista Humor Registrado nació pocas horas después del comienzo del Mundial 1978, época negra e infame de la historia argentina. Un acontecimiento usado para “limpiar” tanta mugre ante el mundo. El primer número tiró 40.000 ejemplares, de los que vendió la mitad. En la tapa, aparece un César Luis Menotti dibujado con las características orejotas del todopoderoso Ministro de Economía de la dictadura, el tristemente célebre José Alfredo Martínez de Hoz. Más abajo, en letras bien irónicas se leía: “El Mundial se hace, cueste lo que cueste”, frase acuñada meses antes por Jorge Sanguinario Videla. En plena dictadura, la publicación se levantó con valentía dentro de un mercado periodístico cómplice y permisivo, asumiendo con modestia como “la revista que supera, apenas, la mediocridad general”. El Tano solía decir que “nuestro trabajo fue pensar cómo gambetear a la censura”.

La clave del éxito de Hum® residió en mostrar la satirización de los “intocables”, con periodistas de una inteligencia muy aguda. La gran virtud fue dar en el punto justo, con la profundización de los temas, yendo siempre más allá. Vean, si no, qué nombres desfilaron por la redacción de la calle Venezuela: Tomás Sanz, Alejandro Dolina, José Pablo Feinmann, Horacio Verbitsky, Langer, Rep, Limura, Izquierdo Brown, Héctor Ruiz Núñez, Carlos Nine, Alan Pauls, Marcelo Figueras, Daniel Guebel, Jorge Sábato, Alvaro Abós, Tabaré, Aída Bortnik, Juan Sasturain, Aquiles Fabregat, Trillo, Altuna, Santiago Kovadloff, Grondona White, Meiji, Maitena, Crist, Osvaldo Soriano, Carlos Abrevaya, Osvaldo Ardizzone, Mona Moncalvillo, Ceo, Crist, Maicas, Walter Clos, Raúl Fortín, Maicas, Carlos Braccamonte, Santiago Varela, Jorge Garayoa, Carlos Ulanovsky, Jorge Guinzburg, Norberto Firpo, Juan C. Martini, Gloria Guerrero, Enrique Vázquez, Aníbal Vinelli, Hugo Paredero, Jaime Emma, Pacho O´Donell y Luis Gregorich, entre tantos otros.

En 1980, con las virulentas quiebras de Sasetru, el BIR y el Banco de Los Andes, el derrumbe de la política económica de Martínez de Hoz comenzó a emitir pizcas concretas, en ese momento poco perceptibles. Al año siguiente se abandonó el dólar barato, mientras la CGT y los partidos políticos empezaron a salir de la hibernación. Viola reemplazó a Videla. Luego, con un golpe dentro del golpe, llegó Leopoldo Fortunato Galtieri. Fue una etapa en la que Hum® asumió claramente la voz más fuerte a favor del fin de la dictadura. En 1982 la revista era todo un fenómeno masivo, un síntoma que se aceleró luego del desastre en la Guerra de las Malvinas. El Proceso entró en retirada y la publicación se encontró siendo el único medio no cómplice, llegando a vender más de 300 mil ejemplares, una cifra insólita aún para estos días.

Paradójicamente, con la llegada de la democracia comenzaron los tiempos más difíciles para Hum®, al extremo que las ventas cayeron un tercio. Esto lo explica Tomás Sanz, uno de los discípulos de Cascioli y último director: “Una cosa era cuando todos estábamos contra los militares y otra fue cuando llegó la democracia. Porque los peronistas nos veían como gorilas, los radicales suponían que teníamos que acompañarlos en su gestión y la gente de izquierda se dio cuenta de que nosotros muy de izquierda no éramos. Y se nos fueron yendo lectores. Después del ´83 todos salieron en patota a hablar, pero hasta el ´83 si alguien quería leer algo o enterarse de algo que pasaba en la dictadura, tenía que comprar Hum®, porque tampoco en los diarios iba a encontrar nada”.

Los años del menemismo fueron lapidarios para buena parte del país y Hum® no resultó la excepción, con más de treinta juicios entablados por el venerable Carlitos. Andrés Cascioli lo contó a su manera: “La decadencia de la clase media y la ola de juicios con que el gobierno quiso desgastar a la publicación, se sumó la pérdida de la sintonía fina con el lector. En la era de CQC, los códigos de humor de la revista había dejado de ser compartidos por las mayorías, y desde el punto de vista periodístico, no se supo enfrentar la competencia indirecta de un medio ideológicamente cercano pero diario en vez de quincenal, como fue el Página/12 de la época de Jorge Lanata. La redacción se fue despoblando, y arreciaron los juicios laborales e impositivos. Lo peor fueron esos últimos años, porque nos dábamos cuenta de que no llegábamos a la gente”.

Hoy, de acuerdo a las condiciones que exhibe tanto el mercado como el negocio editorial, sería poco probable imaginar la implementación de una segunda etapa de Hum®. Por ejemplo, no se podría juntar las plumas calificadas de entonces, simplemente porque los jóvenes de entonces, hoy son nombres fuertemente cotizados en el mundo del periodismo. Otros, como Osvaldo Soriano, Jorge Grinzburg, Carlos Abrevaya, Roberto Fontanarrosa, Osvaldo Ardizzone y Walter Clos, han muerto. ¿Cómo reemplazarlos? Los éxitos no se pueden clonar. El suceso que arrancó esta fantástica revista en 1978, es imposible que en 2018 pudiese repetirse, en un mundo atrapado por internet, redes sociales y celulares.

El humor político en Junín
La historia del humor político en la Argentina es más larga que la del país: comenzó en 1802, cuando el Telégrafo Mercantil publicó un soneto satírico sobre el virrey Joaquín del Pino. En medios gráficos, la tradición es rica, ya que pueden recordarse hitos como “El mosquito”, “Caras y Caretas”, “P.B.T.”, “Cuatro Patas”, “Tía Vicenta”,  “Satiricón”, “Chaupinela” y “Humor®”.

En nuestra ciudad hay pocos antecedentes que registren el paso del humor político, pese a la tela que hay para cortar. Semanario, desde su reaparición dos años atrás, tomó la posta buscando marcar las contradicciones del poder y las acciones de nuestros gobernantes, jugando con relatos de la realidad, haciendo más grotesco el grotesco, desplegando pinturas de humor donde se “satiriza” a los políticos, sindicalistas, funcionarios y personajes de la vida juninense de estos días.

Política y el humor, pero allá lejos y hace tiempo. Lo hizo el diario “El Mentor”, que dejó de aparecer en 1933, después de 36 años de vigencia. Era un matutino con ideas conservadoras y su jocosidad gráfica se disparaba para dejar mal parados a los radicales, mediante dibujos con mucha creatividad e ironía. Más cerca, allá por los ´70, hubo algunos intentos de la revista “El Ñandú Culeco”, pero referida a la política costumbrista, tocando aspectos de la realidad ferroviaria local y atacando los enormes baches que por entonces “adornaban” la avenida Libertad, entre otros temas.

Aquellas entrevistas del Gordo Soriano

Humor® fue un hecho colectivo, dinámico, abierto, plural. Subrayar el trabajo de algunas figuras y no de otras puede resultar un ejercicio de injusticia. Sin embargo, hay en el corazón de la revista nombres ineludibles, que le dieron con su firma y aportes, un sello. Es el caso de Osvaldo Soriano.

El reportaje a Alain Rouquié, autor de “Poder militar y sociedad política en la Argentina”, fue muy profundo, ante una personalidad que pocas veces concedía entrevistas. Por entonces, Rouquié, latinoamericanista, especialista en política comparada, profesor de Estudios Políticos de París e investigador en la Fundación Nacional de Ciencias Políticas de su país, puso una sola condición antes de comenzar la charla: que se diga que hace una excepción por tratarse de Humor®, “un fenómeno de sociedad único”.

El exilio y el “genocidio cultural” son temas que trató El Gordo con Julio Cortázar, en Paris, quien se reivindicó como “argentino, pero sobre todo continentalista latinoamericano”. En ese momento, setiembre de 1983, el gran narrador tenía 69 años y acababa de publicar “Deshoras”, un libro de relatos. Mientras se preparaba para regresar a la Argentina con la asunción de Raúl Alfonsín, Cortázar habla de sus pesadillas, de su juventud, del sandinismo, y responde a las críticas que le fueron dirigidas por otros escritores.

Otras de sus célebres entrevistas ocurrió con Alfredo Zitarrosa, el más sólido y afamado cantor popular que haya dado Uruguay, fuera de Julio Sosa o Carlos Gardel, si es que algún día se confirma la identidad oriental del troesma. Entre muchísimas otras preguntas, Soriano quiso saber: “¿Quién es más triste, el uruguayo o el argentino?”. Y la respuesta no tardó en llegar: “Aunque no sé si valen las comparaciones, puedo decirle que el uruguayo es un pueblo reflexivo más que tristón. Además, le digo algo: nos gusta estar tristes. Los mejores amigos, los más probados, los hizo uno en la amargura, en la hecatombe, los conquistó en los momentos de mayor autoanálisis, de mayor congoja y cuestionamientos interiores”.




lunes, 30 de enero de 2017

Abuso en el Distrito Fashion de Palermo... @dealgunamenera...

“Vení, putita”: un intento de abuso en el pasillo de Juan B. Justo, en primera persona…


Un domingo por la tarde, en pleno Palermo, y un tenebroso episodio a metros de un shopping a cielo abierto. El crudo relato de una víctima.

© Escrito por Manuela Fernández Mendy el lunes 30/01/2017 y publicado por Big Bang News de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El 
paso a nivel de Soler tiene, tal vez, uno de los murales más lindos que vi en Buenos Aires. 
“Es tiempo de brillar”, reza la frase, adornada con venecitas de colores, que supe retratar y elegir hace casi un año como foto de portada de Facebook. Es uno de los accesos al nuevo “distrito fashion” de Palermo, el “Bronx”, para los adiestrados agentes inmobiliarios de la zona. Un shopping que alberga las marcas más exclusivas, el moderno polo científico y su nueva plaza aledaña, a la que suelo llevar con frecuencia a mi sobrina de tres años: el combo que acompañó la “lavada de cara” del viejo corredor ferroviario abandonado de Juan B. Justo.

Todos los días, cuando vuelvo de la redacción, cruzo el colorido paso a nivel de Soler, a veces custodiado por un efectivo de seguridad privada que cuida el estacionamiento emplazado en paralelo a las vías del tren, otras desolado.

Aunque mi cabeza esté inmersa en un océano de dilemas existenciales, o simplemente perdida en alguna canción que tarareo mientras camino,todos los días miro de reojo y con cierta complicidad ese mural. Mi mural.

Un “liviano” episodio de inseguridad, en el que un hombre me corrió a las cinco y media de la mañana por tres cuadras al grito de “sos mía”, me había obligado hace un año a abandonar mi habitual caminata matutina y reemplazarla por un fugaz viaje en taxi, de sólo seis cuadras y por el que pago la no tan módica suma de $40 diarios. Entro a trabajar a las seis de la mañana, horario en el que durante gran parte del año la penumbra invade las callecitas de adoquines. 

“Mejor prevenir, que curar”, suelo excusarme ante los tacheros, en cuyos rostros se puede ver con claridad la decepción de haber aceptado un viaje tan corto. El negocio, claro, son las salidas de los boliches que ofrecen, además, personajes mucho más pintorescos que quien escribe estas palabras.

Ayer a la tarde apagué la computadora. La misma en la que estoy escribiendo ahora. Me despedí de mis compañeros y, a diferencia de mi habitual saludo dominical en el que suelo maldecir con ironía a algún personaje impuesto por la agenda mediática, les dije: “Me voy a vivir”. Esas frasecitas que, parafraseando una respuesta que Julio Cortázar le dio al gran Osvaldo Soriano, terminan convirtiéndose en “proféticas”. “Después, retrospectivamente, te das cuenta de lo que contenían”.

Salí de la redacción, ubicada en el corazón de Palermo, y me fui a vivir. Encendí un cigarrillo en la vereda, acomodé mi cartera y emprendí la misma ruta de todos los días. El destino: el mural, mi mural. Hacía calor, había bandas tocando en la plaza del Polo. Minutos antes, mi mejor amiga me había mandado un mensaje diciéndome que estaba con su hija disfrutando del espectáculo. Pero no llegué a entrar. Un tirón, una navaja y un “vení, putita”, me lo impidieron.

Desaparecí de la faz de la tierra. Estaba a diez metros del lugar en el que decenas de personas participaban de un festival al aire libre. Sólo otros cinco me separaban de una de las avenidas más transitadas de la ciudad.

Pero ese domingo, a las siete y diez de la tarde, desaparecí de un tirón de la faz de la tierra. Un hombre me tomó con abrupta violencia de un brazo, el otro me levantó de la cintura y llevó su mano a mi boca. Todavía siento impregnado el olor a óxido que emanaba. Fueron dos precisos movimientos que me sacaron de mi mural y me acorralaron en “el pasillo de Juan B. Justo”.

Sentí la navaja rozar mis costillas e instalarse con comodidad en mi cintura. El de gorrita, el mismo que me había deslizado al oído ese repulsivo “putita”, sostenía la punzante amenaza contra mi cuerpo, mientras procuraba taparme la boca con firmeza –otra vez, el olor a óxido- y respirarme al oído.


El otro, con la perversión impregnada en sus apagados ojos, me miraba de arriba abajo. “Mamita”, se regodeó, mientras comenzó a masturbarse. Se mas-tur-bó: no pienso utilizar un sinónimo suave. Comenzó a deslizar su mano con velocidad sobre su miembro y le pidió a su colega que me sacara las calzas. “Rápido boludo, rápido que acabo”.

Nunca me sentí más sola, ni vulnerada en mi vida. Mi cuerpo temblaba, mis manos no me respondían y mis piernas comenzaban a aflojarse. Estaba en tranceSólo podía pensar en una persona, en lo que necesitaba a esa persona en ese momento. Un escape “feliz” al horror que estaba viviendo.

“Se me cae, se me cae”, gritaba el otro, lastimándome con la navaja para que me quedara quieta. Y fue ese filo, el mismo con el que pretendía dominarme y someterme, el que me activó.

Mordí su oxidada mano con el odio condensado de 28 años de abusos de género. Mordí sus dedos, que ahora impregnaban de sabor a óxido mi boca, como si les estuviera devolviendo gentilezas a todos los hombres que, a su manera, me habían sodomizado o sometido. Jefes, ex parejas, compañeros de trabajo, de colegio, de facultad, profesores. Los mordí a todos. Vi sus rostros en mi cabeza y clavé con fuerza toda mi dentadura.

“Puta de mierda”, dijo y me soltó con violencia al piso. Empecé a arrastrarme por el corredor de tierra, repleto de preservativos y chapitas de cerveza que me lastimaban las rodillas. El otro, todavía con el miembro al aire, atinó a agarrarme de una pierna y lo logró. Pero grité. Grité fuerte. Su mano, la misma con la que minutos antes se había masturbado, no logró llegar a mi boca. Grité tan fuerte que todavía siento ardor en mi garganta.

Estaba a media cuadra de la salida del pasillo. A media cuadra del mural que todas las tardes me invitaba a “brillar”. Escuchaba la música de fondo. Pasó el tren. Seguía arrastrándome y gritando. Ahora eran dos los que, reincorporados, volvían por su presa. Pero hubo un valiente. Hubo un hombre que se metió en el pasaje y los amedrentó con su sola presencia. Y los compadritos, los machos cabríos que se creían invencibles frente a la “debilidad física” de una mujer, corrieron como ratas. Los cagones, salvajes e hijos de puta se escaparon por el pasillo y se refugiaron en el asentamiento ubicado a pocos metros. El mismo al que nadie se anima a entrar, ni la policía que, alertada por los cientos de denuncias que los vecinos presentan a diario, elige mirar para otro lado.

No sé el nombre de la persona que me rescató. Espero que estas líneas le acerquen mi profundo agradecimiento. Tampoco recuerdo bien cómo llegué a mi casa. Sé que me bañé durante casi dos horas para sacarme el olor a óxido que, sentía, se había impregnado en cada centímetro de mi piel. No hice la denuncia. De nada sirve. La complicidad de la comisaría de la zona con las “banditas del pasillo” es conocida en el barrio.

Pero elegí dar batalla desde mi lugar. Elegí convertir mi pluma, o en este caso mi teclado, en un misil. Para que todos recordemos que esos cobardes no sólo son producto de las políticas de Estado que excluyen año a año a miles de personas y a las que como sociedad tenemos la obligación de darles una respuesta, sino que también son hijos, hermanos y nietos. Alguien los crió. Con alguien brindan en Año Nuevo. 



Esta mañana volví a caminar la zona, elegí que el temor no me paralizara. Me compré el café de todos los días y vine a trabajar. Ninguno de mis compañeros sabe qué es lo que estoy escribiendo, salvo mi jefe. Elegí dar pelea y, por sobre todas las cosas, seguir brillando, porque no soy, ni pienso ser la puta de nadie.



domingo, 29 de enero de 2017

Osvaldo Soriano a veinte años... @dealgunamanera...

No habrá más penas ni olvido…

Imagen: Gonzalo Martínez

Hace exactamente veinte años, el 29 de enero de 1997, murió Osvaldo Soriano. En ese momento, ya era un escritor consagrado por el público, popular gracias a su labor periodística, en especial sus columnas y contratapas en Página/12, a sus libros que narraban las historias de inolvidables personajes perdedores con un suave tono de nostalgia y un delirante sentido del humor y a las versiones cinematográficas de algunas de sus novelas más conocidas como No habrá más penas ni olvido y Cuarteles de invierno. Discutido por parte de la crítica, entrampado en algunos debates de época como los conflictos entre literatura y mercado o la contraposición entre una narrativa más popular y otra volcada a la experimentación formal, hay que decir que la circulación de sus libros reeditados desde 2003 irían revelando la plena vigencia de Soriano entre los lectores de entonces y muchos nuevos que, año tras año, renuevan un acercamiento a sus novelas y crónicas. A veinte años de aquel 29 de enero, Radar rinde homenaje a esta vigencia y permanente renovación de Osvaldo Soriano y su literatura.


© Escrito por Ángel Berlanga y publicado el domingo 29/01/2017 por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Una de las principales distorsiones que a menudo se manifiestan en el ejercicio del poder –en todas sus formas– es la aplicación de lo que podríamos llamar la lógica de la ilógica. Una de las principales distorsiones que a menudo se manifiestan en el ejercicio del poder –en todas sus formas– es la aplicación de lo que podríamos llamar la lógica de la ilógica. Cuando ello sucede, se adoptan decisiones que generan tanto desconcierto y controversia que al final terminan siendo inaplicables o contraproducentes.


De la crítica a su obra literaria habrá quien se haga cargo, con mérito o no para la tarea”, escribió José María Pasquini Durán en el número de Radar que apareció cuatro días después de la muerte de Osvaldo Soriano. “No tengo dudas, sin embargo, de que sus historias serán leídas en el futuro por sucesivas generaciones con el mismo encanto con que las recibieron muchísimos lectores en los últimos veinte años –seguía Pasquini–. Aun sus críticos más severos tendrán que aceptar que hay un estilo Soriano, que ocurre cuando cualquiera puede leer sin la firma del autor y reconocerlo como suyo. Al mismo tiempo, esas historias son las mismas que podrían contar millones de personas. En esa identificación, en sus pasiones sencillas, populares, podría encontrarse alguna razón profunda para que tuviera no solo la fama literaria merecida, vendiera más libros que la mayoría de sus contemporáneos en el país, o cautivara a italianos, húngaros, españoles y quién sabe cuánta otra gente de geografías distantes. Soriano era popular como si hubiera sido cantante, actor o animador de televisión”.


Se cumplen veinte años hoy desde la muerte de Soriano y parece claro que subsisten, de diversos modos, las huellas de su presencia. Están en el ADN o el espíritu de este diario, por empezar, porque el tono que sin dudas le imprimió a Página/12 desde su fundación busca mantenerse en el sesgo contestatario a los grandes poderes, en la búsqueda de la igualdad y la justicia, en la defensa de los derechos humanos, en cierto talante romántico, en el desacartonamiento y el humor, en la vocación por develar y contar, en la reivindicación de la lectura y la escritura, en la mirada aguda y sentida del país y sus relaciones con el mundo. Y claro que se extrañan los textos que pudo haber escrito (tenía nomás 54 años cuando murió), la pasión y el entusiasmo que le ponía a sus descubrimientos, la fluidez con la que podía contar del liberalismo, de Dumas o de Rosas, de Belgrano o de Maradona, de Gostanián o de Tyson, de su padre real o imaginario, de Cortázar, Stalin o de sus visiones del peronismo a través del tiempo. Señalaba Pasquini en esa despedida que aquí como en Italia los diarios de mayor tirada le hicieron muy buenas ofertas para contratarlo y que prefirió seguir escribiendo en Il Manifesto y en Página. “Desconfiaba de los grandes medios porque creía que mientras mayores fueran los intereses que defendían, más grandes serían las posibilidades de que le pusieran algún límite a la libertad de sus opiniones”, escribe Pasquini.


Se conocían desde comienzos de los ‘70, habían coincidido en varios medios y se habían prometido que el primero que muriera escribiría el texto post mortem del otro. Las contratapas de Soriano, sus distintas vertientes, son un clásico. ¡El festín que se habría hecho con el macrismo! Uno casi que puede escuchar al corresponsal del Créase o no describiéndole al editor que lo llama por teléfono lo de la grasa militante y las dos pizzas de Prat Gay, esto de “la creatividad política” de Elisa Carrió, la precisa delicadeza de Aranguren, la comprensión que implora Triaca para los empresarios que despiden, la pericia de Michetti en el manejo del Senado y en las operaciones de la Fundación Suma, nombre incluido, la efectividad rezadora del pastor Giménez Bergman para apagar incendios, las increíbles aventuras del ingeniero Panamá. Con el globo que está inflando la criatura ya se intuye, otra vez, el paisaje en descomposición de Una sombra ya pronto serás, ese fresco de los comienzos del menemismo que a la vez preanunciaba la hecatombe Alianza-De la Rúa.


Aunque muchos escritores y periodistas reivindican y siguen ponderando su narrativa, también subsisten algunos autores, intelectuales y críticos a quienes les caía y sigue cayendo mal su obra y/o él mismo: son elocuentes, al respecto, cada tanto, textos y declaraciones. Es elocuente, también, la invisibilización de su obra en análisis literarios de algunas épocas; pero no en todos, por supuesto, y es notable a la vez la cantidad y diversidad de ensayos y tesis sobre sus libros que brotan en distintos ámbitos universitarios del país y también en Francia, Chile, Canadá, España, Italia, Brasil, largo etcétera. Cuando Soriano murió, en 1997, toda su obra era manejada en el continente por la editorial Norma, que en ese momento empezó a ir para atrás y en consecuencia no fue eficaz en su circulación. 


En 2003, por iniciativa y edición de Juan Forn y en editorial Seix Barral, dirigida por Alberto Díaz, comenzaron a reeditarse todos sus libros. A propósito de lo elocuente o significativo, un dato: entre comienzos de 2004 y fines de 2016 la editorial vendió 412.200 libros de Soriano. La cuenta da 31.707 libros y algunas páginas decimales al año. Epa: qué sorpresa. Sus textos no están demasiado a la vista, expuestos, en las librerías; no hay campañas o agites publicitarios. Hay un fenómeno profundo ahí, que se sostiene en el tiempo. Sus historias leídas por sucesivas generaciones, como proyectaba Pasquini Durán.


Triste, solitario y final, No habrá más penas ni olvido y Cuarteles de invierno, sus tres primeros libros, son las novelas más requeridas (41.800, 45.600 y 41.500 ejemplares, respectivamente). Alberto Díaz, editor de Soriano desde 2003, se sorprendió con Arqueros, ilusionistas y goleadores, la recopilación de sus relatos futboleros, publicado en 2006: desde entonces la editorial vendió 65.900 volúmenes. Entre las recopilaciones que Soriano publicó en vida la más leída es Rebeldes, soñadores y fugitivos (36.400): el próximo diciembre se cumplen treinta años desde la aparición de este libro, publicado por Editora/12 el mismo año en que se fundó este diario. Anota Pasquini en aquel artículo que desde los primeros borradores hasta el final el diario “era parte de sus sueños”. Página fue el medio en el que se afincó luego de varios tumbos, porque el regreso desde el exilio tuvo sus claroscuros. Hacia el final de la dictadura empezó a publicar algunas columnas en Humor y los libros que había publicado inicialmente en Europa (Una sombra y Cuarteles, que aparecieron inicialmente en italiano, francés y polaco) de repente empezaron a ser, entre fines de 1982 y hasta 1984, los más vendidos en la Argentina.


Ya de regreso quiso reeditar de algún modo sus experiencias anteriores, la mítica de Primera Plana y/o la protagónica en el suplemento cultural de La Opinión y convenció a Andrés Cascioli para hacer el semanario El periodista, cuya redacción fue armada casi íntegramente por Soriano, pero a unos días del debut se pelearon  y quedó al margen hasta de Humor. Luego intentó reflotar Crisis, pero tras un par de números las diferencias con Vicente Zito Lema fueron cruciales. Formó parte de la cooperativa El Porteño, siguió publicando notas en medios europeos: recién con Página, en 1987, encontró su lugar. Escribe Pasquini Durán: “Con el mismo entusiasmo se alegraba frente a una nota bien escrita o una idea interesante o armaba broncas tremebundas por lo que podía afectar la salud del diario, que no dejó de imaginar con futuro, fuerte y hermoso, aun en los momentos en que otros bajaban los brazos”. Y también: “Ejerció el periodismo antes que la literatura pero nunca lo dejó porque era más que una forma de ganarse la vida, era una vocación profunda, cultivada con ternura, devoción y paciencia de orfebre”. 


Es bien interesante el estudio crítico que viene haciendo Rogelio Demarchi con la obra de Soriano. Entiendo que prepara un libro de ensayos que contendrá, imagino, las vertientes en las que está trabajando: las correspondencias e interrogaciones que entrevé en las novelas de Soriano respecto a las de Puig, por ejemplo, y cómo ha operado un sector de la crítica para canonizar a Puig y defenestrar a Soriano. O los grandes temas que desarrolla en cada una de sus novelas: la amistad en Triste, el peronismo en No habrá más penas, los milicos en Cuarteles, la revolución en A sus plantas rendido un león, la decadencia en Una sombra, la conspiración en El ojo de la patria, el origen en La hora sin sombra. O la construcción de un dispositivo mitográfico, plantea, a través del que lee en sus cuatro libros de recopilaciones “al Soriano-periodista y al Soriano-personaje como construcciones ficcionales del Soriano-autor”.


“Fueron los franceses los que, por larga experiencia, adoptaron la católica metáfora del purgatorio”, escribió Soriano en “Cartas”, un texto de 1992 en el que indaga sobre las que se le escriben a los escritores, y sus respuestas. “Según ellos –sigue Soriano–, escritor que muere, obra que desaparece, hasta que al cabo de un largo purgatorio, si de verdad lo merece, entra definitivamente en el paraíso. La regla tiene sus excepciones. Proust no pasó por el purgatorio pero sí Sthendal, Balzac, Flaubert y Maupassant. Entre nosotros Roberto Arlt estuvo tres décadas a fuego lento antes de ser un clásico. Macedonio Fernández sigue ardiendo y si no lo saca ese estupendo relato de Ricardo Piglia que es La ciudad ausente ya no lo saca nadie. Horacio Quiroga salió ya y cualquiera puede comprar sus libros en las nuevas ediciones de Losada. Eduardo Mallea, en cambio, anda penando por las mesas de saldos, que son una forma del infierno. Rodolfo Walsh tuvo que esperar quince años, pero ya está en el paraíso, reeditado por De la Flor. Ahora hay que esperar que Manuel Puig vuelva del paseo y reencuentre los maravillados lectores que tenía en los años setenta, cuando era el más best seller de todos y los críticos se burlaban de él. Ahora empiezan a burlarse de Cortázar y lo tironean para que vaya de una buena vez a purgar sus pecados, pero los lectores no lo dejan. Todavía hoy los libros que escribió inseguro y dudoso siguen figurando entre los más vendidos de la Editorial Sudamericana”.


Me gusta esa imagen: Arlt, Walsh, Quiroga, Cortázar, Puig, Tizón, Briante, Piglia, Laiseca, Rivera, Dal Masetto, Soriano, sus hipotéticas conversaciones en ese paraíso, o donde fuera. “En el fondo, mis libros plantean por infinitésima vez en la literatura argentina el problema de la identidad –decía Soriano–. El 90 por ciento de los escritores, sobre todo los contemporáneos, nos pasamos interrogándonos por la identidad. En el fondo, esto es lo que se pasa preguntando la gente en la calle, a veces de manera inconsciente: qué somos, por qué nos va como nos va, cómo se resuelve este berenjenal. Por eso mis personajes son contradictorios y se parecen tanto a los comunes mortales. Yo hago historias de tipos como todos. Retomo la literatura de personajes, que está algo olvidada”.



viernes, 7 de noviembre de 2014

Osvaldo Bayer, a 40 años de "La Patagonia Rebelde"... De Alguna Manera...


Osvaldo Bayer, a 40 años de "La Patagonia Rebelde": 
censura, exilio y anécdotas inolvidables...

 Foto: Diario La Nación. Ezequiel Muñoz.

En una entrevista con La Nación, el historiador recordó los días en que se estrenó la película, ganadora del Oso de Plata en el festival de Berlín; un repaso por su trayectoria.

"No es necesario agregar nada a la verdad histórica porque ésta tiene más fantasías que la propia fantasía", dijo alguna vez. Historiador, periodista, investigador, guionista de cine y también dramaturgo, amigo de Rodolfo Walsh, Haroldo Conti, Paco Urondo y Osvaldo Soriano, entrevistador del Che Guevara, acusado de doble homicidio por su propio empleador de un diario patagónico, confinado a diez días en un calabozo durante el servicio militar por una confusión tragicómica-homosexual, preso en una cárcel de mujeres, amenazado por la Triple A y obligado al exilio en Alemania, nombrado persona no grata en el Senado por el menemismo. la vida de Bayer parece honrar sus propias palabras.

Anarquista, pacifista a ultranza y "defensor de los de abajo", como le dirá a La Nación, Bayer recorre el largo pasillo de su casa con pasos cortos, pesados, hasta que llega a un sillón en el pequeño patio del Tugurio, su casa-guarida en el barrio de Belgrano desde los siete años. Hace exactamente cuatro décadas, "La Patagonia Rebelde", la historia que marcó su propia historia, era censurada en su formato película. Hoy Bayer tiene 87 años, y sorprende con el nivel de detalle que recuerda de los hechos.

El 12 de octubre de 1974, pese a la autorización que había recibido meses antes del propio Juan Perón, el gobierno de Isabel, su esposa, a través de López Rega, censuró el film y el nombre de Bayer apareció en la lista negra de la Triple A, junto con el del director y el de sus principales actores.

Foto: Diario La Nación. Ezequiel Muñoz. 

-La película fue autorizada para su realización durante el gobierno de Cámpora y luego fue censurada por Isabelita a través de López Rega.
-Primero prohibieron mi libro sobre Giovanni [Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia; 1970], ya era una señal. Después de [Raúl] Lastiri sube Perón y él no me permite el final original del libro, que era el de las putas de San Julián. Entonces tuvimos que hacer otro, que es cuando los ingleses le cantan "porque es un buen compañero" al teniente coronel Varela. Se presenta a la censura en el Ente de Calificación y el miembro del ministerio de Defensa dice que no la aprueba. Como la censura tenía que ser aprobada por los cinco miembros, no estaba ni aprobada ni rechazada, sino en un limbo, pero no podía pasarse.

-¿Y cuándo finalmente se pudo exhibir?
-El secretario de prensa de Presidencia, Emilio Abras, nos cuenta que Perón todos los sábados a la noche pedía ver una película en Olivos, junto con Isabelita. Todos los lunes esperábamos el llamado. Pasaron los sábados, hasta que un día nos llamaron porque Perón había pedido que la den en todos los cines del país. No le creímos, pero era verdad. Perón había visto declaraciones del comandante en jefe del Ejército [Leandro Enrique Anaya], quien había dicho que obedecía a sus mandos superiores. "¿A quién si no? ¿Qué me está queriendo decir?", se enojó Perón, y entonces lo llamó a Abras para que pasen la película, donde el capitan Elbio Anaya, tío del general, actuaba [fue uno de los represores] en una de las huelgas. La película anduvo muy bien hasta que murió Perón; con Isabel, es prohibida un 12 de octubre. Y ese mismo día salgo en la lista de la Triple A. [Luis] Brandoni y [Héctor] Alterio también tuvieron que exiliarse.

Bayer es un férreo opositor a la conscripción obligatoria. Asegura que para él fue una pérdida de tiempo y recuerda con humor un extraño mal entendido. Un cabo primero, que estudiaba teatro, le consulta si lo ayuda a ensayar una escena donde él tiene que rechazar a su novia porque le fue infiel. Bayer actuó de su novia, y le abrazaba las piernas mientras que el cabo primero lo rechazaba. Justo en ese instante, entró un teniente coronel, y así relata el desenlace: "El teniente coronel me pegó una patada en el culo que todavía me duele. Al grito de 'Putos, putos, este cuartel está lleno de putos'. Yo estuve 10 días de calabozo y el cabo primero fue trasladado a Tandil".

"La Patagonia Rebelde" cuenta la historia de 1500 obreros rurales de Santa Cruz que fueron asesinados entre 1920 y 1921. Sus huelgas y rebeliones fueron reprimidas por el teniente Héctor Benigno Varela, enviado al Sur por el entonces presidente radical Hipólito Yrigoyen. Por entonces, los padres de Bayer vivían en Río Gallegos, a dos cuadras de la cárcel, y le contaron a él que escuchaban a la medianoche gritos aterradores: eran los huelguistas, reprimidos a sablazos por los guardias. Fue la primera vez que oyó hablar de los sucesos de la Patagonia. "Mi padre no podía superar la tristeza que le causaba la muerte de toda esa gente", cuenta Bayer.

Desde hace años que Bayer vive seis meses en la Argentina y seis en Alemania, donde se reencuentra con sus diez nietos y sus tres bisnietos. "No puedo estar sin la Argentina", reflexiona con la mirada fija en un punto.

Mientras la película era censurada en el país, ganaba el Oso de Plata en la Berlinale de 1974.

-¿Cree que su vida está cruzada por esa obra?
-Totalmente. Y por el libro de Severino Di Giovanni también.

-¿Por qué cree que pasó eso?
-Por la brutalidad de nuestra sociedad. ¿Cómo va a prohibir mis obras? Ahora, hagan escribir a historiadores que demuestren que lo mío es mentira. No pudieron encontrarme nada de inventado. Las críticas que me hicieron tienen que ver por cuestiones ideológicas. Mis héroes son los héroes de abajo, viste. Los huelguistas de la Patagonia, los anarquistas de Severino, los anarquistas expropiadores. Son héroes del pueblo. Y eso les da bronca a los milicos y a la policía.

-Usted se define como pacifista a ultranza, habrá tenido fuertes discusiones con su amigo Rodolfo Walsh sobre si tomar las armas o no.
-Sí, absolutamente.

-¿Cree que se justifica tomar las armas en algún momento?
-Mirá, yo no estoy en contra tampoco de eso. Pero yo no lo voy a hacer nunca. Soy amigo de la paz. Pero claro, con una dictadura y la desaparición de personas, qué otro método podés utilizar. Es decir, yo los justifico completamente a Rodolfo Walsh, al Paco Urondo y a Haroldo Conti, que fueron mis mejores amigos. Con Rodolfo Walsh, la última vez que me encontré, le dije: "¿Cómo es posible que hayas cambiado el marxismo por el peronismo?".Y él me dijo: "No te equivoques. Yo no soy peronista, soy siempre marxista, ¿pero dónde está el pueblo?". Y yo le dije: "Mirá, el pueblo peronista no los va acompañar". Y él me dijo: "Ya vamos a ver". Confiaba en el levantamiento del pueblo. Me dio pena, porque era el mejor de todos. El mejor intelectual de esa época. Era completo. Escritor y qué investigador.

Trailer de "La Patagonia Rebelde"


Director: Héctor Olivera; Guión: Osvaldo Bayer, Fernando Ayala, Héctor Olivera.
En esta película se retrata la confrontacion de dos clases sociales: La dominante (los terratenientes (tanto locales como fóraneos) y autoridades locales) y el proletariado: el sector obrero sindicalizado de tendencia anarcosocialista, liderados por Antonio Soto (Luis Brandoni), o explotadores-explotados, si esta mejor asi. 
Como contexto la Patagonia, propiamente dicho la provincia de Santa Cruz, alli por 1920, durante la presidencia del Dr. H. Yrigoyen. En este panorama nada alentador, en el que son paralizadas las exportaciones y las huelgas derivan en escaramuzas y saqueos, o excesos entre ambos bandos. El presidente resuelve enviar al Teniente Coronel Héctor Varela (Zabala en el film, encarnado por Héctor Alterio) para cambiar las tornas a la situacion.
Es un film historico y testimonial, basado en el libro de Osvaldo Bayer titulado: Los vengadores de la patagonia trágica. Notable pelicula cuya problematica planteada o visionado resulta ser, digamos, atemporal.


Roca y los Kirchner

El Tugurio es un caos de papeles por doquier. Con olor a polvo y humedad, a intelectualidad, a lectura y escritura. La puerta de calle, decorada hace poco con un mural en honor a los pueblos originarios, invita a recorrer un pasillo tan estrecho como una persona. En la pared de la izquierda, una repisa sostiene libros, papeles, diarios y hojas hasta el techo. Apenas avanzados unos pasos, a la derecha se abre una biblioteca oscura -las ventanas cerradas impiden el paso del sol de la tarde- donde la escena se repite: otra gran repisa sostiene libros, papeles, diarios y hojas del piso al techo. Hay de todo. En una mesa hay una caricatura de Bayer.

Cuando termina el pasillo, hay un pequeño patio, cuya pared está densamente cubierta de plantas que riega todos los días y que él mismo plantó. El patio comunica la casa con una pieza donde se repite el caos del intelectual (libros, papeles, diarios, distinciones y diplomas), y con una pequeña cocina (donde hay más libros). Entre todo ese caos, un cartel de una calle muestra otra de las batallas intelectuales de Bayer. "Av. Roca" dice la chapa ahora colgada en la pared y que, en alguna oportunidad, marcó una dirección en alguna ciudad. "Hemos sacado la calle Roca de 26 ciudades argentinas. Eso es un triunfo. Y acá el que se niega es Macri. Mientras esté él, va a estar la estatua del genocida ese", lanza Bayer. La figura de Julio Argentino Roca también es un leit motiv en la vida intelectual de Bayer, que lo considera un "genocida" por llevar adelante la Campaña del Desierto.

“Un crimen es un crimen. Por eso califico como los crímenes más grandes de la historia a la eliminación del indio en la Campaña del Desierto y la desaparición de personas”

Foto: Diario La Nación. Ezequiel Muñoz. 

-¿A qué otras calles les cambiaría el nombre?
-A la calle Rauch. Fue contratado por Rivadavia para exterminar a los ranqueles. Al hermano de Roca, Ataliva, que también tiene una ciudad en La Pampa, quien era el que cobraba la coima.
Bayer siempre defendió a los pueblos originarios, y su actitud le valió alguna vez la prisión en una cárcel de mujeres, luego de dar una conferencia en la localidad de Coronel Rauch, donde exigió a los mismos pueblerinos que le cambien el nombre a su pueblo.

-Algunos historiadores lo critican porque dicen que usted no analiza a Roca con las ideas de la época.
-Yo les respondería con documentos de Belgrano, Castelli y Moreno.

-¿Se puede ser libre y pertenecer a un partido político en busca de la verdad histórica?
-Mientras no se mienta. si ese partido cometió un error, hay que decirlo y publicarlo, y no esconderlo. No sé cómo reaccionarían los afiliados, si se responsabilizarían y harían autocrítica. El partido radical tendría que hacer la autocrítica por la represión de las huelgas patagónicas, a los obreros de La Forestal y los hechos de enero de 1919 contra los metalúrgicos. Fue una verdadera carnicería de la Policía Federal enviada por Yrigoyen. Siempre han callado la boca los radicales. Y el peronismo debería hacer la autocrítica por la actuación de López Rega, un criminal absoluto.

-¿Qué balance hace del gobierno de Néstor Kirchner?
-Néstor Kirchner hizo cosas más positivas que negativas. Por supuesto, que también se puede hacer alguna crítica. Pero es el primer presidente en tener el coraje civil de mandar a juicio a todos los asesinos de la dictadura. Es un gran mérito de él. Y más todavía, mandarlos a cárcel común y que el peor de todos, Videla, haya muerto en una cárcel común.

-Y al gobierno de Cristina Kirchner, ¿cómo lo ve?
-La veo también con cosas muy positivas y otras muy negativas. Desgraciadamente, hay mucha corrupción. Empezando por el vicepresidente, que ya tendría que haberlo hecho renunciar. Pero de los gobiernos después de la dictadura, ha sido el mejor.

-¿Qué opina del ascenso de César Milani?
-Una cosa así se hace para quedar bien con Dios y con el diablo. Pero mal hecho.

Son las cinco de la tarde y ya va casi una hora de entrevista. Osvaldo Bayer debe atender aún a cuatro periodistas más que están por llegar. El historiador traslada su disciplina historiográfica a su vida.Por eso, está levantado desde la cinco de la mañana. Asegura que a esa hora es cuando más productivo es. Se acerca la tardecita, y sus energías se van terminando, hasta que repentinamente, se reactiva y dice: "Me olvidé invitarlos con algo ¿Un pequeño whisky?"

© Escrito por Mauricio Caminos y Germán Leza el viernes 07/11/2014 7 y publicado por el Diario La Nación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Todo el contenido publicado es de exclusiva propiedad de la persona que firma, así como las responsabilidades derivadas.