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sábado, 31 de octubre de 2020

Thomas Sean Connery Q.E.P.D. (1930 - 2020)... @dealgunamanera...

 Thomas Sean Connery, el primer James Bond, murió a los 90 años…

El legendario actor escocés, que estaba alejado de la esfera pública desde hace años, falleció este sábado. El legendario actor escocés Sean Connery, que en agosto pasado cumplió 90 años, falleció este sábado, confirmó su familia a la BBC. 

© Publicado el sábado 31/10/2020 por Exitoina en la Ciudad Autónoma de Bueno Aires, República de los Argentinos.


Sean Connery estaba alejado del cine, pero con una extensa cinematografía a sus espaldas, aunque siempre se le recordará por haber sido el primero en dar vida a James Bond, un papel que en los años 60 lo llevó a conquistar la fama.

Tras estrenar "La liga de los hombres extraordinarios" en 2003, el actor abandonó la gran pantalla y desde entonces residía en Las Bahamas. 

Una de sus últimas apariciones fue a través de una fotografía que su nuera, la cantante irlandesa Fiona Ufton, pareja actual de Jason Connery, publicó hace un año en las redes sociales para felicitarle por su 89 cumpleaños. En ella, el que para algunos ha sido el mejor James Bond de la saga, aparece con un gesto bromista y más delgado que en sus etapas anteriores.

Con más de sesenta títulos a sus espaldas, el escocés protagonizó seis sobre el agente secreto más famoso del cine: "Agente 007 contra el Dr. No" (1962), "Desde Rusia con amor" (1963), "James Bond contra Goldfinger" (1964), "Operación Trueno" (1965), "007: Sólo se vive dos veces" (1967). 

En "Diamonds Are Forever" (1971), Connery volvió a ponerse en la piel del agente 007 tras un impase de una película en que George Lazenby le tomó el relevo, y con ella batió un récord Guinness: ser el actor mejor pagado por un solo filme. El escocés se embolsó lo que serían ahora unos 40 millones de dólares o unos 35,2 millones de euros, una suma que donó enteramente a su fundación, Scottish International Educational Trust, que apoya la educación de niños con pocos recursos. 

Trabajó a las órdenes de directores como Alfred Hitchcock en "Marnie, la ladrona" (1964); rodó con John McTiernan en "La caza del Octubre Rojo" (1990) y "Los últimos días del Edén"(1992), y con Michael Bay en "La Roca" (1996).

Pasaría más de una década, hasta que en 1983 aceptara de nuevo interpretar al agente del MI6, creado por el escritor Ian Fleming, en "Nunca digas nunca jamás".

Su carrera continuó imparable hasta que en 1987 su papel en "Los intocables" le valió el Oscar al mejor actor de reparto al que se sumaron dos Baftas y tres Globos de Oro.  

También participó en títulos como "Asesinato en el Orient Express" (1974), "El nombre de la rosa" (1986), "Indiana Jones y la última cruzada" (1989) y "Los vengadores" (1998). Extraordinariamente, en 2012, puso voz al protagonista del filme de animación "Sir Billi". 

El intérprete siempre ha mostrado públicamente su apoyo social y financiero al Partido Nacionalista Escocés (SNP), defensor de la independencia de Escocia, y cuando fue nombrado caballero por la reina Isabel II en el año 2000, acudió ataviado con la tradicional falda escocesa. 


Thomas Sean Connery nació el 25 de agosto de 1930 en el barrio edimburgués de Fountainbridge, un origen que siempre tuvo presente y que le llevó a bautizar a su productora como Fountainbridge Films. Hijo de una limpiadora y de un conductor de camiones, Connery no lo tuvo fácil para empezar en el mundo de la interpretación, pues tuvo que dejar la escuela a una edad temprana y encadenar diversos trabajos, el primero de ellos como repartidor de leche. 

Tras ello sirvió un tiempo como soldado en la Royal Navy, de ahí pasó a ser conductor, socorrista, modelo de desnudos para los alumnos de la Escuela de Arte de Edimburgo y hasta pulidor de ataúdes. Durante los siguientes años, Connery participó en numerosas obras de teatro, películas y series hasta que su perseverancia se vio recompensada con la propuesta de encarnar a James Bond. 

Carismático y de fuerte personalidad, en 1989, cuando tenía casi 60 años, la revista People Magazine le nombró el "hombre vivo más sexy", lo que el actor se tomó con humor: "¿Bueno, no hay muchos hombres muertos sexis, no?, comentó. 

Su vida tampoco estuvo ausente de polémicas como cuando en los sesenta afirmó en una entrevista con la revista Playboy que veía bien pegar a las mujeres "si todas las demás alternativas fallan y ha habido muchas advertencias", unas declaraciones que posteriormente repitió. 


En 1999, después de que Connery vendiera su finca de Marbella, él y Roquebrune fueron investigados bajo la sospecha de haber defraudado a la Hacienda española unos 5,5 millones de libras (6,1 millones de euros), un caso por el que el intérprete, al contrario que su esposa, no fue procesado.

Rechazó el papel de Gandalf en "El Señor de los Anillos", y se negó a volver a ser el padre de Indiana Jones en "El reino de la calavera de cristal". En una entrevista de 2005 afirmó que estaba "harto de Hollywood". "Cada vez hay más distancia entre los que saben hacer películas y los que dan luz verde a las películas. No digo que todos sean idiotas. Sólo digo que hay muchos de ellos que son muy buenos siendo idiotas. Necesitaría una oferta imposible de rechazar, al estilo de la mafia, para no negarme a hacer otra película más". 

En el ámbito privado, se casó dos veces, primero con la actriz australiana Diane Cilento, con quien tuvo a su único hijo, Jason, y de la que se divorció en 1973, tras lo que contrajo matrimonio con su actual pareja, la artista francesa Micheline Roquebrune. 

L.M.
















martes, 12 de febrero de 2019

Argentina investigando las defensas de las Islas Malvinas… @dealgunamanera…

Buque de la Armada Argentina se acercó a las Islas Malvinas… 


El 2 de septiembre de 2018, una embarcación naval argentina se aproximó a las aguas territoriales británicas de las Islas Malvinas.

© Publicado el lunes 03/09/2018 por http://www.hisutton.com de la Ciudad de Puerto Argentino, Provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur.

El barco, A.R.A. Puerto Deseado (Q-20), parece haber apagado su AIS (Sistema de Identificación Automatizado) cuando se acercaba a las Islas.

Un bote patrullero de la Royal Navy, el HMS Clyde (P257) se dirigió hacia el sur a través de Malvinas Sound, aparentemente para encontrarse con el barco argentino, aunque no llegó a interceptar o rastrear el barco.

La embarcación argentina parece haber girado, volviendo a encender su AIS cuando abandonó el área. El buque argentino parece haber permanecido en aguas internacionales.


A. A.R.A. Puerto Deseado (Q-20) rumbo al banco Burdwood
B. A.R.A. Puerto Deseado (Q-20) opera cerca de Burdwood Bank.
C. A.R.A. Puerto Deseado (Q-20) apaga AIS cuando se acerca a las Islas Malvinas desde el suroeste.
D. A las 16:57 hora local, el HMS Clyde se dirigía hacia el sur a toda velocidad.
E. HMS Clyde se da vuelta a las 19:17 hora local y A.R.A. Puerto Deseado (Q-20) enciende AIS cuando abandona el área poco después.
F. A.R.A. Puerto Deseado (Q-20) regresa a Ushuaia y llega a las 15:02 hora local del 3 de septiembre.

Nota del redactor: Para la Armada Argentina fue un desvío de la ruta por problemas meteorológicos, para los ingleses una intromisión.



viernes, 23 de noviembre de 2018

La batalla legendaria del A.R.A. San Juan (S-42)... @dealgunamanera...

Este era el Submarino A.R.A. San Juan (S-42)


Esta es la mejor forma de recordarlo. Pagaron con sus vidas, vigilando nuestro mar, el estado de abandono de todas nuestras fuerzas armadas. QEPD.

© Escrito por Jorge Fernández Díaz el jueves 15/11/2018 y publicado por cienradios.com de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El submarino del capitán Trama ingresó en el puerto de Norfolk bajo una niebla ominosa. Su misión secreta consistía en participar de una guerra ficticia.

Fue recibido por altos oficiales de esa base naval y quedó al cuidado logístico del USS Canopus, un buque que abastecía a otros cinco submarinos clase Los Ángeles.

Gustavo Trama y sus hombres fueron alojados en tierra y agasajados bajo las usuales normas de la fraternidad del mar. El A.R.A. San Juan (S-42) había zarpado el 17 de febrero de 1994 desde Mar del Plata y estaba ahora en el Atlántico Norte por una única razón: la flota más poderosa de la Tierra utilizaba desde hacía décadas submarinos nucleares, y quería probar su sistema de detección y su capacidad de maniobra frente a una nave convencional.

Acaso la leyenda y el prestigio del A.R.A. San Luis (S-22) hacían más interesante todo el operativo: aquel otro submarino diésel-eléctrico con torpedos filoguiados, primo mayor del San Juan, había vuelto literalmente locos a los tripulantes de la Royal Navy durante la guerra de Malvinas, y su derrotero era estudiado con admiración.


Trama llegaba a esas fechas con vasta experiencia. Había encontrado su vocación en el cine clásico de Ford, Fuller y Powell. Y se había sometido a esa escuela extremadamente rigurosa: años después él mismo ejercería allí como instructor de submarinistas y buzos tácticos.

El oficio no es para cualquiera. En cuanto un aspirante ejecuta el “escape del submarino”, dentro de un tanque de agua y a través de una escotilla, se descubre si verdaderamente posee la fibra necesaria para emprender esa épica.

Es una prueba crucial, que prefigura una vida de navegaciones largas y espacios cortos, poco recomendable para los impacientes, los expansivos, los conflictivos y los claustrofóbicos.

Un viejo chiste asegura que la Marina se divide entre los submarinistas y los que no pudieron serlo. En el bautismo del A.R.A. San Juan (S-42) tocaron la marcha “Viejos camaradas”, que frasea: “Tanto en la necesidad como en el peligro, siempre manteniéndonos juntos”. Ese himno también alude a la filosofía pragmática del “hoy es hoy”, porque así es “la vida del guerrero”.

En una sala de situación, Trama y los demás guerreros de la base de Norfolk fueron anoticiados acerca de la batalla estratégica y psicológica que daría comienzo cuanto antes.

Partirían de una hipótesis territorial, el desembarco militar bajo presunto fuego hostil y el rescate de imaginarios rehenes que mantenían prisioneros en una embajada inexistente.

Habría dos equipos: uno azul, que concentraría a la Segunda Flota, encargada de la recuperación, y uno rojo, que haría las veces de enemigo y trataría de impedir esas acciones. Los azules corrían con obvia ventaja: más de treinta unidades de línea, incluidos dos portaaviones, destructores, submarinos, buques logísticos y la nave Comando, el USS Mount Whitney.


Los rojos, que tenían la orden de esconderse y atacar, eran solo tres fantasmas sumergibles; el San Juan estaba entre ellos. El ejercicio debería efectuarse en áreas de diversa profundidad, y Trama pensó íntimamente que se trataba de una cacería y que la mejor tecnología del mundo los buscaría para batirlos o neutralizarlos.

Una ejercitación de semejante complejidad es mucho más que un juego: está en cuestión el orgullo y se vive como una guerra real.

El San Juan se sumergió al este del cabo Hatteras y se lanzó a la aventura de no ser descubierto y de lastimar a la US Navy. A partir de entonces hubo abordo silencio mortal y alerta constante.

Los azules lanzaban desde el aire sonoboyas y los helicópteros rastrillaban con prismáticos y sonares la zona operacional. La embarcación argentina se cruzó con un submarino azul, que no llegó a detectarla, y más adelante, se metió entre varios pesqueros y navegó a plano de periscopio haciendo creer a todos que era uno de ellos.

Esas jugadas son riesgosas: en zona de submarinos nucleares una colisión bajo el agua puede tener una dimensión extraordinaria, y las redes de pesca pueden malograr el ardid y causar accidentes fatales.

Durante jornadas de insomnio y atención completa, en situación de combate, el San Juan fue completamente invisible.

Llegó a cursar tres días sin hacer snorkel, escuchando el acecho de los aviones, los helicópteros y los distintos barcos azules.

Hasta que ubicados en una nueva área de patrulla, de pronto el sonarista le comunicó a Trama rumores acústicos inequívocos. Esta vez no se trataba de simples incursiones; la mismísima Segunda Flota del Atlántico Norte parecía encontrarse a pocas millas náuticas.

Con los instrumentos, el capitán confirmó la presunción y concluyó que venían directamente hacia ellos; ordenó entre susurros avanzar también a su encuentro, pero con rumbo oblicuo.

Todo indicaba que los destructores estaban formando una cortina protectora en la vanguardia. Frecuentemente, eso significa que protegen en el núcleo al buque Comando.

Trama bajó la velocidad a tres nudos, especulando con la corriente, y dejó que los destructores lo pasaran por encima sin sospechar nada.

Atravesó así la cortina, ordenó emersión a plano de periscopio y divisó el centro mismo de la formación a unos cinco mil metros. Se trataba efectivamente del USS Maunt Whitney.

En un combate real, Trama habría disparado un solo torpedo: a esa distancia no hay forma de fallar, lo hubiera hundido de inmediato.

Lo que hizo esta vez fue tomar una foto desde esa posición, volvió a sumergirse con sigilo y transmitió la novedad encriptada.


Siguieron jugando al gato y al ratón con ese submarino endemoniado durante dos días más, hasta que fracasados todos los intentos de localización, les ordenaron reaparecer y volver a puerto. En el muelle, el comandante del bando rojo les gritaba: “¡Los vencimos!”.

Al regresar a casa, Trama descubrió que había bajado ocho kilos y sospechó que esa misión lo perseguiría a lo largo de toda su carrera.

De hecho, durante varios viajes profesionales sus colegas de otros países se encargaron de recordarle aquella proeza: el ejercicio fue un hito porque demostró la vigencia, la ubicuidad insólita, la mortífera eficacia de los submarinos convencionales.

El capitán llegó a contralmirante y nunca consideró que aquel simulacro tuviera el valor de una hazaña. Hubiera preferido combatir en Malvinas con ese mismo buque y esa misma dotación.

Pero existe un fuerte vínculo sentimental entre el comandante y la nave que lo arropó en aquella peripecia famosa. Es por eso que cuando la noticia de su desaparición le llegó por WhatsApp se le aceleró el pulso.

Entre los 44 figuraba el suboficial principal Javier Gallardo, que en 1994 era su cabo de operaciones (infinidad de veces se acodaron juntos en la carta náutica para estudiar las corrientes), y también el hijo de su gran amigo, el capitán Jorge Bergallo, con quien compartieron vacaciones y crianza.

A Trama y a Bergallo se unió otro profesor de la Escuela de Guerra Conjunta: Alejandro Kenny. El Ministerio de Defensa los sacó a los tres de su retiro y los nombró en una comisión cuyo objeto consiste en resolver, cueste lo que cueste, el doloroso enigma. Trama fue preparado para ser un guerrero; nunca imaginó que debería ser un detective.

Y el A.R.A. San Juan (S-42), su compañero más fiel, fue diseñado para volverse invisible al ojo humano. Hoy, librado a su suerte, sigue paradójicamente cumpliendo ese destino inescrutable.

La vida es caprichosa, tiene vueltas sorprendentes, y el océano, como decía Borges, es un antiguo lenguaje que ya nadie alcanza a descifrar.