Frentes abiertos…
Patricia
capitana Ministra Bullrich. Foto: Pablo Temes
A la puja entre Prat-Gay y Sturzenegger se suma la
interna en Seguridad. Justicia en deuda.
© Escrito
por Nelson Castro y publicado el domingo 18 de Septiembre de 2016 por el Diario
Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Los principales analistas coinciden en
señalar al menos tres variables para tener en cuenta en el camino de la
contención y reactivación de la economía:
En primer lugar, el déficit fiscal, que
crece en magnitud por la caída en la recaudación. Equivale hoy al 7% del PBI.
La consecuencia obligada es el aumento de la emisión que, sin ningún atenuante,
presiona sobre la inflación.
En segundo lugar, la recesión que trae
aparejada la caída del consumo. En agosto, en algunos rubros fue del 8%.
Electrodomésticos, vestimenta y gastronomía, cualitativamente señalan que el
golpe es absorbido por la clase media –que cada vez se cuida más en sus
erogaciones– y la clase media baja. "Creo que en este aspecto ya hemos
tocado fondo. A partir de ahora la recesión debería detener su profundización y
comenzarían a verse las primeras señales de reactivación”, señala un economista
de la oposición de diálogo fluido con los funcionarios de Economía.
Todo esto repercute en el empleo y los
salarios, que, claro está, son la tercera variable que preocupa al oficialismo.
Más allá del agite por las promesas
cumplidas, la realidad marca que hoy la inflación gira en torno al 40%. Si
comparamos agosto de 2016 contra el mismo mes de 2015, nos da un 43% anual. En
cambio, si tomamos el acumulado de enero a agosto de este año, es del 32%. Por
eso, si el Gobierno calcula un acumulado de aquí a fin de año del 1,5% mensual,
volvemos a ese 40% anualizado.
El duelo de egos entre varios actores
del Gobierno es indisimulable. El ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso
Prat-Gay, y el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, volvieron a
dar la nota esta semana. “Lo más importante para los cargos que ocupan es que
son dos funcionarios honestos y no veo entre ellos una intención de disputa de
poder por el cargo”, asegura un hombre que conoce el pensamiento de ambos. Sin
embargo, en el Gobierno ya nadie lo niega: “Son dos tipos excelentes pero se
marcan la cancha a cada rato, deberían ser más prolijos”, señala otra fuente
con preocupación.
En rigor de verdad, ocurre lo que ha
pasado siempre entre las cabezas de los dos sectores; en los Estados Unidos y
los países desarrollados siempre se dio esta puja de poder: Hacienda prefiere
reactivar y bajar las tasas, mientras que el Banco Central apunta a mantener
alta la tasa hasta ver planchada la inflación. Sin ir tan lejos, geográfica y
cronológicamente hablando, fue la puja
que tuvieron Roberto Lavagna y Aldo Pignanelli en 2002 (aunque resuelta puertas
adentro y sin tantos trapitos al sol).
Inseguros. El otro frente abierto es el
que se disputan la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich; y el secretario
del área, Eugenio Burzaco. El malestar entre ambos ha abierto una grieta que se
ahonda en uno de los momentos más delicados en materia de seguridad.
“Bullrich es más política y Burzaco, más
técnico. Hay celos. La ministra no se banca demasiado que la pericia corra por
la vereda de enfrente y busca acaparar los anuncios muchas veces cometiendo
errores imperdonables”, confiesa una voz del Gobierno. Lo grave es que, en
medio de esta disputa, la inseguridad nuestra de cada día continúa haciendo
estragos en la gente. Hace quince días el centro de la atención y la
controversia estuvo puesto en el caso del médico Lino Villar Cataldo, que mató
al ladrón que le quiso robar su auto a las puertas de su consultorio en Loma
Hermosa.
La ministra no se banca demasiado que la
pericia corra por la vereda de enfrente Esta semana, el caso que conmueve es el
de Daniel Oyarzún, el carnicero de Zárate que salió a perseguir a los ladrones
que le habían robado la recaudación del
día, con la consecuencia ya conocida de que uno de ellos murió. Los elementos
de análisis que surgieron a partir de estos hechos no son novedosos para la
sociedad y deberían ser motivo de una profunda reflexión por parte de la
totalidad de la dirigencia política. Ha comenzado a manifestarse una peligrosa
tendencia hacia el ejercicio de la justicia por mano propia, algo absolutamente
riesgoso e incompatible con el Estado de derecho.
¿Cuál es la causa de esta reacción? La
ausencia del Estado. Esa ausencia no se manifiesta sólo en la falta de
policías, gendarmes o prefectos en las calles. Se expresa también en la
ausencia de una tarea social sostenida y adecuadamente planificada en los
conglomerados plagados de carencias y marginalidad que han proliferado a lo
largo y a lo ancho del país, que son el caldo de cultivo de los que se nutre el
delito. En la mayoría de esos lugares la única institución que se hace presente
es la Iglesia.
En ese submundo se vive con otros códigos. La ley no vale nada.
La vida, tampoco. Robar y matar son cosas de todos los días. Sin una acción
decidida sobre estos factores, pretender eficacia en la prevención del delito
es una quimera. Este cóctel es explosivo. De ahí la necesidad de trabajar con
denuedo en la prevención porque cuando esto falla, lo punitivo es siempre
insuficiente y tardío. Cuando se comete un delito hay siempre una víctima y un
daño. Y si ese daño significa la muerte, es irreparable.
El mal funcionamiento de la Justicia, la
corrupción policial, la sobrepoblación de las cárceles y la proliferación de
los sobornos entre muchos de los agentes del servicio penitenciario completan
el universo de causas que explican la inseguridad que se vive. Delincuentes que
entran por una puerta y salen por otra casi al instante sumado a los altos
niveles de reincidencia demuestran lo disfuncional de todo ese andamiaje que se
lleva mucho de los altos impuestos que paga la ciudadanía.
El presidente Mauricio Macri fue imprudente
cuando salió a pedir la liberación de Oyarzún. Es cierto que no hubo en sus
palabras ninguna convalidación de la justicia por mano propia pero tampoco hubo
una condena explícita a esta peligrosa e inaceptable práctica. Pero si lo de
Macri fue imprudente, lo de Cristina Fernández de Kirchner fue indignante.
Durante sus dos presidencias –plagadas de los mismos robos y los mismos
asesinatos por los cuales hoy se horroriza– no sólo evitó mencionar la palabra
inseguridad, sino que casi nunca habló del tema.
Lo grave no fue eso, sino la
falta de una política de seguridad a lo largo de sus mandatos. Lo que hoy se
vive es principalmente la consecuencia de esa desatención fatal. “Hoy los
medios de comunicación ocultan prolijamente la inseguridad. Antes, en mi
gestión, se producía un hecho y era repetido mil veces. Hoy se producen mil
casos o más y no pasan nada por televisión”, dijo la ex presidenta a la vista
de las horas de aire que los canales le dedicaron al tema. ¿En qué país vive?
Producción periodística: Santiago
Serra.