Piense en ellos…
GOYESCO. Dibujo: Pablo Temes.
La Presidenta debería
atender más los problemas de millones de jóvenes “ni ni” y marginados.
Piense, señora, como madre. Su hijo, aunque ya grande, en
cierto modo también es un joven “ni ni”, porque “ni” estudia “ni” trabaja. No
es una acusación, no lo tome así. Es más, no debería sentirse culpable por eso.
Y si acaso le da “cosita”, como dice a veces, usted tiene una excusa formidable
para justificarse. Es imposible estar a la vez “dejando la vida” en “salvar a
la patria” y ocupándose de los hijos. El “osito” sabrá comprender. O lo verá
con su analista, llegado el caso. Por otra parte, el nene, el “ni ni”, desde
hace unos meses administra las cuentas, los depósitos, el patrimonio familiar,
que no es poco.
En realidad, es un “ni ni ni”. Porque, como les sucede a
todos los hijos del poder –político, económico– que ni estudian ni trabajan,
tampoco “ni” siquiera les preocupa el tema. Les pasó a los hijos de De la Rúa,
emblemáticos “ni ni” sobre los que siempre se sospechó cómo consiguieron sus
títulos universitarios. Y a Zulemita Menem, otra “ni ni” que tuvo un problemita
cuando estudiaba en la UADE –la echaron porque recibía “ayuda” en los exámenes–
y al fin se quedó sin el título por el que había pagado.
Heredan una vida que viene hecha. Relaciones, influencias,
cargos, negocios, fortunas. Nacieron adentro. Todo lo que tienen que hacer es
cuidarse la silueta, seguir la huella y ordenar: “Mandame el avión, ponelo a
éste, perseguilo a aquél, dale un puesto, contratá, arreglame esto, echá,
organizame una reunión de La Cámpora, y así”. Al fin y al cabo, mandar no es
como trabajar, pero lleva su tiempo y les ocupa el día.
El drama, la verdadera tragedia, señora, sucede fuera del
sistema, en los arrabales de las ciudades, en los pueblos, en las sombras del
“modelo”, en el contraluz del “relato”, allí donde el “espesor” de las palabras
que le confeccionan a medida en la sastrería Foster & González no alcanza a
disfrazar la realidad desnuda, ni ocultan ni abrigan del dato frío que
estremece: hay un millón de jóvenes “ni ni”, señora, trescientos cincuenta mil
más que hace diez años. Y la mitad ya ni lo intenta. Terminar la primaria o la
secundaria, aprender un oficio, salir a buscar trabajo, “¿para qué?”,
preguntan.
Si dejaran de ser un número y se los presentaran, señora, y
le tuviera que dar la mano a cada uno, le sería imposible, cara a cara,
explicarles el “modelo”. No hay conexión entre el discurso y los hechos. Esa es
la “patria” de carne y hueso, señora. Nombres, voces, dientes, pelos, olores,
tonadas, hermanos, tatuajes, miradas. Más de la mitad son pobres, hijos de
pobres o de indigentes, de pobres de siempre, segunda, tercera generación de
villeros o de barrios parecidos. Y no hubo, ni hay, “proyecto” para ellos ni
para sus familias.
Juegan, fuman, beben, joden, bardean, salen de “caño”,
buscan, pelean, provocan, transan, aguantan el día. Nada que hacer, nada que
esperar. A veces “pintan” changas. “Trapitos” de los “barras”, cartonear,
llevar, traer, se venden, se entregan. Salvo algunas ONG, las Madres contra el
Paco, ciertos héroes anónimos, los curas que trabajan en las villas, nadie los
escucha ni los contiene. “El” Estado es,
para ellos, un “puntero” que tira, reparte o consigue, por pintar paredes, ir a
marchas, saquear, hacer “favores”.
Los que mejoran la oferta son los “narcos”: en Rosario pagan
150 pesos al que acepte ser “soldado” de la causa. Pero ahí, a veces, toca
pagar también. No todos los casos de violencia con heridos graves se denuncian,
pero aun así el año pasado se contaron182 homicidios. En lo que va de éste, ya
son 18. Asesinos y víctimas son jóvenes, la mayoría.
Diez años de gobierno, señora. Crecimiento a “tasas chinas”.
Miles de millones de dólares. ¿Quedó algo para ellos? Tenían siete, ocho, diez
años en 2003, y tienen diez más ahora. ¿Qué pasó?, ¿qué cambió? Si un gobierno
no garantiza la vida sana de los chicos, no genera expectativas de vida
creativa para los jóvenes y no asegura la vida tranquila de los adultos y
ancianos, todo lo demás que se atribuya como éxito no encubre el fracaso.
La “juventud maravillosa” de peronistas de su generación,
hoy en el poder, entre los que hay varios asesores, funcionarios, diputados, ex
menemistas, ex aliancistas, ex montoneros (que nunca se autocriticaron, como
responsables políticos, por los militantes que mandaron a morir, pero sí
hicieron uso y bandera de ellos), ¿va a seguir condenando jóvenes al olvido y a
la desaparición? ¿Es posible que sólo les importe reescribir el pasado y
venderse como próceres?
¿Qué tiene usted para ofrecerles, señora, además del voto a
los 16 años para que la ayuden a reformar la Constitución, pueda ser reelecta y
seguir “sufriendo” por todos nosotros? ¿Qué?
Están en la plenitud del deseo, cargados de ganas, de furia,
necesitan riesgo, aventura, ideales, y son perseguidos, castigados,
ninguneados, a su alrededor se levantan muros, de piedras, palos y prejuicios.
Aún le quedan tres años, señora. Mucho tiempo cuando tantas
vidas están en riesgo cada día. Paco, alcohol, fierros, pelear, zafar, chorear,
coger, odiar, matar, morir, algo más tiene que haber, señora.
Piense, pida ayuda, llame a los expertos, a los líderes de
la oposición, a quienes tarde o temprano la van a suceder, discutan un plan
para que en diez, veinte años, algo cambie, diseñen eso que les gusta llamar
“política de Estado”. Algo más tiene que poder hacer, señora. Para bien o para
mal, usted ya está en la historia, sus hijos, y los amigos “unidos, organizados
y salvados”, ya están adentro. Ellos no.
Y ellos son “la patria”, el país que será.
© Escrito por Carlos
Ares el sábado 26/01/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires.
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