El miedo...
La mejor muestra de que a la presidenta nadie le tiene miedo, a excepción de sus funcionarios, es la manifestación que se armó a través de las redes sociales, única, inédita y que concentra la atención del mundo, en esta verdadera movilización virtual que se materializará en Argentina y otros países donde hay ciudadanos que piden lo que el oficialismo parece no querer entender: paz, entendimiento, seguridad, fin de la prepotencia, límite a la inflación, basta de despilfarro, castigo a la corrupción, basta de asalto a la Caja de los jubilados (ANSES) y fin del atropello a las libertades individuales y de libre expresión, entre otras cientos de cosas.
“Lo que el
kirchnerismo no puede controlar lo vuelve loco”; esta premisa que alguien nos
dijo hace mucho tiempo, cuando aún vivía Néstor, es muy visible en estos días.
La autoconvocatoria popular que se ha manejado exitosamente a través de las
nuevas tecnologías, es algo que superó ampliamente las expectativas del
gobierno y esta movilización imparable, que comienza fronteras afuera de la
Argentina, crispa los nervios de la presidenta y si ella está nerviosa, los
estados altos, medios y bajos del gobierno, tiemblan.
Como forma de
contrarrestar este verdadero aluvión de protestas, el kirchnerismo ha acudido a
sus espadas tradicionales, léase: D`Elía, Aníbal Fernández, Pichetto, Recalde,
Pérsico, Bonaffini, Abal Medina, el propio De Vido y operadores rentados que
disparan dardos envenenados en forma indiscriminada, para buscar un enemigo claro
y objetivo que no encuentran, cuestión que los exaspera, porque en esta
oportunidad, hasta Clarín pasó a ser una entidad sin importancia, debido a la
magnitud del emprendimiento de protesta y movilización que se acordó para hoy 8
de noviembre.
Ya no valen las
descalificaciones ni los improperios, ni las amenazas fascistas de un gobierno
loco y desajustado que no acierta a desarrollar una conducta de beneficios
mutuos, sino de beneficios localizados. Con un ANSES casi agotado, por el
ordeñe inconmensurable al que los han sometido, la imagen presidencial en su
punto más bajo, una inflación del 25%, las empresas estatales desfinanciadas,
como Aerolíneas Argentinas, que pierde 2 millones de dólares al día, YPF que no
consigue inversores y produce el 51% menos que cuando era española, el fracaso
energético, que con el corte de ayer quieren cargarlo a un boicot que solo está
en ellos, el karma de Boudou, el ataque a la Corte Suprema de Justicia que
mereció por primera vez, palabras de Lorenzetti quien dijo que “no se va a
dejar presionar por nadie” y una guerra declarada contra Clarín que no tiene
norte, el gobierno no posee basamentos sólidos para aguantar una protesta
masiva donde sabe que están representados todos los sectores, incluyendo la
mayoría de aquellos que la votaron en 2011, bajo los efectos del voto emotivo,
bonus track que hoy la presidenta no tiene.
El
debilitamiento político lo demuestra el propio gobierno, cuando sale a combatir
la manifestación pública con argumentos gastados, tibios, previsibles como la
actividad de la “derecha” (como si ellos fueran “la izquierda”), agitando el
fantasma de la desestabilización y el golpe (justo el FPV que son los mayores
desestabilizadores) y pensando que todos son malos menos ellos. Este argumento
pasado de moda y que el propio kirchnerismo se encargó de destruir, no tiene
ningún peso en la movilización que se prepara para hoy. La gente, cada vez más,
ya no los escucha.
“El latiguillo
del 54%” quedará reducido a un mero recuerdo del pasado. La historia del país
puede comenzar a escribirse derecho sobre renglones torcidos, si el pueblo en
su conjunto aplica las técnicas de sanación que tiene la democracia. Para ello
hace falta decisión, conjunto y motivación. Todo está en la mesa y la gran
paradoja es que no existe opositor que lo pueda capitalizar porque esto no
tiene nada que ver con la oposición que es inexistente en la Argentina. El
verdadero opositor está dentro del kirchnerismo, dentro del gobierno, en las
vísceras del propio oficialismo que combate en todos los frentes con las mismas
armas: la descalificación, el ataque grosero, la prepotencia, la arrogancia y
la dialéctica chauvinista de la presidenta o el creer que es progresismo el
despliegue de políticas prebendarias o hablar de la “oligarquía” desde los
edificios de Puerto Madero y con fortunas obscenas, amarrocadas desde la propia
familia Kirchner para abajo.
Todo esto tiene
una bisagra en el 8N y nada tiene que ver con el 7D. El gobierno cree que
asusta a alguien amenazando a Clarín con cortarle sus negocios. En todo caso es
problema de Clarín, no de la gente. El verdadero problema del gobierno no es
Clarín, es el pueblo y este día, seguramente, va a marcar fuertemente a la
presidenta que más allá de los discursos cargados de enojo y ofensas, sabe muy
en su interior que la gente se une hoy ante uno o varios temas comunes,
organizados por la indetenible red de las nuevas tecnologías, mientras que el
gobierno, para poder juntar 50 mil almas, debe gastar la plata que no tiene,
rentar voluntades y acudir a la presión y el apriete. Esto, aunque no lo
confiesen, es lo que más le duele; es decir, duele más la verdad oculta que la
construida a través del relato único, que jamás podrán imponer en el país que
ha despertado.
© Escrito por Rubén Lasagno y
publicado por la Agencia OPI Santa Cruz el jueves 8 de Noviembre de 2012.
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