Darín habló de su polémica con
Federico Luppi…
Pasaron ocho meses desde que
Federico Luppi opinó en duros términos acerca del pedido de explicaciones que
hizo Ricardo Darín sobre el patrimonio de la Presidenta Cristina Fernández de
Kirchner quien, como recordarán, le respondió a Darín a través de una carta en
Facebook. Anoche, en “Tiene la palabra” (TN) le preguntaron a Darín por qué en
aquel momento no le contestó a Luppi, “que te dijo pelotudo”. Lorena Maciel —co
conductora del ciclo junto a Luis Otero— señaló que ella había considerado
“sabia” la actitud de Darín de no subirse al ring de los insultos. “Alguno de
los dos tenía que tratar de ser un poco sabio”, dijo el protagonista de
“Séptimo”, el filme de Patxi Amezcua, estrenado anteayer.
“Lo conozco desde hace muchos años —manifestó
Darín en referencia a Luppi—. Y trato de no dejarme llevar demasiado por lo que
la sensación térmica indica sobre una persona más allá de lo que yo conozco de
él. A Federico, lo conozco, sé cómo es su manera de hablar y de expresarse. Y
él se tomó un mínimo de atención antes de decir eso, que para mí es tan
importante como lo que dijo. No soy yo quien va a juzgarlo ni a cortarle la
cabeza por un exabrupto. Es un exabrupto, pero antes tomó la precaución de
decir ‘con todo lo que lo quiero, con todo lo que lo respeto, para mí, es un
pelotudo’. Ok, se lo perdono. Se lo entiendo”, declaró Darín. Y no descartó la
posibilidad de que cuando la vida los cruce, puedan charlar tranquilamente.
Ante las preguntas de Silvia
Fesquet y Fernando Cerolini (ayer estuvo ausente Cecilia Absatz), Darín se
explayó sobre la necesidad de frenar las agresiones: “Si uno se preguntara
‘¿por qué?’ en el momento anterior a la reacción impulsiva frente a lo que
considera un injusticia, la cadena de agresiones se cortaría. Si vos me
insultás y yo te insulto y vos me pegás y yo te pego, esto no se termina
nunca”.
“La violencia y los generadores
de violencia me dan miedo”, indicó. Convencido de que “de todos lados se tira
cada vez más carne sobre la parrilla”, aconsejó que “acariciar el freno no está
mal”. “Ya no necesitamos más confrontaciones ni peleas innecesarias”, opinó.
Luego, describió el círculo de las discrepancias que terminan en
enfrentamientos. “La intolerancia que viene en el combo de la conformación
humana debería estar primera en nuestra orden de lucha, junto con el ego y la soberbia. Nuestra primera
tendencia es pensar que uno tiene razón y que el que no está de acuerdo con uno
está equivocado. Entonces, el que no está de acuerdo con uno, es el enemigo. Y
si es el enemigo, hay que eliminarlo”.
Mientras lo escuchaba, pensé en
la seguidilla de agresiones que se habría generado si Darín, en vez de pensar
por un instante en el Federico Luppi que conoce desde hace años, se hubiera
concentrado sólo en el exabrupto de su colega y hubiera redoblado la apuesta.
¿Qué habría pasado? Imagino que unos cuantos días de festival mediático,
animado por la pirotecnia verbal entre dos excelentes actores argentinos. No
más que eso. Nada que pudiera enriquecer a nadie. Las visiones encontradas
sobre cualquier asunto favorecen el debate de ideas. Pero el cruce de insultos
se agota en la catarsis. El debate abre nuevas perspectivas, acerca posiciones;
si se sostiene con honestidad intelectual, al final del camino, todos salen
ganando, porque siempre habrá algo en la visión ajena que a uno le permita
reconsiderar la propia. La batalla de los insultos, en cambio, es estéril,
incapaz de generar algo que no existiera antes de comenzarla, es decir, una
serie de vocablos lanzados como municiones.
Tal vez con esa idea de pensar
antes de hablar esté relacionado el proyecto que Ricardo Darín y su hijo Chino
está planeando. Según contó Ricardo anoche, quieren “diseñar, armar y cranear
desde cero una historia para llevar al cine”. ¿Cómo será esa historia?, le
preguntaron. “Será una película callejera —respondió—. Una historia que habla
de los prejuicios heredados, de cuánto nos cuesta comunicarnos con las personas
a nivel emocional”. “El 85 por ciento de los prejuicios que nos integran
—siguió diciendo— los hemos heredado de la familia, la escuela, el barrio.
Somos parte de la gilada cuando respondemos con esos prejuicios y decimos una
estupidez discriminatoria. Después, cuando te ponés a pensar y a buscar dentro
tuyo, descubrís que vos no sos eso, que no hablaste desde lo que sos sino en
función de los prejuicios que heredaste”.
Confieso mi fascinación por el
género periodístico de la entrevista. Me gusta verlas por televisión,
escucharlas en la radio, leerlas y hacerlas. Siento que al final de una
entrevista, quedás enriquecido.
Sencillamente, porque la entrevista te lleva al mundo de Otro. Y el Otro
siempre es distinto de uno. Siempre habrá algo en los dichos del entrevistado que te muestre algún hecho que
no habías advertido, una manera diferente de mirar al mundo, una experiencia de
vida que es ajena a la tuya. Anoche, me quedé pensando en la certeza de Ricardo
Darín acerca de que si uno reflexionara antes de contestar un exabrupto con
otro, “se cortaría la cadena de agresiones”. Al fin y al cabo, él lo aplicó con
Federico Luppi y el resultado está a la vista: nos ahorró a todos el triste
show de dos actores insultándose como chicos. No es una mala idea para aplicar
en nuestras vidas, ¿verdad?
© Escrito por Adriana Schettini
el sábado 07/09/2013 y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires.