domingo, 30 de octubre de 2016

El futuro de Fútbol para Todos… Para todos, las pelotas… @dealgunamanera...

Para todos, las pelotas… 

El Futbol para Todos vive sus últimos días. Foto: Telam

El Gobierno anunció por enésima vez el final del Fútbol para Todos. Con Armando Pérez muy cuestionado, se recrudece la pelea por el sillón de Viamonte.

“Los actos de los hombres heredados del pasado serán gradualmente destruidos. Yo, Alpha 60, soy sólo el medio lógico de esta destrucción”. Voz de la computadora Alpha 60 en “Alphaville” (1965), dirigida por Jean-Luc Godard (1930).

Army Peréz, un Coco Basile con clonazepam, tiene la voz aún más cavernosa en las primeras horas de su jornada, llegando al mediodía. 

Combina sus lindas camisas con un pañuelo de seda del mismo color en el bolsillo del saco, luce orgulloso un pelo largo sauvage y su mirada arrastra la fatiga de quien ha visto demasiado. No tiene WathsApp y casi no usa el celular. Para eso está Víctor Taboada, su hombre de confianza, hoy gerente general de lo que queda de la AFA.

Su gestión resultó una obra maestra en la búsqueda y la concreción del fallido. Como en un mal folletín de misterio, estiró hasta lo ridículo la definición de un tema banal: qué equipo debía ocupar el nuevo cupo para la Libertadores. El Gobierno había celebrado su nombramiento. Se aseguraban un presidente sensato, negociador, confiable. Salió mal. Por hastío, perplejidad o desidia, Peréz logró otro milagro: hartar a todos y unir a irreconciliables enemigos.

El hombre tiene su estilo. La semana pasada regresó de Bahrein, donde había ido en busca de dinero, sin un mísero dinar bahrení para el café. Danyel Angel Easy, primera espada de Defensores de Macri y de la Superliga, lo liquidó con notable economía de palabras. “¿Trajo plata? –les repreguntó a los cronistas que querían su opinión–, ¿No? Entonces fracasó”.

Al mismo tiempo, Tinelli reafirmaba su proyecto de ser presidente de AFA y posaba sonriente ¡con Pablo Moyano! El agua y el aceite, ayer nomás. El Gobierno tomó nota y enseguida se confirmó la candidatura de Daniel Vila, el mismo que en las elecciones de 2011 llegó al galope, con Fantino arengando a la tropa y 66 pequeños clubes del interior que lo apoyaban a morir. Sin embargo, a la hora de los votos –ah, esa pícara malicia del socialismo mafioso grondoniano…– algo falló.

De pronto quedó varado en la vereda, golpeando la puerta con furia, sin poder entrar a la casa de la que, un rato antes, se había proclamado nuevo presidente. La imagen no lo beneficiaba. Fue peor cuando la hinchada de Chacarita, reclutada con el ruin propósito de la burla, comenzó a cantarle: “Oh le lééé, oh la lááá, Vila se la comeee, Grondona se la da…!”. Qué feo.

Don América, con chofer y cerrajero, está listo para competir. Un antiguo sueño que alimentó con nafta premiun en Olivos, después de una charla con Macri. Dicen los vilo-pamelistas que, antes, el Presidente habría dicho: “El único que puede arreglar este quilombo de la AFA es Vila”. Fah. Eso sí es audacia y no tirarse en paracaídas.

El que se dio el gusto de anunciar la enésima muerte de Fútbol para Todos fue el secretario de Presidencia, Fernando de Andreis. “Dejará de existir el 1° de enero y así cumpliremos nuestra promesa de levantar ese programa”. ¡Ops! Si mal no recuerdo –y no lo hago–, la promesa de Macri en campaña, reafirmada por el propio De Andreis, era sostener la gratuidad hasta 2019, cuando vencía el contrato. Y bueh. Así son las cosas en el país Snapchat, que ve y de pronto no ve más. “¡Para todos, las pelotas!”, diría Adelina de Viola. Not Heidi Vidal.

¿Qué quieren los clubes? La clase media resiste como puede el avance de la inevitable Superliga. Se juramentaron no darles los votos que necesitan para convertirla en asociación civil y buscan un candidato. Allí se hace fuerte Tinelli.

¿Qué quiere el Ascenso? Antes mayoría gracias al viejo estatuto que pasará a mejor vida cuando la FIFA nos imponga el suyo, negocia para salvar el pellejo. La nueva norma les dará el poder a los grandes. El Comité Ejecutivo bajará de 45 miembros a 25 y la Asamblea, que pasará a llamarse Congreso, de 75 a 30, o 35.

¿Qué quiere el Gobierno? No gastar un peso más, sostener al candidato que enfrente a Tinelli y muñequear la venta de los derechos con los posibles inversores, que no quieren saber nada con un torneo de 30 equipos. 

¡Superliga y SAD corazón! Para eso, lógico, necesitan a un hombre suyo en la AFA. Angel Easy prepara el terreno. “Los clubes chicos tienen que entender que sin los grandes no tendrían ingresos. Que cada uno venda sus derechos, a ver cuánto vale cada uno”, marcó terreno a lo bestia.

Army Peréz, el que se equivocó como la paloma que por ir al Norte fue al Sur, se sumó al Operativo Ahogo del Gobierno, molesto por tanto dirigente alborotado. Los artilleros de la AFIP, al mando del comandante Abad, hicieron público un informe donde se detallaba una deuda total de 1.346.745.094 pesos.

“El sistema del fútbol es peligroso para la seguridad social de la Argentina”, advierte con la vista clavada en el Decreto 1212 de 2003, firmado por Duhalde poco antes de dejar el poder, con el mismísimo Abad como jefe de la AFIP. Una resolución que, para salvar a los clubes, les concedía una rebaja de la alícuota del 31% al 7%. La idea, ahora, es aumentar poco a poco ese porcentaje o incrementar la base imponible incluyendo los abonos de los socios, las publicidades y los sponsors. 

Glup. ¿Serán tan rigurosos con la minería, el Poder Judicial o el agro, por ejemplo, que podrían aportar bastante a la causa? Nah, es chiste… ¡Dilo de nuevo, Adelina!

Peréz cerró el show mostrando una lista de deudores con el fisco que lideraba River, con 166.400.000 pesos. Rodolfo D’Onofrio lo desmintió, indignado: “¡Falso! Mi club no debe nada”. ¿Resultado? Army admitió el error y aclaró, sin aumentar el natural rosado de sus mejillas: “Con River nos equivocamos, hubo una cuenta mal hecha. Es más, todavía les debemos el premio por haber ganado la Libertadores 2015”. Genio.

El sainete continúa; imparable, desopilante o dramático, pintoresco, viscoso, ilusorio, fatal. ¡‘Vaaaamooo’!, dijo Stevie Wonder, que puso primera y aceleró a fondo.


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