Mitomanías...
Los problemas con la verdad son sólo
cuestiones personales cuando el sujeto de esos episodios responde nada más que
ante sí mismo. Mitómanos patológicos o cínicos seriales sólo afectan con esos
rasgos a ellos y a sus círculos íntimos. Pero cuando esa mitomanía se perpetra
desde altas funciones de gobierno, la situación deviene gravísima. Una cosa es
la mentira o la media verdad invocada por los gobiernos por realpolitik, en
defensa de coyunturas puntuales. Otra es cuando es pura exaltación de la propia
farsa del funcionario, que inventa para protegerse o elogiarse.
Jefe de Gabinete de Ministros de la Nación,
el caso de Juan Manuel Abal Medina (h.) es notable. Insiste en no decir la
verdad, pero pretende zafar de las consecuencias. Es imposible, en la era de
internet, no dejar huellas. El, que tiene 44 años, no puede ignorarlo.
El año pasado escribí (“¿Un bebé
montonero?”, Perfil, 11 de diciembre de 2011) que “El 3 de septiembre de 2006,
Juan Manuel Abal Medina le dijo a Laura Di Marco, de La Nación, que ‘de bebé,
mi tío me llevaba a las reuniones sin que se enterara mi viejo’. El hoy jefe de
Gabinete de la presidenta Cristina Kirchner nació el 5 de mayo de 1968. Su tío,
Fernando Luis Abal Medina, murió el 7 de septiembre de 1970 en la localidad
bonaerense de William Morris, en un enfrentamiento con fuerzas policiales en
pleno régimen militar. Fernando Abal había nacido en 1947, o sea que muere a la
temprana edad de 23 años. ¿Cómo y para qué un guerrillero de 22 años llevaba a
reuniones de revolucionarios a un bebé de dos años? ¿Le daba la mamadera? ¿Le
cambiaba los pañales, que entonces eran de tela? En ese reportaje de hace cinco
años, Juan Manuel Abal Medina (h.) profesaba palabras que hoy lo explican casi
todo: ‘Cuando uno critica la anécdota, está equivocado. (…). En los procesos
históricos siempre se mezcla lo viejo y lo nuevo, pero lo esencial es lo que
prima”. El jefe de Gabinete nunca rectificó esta infantil invención, pero
vuelve a incurrir ahora en un síntoma preocupante: dice que no dijo lo que dijo.
La mañana del viernes posterior a las manifestaciones en varias ciudades
argentinas, proclamó a través del interlocutor radiofónico del Gobierno que los
participantes fueron “gente (a la que) le importa más lo que ocurre en Miami
que lo que ocurre en San Juan”.
Pocos días después reiteró el
procedimiento, esta vez en relación con su padre homónimo, viejo militante del
nacionalismo católico de ultraderecha, de participación activa en el peronismo
entre 1972 y 1974 que en 1976, tras la llegada al poder de las FF. AA, se
refugió en la embajada mexicana en la Argentina hasta 1982. Radicado en ese
país desde ese año, con el regreso argentino a la democracia en 1983, Abal
Medina decidió afincarse en México, muy cerca del poder. Nunca desmintió haber
trabajado para el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen),
repartición estatal “cuyo propósito es generar inteligencia estratégica,
táctica y operativa que permita preservar la integridad, estabilidad y
permanencia del Estado mexicano, dar sustento a la gobernabilidad y fortalecer
al Estado de derecho”. En el Cisen, un organismo consagrado a “alertar y
proponer medidas de prevención, disuasión, contención y neutralización de
riesgos y amenazas que pretendan vulnerar el territorio, la soberanía, el orden
constitucional, las libertades e instituciones democráticas de los mexicanos,
así como el desarrollo económico, social y político del país”, Abal Medina
habría permanecido de 1988 a 1994, a órdenes del secretario de Gobernación
(Interior) del presidente Carlos Salinas de Gortari, Fernando Gutiérrez
Barrios, uno de los barones del entonces todopoderoso Partido Revolucionario
Institucional (PRI).
El 15 de junio pasado, a pocas horas de que
la sede central de Repsol YPF en Buenos Aires fuese tomada por el Gobierno,
Abal Medina padre atendió telefónicamente desde su casa del Distrito Federal a
Roberto Caballero, que lo llamaba desde Radio Nacional. Si bien advirtió no ser
asesor ni abogado de Carlos Slim, de inmediato se sinceró: “Somos amigos y
tenemos una relación cercana. (…) Ha hecho una enorme fortuna con su trabajo y
el trabajo de sus hijos, todos ellos muy idóneos para los grandes negocios
internacionales”. Explicó los negocios de Slim con las privatizaciones: “Creó
uno de los grupos que se presentaron a la licitación cuando se decidió la
privatización del sistema telefónico mexicano, en 1990. Ganó esa licitación y a
partir de allí inició una enorme expansión. Con la liquidez que dan los
negocios telefónicos más su capacidad financiera, hizo que el grupo se expandiera
enormemente. Ahí comenzó a ser considerado el segundo o tercer CEO del mundo,
como propietario de paquetes importantes y conocidos de acciones de empresas
que cotizan en Bolsa. Es de una enorme fortuna, es un gran inversor y ha
manifestado una clara confianza en la economía argentina, no de hoy, sino desde
hace tiempo. Tuvo una relación muy cercana con el ex presidente Néstor
Kirchner, y a posteriori con Cristina. Carlos (sic) no hace malos negocios”.
El hijo de Abal Medina consideró oportuno
esta semana “aclarar” las cosas, pero las oscureció. Para él, hay “un espacio
mediático tan sesgado que ya no se conforma con el viejo ‘saquemos de
contexto’, sino que directamente inventan, e inventan lo peor que se les pueda
ocurrir”. Acusó a los medios por informar que su padre asesoraba al
multimillonario mexicano Carlos Slim. “[Pueden] repetirlo y repetirlo en esa
cadena ilegal del odio y de la bronca y querer que nosotros nos sintamos
avergonzados”, se ofuscó.
Similar pirueta protagonizó Axel Kicillof,
viceministro de Economía que a los 41 años se ufanó de poder fundir a Techint
si quisiera, pero luego dijo que tergiversaron sus dichos. Kicillof había
sostenido que el Gobierno podría bajar el precio de la chapa y “fundir a
Techint”, pero aclaró luego que no lo iba a hacer. Ahora enmienda aquella
bravuconada: “Inventan las frases textuales, las rebotan, las rebotan, las
rebotan en sus noticieros, en su cadena nacional paralela, blue, se ocupan de
potenciarlo, reproducirlo”.
Lo notable de Abal Medina (h.) y Kicillof
es que no parecen tener conciencia de que todo lo que dicen o escriben queda
registrado, no es impune. Teóricamente jóvenes, su anacronismo radica en que
desafían la moderna ley de gravedad en la red: todo lo dicho permanece. Es
grave que como prominentes jerarcas del Gobierno no parezcan advertir la
diferencia entre verdad y mentira. Es un pésimo presagio.
© Escrito por Pepe Eliaschev y publicado
por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 22 de
Septiembre de 2012.