Pequeñas grandes miserias…
K No Era, Teresa Parodi. Dibujo: Pablo Temes
La forma en que el Gobierno expulsa y somete a ex
aliados, pero encubre a los alineados, revela su propio ADN. Política indigna.
La Cámpora pretende
apropiarse del trabajo que Víctor Ramos hizo en varias villas miseria porteñas
y por eso le pidió a Cristina que ordene su expulsión del Gobierno. Sin
embargo, el funcionario, por temor u obsecuencia, primero dijo que los
responsables fueron los alcahuetes, los enanos bufones de la reina que lo
sacaron poco menos que a los empujones de su despacho. Simultáneamente avisó
que va a seguir apoyando a Cristina. Reaccionó como alguien con el Síndrome de
Estocolmo que refleja la dependencia enfermiza del torturado con su torturador.
Al día siguiente, Ramos reculó en chancletas hasta el ridículo. De decir que
fue víctima de “un golpe de Estado” pasó a hablar de “problemas burocráticos
administrativos” y a desmentirse a sí mismo con un inexplicable: “yo renuncié”.
Fue patético el nulo valor que le dio a su palabra quien, al cierre de esta
edición si todavía no renunció, aún es el presidente del Instituto Dorrego.
La autora intelectual de la
patoteada fue Cristina. Ni una hoja se mece en este gobierno si no la mueve la
mano de hierro de la abogada exitosa y millonaria. Pero la ejecutora, la autora
material, la que se puso la capucha de verdugo para bajar la guillotina sobre
la cabeza de Ramos fue Teresa Parodi que también quedará marcada por esa
actitud indigna de una artista que sufrió persecusiones y que ahora las
encabeza.
Parodi edificó su carrera sin
el carisma, pero con el perfil ideológico de Mercedes Sosa. Canciones
combativas que reclamaban libertad e igualdad. Durante mucho tiempo fue
discriminada por las radios y las compañías grabadoras por esa respetable
intransigencia. Ella levantó su voz contra esos atropellos. Sólo algunos
periodistas y locutores la ayudaron para que ella expresara su pensamiento y
quebrara ese aislamiento. Pero desde que llegó el kirchnerismo, casi en
silencio, se transformó lentamente en un engranaje del aparato de un Estado que
castigó la disidencia, la rebeldía y el pensamiento diverso.
Teresa como
tantos, también por miedo a dejar de pertenecer al paraíso oficial o por
verticalismo, se transformó en lo que tanto odiaba, en un comisario político.
El estalinismo pingüino es una versión berreta de otros autoritarismos
regionales. Teresa Parodi fundó “Las Cristinas”, junto a Hebe de Bonafini, usó
cada día más ropa con tejidos y dibujos étnicos de la Patria Grande y recibió
dinero por muchas actuaciones a lo largo y lo ancho del país donde más de una
vez no había casi nadie en la sala.
Pero Teresa cobraba lo mismo el subsidio
destinado a difundir la cultura nacional y popular. Su silencio frente al
ataque que sufrieron muchos periodistas y artistas que se atrevieron a pensar
distinto fue recompensado con un ministerio. Y en una de sus primeras acciones
importantes fusiló políticamente a Víctor Ramos. No se sabe si lo consideran un
inútil después de diez años de gobierno o un traidor porque se sacó una foto
con Daniel Scioli y se subió a su “Ola Naranja” junto a Mario “Pacho”
O’Donnell, otro que también, al igual que Ramos fue menemista, duhaldista,
kirchnerista, cristinista, chavista y ahora se disponen a ser sciolistas o
massistas llegado el caso. ¿Y por qué no macristas, si Pacho fue hasta alfonsinista?
Hace años que Ramos es amigo
y la mano derecha de Jorge Coscia, que también fue condenado a la Siberia del
silencio después que le sacaron tarjeta roja casi sin explicaciones. Los que se
quedan en el Gobierno por lo bajo justifican ese lastre que tiran por la borda
porque para seguir navegando el barco debe “sacarse de encima a los corruptos”.
Epa, epa, cuánta insolidaridad vigilante y delatora que anida en el
kirchnerismo. Mientras están en el Gobierno, los funcionarios son Madres
Teresas al mando de la emancipación de los pobres latinoamericanos. Cuando los
rajan pasan a ser ladrones de cuarta y oportunistas. La misma medicina la
tomaron casi todos los que fueron eyectados del Estado.
Hasta Alberto Fernández que
integró la mesa chica con Néstor y Cristina fue espiado y escuchado por los
servicios de inteligencia y escrachado por el oligopolio de medios que se
enriquecieron con los dineros públicos como el cártel de Gvirtz. Alberto
recibió los balazos del hostigamiento que antes él mismo disparaba.
Es como si Cristina les
dijera, figurativamente, por cierto, que si se quedan, siempre les van a tocar
los Oyarbides. Pero si se van y no siguen arrodillados a sus caprichos, le
mandan la SIDE, la AFIP y hasta son capaces de tirarte encima perros de presa de
la Justicia como el fiscal José María Campagnoli o el juez Ariel Lijo. Vos
elegís, le dijo Cristina a Julio De Vido cuando amenazó con lavarse las manos y
dar un paso al costado: “Podes irte a la cárcel o al cementerio”.
Asi funcionan las cosas en el
cierre del kirchnerismo que, a esta altura, puede dejar de ser la etapa
infantil del peronismo para convertirse en su fase final, en el ciclo terminal.
Eso deberá rectificarse o ratificarse en las elecciones de 2015. Muchos
encuestadores dicen que el crecimiento de Macri tiene que ver con que,
finalmente, en una parte importante de la población pesa más esa frase de que
“mejor probemos otra cosa, ya estamos hartos de peronismo” que la verdad
revelada de que “a este país sólo lo puede gobernar el peronismo”.
Sería un esperpento de la
historia para la generación de Montoneros en el pejotismo. Fueron los que
quisieron jubilar a Perón y enseñarle peronismo y terminarían (Dios y Cristina,
dirán) con el movimiento fundado por el general que resistió todas las tormentas
menos el reinado de Cristina. Sería un exabrupto del revisionismo que Cristina,
que votó al peronismo en 1973 con la boleta de Jorge Abelardo Ramos (el padre
de Víctor) porque era más cool y menos grasa, sea ahora la liquidadora del
movimiento.
A veces, en un solo gesto se
puede analizar todas las miserias que tiene una proyecto como el kirchnerismo.
A veces una sola actitud concentra todos los venenos como si fuera una probeta
para analizar el ADN autoritario de un liderazgo tóxico como el de Cristina. A veces
con un solo comportamiento militantes de años tiran a la basura una
trayectoria.
Amo la política sana porque
creo que no hay otra forma de extirpar las inequidades sociales que con la
militancia en los partidos. Puedo comprender la defensa de lo indefendible de
cierto pragmatismo ideológico que trata de disimular los ajustes ortodoxos y la
inflación galopante. Pero jamás entenderé que en nombre de la disciplina
partidaria un dirigente político se someta a la peor de las humillaciones.
Nadie que pierda su dignidad como persona puede defender la dignidad de otro. Y
eso es hacer política: defender la dignidad de los demás sin caer en la propia
indignidad.
© Escrito por Alfredo Leuco el
Sábado 26/07/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires.
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