Perder-perder…
Pesadumbre. Mental y física de Cristina en
Cuba. Fotografía: CEDOC
Envejecer es un
arte difícil, en muchos sentidos. Para Cristina también. Ella tampoco es
ejemplo de la promesa de “volver mejores”. No puede superar
el estigma de crecer en silencio y expulsar afectos cuando habla. Lo mismo que
pasaba en su primera campaña nacional, en 2007, cuando el por entonces jefe de
Gabinete Alberto Fernández se esforzaba por explicar que con Cristina el
kirchnerismo entraría en la fase superior, la republicana a lo Ángela Merkel.
Cuando Alberto Fernández explicaba lo que ella era, crecía. Cuando ella
mostraba lo que era, producía rechazo en un sector. Quizá también por eso
produce amor en otro sector.
© Escrito por Jorge Fontevecchia el domingo 16/02/2020 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires., República de los Argentinos.
En la polémica a
favor de la existencia de presos políticos, los alineados con Cristina
utilizaron el ejemplo de Nelson Mandela para desarmar el argumento de Alberto
Fernández sobre que solo lo son los detenidos a disposición del Poder
Ejecutivo. En la columna de ayer se explicaron las diferencias jurídicas (Si hay lawfare, hay presos políticos) pero
lo más importante ahora son las diferencias de actitud. Mandela, tras estar 27
años preso, se dijo al recuperar su libertad: “Mientras salía por la puerta que
conducía a mi libertad, pensé: ‘Si no dejás atrás la amargura y el odio, aún
estarás en prisión’”.
Cruel hasta con ella misma, antropofágica y resentida, esa Cristina es una
de las caras de Jano argentinas
Asumiendo que
Cristina Kirchner hubiera sentido estos cuatro años de Macri haber sufrido una
prisión simbólica, su triunfo electoral y la recuperación de gran parte del
poder público deberían resultarle un abrazo sanador de gran parte de la
sociedad. Sin embargo, a diferencia de Mandela, ella prefiere continuar en la
prisión simbólica de la amargura y el odio.
Transmitió el
resentimiento que no puede superar y la hace prisionera del pasado al presentar
su libro Sinceramente y decir: “El componente mafioso del lawfare se tradujo en
la persecución a mis hijos, pero especialmente a Florencia. Debe ser ese
componente mafioso, los ancestros de quien fuera... como denunció un conocido
periodista de Página/12 cuando habló de la ‘Ndrangheta’. Deben ser esos ancestros”,
refiriéndose a la mafia de Calabria, lugar de origen de la familia Macri.
Pero Macri es
in-significante y no podría ser principal sujeto de su inquina algo a lo que le
asigna tanta mediocridad. Su problema es que, lejos de disfrutar este nuevo
ciclo de su existencia, su rostro denota disgusto con la vida confirmando que,
si fuera cierto lo que cuentan quienes tienen algún contacto con ella, hasta
llora al transmitir ese sentimiento en la intimidad.
Macri también
mostró en su rostro huellas de disconformidad con la vida. En las fotos de su
cumpleaños 61, el sábado 8 de febrero, le aparecen bolsas en los ojos de
alguien bastante mayor. En el caso de Macri, su sufrimiento no debería ser a
causa de resentimiento sino de haber comprobado al ejercer la presidencia
cuántos atributos menos tiene respecto de los que presuponía.
Pero esas dos
caras de tristeza, la del resentimiento y la de la impotencia, son dos
metáforas del rostro del país que hace 45 años fracasa sin cesar. En gran
medida por la irreconciliable relación entre unos y otros.
Entre los que se
quedan, no son pocos los que se van al exterior, escucho a macristas consolarse
tontamente pensando que Alberto Fernández no tiene plan de crecimiento y que,
cuando se evidencie, la presión social insatisfecha sumada a la interna con los
cristinistas hará que todo explote, creándose las condiciones para el regreso
del no peronismo. El mismo consuelo mediocre del kirchnerismo cuando perdió en
2015 pensando que, más tarde o más temprano, Macri terminaría yéndose en un
helicóptero y regresaría triunfante el kirchnerismo.
Aun cumpliéndose
estas profecías, cada sector se hace cargo de una pesadilla cada vez peor,
comenzando desde más abajo, un juego perder-perder donde pierden todos.
En la primera
presentación de su libro Sinceramente, Cristina Kirchner expuso como ejemplo de
éxito el pacto social que el último ministro de Economía de Juan Domingo Perón,
José Ber Gelbard, instrumentó en 1973. Cuando Cristina lo recordó no se sabía
que Alberto Fernández sería el candidato, pero luego él mismo rescató el
ejemplo de aquel pacto social al promover la creación de un Consejo Económico y
Social, más las suposiciones de que Roberto Lavagna sería su conductor, cuya
inspiración tiene reminiscencias con el de 1973 que permitió a Gelbard
instrumentar su política económica.
Hace cuarenta y
tres años que José Ber Gelbard falleció (1917-1977) pero queda activo quien fue
su mano derecha en el ministerio, el economista Carlos Leyba, protagonista del
reportaje largo de esta edición (página 38), quien él mismo dice: “Usted me
sacó del sarcófago”.
Escuchar los
testimonios de aquella Argentina donde había solo un 4% de pobreza y nuestra
tasa de crecimiento se había mantenido durante todo el siglo XX al mismo nivel
que las de Canadá y Australia, pero sin embargo el país estaba violentamente
dividido dando origen a dictaduras y guerrillas, resulta una lectura
obligatoria para todos aquellos interesados en entender por qué llevamos 45
años (y no 75 años) de fracasos. Destrucción que pergeñó la última dictadura,
sin que fuera inocente la guerrilla.
Presumido, banal, contradictorio y estéril, Mauricio Macri es metáfora de
la otra cara de Jano argentina
Carlos Leyba es
un desconocido para el público contemporáneo porque su época fue otra. Fue quien
nombró director de Precios en el Ministerio de Economía al joven Roberto
Lavagna, quien entonces tenía 31 años. Pero como actor de aquella Argentina que
se perdió, es una voz autorizada para hacernos reflexionar sobre el presente.
Nos falta la grandeza de Mandela, de la que Cristina Fernández carece, y la
inteligencia de Mandela, que Mauricio Macri nunca tuvo y desgraciadamente una
parte de la sociedad le asignó ante el espanto que le despertaba (y le
despierta) Cristina Kirchner.
La palabra suave
de Carlos Leyba es un grito que interpela a las generaciones que lo sucedieron
por lo que se hizo con aquel país cuya economía, todavía hasta 1983, cuando
Alfonsín asumió la presidencia, era igual a la de Corea, y hoy es tres veces
menor con la misma cantidad de habitantes y treinta veces más territorio.
Es hora de seguir
el consejo de Mandela, dejando atrás la amargura y el odio, para no continuar
en la misma prisión mental.
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