178…
Ahora está de moda hablar muy bien de
Néstor Kirchner para poder vituperar a su viuda. Es lo que cunde. Según este
nuevo revisionismo, la tragedia empezó el 27 de octubre de 2010 cuando murió
Kirchner, en Santa Cruz. Desde entonces, se alega, se ha desnaturalizado la
obra de Kirchner. Pero el Gobierno acaba de producir un hecho valioso para
cronistas e historiadores. Firmado por el Frente para la Victoria, publicó el
sábado 27 de octubre anuncios en esa prensa que sus corifeos denominan
“opositora” y “destituyente”, PERFIL, La Nación y Clarín, medios a los que los
funcionarios no atienden, ignoran o fulminan con sus insultos. Días atrás, por
ejemplo, Amado Boudou les pidió a PERFIL, La Nación y Clarín “que se dejen de
hincharle las pelotas”. Textual.
El aviso del Frente para la Victoria era irremediablemente rústico y
conceptualmente indigente. Su factura era de un primitivismo asombroso, escrito
todo en mayúsculas, esa forma de gritar a la que apelan los ignorantes,
imaginando que sólo así se les comprenderá lo que barruntan. Fueron 178
palabras, desplegadas en siete oraciones inclementemente pedregosas, de una
sintaxis escuálida. No es esto lo más importante, sin embargo. El aviso
condensó en siete conceptos el legado que el Gobierno pretende sacralizar como
herencia del santacruceño. Rastrillarlo con ánimo indagador revela su escasa
consistencia y, sobre todo, su pobre verosimilitud.
El Gobierno asegura que Kirchner fue “capaz de plantarse ante el Fondo
Monetario”. Curiosa manera de ponerse de pie: sacó la billetera nacional y obló
casi 10 mil millones de dólares que el FMI no reclamaba y cuya tasa de interés
era bajísima, comparada con tramos pesados de la deuda. No “se plantó”; pagó
una suma desorbitada y al contado, sólo para abonar su leyenda de indómito
peleador solitario.
El panegírico agrega que, con Kirchner, se puso en vigencia un “nuevo modo
de hacer política”. No explica en qué consiste, pero es bueno evocar que
arrancó con la deglución del político derechista Eduardo Lorenzo Borocotó, cuyo
apellido renominó para siempre el léxico político: donde antes se decía que una
persona que saltaba de una trinchera a la otra en la oscuridad era un
tránsfuga, luego se dijo que se “borocotizaba”. ¿“Nuevo modo”? Veamos: Gildo
Insfran, José Alperovich, Raúl Othacehé, José Luis Gioja. Si esto resume el
“nuevo modo”, ¿cómo habría sido el viejo modo?
El tercer adagio embelesado para el señor K es que, “gracias a él”, en la
Argentina floreció una juventud “llena de entusiasmo”. La idea oficial es que
desde 1983 hasta 2003 nunca hubo entusiasmo en las jóvenes generaciones. No
hubo celebraciones por la paz con Chile en 1984, tampoco con la sentencia
contra las juntas militares en 1985, del mismo modo que faltó entusiasmo para
defender la democracia contra los motines militares de los carapintada
fascistoides en 1986 y 1987, ni cuando el gobierno de Menem eliminó el servicio
militar obligatorio, en 1994. El “entusiasmo” nació con Kirchner, y la
militancia juvenil entre 1983 y 2003 nunca se interesó por el “destino colectivo”.
El cuarto mandamiento del ¡Gracias Néstor! hace foco en lo que los núcleos
más ideologizados reclaman como obra principal del ex presidente, su supuesta
actitud “inclaudicable por la memoria y los derechos humanos”. Efectivamente,
en 2003 la nueva Corte Suprema de Justicia declaró imprescriptibles los delitos
llamados “de lesa humanidad”, del mismo modo que calificó de
“inconstitucionales” la ley (mal) llamada de “punto final” de 1986 así como la
de Obediencia Debida de 1987.
Contemporáneamente el Congreso Nacional declaró nulas esas leyes mediante la
ley 25.779. La ley 23.492 de Punto Final fue promulgada el 24 de diciembre de
1986 por el presidente Raúl Alfonsín y estableció que, transcurrido un período
determinado, “se extinguirá la acción penal contra toda persona que hubiere
cometido delitos vinculados a la instauración de formas violentas de acción
política hasta el 10 de diciembre de 1983”. Quedaban fuera de esa limitación
los secuestros de bebés hijos de detenidas-desaparecidas nacidos en centros
clandestinos de detención. La ley 23.521 (de Obediencia Debida) fue firmada por
Alfonsín el 4 de junio de 1987. El 12 de agosto de 2003, la Cámara de Diputados
declaró “insanablemente nulas” ambas leyes. El Senado convirtió esto en ley el
20 de agosto de 2003. Kirchner la promulgó el 2 de septiembre de 2003. Dos años
después, el 14 de junio de 2005, la Corte Suprema declaró inconstitucionales
dichas leyes ya abrogadas por el Congreso, tras lo cual se reanudaron los
juicios contra centenares de imputados, interrumpidos en 1986. A las pocas
horas, el 15 de junio de 2005, Alfonsín apoyó esa decisión: “La democracia está
definitivamente consolidada en la Argentina”, dijo, pero advirtió que “es
fundamental comprender en este momento que la Justicia no puede significar la
venganza de la sociedad”. Además, recordó que el tema “sufre aún de una
evidente renguera” a raíz de que permanecen “incólumes los indultos aplicados
por el presidente Carlos Menem”.
El kirchnerismo nunca canceló los indultos del
menemismo a Jorge Videla, Emilio Massera y otros. El texto completo de ese aval
de Alfonsín es una pieza de enorme valor (http://www.infobae.com/notas/190156-Ahora-Alfonsin-elogia-el-fallo-contra-las-leyes-del-perdon.html).
En 2007, la Corte Suprema reveló que eran 289 las causas en pie, unos mil
procesos iniciados y 556 personas encausadas, sospechadas de culpabilidad
acreditada por semiplena prueba. El supuestamente inclaudicable Kirchner no lo
fue tanto. Peronista como Menem, no deshizo los indultos de 1989 y 1990, y
tampoco mandó investigar los crímenes de la Triple A durante los gobiernos
justicialistas de 1973 a 1976, que dejaron un saldo de centenares de muertos y
desaparecidos.
Quinta bendición: calificar la confiscación de los fondos en manos de las
AFJP como “reestatización” del sistema previsional, es una perfecta falsedad.
El sistema previsional era estatal en 2003 y lo que Kirchner hizo fue quedarse
con el dinero administrado por empresas del sector privado complementario, para
sumar todo en una monstruosa Anses que hoy se maneja al servicio de la política
del Gobierno. A eso lo denominan ampliación de “derechos y garantías para todos
los argentinos”.
La sexta es cachonda, no amerita detenerse: el Gobierno de Kirchner “democratizó los medios de comunicación”. La séptima es enternecedora: Kirchner “se atrevió a soñar”. En suma, 178 palabras flojas de verdades.
© Escrito por Pepe Eliaschev y
publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado
3 de Septiembre de 2012.
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