Los usos de la protesta...
Bandera de la República Argentina.
Alcances e implicacias de la manifestación conveocada para el día de hoy en la República Argentina.
Himno Nacional Argentino interpretado por Juanjo Dominguez.
La capacidad de liderazgo
Algunos dirigentes
políticos pretenden presentar la marcha de este 8-N (N de negatividad) como un
hecho necesario para evitar un 7-D (democracia, diversidad). “Con un gran 8-N
no hay 7-D”, circula por las redes sociales. Estos dirigentes que promueven la
participación “espontánea” no irán a la marcha. ¿Por qué? ¿Será acaso una
movilización con claro tinte desestabilizador? ¿Será por ello que verían
dificultoso, en el futuro inmediato, presentarse como parte de la democracia?
Lejos ya de discutir la
libertad de empresa y menos aún la de prensa, van sincerándose los negocios
fraudulentos, las especulaciones económicas y se reconocen los vínculos de
subordinación de esos dirigentes con los grupos de poder concentrados. Se
sincera también su incapacidad de ser líderes políticos. No hay dudas de ello.
¿Pero qué es el liderazgo
político? Lejos de identificarlo con teorías que lo presentan puramente como un
atributo personal, lo considero propio de las relaciones sociales y sus
tensiones, y en un sentido restringido del término: para el ejercicio de una influencia
positiva en la sociedad. Ya desde la filosofía política antigua se hace
referencia al líder como quien trabaja con otros y en pos de alcanzar la
felicidad plena y el bien común de la sociedad. Desde la sociología, Max Weber
hace hincapié en comprender el liderazgo como una relación social en la que
distingue distintos tipos, pero en todas hay una aceptación y adhesión de los
seguidores a la legitimidad construida. Por mi parte, diferencio también entre
los gobernantes administradores y los líderes. Mientras los primeros obtienen
resultados dirigiendo las actividades de los demás y sus metas son la
“eficiencia y la eficacia”, los segundos, además, son estadistas con propósitos
definidos e interpelan y convocan a los demás sujetos a hacerlos realidad para
la transformación social.
Los liderazgos políticos
fuertes como los de Mao, Fidel, Perón, Chávez, Lula o Kirchner proyectan la
legitimidad que los sustenta hacia una resolución de la conflictividad social y
tienen capacidades organizativas-instrumentales en tanto conducción de las
masas, movimientos o partidos, para el anclaje y desarrollo de sus medidas
políticas, ampliando aun más su legitimidad. Los líderes débiles no pueden o
quedan a mitad de camino.
La conjunción de las
virtudes del pensamiento abstracto científico de la política y su consecuente
materialización determinará el éxito o no de sus acciones y su trascendencia en
la historia de un pueblo. El liderazgo va más allá de un momento determinado,
de una frontera geográfica, se crea y se recrea en la propia historia.
Hoy, nuestra Presidenta,
consciente del rol que tiene su liderazgo, exporta un modelo político. Lo hace
en la ONU y da cuenta de la experiencia argentina que durante los años ’90
ofició como conejillo de Indias de las políticas neoliberales. En 2003, Néstor
Kirchner, en el mismo ámbito, sostuvo que Argentina necesitaba una oportunidad
para crecer porque “los muertos no pueden pagar sus deudas”. Desde entonces se
implementaron los programas de política social más importantes de Latinoamérica
que posibilitaron un crecimiento por demás significativo.
Esa visión compartida con
Néstor, esa proyección-acción, es lo que transfiere nuestra Presidenta en cada
asamblea, en cada foro internacional, para no continuar repitiendo recetas del pensamiento
dominante que inevitablemente traen como resultado más desigualdad y más
pobreza. Grecia y España son un claro y triste ejemplo. Los espacios
referenciados y sus integrantes tienen una temporalidad, por ello Cristina suma
un nuevo desafío: poner en valor las ideas-acción en algunos importantes
centros de formación política donde se debaten y construyen nuevas corrientes
de pensamiento.
La importancia de tener
una verdadera líder política como Cristina Fernández de Kirchner, y no sólo un
gobernante administrador, se sustenta, por ejemplo, en ese tipo de acciones.
Los líderes trascienden tiempos y fronteras y su acción política va más allá de
los períodos constitucionales porque su impronta se eterniza a la luz del
reconocimiento y el amor de su pueblo. Por eso, frente a esta líder, podrán
existir tantos 8-N como tapas de Clarín. Siempre nos encontrarán acompañando y
trabajando junto a Cristina, unidos, solidarios y organizados.
© Escrito por Gustavo Oliva, Senador de la Provincia
de Buenos Aires (FpV) y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el jueves 8 de Noviembre de 2012.
Caceroleo y golpismo
No todos los caceroleros
son golpistas, afortunadamente. Pero todos son usados por el golpismo. Veamos,
si no, la estrategia planteada por Gene Sharp, estratega del “golpe de Estado
blando” (estilo Paraguay u Honduras) y muy probable agente de la CIA. El define
diversos “momentos”, crecientes en intensidad, de esa estrategia para voltear
gobiernos democráticos. Transcribamos sus puntos principales, que cualquiera
encuentra por Internet.
Primera etapa:
ablandamiento (empleando la guerra de cuarta generación). Encabalgamiento de
los conflictos y promoción del descontento. Promoción de factores de malestar,
como desabastecimiento, criminalidad, inseguridad, manipulación del dólar, paro
patronal y otros. Denuncias de corrupción, promoción de intrigas sectarias y
fractura de la unidad.
Como se ve, todo esto
está practicándose en la Argentina, muy obviamente viabilizado por algunos
grandes medios de comunicación.
Segunda etapa:
deslegitimación. Manipulación de los prejuicios anticomunistas o
antipopulistas. Impulso de campañas publicitarias en defensa de la libertad de
prensa, derechos humanos, libertades públicas.
Esto lo vemos diariamente
en frases como “vamos a ser como Cuba” o “como Venezuela”, y en cómo se declara
con total libertad que estaríamos en una supuesta situación de falta de
libertad.
Tercera etapa:
calentamiento de la calle. Generación de todo tipo de protestas, exponenciando
fallas y errores gubernamentales. Organización de manifestaciones, trancas y
tomas de instituciones públicas que radicalicen la confrontación.
Cuarta etapa: combinación
de diversas formas de lucha. Desarrollo de operaciones de guerra psicológica y
acciones armadas para justificar medidas represivas y crear un clima de
ingobernabilidad. Impulso de rumores entre fuerzas militares y tratar de
desmoralizar los organismos de seguridad.
Quinta etapa: fractura
institucional. Sobre la base de las acciones callejeras, tomas de instituciones
y pronunciamientos militares, se obliga a la renuncia del presidente. En caso
de fracasos, se mantiene la presión en la calle y se migra hacia la resistencia
armada. Preparación del terreno para una intervención militar o el desa-rrollo
de una guerra civil prolongada.
Nada menos que a todo
esto se está empujando al país. Y se lo hace bajo lo que León Gieco llamó “la
pobre inocencia de la gente”. Porque es cierto que algunos que cacerolean
estarán dispuestos a estos niveles de ataque, a liquidar las instituciones y
llegar a enormes enfrentamientos en nombre de tirar abajo como sea al gobierno
actual; pero ciertamente habrá una mayoría que no. La mayoría es inconsciente
de que están siendo llevados por expertos en guerra psicológica a hacer
exactamente lo que allá en el Norte los estrategas quieren que ellos hagan.
No se puede convencer de
los logros del Gobierno a quienes no pueden verlos por prejuicios ideológicos.
Por más que se muestre un presupuesto educativo multiplicado casi por tres, la
entrega de computadoras para todos los niños y jóvenes escolarizados, las
jubilaciones que han llegado a mucha más gente, los niveles de consumo y gozo
de vacaciones para las clases medias como pocas veces se ha visto. Por más que
se haya sancionado una ley de salud mental que es ejemplar, que se cuente con
beneficios para discapacitados que existen desde hace más de cinco años, con
una excepcional negociación de la deuda externa que frenó nuestra –antes–
vertiginosa caída económica.
Ninguna razón convence a
los que creen, desde su lugar de inscripción ideológica, que ayudar a los de
abajo es “darles mis impuestos a los vagos”, que no reprimir la protesta social
–claro, no la de ellos mismos sino la de los piqueteros– es demagogia y falta
de control. Imposible que asuman que evitar la salida de dólares no es un
atentado a la libertad, y que una dictadura jamás permitiría los derechos y
garantías que hoy se ejercen.
Que hay problemas, los
hay, los hay en cualquier país y en cualquier situación humana. Que el Gobierno
podría comunicar mejor sus decisiones, por ejemplo, es evidente. Que debe
intensificarse la lucha contra la inseguridad, es cierto. Que se pudo subir un
tiempo antes el mínimo imponible sobre las ganancias, es verdad.
Pero la pretensión de que
estamos en el peor de los mundos es absurda cuando tenemos estabilidad, se
cobran salarios en dinero y a tiempo, se consume considerablemente por sectores
medios y altos, se tiene una política exterior vigente y destacada, se negocia
los sueldos en paritarias, se cuenta con una institucionalidad firme, se han
mantenido niveles de crecimiento de los más altos a nivel mundial.
Por ello, está claro que
hay profesionales de la guerra psicológica agitando el descontento. Su meta es
la liquidación de la democracia en el país, como se ha hecho en Paraguay, y se
ha intentado –hasta ahora sin éxito, pero con fuertes intentonas– en Bolivia o
Ecuador.
Si este intento golpista
tuviera éxito, lo que viene después no es difícil de adivinar. Revancha, país
enfrentado de manera definitiva, espiral de violencia. Todos podrán recordar
que el año 1955 no fue el tranquilo final que los enemigos del peronismo
quisieron, sino el inicio de una crisis que atrasó al país –enfrentado en
luchas intestinas– por casi veinte años.
Ojalá aprendamos. Que el
cacerolazo se ponga a la altura de una protesta legítima y no al servicio de
una operación golpista que algunos estrategas de la guerra ideológica manejan
desde lejos.
© Escrito por Roberto Follari, Doctor en Filosofía; Profesor de la Universidad Nacional de Cuyo y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el jueves 8 de Noviembre de 2012.
La cacerola no se mancha
Mi cacerola de Zapiola
(de mi asamblea de Zapiola y Lacroze), un modelo 2001 verde y sonoro, abollada
pero sonriente en un estante de mi cocina, seguirá bien guardada este 8N, como
lo estuvo el pasado 13S, esperando impaciente verdaderas desobediencias civiles
contra el orden, la “normalidad” y el “modelo” neocolonial, en el país y la
ciudad.
La cacerola no se mancha.
Se reserva contra las Barrick Gold, contra los Monsanto, contra los negocios de
CFK y Macri con las tierras públicas de la ciudad, y en fin, contra todas las
CKorporaciones que los sirven (con C de Clarín o con K de Kanal 7) privadas,
gubernamentales, partidocráticas, que expropian a los argentinos de sus bienes
públicos y de su Estado, profundizando (en la Cordillera, la Pampa, las
metrópolis) un modelo neocolonial desarrollista, extractivista, que expropia a
los argentinos de sus bienes comunes, de su soberanía económica y también de la
política, entendida como ejercicio soberano y participativo sin cheques en
blanco ni delegaciones.
No, este 8N no tiene nada
que ver con eso; es un circo dirigido no contra lo peor, sino contra lo mejor
(en realidad o en intención) de este Gobierno. No nos usarán para cacerolear
contra la política de derechos humanos y de memoria, universalmente ejemplares;
ni contra la ley de medios (de la que sí exigimos su plena aplicación
antimonopólicka completa a favor de las mil voces plurales de la sociedad
civil); ni contra la Asignación Universal por Hijo, tímido inicio enrumbado
hacia un verdadero Ingreso o Renta Básica de Ciudadanía, universal,
incondicional, mínimo, vital y móvil, para todas y todos, de la cuna a la
tumba.
Este 8N, donde tampoco
habrá sesión en la Legislatura (¿una forma de adhesión?), estaremos
participando comprometidamente en el encuentro de Camino Colectivo, un espacio
de militancia productiva donde concurren emprendedores de la base social,
cooperativas, mipymes, huerteros, productores y ferias agroecológicas de
comercio justo, muchos técnicos y especialistas con vocación de servicio social
y público. Un lugar donde se busca impulsar una red de saberes y productores
que prefiguran los valores estratégicos de un verdadero modelo social
argentino; un espacio que debemos al talento generoso y compromiso militante de
Enrique Martínez (ex presidente del INTI) y a la sintonía espontánea de muchas
decenas de actores diversos, muchos de los cuales también mantienen sus
cacerolas en remojo. Hoy haremos muchas cosas, hablaremos desde los valores
estratégicos de cómo “industrializar la ruralidad” en serio, agregando valor a
las cadenas productivas locales. Y el miércoles 14, en la propia Legislatura,
en otro encuentro organizado por nuestro equipo legislativo Verdealsur,
hablaremos de agroecología urbana, y también de “ruralizar la urbanidad”, de
construir otra ciudad posible, en otro país posible, libre de colonialismo
neodesarrollista minero, agribusiness, libre del monocultivo de la soja como
del cemento. Con energías limpias y descentralizadas; con reducción de consumo
alienante, compostaje y reciclado de residuos, transporte social limpio,
reforma agraria y urbana que permita repoblar el territorio, entre tantas
medidas estratégicas de un verdadero proyecto (pluri)nacional, (eco)popular y
democrático de participación directa. En esa vigilia está mi cacerola de
Zapiola.
© Escrito por Pablo Bergel, Doctor en Filosofía; Sociólogo, Legislador Porteño. y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el jueves 8 de Noviembre de 2012.
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