viernes, 1 de agosto de 2014

Los caudillos y los Ambiciosos... Julio Humberto Grondona... De Alguna Manera...



Los caudillos y los Ambiciosos...


Enemigos del pueblo son también los ambiciosos. Muchas veces los he visto llegar hasta Perón, primero como amigos mansos y leales y yo misma me engañé con ellos, proclamando una lealtad que después tuve que desmentir.
 
Los ambiciosos son fríos como culebras; pero saben disimular demasiado bien.
 
Son enemigos del pueblo porque ellos no servirán jamás al pueblo sino a sus intereses personales.
 
Yo los he perseguido en el Movimiento Peronista y los seguiré persiguiendo implacablemente en defensa del pueblo.
 
Son los caudillos.
 
Tienen el alma cerrada a todo lo que no sean ellos.
 
No trabajan para una doctrina ni les interesa el ideal.
 
La Doctrina y el Ideal son ellos.
 
La hora de los pueblos no llegará con ningún caudillo porque los caudillos mueren y los pueblos son eternos.
 
Por eso es grande Perón; porque no tiene otra ambición que la felicidad de su pueblo y la grandeza de su Patria… y porque ha creado una doctrina – una doctrina es un ideal – para que su pueblo siga su doctrina y no su nombre.
 
Yo pienso en cambio que los pueblos cuando encuentran un hombre digno de ellos no siguen su doctrina sino su nombre, porque en el hombre y en el nombre ven encaramarse a la doctrina misma; y no pueden concebir la doctrina sin su creador.
 
Por eso yo no puedo concebir al Justicialismo sin Perón; y por eso he declarado tantas veces que soy peronista y no justicialista, porque el justicialismo es la doctrina; en cambio el peronismo es Perón y la Doctrina…
 
¡La realidad viva que nos hizo y que nos hace felices!
 
Los caudillos en cambio, los ambiciosos, no tienen doctrina porque no tienen otra conducta que su egoísmo.
 
Hay que buscarlos y marcarlos a fuego para que nunca se conviertan en dueños de vida y haciendas del pueblo.
 
Yo los he conocido de cerca y de frente; y algunas veces incluso me han engañado, por lo menos momentáneamente.
 
Hay que identificarlos… Hay que destruirlos.
 
La causa del pueblo exige nada más que hombres del pueblo que trabajan para el pueblo, no para ellos.
 
En esto se distinguen los ambiciosos; en que trabajan para ellos; nada más que para ellos.
 
Nunca buscan la felicidad del pueblo; siempre buscan más bien su propia vanidad y enriquecerse pronto.
 
El dinero, el poder y los honores son las tres grandes “causas” los tres “ideales” de todos los ambiciosos.
 
No he conocido ningún ambicioso que no buscase alguna de estas tres cosas…
 
O las tres al mismo tiempo.
 
Los pueblos deben cuidar a los hombres que eligen para hacer sus destinos…
 
Y deben rechazarlos y destruirlos cuando los vean sedientos de riqueza, de poder o de honores.
 
La sed de riquezas es fácil de ver.
 
Es lo primero que aparece a la vista de todos.
 
Sobre todo a los dirigentes sindicales hay que cuidarlos mucho.
 
Se marean también ellos y no hay que olvidar que cuando un político se deja dominar por la ambición es nada más que un ambicioso; pero cuando un dirigente sindical se entrega al deseo de dinero, de poder o de honores, es un traidor y merece ser castigado como un traidor.
 
El poder y los honores seducen también intensamente a los hombres y los hacen ambiciosos…
 
Empiezan a trabajar para ellos y se olvidan del pueblo.
 
Esta es la única manera de identificarlos… y el pueblo tiene que conocerlos y destruirlos.
 
Solamente así, los pueblos serán libres… porque todo ambicioso es un prepotente capaz de convertirse en un tirano.




¡Hay que cuidarse de ellos como del diablo!
© Eva Perón. www.galeon.com



lunes, 28 de julio de 2014

Pequeñas grandes miserias… De Alguna Manera...


Pequeñas grandes miserias…

K No Era, Teresa Parodi. Dibujo: Pablo Temes

La forma en que el Gobierno expulsa y somete a ex aliados, pero encubre a los alineados, revela su propio ADN. Política indigna.

La Cámpora pretende apropiarse del trabajo que Víctor Ramos hizo en varias villas miseria porteñas y por eso le pidió a Cristina que ordene su expulsión del Gobierno. Sin embargo, el funcionario, por temor u obsecuencia, primero dijo que los responsables fueron los alcahuetes, los enanos bufones de la reina que lo sacaron poco menos que a los empujones de su despacho. Simultáneamente avisó que va a seguir apoyando a Cristina. Reaccionó como alguien con el Síndrome de Estocolmo que refleja la dependencia enfermiza del torturado con su torturador. Al día siguiente, Ramos reculó en chancletas hasta el ridículo. De decir que fue víctima de “un golpe de Estado” pasó a hablar de “problemas burocráticos administrativos” y a desmentirse a sí mismo con un inexplicable: “yo renuncié”. Fue patético el nulo valor que le dio a su palabra quien, al cierre de esta edición si todavía no renunció, aún es el presidente del Instituto Dorrego.

La autora intelectual de la patoteada fue Cristina. Ni una hoja se mece en este gobierno si no la mueve la mano de hierro de la abogada exitosa y millonaria. Pero la ejecutora, la autora material, la que se puso la capucha de verdugo para bajar la guillotina sobre la cabeza de Ramos fue Teresa Parodi que también quedará marcada por esa actitud indigna de una artista que sufrió persecusiones y que ahora las encabeza.

Parodi edificó su carrera sin el carisma, pero con el perfil ideológico de Mercedes Sosa. Canciones combativas que reclamaban libertad e igualdad. Durante mucho tiempo fue discriminada por las radios y las compañías grabadoras por esa respetable intransigencia. Ella levantó su voz contra esos atropellos. Sólo algunos periodistas y locutores la ayudaron para que ella expresara su pensamiento y quebrara ese aislamiento. Pero desde que llegó el kirchnerismo, casi en silencio, se transformó lentamente en un engranaje del aparato de un Estado que castigó la disidencia, la rebeldía y el pensamiento diverso. 

Teresa como tantos, también por miedo a dejar de pertenecer al paraíso oficial o por verticalismo, se transformó en lo que tanto odiaba, en un comisario político. El estalinismo pingüino es una versión berreta de otros autoritarismos regionales. Teresa Parodi fundó “Las Cristinas”, junto a Hebe de Bonafini, usó cada día más ropa con tejidos y dibujos étnicos de la Patria Grande y recibió dinero por muchas actuaciones a lo largo y lo ancho del país donde más de una vez no había casi nadie en la sala. 

Pero Teresa cobraba lo mismo el subsidio destinado a difundir la cultura nacional y popular. Su silencio frente al ataque que sufrieron muchos periodistas y artistas que se atrevieron a pensar distinto fue recompensado con un ministerio. Y en una de sus primeras acciones importantes fusiló políticamente a Víctor Ramos. No se sabe si lo consideran un inútil después de diez años de gobierno o un traidor porque se sacó una foto con Daniel Scioli y se subió a su “Ola Naranja” junto a Mario “Pacho” O’Donnell, otro que también, al igual que Ramos fue menemista, duhaldista, kirchnerista, cristinista, chavista y ahora se disponen a ser sciolistas o massistas llegado el caso. ¿Y por qué no macristas, si Pacho fue hasta alfonsinista?

Hace años que Ramos es amigo y la mano derecha de Jorge Coscia, que también fue condenado a la Siberia del silencio después que le sacaron tarjeta roja casi sin explicaciones. Los que se quedan en el Gobierno por lo bajo justifican ese lastre que tiran por la borda porque para seguir navegando el barco debe “sacarse de encima a los corruptos”. Epa, epa, cuánta insolidaridad vigilante y delatora que anida en el kirchnerismo. Mientras están en el Gobierno, los funcionarios son Madres Teresas al mando de la emancipación de los pobres latinoamericanos. Cuando los rajan pasan a ser ladrones de cuarta y oportunistas. La misma medicina la tomaron casi todos los que fueron eyectados del Estado.

Hasta Alberto Fernández que integró la mesa chica con Néstor y Cristina fue espiado y escuchado por los servicios de inteligencia y escrachado por el oligopolio de medios que se enriquecieron con los dineros públicos como el cártel de Gvirtz. Alberto recibió los balazos del hostigamiento que antes él mismo disparaba.

Es como si Cristina les dijera, figurativamente, por cierto, que si se quedan, siempre les van a tocar los Oyarbides. Pero si se van y no siguen arrodillados a sus caprichos, le mandan la SIDE, la AFIP y hasta son capaces de tirarte encima perros de presa de la Justicia como el fiscal José María Campagnoli o el juez Ariel Lijo. Vos elegís, le dijo Cristina a Julio De Vido cuando amenazó con lavarse las manos y dar un paso al costado: “Podes irte a la cárcel o al cementerio”.

Asi funcionan las cosas en el cierre del kirchnerismo que, a esta altura, puede dejar de ser la etapa infantil del peronismo para convertirse en su fase final, en el ciclo terminal. Eso deberá rectificarse o ratificarse en las elecciones de 2015. Muchos encuestadores dicen que el crecimiento de Macri tiene que ver con que, finalmente, en una parte importante de la población pesa más esa frase de que “mejor probemos otra cosa, ya estamos hartos de peronismo” que la verdad revelada de que “a este país sólo lo puede gobernar el peronismo”.

Sería un esperpento de la historia para la generación de Montoneros en el pejotismo. Fueron los que quisieron jubilar a Perón y enseñarle peronismo y terminarían (Dios y Cristina, dirán) con el movimiento fundado por el general que resistió todas las tormentas menos el reinado de Cristina. Sería un exabrupto del revisionismo que Cristina, que votó al peronismo en 1973 con la boleta de Jorge Abelardo Ramos (el padre de Víctor) porque era más cool y menos grasa, sea ahora la liquidadora del movimiento.

A veces, en un solo gesto se puede analizar todas las miserias que tiene una proyecto como el kirchnerismo. A veces una sola actitud concentra todos los venenos como si fuera una probeta para analizar el ADN autoritario de un liderazgo tóxico como el de Cristina. A veces con un solo comportamiento militantes de años tiran a la basura una trayectoria.

Amo la política sana porque creo que no hay otra forma de extirpar las inequidades sociales que con la militancia en los partidos. Puedo comprender la defensa de lo indefendible de cierto pragmatismo ideológico que trata de disimular los ajustes ortodoxos y la inflación galopante. Pero jamás entenderé que en nombre de la disciplina partidaria un dirigente político se someta a la peor de las humillaciones. Nadie que pierda su dignidad como persona puede defender la dignidad de otro. Y eso es hacer política: defender la dignidad de los demás sin caer en la propia indignidad.

© Escrito por Alfredo Leuco el Sábado 26/07/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.