Macri en su laberinto…
Consultó a Lousteau, Melconian y otros economistas. Pero teme hacer
retoques y que luego la crisis los devore.
© Escrito por Nelson Castro el domingo 02/09/2018 y
publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Hace algunas semanas, Mauricio Macri
se reunió con Martín Lousteau. Quien fue primer ministro de Economía del primer
mandato de Cristina Fernández de Kirchner y embajador del actual gobierno en
los Estados Unidos, llevó al encuentro algunas ideas para enfrentar las
dificultades por las que atravesaba ya entonces la economía. Lo presentado por
Lousteau fue un aporte concreto para enfrentar los peligros que acechaban al
ideario económico –por así decirlo– del oficialismo. Su decepción fue grande
cuando supo que nada de lo que le había llevado al Presidente le había
interesado. No fue el único al que le pasó algo así. Guillermo Nielsen, uno de
los economistas que más sabe sobre negociaciones con el FMI, fue otro de los
que nunca tuvo devolución acerca de sus propuestas.
El síndrome de Hubris es un mal del
poder. Es un mal del cual Jaime Duran Barba –que estuvo en las reuniones del
fin de semana en la quinta de Olivos– conoce mucho. Uno de los signos de este
mal es que quien lo padece cree ser el dueño de la verdad absoluta y, por ende,
ignora todas las opiniones que contradigan esa “verdad”. Es lo que le
está pasando a Macri.
Marcos Peña es una persona honesta a
quien muchos consideran poseedor de un intelecto brillante. A pesar de ello, al
jefe de Gabinete también lo aquejan los efectos del Hubris: cree que todos los
que le dicen que las cosas no marchan bien están equivocados. Peña, quien ha
sido clave en el diseño de la última campaña electoral, detesta la “vieja”
política y cree que encarna la “nueva “política, sin advertir que, en muchas de
sus actitudes y la de muchos funcionarios de su gobierno, hay elementos de aquello
viejo que detesta y desprecia. Sus conductas –en las que no falta la soberbia–
lo han transformado en el blanco de las diatribas de varios integrantes del
gabinete y de muchos dentro del oficialismo. Que María Eugenia Vidal haya
salido a enmendarle la plana el jueves luego de que Peña dijese en el
programa de Marcelo Longobardi que no había un fracaso económico lo certifica.
Su oposición a la incorporación de peronistas al gobierno es bien conocida. Es
la misma que tiene el Presidente. Ese es uno de los motivos de discusión al
interior del Poder Ejecutivo. Peña suele disentir con Macri, a quien se atreve
a discutirle de igual a igual. “Muchas veces le adjudican la responsabilidad a
Marcos por cosas que él no comparte y que, en verdad, son iniciativas del
Presidente”, revela un hombre de la mesa chica del poder. Pero Peña es Macri. Y
es por eso que el Presidente no lo va a echar.
Dificultad e internas.
La adversidad ha hecho recrudecer la
interna que se vive dentro del oficialismo. Esta interna, que a pesar de ser
educada es feroz, es un monstruo de tres o cuatro cabezas. Ahí están Emilio
Monzó, Horacio Rodríguez Larreta, Rogelio Frigerio y Vidal que abogan por un
cambio de nombres dentro del gabinete, y una reducción de ministerios. Aunque
alguna señal se va a dar, no es la señal que espera el mercado que es la
desactivación del triángulo del conflicto que integran Peña, Gustavo Lopetegui
y Mario Quintana, a quienes se los considera como responsables del manoseo de
la economía. Una de las alternativas sobre las que se conversó fuertemente
en estas horas fue la posibilidad de reincorporar al gabinete a Carlos
Melconian. Pero uno de los problemas para su designación es Peña, porque fue
–apoyado por Macri– quien en su momento le bajó el pulgar al entonces
presidente del Banco Nación. El otro son sus propuestas. El Presidente,
quien tuvo el viernes una larga comunicación con Melconian, escuchó la dureza
de sus propuestas: retenciones, ajuste de impuestos, etc. “Tomemos ahora las
decisiones duras que nos permitan el día de mañana llegar a unas elecciones o
por lo menos llegar a las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO)
con chances de tener el país ordenado, no como está hoy”, sostuvo Melconian.
Evidentemente hay poca claridad
intelectual respecto de qué es lo que hay que hacer. El Presidente dijo en
varias oportunidades –aun en el peor momento de la crisis– “Marcos soy yo”. El
problema de fondo es que el mercado espera que un cambio genuino venga de la
mano de un ministro de Economía verdaderamente respetado por los mercados y el
mundo de la política y de los negocios, que pueda pararse delante del jefe de
Gabinete y convencer al Presidente de tomar las medidas que propone y no que
tenga que pasar el filtro del jefe de Gabinete y de sus dos vicejefes, que
le pongan cara de póker para que luego Macri no las acepte. Si esto no se
modifica, los cambios serán cosméticos, como está sucediendo con Dante Sica y
Javier Iguacel, que en definitiva no cambiaron nada porque la esencia de la
política económica es la misma.
Ante esto, el Presidente argumenta:
“Si yo hago un cambio en el medio de la crisis me lo devora la misma crisis”. Y
es en esa media agua en la que navega hoy en día el Gobierno. Mientras en la
tarde de ayer transcurría la reunión del Presidente con Dujovne, Peña, Vidal y
Rodríguez Larreta, las versiones de cambios arreciaron con fuerza.
Nombres.
Macri tiene algo en claro; el único
que puede reemplazar a Peña es Rodríguez Larreta. Y Rodríguez Larreta ya le ha
dicho al Presidente que no tiene interés en ese cargo y que no comparte el
enfoque del actual jefe de Gabinete. Lo que propone Larreta es básicamente
llegar a 2019 con mayor consenso y con una plataforma de sustentación que le
permita no solo hacer los cambios urgentes que tiene que hacer ahora sino
algunos cambios que se tienen que hacer en el Congreso como la modificación de
la Carta Orgánica del Banco Central, algunas de las cosas que no se han hecho.
Todo conlleva la necesidad de
acordar con los gobernadores y con los diputados y senadores de la oposición.
Ahí es donde surge la gran diferencia con Marcos Peña, que quiere insistir con
el modelo “PRO puro”, con el “amarillo puro” que es más de lo mismo porque de
alguna manera sienten que pierden el poder de los resultados.
La Argentina va a presentar el
martes (todavía están haciendo los números) cuál sería el impacto de las
medidas que tiene en la billetera para tomar. Hay una nómina de diez medidas
para las que hay que hacer cuentas. Lo que hasta ahora se sabe es que volverían
las retenciones a las exportaciones del trigo y del maíz y que se frenaría la
baja de las retenciones a las exportaciones de la soja. Macri está enojado con
este presente que lo expone a una contradicción –una más– frente a lo que
fueron sus promesas de campaña. Está enojado también con muchos hombres de
negocios –empresarios, banqueros, financistas, consultores– que le prometieron
esa lluvia de inversiones que nunca llegaron. “No te enojes ni te sorprendas
tanto, Mauricio; vos supiste ser uno de ellos”, le dijo alguien de su cercanía
ante su sorpresa y su contrariedad.
Producción periodística: Lucía Di
Carlo
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