Ya nada será igual…
Cristina, Bonafini y Carlotto se ven como luchadoras de los derechos humanos, pero obviaron las muertes por los saqueos.
No es gratis bailar con Moria Casán mientras parte del país está en llamas y en pánico y muchos argentinos pagaron semejante salvajismo con sus vidas. Las señales demagógicas que se envían desde el poder han contribuído a construir un sujeto anárquico que tomó al pie de la letra el vamos por todo, porque lo convencieron de que la democracia solo consiste en ejercer derechos a cambio de ninguna obligación.
Algo muy profundo se quebró. Ya nada será igual en este país en ebullición. A 30 años de la refundación de las instituciones republicanas, es necesario renovar varios contratos que se rompieron con muchos dirigentes políticos y ciertos organismos de derechos humanos.
En varios aspectos hay que empezar de nuevo. Una docena de compatriotas murieron en las calles –en medio de una implosión social producto de la ausencia del Estado– y la Presidenta de la Nación, las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo no tuvieron ni siquiera una palabra de pésame por los familiares de las víctimas. Tres mujeres que se ven a sí mismas como la encarnación de la defensa de los derechos humanos cayeron en un pragmatismo inquietante al solo efecto de cuidar sus respectivas quintitas.
Cristina calló. Tapó la boca de sus convicciones con la venda de las conveniencias. Hebe dijo que los años democráticos solo fueron los últimos diez. Y Estela levantó sospechas sobre la identidad de las víctimas. Luis D’Elía se atrevió a llamar las cosas por su nombre y a expresar lo que sus compañeras K intentaron disfrazar: “Los muertos del 19 y 20 luchaban contra el neoliberalismo y los de estos días fueron a robar con la policía”.
Clarísimo: hay muertos buenos y malos y los que murieron bajo el gobierno de Cristina, “por algo será”. Conceptualmente dictatorial. Muchos artistas que en su momento defendieron las libertades y lucharon contra la impunidad, esta vez también miraron para otro lado.
Es el final lamentable de un sectarismo que en varios casos fue cooptado por el Estado con ideología o dinero. Fue muy explícito cuando se obligaron al silencio cómplice ante el siniestro ferroviario de Once; ahora lo confirman entrevistando y elogiando al muy cuestionado general César Milani y despreciando a los muertos de este diciembre caótico e inquietante. Es contradictorio con aquella verdad de que la memoria debe funcionar siempre. Por los desaparecidos de hace 30 años y por los muertos de hace 30 minutos. Solo le pido a Dios que la muerte no me sea indiferente, debe ser una verdad bajo cualquier gobierno.
Hay que decirlo con todas las letras. Hebe de Bonafini y Estela Carlotto ya no defienden los derechos humanos de todos y todas. Defienden al gobierno de Cristina. Están en todo su derecho. El mismo que le asiste al resto de los argentinos que no se sienten representados por esa camiseta y deben parir nuevas entidades humanitarias y ecuménicas, que traten a todas las víctimas por igual y que condenen todo tipo de atropellos, incluso los producidos por el gobierno de Cristina.
Moria moviendo sus caderas con CFK se convirtió involuntariamente en un síntoma bizarro de la degradación de ciertos valores. La vedette supo defender incluso en democracia a los militares con la misma liviandad con que respaldó a Alfonsín, Menem, Cristina y la mano dura. Educó a su hija en el territorio mediático, ofrecieron en forma conjunta sus cuerpos desnudos, exhibieron su amor por el porro y luego la madre le reprochó a la hija que no tuviera responsabilidades a la hora de ganarse la vida con su trabajo o de educar a su propia hija.
Podría decirse que la fase “Moria Casán” es la etapa superior del kirchnerismo. Donde todo vale. Donde todo es lo mismo. Y donde la frivolidad que factura millones es reinterpretada como transgresión revolucionaria.
Hay que tener mucho cuidado con esos mensajes nefastos que se envían al trabajador esforzado. Muchos disvalores permean y se vuelven en contra de los mismos que los industrializan alegremente. Un gobernador como José Alperovich, que ganó con amplitud en las elecciones, tuvo una gran cintura para proteger los automóviles de las concesionarias de su emporio familiar, pero se tuvo que comer una concentración cacerolera de 15 mil personas que protestaron contra su gobierno y su maldita policía. Ahí también hay contratos que renovar. No alcanza con la legalidad que dan las urnas. Hay que completarla con una legitimidad de gestión. Son representaciones que deben revalidarse día a día.
Esa multitud que espontáneamente se concentró en Tucuman fue similar en términos numéricos a la que concurrió a Plaza de Mayo para el festival de músicos que parecían tocar en la cubierta del Titanic. ¿Cómo es posible que pierdan la sensibilidad y no se den cuenta que luego es difícil volver de determinados fanatismos y negaciones? Cristina movía su esqueleto, tocaba el tambor y no comprendía que había también un mensaje en el módico poder de convocatoria que exhibieron los chicos de La Cámpora. Exagerando, se podría decir que había mas micros que gente. Y eso que los números musicales eran muy atractivos: León Gieco y La Renga, por ejemplo. Dijo bien Adolfo Pérez Esquivel: “No estaba de ánimo para festejos”. Muchos dirigentes pidieron postergar la fiesta. Rodolfo Terragno fue irónico en su comunicado: “Cae un edificio en Rosario por escape de gas: dos días de duelo nacional. Muere gente en todo el país por crisis policial-social: fiesta”.
Cuando se pierde el sentido común no hay relato que alcance. Cuando se fomenta la demagogia de que una democracia solo tiene premios y ningún castigo, aparecen los problemas soterrados: canas que le ponen una pistola en la cabeza a la democracia, lumpenajes varios de la birra y el robo de electrodomésticos, barras bravas del fútbol corrupto, bandas de narcos cada vez mas activas y patoteros del piquete fácil y la capucha.
Cuando se fomenta el odio, la venganza, el incumplimiento de las leyes y las normas, se envía corruptos a representar al país en los funerales de Mandela y se intenta destituir a los fiscales honestos que investigan la complicidad de Lázaro y Cristina, algo muy grave se está instalando. La mente brillante de Santiago Kovadloff pudo sintetizarlo como una verdad revelada: “El saqueo de abajo es un reflejo del saqueo de la Republica”.
© Escrito por Alfredo Leuco el sábado 14/12/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.