© Escrito por Carlos Burgueño el domingo 19/05/2024 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.
Javier Milei dedica horas (muchas) a la economía. Y de manera casi compulsiva. Con intensidad. Sobre sus mesas de trabajo (tiene al menos tres), despliega cuadros, gráficos, anotaciones con números, porcentajes, tendencias. Considera el presente. Va para atrás en el tiempo comparando variables. Hace proyecciones al futuro. Tiene recortes de artículos de coyuntura de economistas y analistas financieros teóricamente algo o mucho más cerca de su pensamiento liberal, donde los párrafos que considera importantes están resaltados. Anota palabras. Consideraciones. Y reflexiona para dentro de sí. Y ante cualquiera que se le acerca. Sepa o no de economía. Llama permanentemente a funcionarios y asesores. No importa la hora. Puede ser de noche, tarde. Puede ser desde la Casa Rosada u Olivos. O desde Los Ángeles o, como ayer, desde España. Todos saben que tienen que atender el teléfono.
Lo bueno es que la consulta es breve. Puntual. Y hay algo que reconocer.
Da la impresión de dominio total del escenario. Toda la botonera económica y
financiera del país, parece estar bajo su control de daños y beneficios. Y se
anima a diseñar día a día sus planes, asegurando que tiene todo en su cabeza.
En el corto, mediano y largo plazo. Demuestra a todos los que se cruza en esos
momentos de intensidad que no tiene dudas hacia dónde va. Y que no le tiembla
el pulso.
Esta pasión por los gráficos, números, porcentajes estampados en papeles
a la vieja usanza, fueron prolijamente ordenados por él mismo para su viaje a España.
Y lo acompañan a cada momento de su gira europea. Como el jet lag le provocó
una mala pasada, sus horas de insomnio se concentran en volver a ver y releer
los datos ya analizados infinidad de veces; y comentados con muchos
colaboradores directos e indirectos. La llamada a estos o a sus funcionarios
puede llegar a cualquier hora. Simplemente aparece un “estás?”. “Te puedo
llamar?”; sabiendo la persona que está del otro lado del whatsapp que se trata
de un aviso, no una pregunta.
Milei
interviene un mercado desregulado (por él) y busca bajar las tasas de los
bancos.
En estas horas un tema concreto inunda
su agenda económica, y concentra sus esfuerzos analíticos. Milei está
convencido de que no hay atraso cambiario. Y que es perfectamente correcta la
proyección de un dólar levemente superior a los mil pesos para fin de año,
manteniendo el ritmo de crawling peg desde enero, luego de la firma del acuerdo
con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Mira cuadros que le
llegan, dónde se distribuye el tipo de cambio y su competitividad en diferentes
sectores, y ve que en realidad, el problema de un eventual retraso se concentra
en algunos rubros, pero no todos. Ve que hay problemas en el equipamiento del
hogar, rubro automotriz, salud, alimentos y bebidas y restaurantes y hoteles.
Como contrapartida, el tipo de cambio es plenamente competitivo en los
servicios como electricidad, gas y agua, alquileres, comunicaciones, educación
y transporte público. Está convencido que es posible actuar sobre los primeros
mejorando competitividades, bajando costos y trabajando sobre regulaciones.
Considera que hubo un sobreajuste de precios en algunos sectores como alimentos
que, desconfiados en que tendría éxito en su faena antiinflacionaria, apostaron
a un estallido que llevara el dólar a los 2 mil pesos. Y que ahora les toca
ajustar hacia abajo precios.
Le llegó también a Milei una
experiencia cercana en el tiempo. La de la crisis griega de 2009, cuando ese
país no pudo hacer frente a su deuda soberana y vivió un severísimo ajuste
apadrinado por el FMI y la Unión Europea (UE). Su visión es que el plan
diseñado para salir de ese evento fue exitoso, porque Grecia comenzó a crecer
al año de haber caído en desgracia. Y que, dado que pertenece a la zona Euro,
hubo una sola variable que no pudo tocar: la cambiaria. Toda la recuperación se
concentró en reducción del gasto público, desregulaciones económicas, reformas
laborales, impositivas y contractuales y mucha apertura al capital extranjero.
Para Milei esta experiencia es un ejemplo de “ancla cambiaria”, compatible con
la realidad argentina. Según su visión, se puede salir adelante y hacer crecer
al país ya desde el segundo semestre, sin necesidad de nuevas devaluaciones;
las que, está convencido, provocarían una mayor presión inflacionaria que el
público podría ya no soportar con la paciencia del primer semestre del año.
Cree que se puede hacer crecer al
país desde el segundo semestre, sin una nueva devaluación.
Por todo eso se molesta cuando lee
artículos y desgrabaciones de comentarios de economistas ortodoxos donde se
habla con insistencia del problema cambiario. Y que la falta de liquidación
sojera obedece a la vigencia de un dólar por debajo de los mil pesos. Milei defiende al campo, y asegura que el problema no es
el tipo de cambio, sino los bajos precios de la soja, que se mantienen dentro
de los 450 dólares la tonelada; casi el mismo precio con que Néstor Kirchner
inició su mandato en 2003, pero con un gasto público que representaba en
dólares el 30% que el actual. Confía en que los dólares sojeros serán
suficientes y llegarán en lo que queda de mayo y julio; y que los productores y
exportadores no lo defraudarán. Confía así más en ellos, que en sus colegas del
Círculo Rojo industrial.
Afirma que esta credibilidad depende
de que pueda mostrar que es verdad que la inflación está bajando, y que la
tendencia de un dígito descendente de abril podrá profundizarse en los meses
que vienen. Y que, al menos hasta agosto, no hay dudas de que cada mes habrá un
porcentaje menor de alza de precios.
Antes de volar a Madrid le llegó un dato alentador. Según el informe privado para sus clientes el J.P. Morgan pronostica para mayo un alza de precios cercana al 5%. Otros informes monetarios hablan de que para comienzos de junio las reservas del Banco Central de la República Argentina (BCRA) estarán operando en niveles positivos, abandonando un rojo que para comienzos de su gestión se ubicaba en 13 mil millones de dólares. Los anuncios de la baja de la inflación y la suba de las reservas casi que coincidirán en el tiempo: entre la segunda y la tercera semana de junio. Será el momento, piensa Milei, en que muchos ortodoxos comenzarán a tomarse su plan económico en serio. Y que luego llegará el reconocimiento.
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