La desigual batalla de Cristina Kirchner contra la
suma, la resta y la multiplicación…
Cristina Kirchner en Lomas de Zamora
La Vicepresidenta acusó a Martín Guzmán de haber
implementado un plan de ajuste. Pero la respuesta del ministro invalida el
principal argumento de la carta que puso en crisis al Gobierno.
© Escrito por
Ernesto Tenembaum el domingo 26/09/2021 y publicado por el Diario Digital Infobae de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
República de los Argentinos.
En diciembre del año pasado, Cristina Kirchner
humilló a los ministros de Alberto Fernández. “Búsquense otro laburo”,
les gritó, durante un acto en la ciudad de La Plata. En ese momento, todos los
asistentes la aplaudieron menos uno: Juan Pablo Biondi, vocero y hombre de
confianza del Presidente. Alguien fotografió la imagen televisiva
donde se veía a Biondi de brazos cruzados. Inmediatamente Alicia Castro, la ex
embajadora de CFK ante el régimen venezolano, marcó con un fibrón rojo al
desobediente, difundió la foto marcada en sus redes y reclamó escarmiento.
Meses después, como se sabe, Kirchner pidió la renuncia de Biondi: era a ella,
en realidad, a quien le había parecido una insolencia que no la aplaudiera.
Biondi, en estos días, se está buscando otro laburo.
Esta semana dio comienzo otra historia similar. El
jueves 16, la poderosa vicepresidenta emitió una carta donde acusaba al
gobierno de Alberto Fernández de haber implementado un programa de ajuste. El
ministro de Economía, Martín Guzmán explicó que estaba equivocada. Un ajuste
implica que el Estado gaste menos que un año antes. Eso no ocurrió en la
Argentina. La política fiscal ha sido muy expansiva. En agosto de 2021, por
ejemplo, se gastó 66 por ciento más que el mismo mes del año anterior, una
diferencia que supera con creces a la inflación. Al mismo tiempo, se redujo el
déficit pero no por un ajuste del gasto sino por el crecimiento de los ingresos
fiscales. Eso mismo hacía Néstor Kirchner en los buenos años de su
mandato presidencial: achicaba el déficit por medio de la suba de ingresos.
Dos días después de la aclaración de Guzmán, la
cuenta de Twitter de Alicia Castro volvió a vibrar. “Estimado
Martín Guzmán. Durante los 8 años que Cristina Kirchner gobernó exitosamente la
Argentina, los que acompañó a Néstor Kirchner, los que fue diputada de la
Nación y senadora; calculo que usted habrá estado haciendo el secundario y su
master en EEUU. Si ella dice ajuste, ajústese”. Hay muchas evidencias
de que el mecanismo de desgaste y castigo se ha puesto en marcha, desde
hace mucho tiempo, contra Guzmán. Horacio Verbitsky empezó con ese proceso
unos días antes de que conmoviera al país con el relato de su vacunación: lo
acusaba de haber estudiado en la misma universidad que Ricardo López Murphy
(sic). Esta semana, Andrés Larroque le reclamó a Guzmán que no sea amarrete.
Larroque fue el mismo que pidió cambios de Gabinete pocas horas después de la
derrota electoral. Máximo Kirchner justificó que no aprobaría el
presupuesto de Guzmán con otra reflexión fascinante: “Una cosa son los números
y otra el bolsillo de la gente”.
Martín Guzmán y Cristina Kirchner
(Franco Fafasuli)
El atrevimiento de Guzmán es muy
contracultural. Nunca nadie, en un gobierno donde estuviera Cristina,
se animó a sostener que la vicepresidenta estuviera equivocada en algo,
aunque fuera tan evidente que estaba equivocada. Castro se ocupó de recordarle
cómo son las cosas. “Si ella dice ajuste, ajústese”, escribió. En este esquema,
todo lo que dice Cristina es correcto, por la mera razón de que lo dice ella,
aun cuando diga que dos más dos es cinco, que es más o menos lo que dijo en
este caso. Un militante -o un ministro- no está autorizado para tener ideas
propias: sus ideas deben ser, siempre, las de la Jefa. Una semana atrás, la
diputada cristinista Fernanda Vallejos lo dijo de otra manera: “Por la boca de
Cristina se escucha la voz del pueblo”. Hay una leve reminiscencia a Jim Jones
en algunas culturas políticas.
El debate entre CFK y Guzmán generó, sin embargo,
muchas reacciones dentro del esquema kirchnerista. El ministro no es el único
preocupado por semejantes imprecisiones. El mismo día de la carta, el
ex viceministro de Economía de Axel Kicillof, Emmanuel Álvarez Agis, emitió un
informe donde explicaba que el gasto creció fuertemente en la Argentina durante
el último año. Cristina en su carta había dicho que este Gobierno
tiene más reservas que el suyo para enfrentar la presión cambiaria. Álvarez
Agis explicó que en 2009 Cristina disponía de 45 mil millones de dólares de
reservas que podía gastar para enfrentar la demanda creciente de dólares.
Ahora, hay solo 9 mil millones. ¡Cinco veces menos! De esa magnitud son los
errores de la Vicepresidenta. En el año 2016 CFK había elogiado a Álvarez Agis
por sus informes críticos de distintas medidas del macrismo. Alfredo
Zaiat, jefe de Economía de Página
12, tal vez el periodista más citado por Cristina, fue categórico:
“Tiene razón Guzmán. No hubo ajuste”, declaró. No fueron los únicos.
La relación de Cristina Kirchner con los números
siempre fue complicada. Esa fue su principal diferencia con la gestión del
fallecido Néstor Kirchner y, tal vez, explica por qué recibió una Argentina con
indicadores pujantes en 2007 y la entregó exhausta en 2015. El ejemplo que
mejor permite entender este problema es lo que ocurrió con la resolución 125.
Esa medida reestructuró el esquema de relaciones políticas y humanas en la
Argentina. Muchas familias y amistades se rompieron en ese momento. El
peronismo se dividió. Cristina aplicó la terquedad que, hace pocos días, les
reclamó a todos los funcionarios.
En el año 2015, siete años después, durante la
campaña electoral por la jefatura de Gobierno porteño, Cristina admitió
que la resolución 125 tenía un problema de cálculos. En esa
campaña, Martín Lousteau encabezaba una lista opositora. “Ahí
está el que nos hacía mal los números de la 125″, dijo
Cristina. Durante sus ocho años de mandato, además, el
gobierno manipuló las estadísticas oficiales, otro desprecio por los números, y
por la realidad, que la Vicepresidenta nunca ha aclarado.
Los problemas de Cristina con las matemáticas
podrían ser un tema personal. Se trata, al fin y al cabo, de una limitación habitual
en muchas personas. Pero resulta que la Vicepresidenta es la personalidad con
mayor poder político dentro del Gobierno. Ni Fernández, ni Guzmán, ni
nadie puede imponer su voluntad, en ningún sentido, si ella se opone. Entonces,
esos errores se transforman en un problema para el país. Guzmán suma,
resta y multiplica según los criterios tradicionales y, en base a eso, propone
un plan. Cristina hace sus propios cálculos y le quiere imponer otro. La
economía argentina se desplaza en un angosto desfiladero rodeado de abismos.
¿Qué le sucede a un auto que anda en zigzag, y por momentos a ciegas? En ese
auto van subidos millones de argentinos.
La situación de Guzmán, luego de su insolencia, es
muy delicada. En parte, porque fue muy certero. Si no hubo ajuste, los
argumentos de Cristina en su carta se desmoronan y pierde todo sentido el
ataque más tremendo que sufrió un presidente democrático, desde 1983, por parte
de su propio vicepresidente y del sector más poderoso del Gobierno, estaba mal
fundamentado.
Hasta ahora, todas las peleas que dio Cristina
desde el 10 de diciembre de 2019, terminaron igual: tarde o temprano impuso su
voluntad. Si ella dice ajuste, al final, todos se ajustan.
Cuando alguien poderoso se equivoca, es mejor no
tener razón.
E pur si muove.