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domingo, 22 de septiembre de 2013

¡Basta de periodismo corrupto!... De Alguna Manera...


¡Basta de periodismo corrupto!


¿Por qué la prensa va perdiendo su honestidad?. Un hombre de prensa puede escribir mejor o peor, puede trabajar en un medio más grande o más pequeño, producir muchas o pocas notas periodísticas. Es indistinto.

Lo que un periodista jamás debe perder es su honestidad. Ese es el valor que hace a su verdadera esencia profesional. Lo demás se puede aprender, más temprano o más tarde.

En las últimas décadas, los medios se han transformado en un factor de poder real, muchas veces utilizado para hacer operaciones de prensa a su propio favor.

Los periodistas que se acoplaron al fenómeno, vendieron su prestigio a los mismos intereses, en general por unas pocas monedas.

Pronto, esos conglomerados fueron involucrándose en cuestiones extra periodísticas y buscaron meterse en rentables negocios públicos y privados. En ese punto, comenzaron a mezclarse los tantos y los empresarios usaron el poder de sus medios para conseguir más rentabilidad en sus propios negocios.

No hubo límite al respecto. Si había que presionar a algún funcionario a través de una nota periodística lesiva, esto se hacía sin miramiento alguno. Si había que denunciar a alguien que pudiera poner trabas a los intereses de los empresarios, también se hacía, aunque no hubiera pruebas de la imputación.

Para llevarlo a cabo siempre hubo periodistas dispuestos a hacer la tarea sucia; mercenarios y carroñeros que prefirieron privilegiar sus bolsillos a dignificar la tarea para la que fueron preparados.

Ello conspiró contra los intereses de la sociedad, que de un día para otro comenzó a sufrir el síndrome de la desinformación. Lenta, pero firmemente, los medios comenzaron a dejar de coincidir con las preocupaciones ciudadanas.

Mientras el desempleo, la inseguridad y la corrupción comenzaron a ser parte de la inquietud social, los medios impusieron a través de sus portadas sus propios intereses.

No se trata de una cuestión ideológica; mucho menos política. No tiene que ver tampoco con que los medios sean oficialistas o anti oficialistas. Es solo un tema de intereses privados.

Las operaciones que hace diario Tiempo Argentino o revista Veintitrés, no son ajenas a las maniobras de grupos como Clarín. Unos buscan una cosa y otros algo diferente, pero todos finalmente terminan convergiendo en el mismo lugar: la desinformación.

En Mendoza no es nada complicado conocer cuáles son los medios que usan su poder de fuego para operar a su favor. Se trata de la mayoría, con intereses que superan lo periodístico y aspiran a manejar —en algunos casos—los millonarios recursos de la provincia.

Basta ver algunos diarios, o escuchar ciertas radios. Allí aparecen claramente las operaciones que se llevan a cabo, elogiando o criticando a diestra y siniestra, de acuerdo a lo que más les convenga en el momento a sus dueños.

Los periodistas que trabajan allí no desconocen quiénes son sus propietarios. ¿Por qué lo hacen entonces? ¿Acaso no tienen dignidad?

Esos hombres de prensa no parecen tener miramiento alguno, solo cierta motivación económica. Desconocen el daño que le hacen, no solo a la profesión que ejercen, sino también a la ciudadanía. No les importa… ¿No les importa?

Así el estado de cosas hoy, donde la corrupción en los medios es alarmante y abrumadora. Nada que envidiar a la clase política.

Hay una máxima que dice que “la información no nos pertenece”, sino a la sociedad toda. Es lo que deberían recordar algunos colegas en estos días... Antes de que sea demasiado tarde.

© Escrito por  Christian Sanz el jueves 05/09/2013 y publicado por Tribuna de Periodistas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.



domingo, 27 de mayo de 2012

Periodismo para pocos... De Alguna Manera...

Periodismo para pocos...


Embanderados, algunos medios de comunicación siguen acelerando sus pasos al ritmo de una militancia político-económica que desnuda por qué está en crisis la credibilidad periodística. La perla más reciente ocurrió esta semana, con la sesgada cobertura de la decisión de la Corte Suprema de limitar en el tiempo los efectos suspensivos para que se aplique la Ley de Medios.

No hay que ser ingenuos. Esta ley expone brutalmente la maraña de intereses que entrecruzan a las empresas periodísticas, en especial porque está direccionada para afectar al grupo dominante del mercado. Y lo que podría ser un buen examen para mostrar rigor y equilibrio profesional, termina en un aplazo. El lector o la audiencia, supuestas razones de ser de lo que se publica o dice, bien gracias.

Así, quien leyó Clarín –la “víctima” principal de la ley– el miércoles a lo largo y ancho de las cuatro páginas que le dedicó al tema, no pudo enterarse ni ese día ni los posteriores cómo debería adecuar su negocio para adaptarse a la nueva legislación aprobada hace casi tres años por el Congreso. No es un detalle menor: Clarín es el actor protagónico del sector y fue el niño mimado de sucesivos gobiernos (incluido el kirchnerismo hasta el 2008) que impulsaron o toleraron una expansión ilimitada.

Esos lectores no accedieron siquiera a ver en esa cobertura clave qué medios son propiedad de Clarín. Pero sí se informaron de otros aspectos. “Las maniobras del Gobierno demoraron el juicio de fondo”, se tituló la segunda nota –sin firma– en importancia para Clarín, cuando en esencia es a la inversa hasta para un alumno de jardín de infantes: la Casa Rosada quiere apurar todo para desguazar cuanto antes a la empresa y menguar su poder, mientras ésta apuesta a estirar los plazos con la esperanza de que otra gestión presidencial a partir de 2015 sea más amigable. O la nota titulada “el Gobierno presiona a Clarín, pero no pide que se adapten otros grupos”, donde otra vez se hace hincapié de la paja en el ojo ajeno.

Curiosamente, o no tanto, el diario La Nación –socio de Clarín en la fabricación de papel– también se dejó arrastrar por las pasiones, por llamarlo de alguna manera elegante. Brindó a sus lectores una gran infografía sobre los grupos que están “fuera de la norma” y el detalle de los medios que tiene cada uno. Pero se olvidaron de colocar allí (o en cualquier otro lado) a las empresas de Clarín.

Un párrafo aparte merecerían los textos que la tapa de La Nación le dedicó al tema el miércoles, firmados por Adrián Ventura y Joaquín Morales Solá (periodistas que además aparecen por la pantalla de TN, de Clarín). Pero podría interpretarse erróneamente que se trata de un ataque personal, así que se dejará pasar aquí la tentación. Apenas una observación como muestra: la columna de Morales Solá se tituló “El debate es por la libertad”, cuando en su fallo la Corte Suprema expresamente deja constancia de que la controversia jurídica es patrimonial y no está en juego la libertad de expresión.

Otro párrafo, o varios, merecería la cobertura que le dio al tema el llamado “periodismo militante”, cuyo máximo exponente en la gráfica –el diario Tiempo Argentino, de la dupla ultrarecontraoficialista Szpolski/Garfunkel– le dedicó casi toda su portada y ocho páginas interiores con fotos, infografías y todos los chiches a una obvia y furiosa andanada antiClarín. Un recuadrito perdido y diminuto (sin foto ni firma) apenas consigna  “Otros grupos que tendrán que adecuarse”. Esa mirada tan previsible conlleva el riesgo de que su análisis también lo sea.

Asistimos al triste espectáculo de que en nombre de la libre expresión o de la democratización de la información se dejan de lado estandares mínimos de labor periodística. Y nuestro trabajo pasa a convertirse en propaganda, en beneficio de unos pocos.

© Escrito por Javier Calvo, Jefe de Redacción,  y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 27 de Mayo de 2012.