Albertinismo a la intemperie…
La salida de la ministra Losardo, Formosa y los
ecos del vacunatorio vip agitan las aguas de una gestión decadente.
© Escrito por Nelson Castro el sábado 13/03/2021 y publicado por el Diario
Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.
“El ministerio no
está acéfalo. Ella sigue firmando. Marcela tomó una decisión, y ya dejó
planteadas las reformas que inició”, dijo a mitad de semana el jefe de
Gabinete, Santiago Cafiero, en una entrevista por A24 en la que agregó: “Ella
deja las bases de ese trabajo. Ahora se exige otro perfil que la excede, pero
ministra de Justicia tuvimos siempre”.
¿Cuáles son las
exigencias que la exceden y que obligaron al Presidente a buscarle reemplazo?
La respuesta es unidireccional: acelerar las reformas en la Justicia para
satisfacer los deseos de Cristina Fernández de Kirchner en una etapa de
confrontación con el Poder Judicial. Eso explica –en parte– la demora en la
definición de ese perfil. O al menos, la paupérrima puesta en escena.
Hacia fines de la
semana pasada el rumor de la salida de la ministra tomó fuerza y varios en el
gabinete lo daban por hecho. El fin de semana el Gobierno dejó trascender que
Marcela Losardo resistiría hasta que el Presidente le indicara lo contrario. A
solo 24 horas de estos vaivenes, el lunes por la noche, Alberto Fernández
anunció su salida mientras era entrevistado por Gustavo Silvestre en el canal
C5N, revelando que su amiga le había planteado dejar el cargo y resaltando que
estaba “agobiada”. Los que conocen la trama íntima de este culebrón afirman que
la aún ministra lloró cuando se vio tan maltratada por su amigo de toda la
vida.
Losardo, quien es
una abogada de prestigio, ha perdido amistades por defender al Presidente.
“Está claro que
hablaron antes entre ellos, pero la forma de comunicarlo dejó un sabor amargo.
AF quiso contarlo como algo natural, pero como el rumor ya estaba instalado, no
salió bien. Es cierto que hubo descontento interno por la sensación de que los moderados
se van quedando a la deriva” –confesó un funcionario. En realidad, lo que hubo
–y hay– es desazón entre los que se consideran “albertistas” que compraron esa
idea que tenía AF de “volver para ser mejores”, creyeron que el Presidente
impondría sus criterios por sobre los de Cristina Fernández de Kirchner y
apostaron a la épica de la antigrieta como eje de la gestión.
Con el correr del
tiempo, las horas se convirtieron en días y la falta de definiciones lanzó a
rodar la bola sobre una interminable ruleta de nombres. Dos diputados
nacionales picaron en punta: Martín Soria (FDT) y Ramiro Gutiérrez (FR). El
primero, hijo del ex gobernador Carlos Soria, tendría el visto bueno de parte
del peronismo y de algunos gobernadores.
En cuanto a
Gutiérrez, en el massismo no se tomaron en serio la propuesta: “No lo
consultaron a Sergio, tiraron el nombre para quemarlo, además Ramiro hoy está
mucho más a la derecha de lo que se pretende. Vamos a seguir en nuestra línea
de trabajo actual que pasa por aliviar la carga impositiva que sufre la gente”.
No lo dicen claramente pero a Sergio Massa no le gustó la jugada.
Para agitar aún
más las aguas, el nombre del senador ultrakirchnerista Marcelo Fuentes salió a
la luz el miércoles por la noche. Soldado de Cristina y talibán “del modelo”
varias veces señalado en la Cámara alta por su lengua afilada, pero sin el
conocimiento y la espalda para un cargo de tal magnitud. Apreciación al margen,
todo puede ser en esta Argentina decadente. Tanto es así que en algunas mentes
afiebradas del kirchnerismo no faltó tampoco quien postulara como eventual
candidato a Aníbal Fernández, quien ya ocupó el cargo durante la primera
presidencia de CFK.
También hubo
lugar para las especulaciones de género. En las últimas horas trascendió que
podría ser otra mujer quien suceda a Losardo. Su nombre es Marisa Herrera,
abogada investigadora del Conicet que integró el Consejo Consultivo para la
reforma del Poder Judicial y del Ministerio Público Fiscal.
La ruleta siguió
girando y la suerte pareció haber pasado de largo por el jefe de asesores, Juan
Manuel Olmos y el secretario general de la Presidencia, Julio Vitobello,
quienes también tuvieron su minuto de fama. Vitobello, quien fue secretario de
Ética Pública, Transparencia y Lucha contra la Corrupción entre 2009 y 2015, es
recordado por su estrepitoso silencio frente a los escandalosos hechos de
corrupción denunciados contra el gobierno de CFK. Hay quienes apostaron por
Wado de Pedro y hasta por Andrés Larroque, lobistas de otros tiempos en el
ámbito judicial.
El secretario de
Justicia, Juan Martín Mena, sería el candidato natural para reemplazar a
Losardo. Pero el ex número 2 de la AFI genera desconfianza en casi todos los
ámbitos por su cercanía indiscutible con la vicepresidenta. Fue sus ojos y el brazo
ejecutor de sus deseos con Losardo en funciones. Quien asuma el cargo deberá
lidiar, convivir y acordar con él en un ministerio sitiado por los leales a la
jefa, como el propio secretario de Justicia y el inefable Horacio Pietragalla
Corti, secretario de Derechos Humanos de la Nación –cuya lamentable actitud
ante los abusos y atropellos sufridos por la ciudadanía formoseña por parte del
gobierno de Gildo Insfran– deberían haber catapultado su renuncia al cargo. Es
probable que no sea importante quién figura en los papeles, sino quién mueva
los hilos y las relaciones del ministerio con el Palacio de Tribunales, el
Consejo de la Magistratura y Comodoro Py.
El “Sarlogate”.
La ratificación que Beatriz Sarlo hizo ante el fiscal Eduardo Taiano de la
oferta que recibió de parte de Soledad Quereilhac, la esposa de Axel Kicillof
para vacunarse en la provincia de Buenos Aires alterando el orden sacudió al
gobernador, cuya respuesta fue la típica del kirchnerismo: negar la realidad.
El comunicado de la cónyuge de Kicillof es curioso e insólito. En el primer
renglón dice: “no tengo potestad para vacunar a nadie”. Pero luego en el cuarto
punto afirma: “Ayudé a Axel a pensar posibles nombres para esa lista de cien
referentes que debía estar integrada, además, por personas de variada
orientación política”. Es decir, primero dice una cosa y después otra. Y tanta
fue su “potestad” que, en vez de canalizar el llamado vía el Ministerio de
Salud provincial lo hizo a través de Carlos Díaz, el editor de Sarlo.
El vacunagate no es
un accidente; tampoco es una equivocación. Por el contrario es algo
planificado. Uno de los eslóganes del kirchnerismo reza: “La patria es el
otro”. El escándalo de las vacunas demuestra que eso es una mentira. Como decía
Umberto Ecco: “Un mentiroso que niega, afirma”.
Producción
periodística: Santiago Serra.