Hugo Moyano: un rico
tipo...
Sindicatos y dineros mal habidos. A pesar de sus jeans y de
sus camisas “alla camionero”, a pesar de sus choriceadas y sus actos
sindicales, Hugo Moyano es cada día más, un verdadero “bon vivant”. Es que al
sindicalista le gusta la buena vida y, misteriosamente, con los 2.000 pesos que
asegura ganar por mes le alcanza para darse más de un gusto. Viajes costosos,
mesas con los mejores vinos y una casa importante resumían hasta ahora su modo
de vida. Pero desde hace un tiempo el estrés lo está matando a Moyano. Por eso
un amigo le aconsejó una terapia imbatible: comprarse un campo. Y Moyano le
habría hecho caso. Y desde hace pocos meses es el feliz propietario de un campo
–está a su nombre- de 2.000 héctareas en Tres Sargentos, Partido de Carmen de
Areco.
El campo, ubicado
sobre la ruta 31 –a la altura del kilómetro 155 de la ruta 7- es propicio para
el cultivo. Moyano compró esta tierra de proporciones más que considerables en
el más absoluto de los silencios. De hecho, pidió a la inmobiliaria que realizó
la transacción que la compra no trascendiera. Así y todo no pudo con su genio y
lo puso a su nombre. Moyano pidió “Que sea libre de inundaciones y bueno para
plantar soja”. Lo que no hizo el sindicalista en esta oportunidad –raro,
teniendo en cuenta su espíritu combativo- fue pelear demasiado el precio.
Luego, Moyano
visitó una agencia de venta de máquinas agropecuarias y luego mandó a “un
compañero” a comprar un tractor. Ahora, parece que después de tantos años de
jugar al sindicato, Don Hugo –como le dicen sus seguidores- quiere cambiar de
juego y dedicarse a El Estanciero.
Pero, en verdad,
Moyano no empezó a darse los gustos comprando este campo. Primero, recicló por
completo su casa de dos plantas del barrio de Boedo, tasada actualmente en unos
100.000 dólares. Y siempre puso su norte en conocer el mundo. Por eso, las idas
y vueltas de Moyano por el planeta son muchas y él no tiene empacho en
ocultarlas. De hecho, en su oficina del sindicato, muestra con orgullo algunas
de las fotos que se sacó recorriendo el mundo.
Durante los
veranos, Moyano, suele hacerse una o dos escapadas al Caribe. En la playa elige
para alojarse exclusivos resorts donde exige la mayor privacidad. La única
condición del sindicalista es que tengan casino para jugar en las maquinitas,
su gran vicio.
Hace cuatro años
conoció las islas Turk and Caicos, en las Antillas. Y regresó asegurando que
había conocido el paraíso. Es que en este nuevo siglo, la clase obrera cuando
elige un paraíso, opta por las Turk and Caicos.
Hace tres años
realizó junto a su hijo Pablo –uno de sus colaboradores más cercanos- y un par
de compañeros del gremio un lujoso viaje por los Estados Unidos. En esa
oportunidad, cuando llegó a Nueva York se alojó en el Grand Hyatt Hotel, en
Manhattan, y aprovechó sus días para comprar en los negocios de la Quinta
Avenida y para cenar en los mejores restaurantes del Village. Para moverse, el
sindicalista y su séquito alquilaron una limousina. “Gastó más de 2.500 dólares
diarios”, comentó en ese entonces un colaborador que, por supuesto, no fue
invitado al tour.
Es que a Moyano le
gusta mucho la ropa. Aunque eso no lo demuestre en sus actos combativos. Don
Hugo gusta vestirse con marcas como Ralph Laurent y Armani. Pero ese atuendo lo
deja para cuando traspasa la frontera. En Buenos Aires, para ir a su oficina
elige camisas Newman.
En las cenas,
prefiere los buenos vinos y elige Anita Syrah o Catena Zapata. A la hora del
champagne se inclina por el Dom Perignon. Hace dos años, fiel a su vocación
viajera, le regaló a su hijo Pablo un viaje a la India para festejar su
cumpleaños. Posaron juntos al frente del Taj Majal. La foto de padre e hijo
sonriendo con una escenografía tan exótica descansa en su despacho, junto al
retrato de Juan Manuel de Rosas y de Eva Perón.
Pero a Moyano no
sólo le tiran los lugares exclusivos. Es que él también es pueblo: por eso
cuando visitó Disney no tuvo reparos en comprar docenas de muñecos – a 120
dólares el peluche- en los drugstore del lugar para después repartirlos entre
sus amigos cercanos. Del mismo modo en que reparte plata –entre 10 y 30 pesos-
a los que concurren a sus actos por la plata, el choripan y la cajita de
tetrabrick. “Moyano jamás escatima la plata. Sobre todo cuando proviene de su
sindicato”, aseguran sus ex colaboradores.
Nacido en La
Plata, con 59 años y con 4 hijos, Moyano afirma que gana unos 2000 pesos por
mes. Pero el sindicato de camioneros tiene más de 90.000 afiliados y recauda
aproximadamente 23 millones al año. Don Hugo jamás usa trajes en público,
aunque tiene más de 10 colgados en el placard de su vestidor. Todos Armani. Lo
que jamás usa son anillos de oro y pulseras. Y cada fin de semana va al templo
evangelista.
Ahora, para
combatir el stréss decidió no seguir concurriendo a los resorts del Caribe. Ni
a Nueva York ni a la India. Ahora su lugar en el mundo está mucho más cerca, en
Carmen de Areco. Allí, Moyano descansa y come uno de sus platos favoritos:
jabalí asado, un plato que enriquece las pocas atracciones turísticas del
lugar. Cuando va a su campo permanece casi oculto. Es que quiere pasar
desapercibido. Aunque su espíritu lo traiciona y cada mañana suele andar a
caballo recorriendo sus muchas hectáreas.
A pesar de sus
gustos un tanto excéntricos, Moyano es muy cuidadoso del dinero que entra en su
casa. De otra manera, no se podría entender cómo le alcanzan 2.000 pesos
mensuales para semejantes gustos. Por eso, su mujer debe rendirle hasta el
mínimo gasto y a pesar de que su hermana Zulema es muy pobre, jamás la ayudó
económicamente. Ni a ella ni a sus sobrinos, Gabriel y Juan. A lo sumo, los
invitó con una mesa suculenta donde no faltaba el vino tinto ni la pizza a la
calabresa, la favorita de la familia.
Con la compra del
“campito” Hugo Moyano parece haber cumplido la mayor parte de sus sueños. Ahora
tiene casa reciclada, viajes por el mundo y campo en la provincia de Buenos
Aires. Sólo le resta un pequeño detalle: una nota de muchísimas y coloridas
páginas en la revista D&D.
© Escrito por Carlos
Forte y publicado por Tribuna de Periodistas el jueves 30 de Octubre de 2003.
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