domingo, 15 de diciembre de 2013

Artistas conmemoraron 30 años de democracia… De Alguna Manera...


Artistas conmemoraron 30 años de democracia…


Cantantes y actores estuvieron presentes. Algunos permanecieron muy cerca de la presidenta.

De distintos ámbitos se acercaron para acompañar a la presidenta en el multitudinario acto celebrado en Plaza de Mayo, por los 30 años de democracia.

Con asombro y extrañeza, se pudo ver a Moria Casán y Sofía Gala, al lado de Cristina Fernández mientras cantaban el Himno Nacional Argentino.

“Estamos festejando y apoyando a la unidad para que no haya ninguna grieta”, dijo la vedette. “Hay una algarabía y un fervor por una fiesta popular increíble. Todo a favor, todo muy bien, realmente una fiesta, honrada de que me hayan invitado”, agregó.

A la actriz Nora Cárpena, la cantante Marilina Ross, el actor Pablo Echarri, la actriz Florencia de la V junto a su marido, entre otros, también se los pudo ver cerca de la mandataria.

Cantantes 

Además, alegraron el escenario con sus voces, músicos como Horacio Lavandera, Jaime Torres, Víctor Heredia, Teresa Parodi, el Chango Spasiuk, León Gieco, Adriana Varela, Susana Rinaldi, Rodolfo Mederos, Leopoldo Federico, Ariel Ardit y la Selección Nacional de Tango, junto a Cacho Castaña.

Otros reconocidos e históricos artistas fueron Horacio Guarany con el Chaqueño Palavecino, Kapanga, Tukuta Gordillo, Daniel Vedia, Gustavo Santaolalla con Man Ray, el grupo de percusión Choque Urbano y La Renga.

© Publicado el martes 1o/12/2013  por http://rivadavia.com.ar de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Nada… De Alguna Manera...


Nada…

30 años de Democracia. Dibujo: Agencia Telam

Era la fiesta de ella y nadie se la iba a arruinar, cayera quien tuviese que caer. Este mecanismo puede ser considerado como acontecimiento excepcional, porque en verdad lo es. El capricho imperial atrasa a escala mundial, a menos que se compita con el venezolano Nicolás Maduro, el nicaragüense Daniel Ortega, el sirio Hafez Assad o el norcoreano Kim Jong-Un. Consiste en que lo que se exhibe como algo determinado, es todo lo contrario. Mueca poderosa e inquietante: se propone como celebración lo que es apenas un simulacro. La frialdad profunda es maquillada como goce apasionado.


¿Fue la “fiesta” del 10 de diciembre una maniobra histérica? Podría describírsela así, aunque ese mecanismo suele funcionar de manera más instintiva que deliberada. En los hechos, el histeriqueo es más una operación incontenible de la psiquis que un plan cerebralmente alevoso. Pero son mecanismos similares, el casamiento perfecto entre la mentira y la verdad.

El gobierno de la Argentina siempre necesita comunicar alegría. Su pulsión incontrolable es proyectar felicidad, como sea. Patrocina la difusión de una luminosidad casi religiosa. Milita en pos de una dicha obligatoria, a la que lubrica con ingentes recursos económicos. Esta gente ama la espectacularidad y por eso el regisseur de la Casa Rosada es un señor poderoso que concreta las puestas en escena más extravagantes que el grupo gobernante necesita. El escenario cívico argentino se ha convertido en el tinglado montado para desplegar un show de luz y sonido a la carta, a pura fuerza bruta, tamboriles y hasta sartenes para cacerolear, como las que zamarreó la presidenta.

Motivos siempre habrá: la ley de medios, el Bicentenario, la democracia. Lo importante no es el qué, sino el cómo. Es la misma ideología del asueto serial. Así, la quincena final del año será un interminable feriado. Todo vale para “disfrutar”, el verbo organizador central de esta época. La Argentina bate records mundiales de días sin trabajar, a-puro-disfrute. Somos ricos y tenemos de sobra, ¿para qué mezquinarle tiempo al ocio? Hay que festejar. Pasarla bien es el nombre de la religión nacional en una Argentina enganchada al feriado eterno, al proverbial por-cuatro-días-locos-que-vamos-a-vivir, por-cuatro-días locos-nos-tenemos-que-divertir.

Los que celebran sin remilgos ni complejos, son también maestros de la negación cuando la visita truculenta resulta ser la muerte de argentinos. Contrita en sus interminables 36 meses de riguroso pero elegante luto, Cristina Kirchner no ha querido nunca complicarse con otras muertes. Este 10 de diciembre le importaba, más que nada, empañar a su objeto del deseo, medirse con Raúl Alfonsín, para demostrar que le ganaba, un abrazo avieso que pretendía nada más que ocupar el cetro de un republicanismo en el que ella no cree y al que no practica.

La otra cara de esa desasosegante alegría oficializada es la gelidez concreta que el poder ejecutivo de la Argentina dispensa, sin pestañear, al caído. Es una heladera que ha petrificado no pocos corazones. Cuando fue secuestrado Julio López (aún hoy desaparecido), Hebe Bonafini pareció congratularse. Dio a entender que por algo sería. Ahora la empardó la antes respetable señora de Carlotto, para quien hay dudas sobre la decena de muertos de esta semana. “Hay que ver quiénes son” balbuceó. No existe el sufrimiento cuando no afecta a los que mandan. El de los otros ni siquiera se lo admite.

Por cuerda separada, reina la fiesta. Cortejada por su falange de proveedores “artísticos”, jugosamente remunerados por la Casa Rosada, la presidenta expresa con meritoria franqueza sus preferencias estéticas y éticas. Invitados VIP al 10 de diciembre, Sofía Gala se roza con Ricardo Forster. Moria Casán con José Luis Manzano, Florencia de la V con Andrea del Boca y Pablo Echarri con Bonafini. En el escenario, los contratados hacen su delivery. León Gieco, el que pedía que la muerte no le sea indiferente, perpetra conscientemente su derrape: con argentinos muertos en uno saqueos tenebrosos, él proclama que esta vez sí es indiferente.

Una alfombra de helado cinismo transita el escenario nacional, en paralelo a unas celebraciones murgueras totalmente desprovistas de espontaneidad. Ya desde 2010, el kirchnerismo copó el mercado de la movida bullanguera. Como quien compra sexo porque odia las incertidumbres que implica la seducción, el Gobierno se enfiesta con murgas alquiladas. Allá va la presidenta, con una rígida sonrisa facial que mucho tiene de rictus pétreo y aderezo quirúrgico.

Baile de mascaras en el país donde todo lo que parece ser, en realidad no lo es, y en el que nada de lo importante pareciera ser visible. Binomio espantoso: estamos festejando la nada, mientras hay cadáveres todavía calientes.

© Escrito por Pepe Eliaschev el sábado 14/12/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Las fotos







Hipertrófico… De Alguna Manera...


Hipertrófico…

Alegría de la muerte. Un grupo de civiles armados defendiendo la sucursal de Walmart en Tucumán de posibles saqueos. Si estos son los buenos... Foto: La Gaceta de Tucumán.

La condición humana tiene sus oscuridades. Vecinos que saquean a vecinos. Mejores alumnos de un colegio que también saquean. Hasta la presidenta de la comisión de seguridad de un barrio que ella misma fue a saquear. Las razones económicas explican solo una parte. Dejan afuera los saqueos de los hinchas de Boca en los alrededores del Obelisco el jueves último mientras festejaban, o el de los hinchas de Canucks de Vancouver, en Canadá, que arrasaron los comercios de su ciudad mientras protestaban por perder la final de hockey sobre hielo hace poco más de un año.

Vale recordar que algunos años antes el primer ministro canadiense de entonces, Paul Martin, había levantado su copa durante el discurso en el que celebraron que Vancouver hubiera resultado el mejor lugar del mundo para vivir en la encuesta realizada por la Economist Intelligence Unit (EIU), que clasifica 127 ciudades en términos de riesgo personal, infraestructura y disponibilidad de bienes y servicios.

Volvamos a la Argentina. La foto que acompaña esta columna nos dice mucho sobre el tema. Es del diario La Gaceta de Tucumán y retrata un grupo de civiles armados que defendía la sucursal de Walmart en Tucumán de posibles saqueos. El rostro de felicidad del de remera blanca que está adelante en el centro con un fusil de mira telescópica, apto para caza mayor, dice mucho de la alegría embriagante que produce la pulsión de muerte. Del goce sádico que nos habita, del placer que genera romper y que sólo la civilización nos hace domesticar.

Justificar todo en la necesidad no sólo es equivocado sino que no resuelve siquiera el problema de la necesidad. No todo es economía, no todo es infraestructura. Esa mirada materialista simplifica y reduce el problema al no prestar atención al valor de la cultura y de la superestructura incluso en la propia creación de bienes.

El titular de Techint, Paolo Rocca, se quejó el martes pasado por el “estado hipetrófico que llevó la presión impositiva del 21% al 38% y que salta al 42% cuando se suma el impuesto inflacionario, afectando la competitividad de las empresas”. Al día siguiente, Jorge Capitanich salió a responderle que gracias a todos esos impuestos es que se pueden sostener los subsidios a la inclusión social.

La verdadera discusión no es sobre el grado de la presión impositiva sino sobre si esos recursos se utilizan para lograr que los excluidos se integren definitivamente a la sociedad activa, mejorando la vida de toda la sociedad en su conjunto con su aporte laboral, o se destinan esos impuestos a formas crónicas de subsidios perpetuos para mantenerlos siempre asistidos. Si se invierte en infraestructura y en subsidiar actividades que luego serán económicamente autosustentables o solamente en resolver las necesidades del presente.

Se le atribuye a Axel Kicillof adornar el frente del Palacio de Hacienda con la leyenda “E2 = Economía x Estado” (tiene reminiscencias de la hermosa fórmula de Einstein E=mc2, la energía es igual a la masa por la velocidad de la luz al cuadrado). No está nada mal que el Estado sume su propio motor al del mercado. Pero nuevamente el problema sería cultural si se apostara a consumir todo en el presente en lugar de equilibrar necesidades del presente con necesidades del futuro (como el Partido Comunista chino, de filosofía confuciana).
 
La humanidad dio un salto cuando su medio de vida pasó de la caza a la agricultura. Del vivir al día a la planificación del mañana. El saqueo se asocia con la caza. Un subsidio que no podrá ser sostenido en el futuro, en cierta forma, también.

Si solo hay presente no habrá civilización, sin importar los esfuerzos bien intencionados que se realicen desde la economía.

Hipertrofia (del griego antiguo ὑπερ- 'exceso' y -τροφία 'nutrición') es el nombre con que se designa un aumento del tamaño de un órgano cuando se debe al aumento correlativo en el tamaño de las células que lo forman; de esta manera, el órgano hipertrofiado tiene células mayores, y no nuevas. Se distingue de la hiperplasia, caso en el que un órgano crece por aumento del número de células, no por un mayor tamaño de éstas. 
También cuenta con parte contraria, la Atrofia. Palabra que normalmente se usa para calificar a algún objeto con un sinónimo de 'Descompuesto'. Así, la importancia de mantener un grado de hipertrofia resulta inminente.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 14/12/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


País del vale todo... De Alguna Manera...


País del vale todo...

 Bla bla Jorge Capitanich. Foto: Pablo Temes.

Crisis policiales y desintegración social al desnudo. Vergüenza por el caso Campagnoli. Boudou, en baja.

Fue la crónica de una crisis anunciada. Cuando el Gobierno decidió vengarse de José Manuel De la Sota y dejar a Córdoba a merced de una combinación explosiva de bandas de delincuentes organizadas y de saqueadores espontáneos, sentó las condiciones para una reacción en cadena que, a modo de un verdadero efecto dominó asoló al país. La capitulación a la que se vio obligado el gobernador de Córdoba envalentonó al resto de las policías provinciales para aplicar una metodología claramente extorsiva, y por lo tanto inaceptable, en pos de un reclamo de mejoras salariales innegablemente justo. La policía no puede hacer abandono total de sus funciones porque deja al Estado sin capacidad de acción frente al delito y a la población, que es la que sufre las consecuencias, absolutamente indefensa.
 
La crisis ha desnudado dos problemas de alto impacto: uno, el estado de las fuerzas policiales; dos, la desintegración social existente en la Argentina de hoy en día.

El estado de las fuerzas de seguridad es lamentable. Los bajos salarios obligan a buena parte de su personal a tener otros trabajos para subsistir. Esos adicionales, que algunas veces equiparan y otras superan los salarios que los efectivos cobran en su función en la fuerza, son origen muchas veces de verdaderas corruptelas. Además, hacen que ese personal esté sometido a largas horas de labor, con poco descanso, lo que redunda en una baja aptitud para la prestación de su servicio en la fuerza a la que pertenecen. Ese personal con fatiga sobre sus espaldas suele tener pocas horas de entrenamiento en algo tan delicado como el manejo de su arma como de su condición física. En esta realidad, las tentaciones de la corrupción no tardan en llegar. Así, para el personal policial honesto, que lo hay, se le hace cuesta arriba la convivencia. Este combo es explosivo y lo malo es que los arreglos a los que se ha llegado en estos días no los soluciona. ¿Será consciente de ello la comunidad política? ¿Será consciente de que los acuerdos salariales a los cuales se han arribado deja expuesta a la sociedad al accionar de estas policías tan sospechadas? En su regreso a los tuits, la Presidenta habló de saqueos organizados por las fuerzas policiales. La acusación debería obligar a los gobernadores a repensar el futuro de estas fuerzas. ¿Es posible que quienes organizan saqueos sean, a la vez, los guardianes del orden público? Definitivamente no. Pero eso no es solo lo que muestra la realidad.

En el fondo del reclamo está la inflación. Esto no es novedad sino la confirmación de una realidad que no se dibuja con los números del IndeK. Por lo que se vio el viernes, con el primer índice producido por la gestión de Axel Kicillof, nada ha cambiado. El acuerdo de precios que comenzará a regir a partir de enero es, directamente, una pérdida de tiempo.
Lo que se ha visto en estos días es la impronta creciente de la realidad de la cual el relato se disocia todos los días un poco más. El estado de desintegración social que exhibe la Argentina es alarmante. Poco a poco el país se va adentrando en el territorio del vale todo del cual es muy difícil salir. En este marco, la ley no vale nada. Y este es un concepto altamente peligroso porque aniquila cualquier posibilidad de convivencia social civilizada. Mucho ha tenido que ver para esto la corrupción de una parte de la dirigencia política. ¿Qué ejemplo recibe el de abajo cuando observa que el de arriba roba en forma descarada e impune? ¿Cree alguien, por casualidad, que esto es gratuito?

En el medio de todo esto, el Gobierno acaba de sacarse de encima a un fiscal molesto que no hizo más que cumplir con su deber: investigar delitos y a los sospechosos de haberlos cometido. José María Campagnoli no es cualquier fiscal. En la década de los 90, formó parte de un grupo de fiscales encabezados por Norberto Quantín, que se ganó el mote de Los Centauros, y que tuvo a maltraer a muchos funcionarios de aquel gobierno de Carlos Menem emblemático de la corrupción. Campagnoli fue el primer subsecretario de Seguridad del gobierno de Néstor Kirchner. Ese equipo encabezado por Gustavo Beliz cometió la ingenuidad de creer en la palabra del ex presidente cuando hablaba de hacer a la Justicia más independiente del poder político. El único hecho concretado fue la remoción de la Corte Suprema menemista y su reemplazo por otra de indiscutible prestigio. Después de allí, nada. Campagnoli es víctima de aquello contra lo cual fue llamado a luchar por Kirchner: la sumisión total del Ministerio Público a las necesidades del Gobierno. Se entiende, Campagnoli estaba investigando a Lázaro Báez y el problema es que todos los caminos de la investigación del ex cajero del Banco Provincial de Santa Cruz, devenido en millonario, llevan al matrimonio Kirchner.

Para Amado Boudou, la semana que pasó fue muy mala. Seguramente fue por eso que la Presidenta decidió enviarlo a representar a su gobierno en los funerales de Nelson Mandela. Se ve que a Fernández de Kirchner le importa poco la mala imagen que significa para el país que lo represente alguien que deberá dar cuentas ante la justicia de hechos de corrupción sobre los que las evidencias crecen semana tras semana a pasos agigantados. Con los testimonios de esta últimos días de Olga Beatriz Ciccone y del ex directivo de Telefe Gabriel Bianco, más las evidencias documentales obrantes en los expedientes, el juez Ariel Lijo está en condiciones de citar a declarar a Boudou. Cuando lo haga, será una citación indagatoria, es decir, la que se realiza a una persona cuando se la considera sospechosa de haber cometido un delito. Se abrirá ahí un cauce de alto impacto político.

Los muertos que dejó la revuelta policial han sido olímpicamente ignorados por el Gobierno para el que, evidentemente, hay muertes buenas y muertes malas, muertes condenables y muertes justificables. Es, al fin y al cabo, la reminiscencia del “por algo será” que tanto dolor causó y que no nos podemos permitir nunca más.

Producción periodística: Guido Baistrocchi.

© Escrito por Nelson Castro el sábado 14/12/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.