8N...
El 8
de Noviembre habrá mucha gente protestando. Probablemente, más que en todas las
otras movilizaciones anti K y más que nunca antes contra ningún otro gobierno.
Pero quienes participarán no se sienten motivados por ningún candidato de la
oposición.
Las encuestas muestran que los más de
veinte puntos de aprobación que perdió Cristina Kirchner en el último año no
engrosaron el caudal de ningún otro candidato. Además Macri, el más conocido
opositor, también perdió aprobación. Y Scioli recuperó lo que había perdido
cuando no pudo pagar el medio aguinaldo, pero respecto de hace un año está
básicamente igual.
Macri y Scioli son los dos principales
aspirantes a suceder a Cristina Kirchner. Ambos tienen una estrategia similar,
pero basada en un diagnóstico económico opuesto. Más allá de esta semana (foto
con Moyano y aborto vetado), Macri supone que no tiene que hacer mucho, que
debe salir a confrontar lo menos posible y no “gastarse”, porque cuando la
economía estalle la presidencia caerá en sus manos por ser el único referente
del antimodelo. Scioli también cree que no tiene que confrontar ni “gastarse”
en riesgosas movidas políticas, haciendo lo mínimo necesario, porque cuando el
kirchnerismo vea que no habrá re-reelección la presidencia caerá en sus manos porque
es el único candidato que no se opone al modelo electoralmente triunfador.
También comparten no ser ninguno de los dos
de centroizquierda –Macri es de centroderecha y Scioli de “centro”–, tener
mejor aceptación en la clase media –donde se concentra el núcleo duro de la
protesta del 8N–, y que para alcanzar la presidencia precisan del PJ.
Probablemente la sucesión sin escalas de
Menem y Kirchner haya tensado al PJ al punto que pueda dividirse de forma
permanente. Que haya un kirchnerismo sin Kirchner que represente el espíritu de
la izquierda peronista inspirada en las ideas de los años 70, y otro peronismo
que se le oponga, más tradicionalista, sindical y clásico.
Pero que la Presidenta pierda una parte
significativa de su aprobación y ese efecto reiterado no se canalice hacia
nadie más puede ser también un síntoma anticipado de un cambio disruptivo en el
orden político partidario futuro. Un vacío partero al estilo del Big Bang, que
de explotar daría nacimiento a una nueva geografía política.
Y también está el peligro de que ese vacío
sea llenado por violencia, de la cual Argentina tiene antecedentes penosos. A
la vez, las desastrosas consecuencias que tuvieron los tiempos violentos de los
70 es la vacuna que nos viene permitiendo mantener la paz a pesar del nivel
inédito de confrontación y agresión verbal.
Volviendo a Macri y a Scioli, otra apuesta
sobre el futuro que diferencia sus estrategias es que Macri aspira a que un
cisma divida al peronismo y una parte lo apoye (su acting con Moyano es el
mejor ejemplo), mientras que Scioli aspira a que el peronismo no se divida y él
sea la prenda de unión.
Se podría decir que para 2015 podría haber
tres candidatos representando tres escenarios diferentes: que el peronismo se
mantenga unido tras el kirchnerismo (re-reelección), que el peronismo se
mantenga unido tras un candidato de conciliación de las dos alas que lo
componen (Scioli), o que el peronismo se divida y una parte se vaya con Macri.
De alguna manera, el futuro de la política
argentina se ordenará alrededor de la forma en que el peronismo resuelva la
tensión entre sus polos. Ya sin el factor aglutinador que significaba Perón
vivo, ¿podrán convivir para siempre en el mismo partido pensamientos tan
diversos, diversidad que también fue lo que permitió su hegemonía?
Trascendiendo la política, se podría decir que todas las hegemonías son
inmanentemente inestables.
Es un indicador que los otros dos posibles
candidatos peronistas de 2015 sean Massa y De la Sota, quienes también se
ubican en el difuso espacio del centro pero claramente a la derecha del
kirchnerismo y sin antipatías visibles con la clase media.
Que todos los candidatos peronistas,
filoperonistas o empáticos con el peronismo sean de centro o de centroderecha
puede atribuirse a dos causas: a que, después de doce años de kirchnerismo, se
supone que necesariamente la fuerza del péndulo llevará los ánimos hacia otro
lado pero, también, a que el espacio de centroizquierda peronista está ocupado
por el kirchnerismo, que no deja crecer nada que no sea Kirchner, y elige
delfines como Boudou para que claramente no haya sucesores.
Derecha e izquierda, como cualquier
categoría de la política, son la simplificación explicativa de un fenómeno
mucho más complejo, ya que en ninguna época la humanidad se sintió totalmente
satisfecha con una sola perspectiva y el propio éxito de una corriente creaba
sus opositores: morenistas o saavedristas, unitarios o federales, civilización
o barbarie, personalistas y antipersonalistas (en la UCR respecto de Yrigoyen),
sólo por citar casos argentinos.
En la película Carnage (en Argentina Un
dios salvaje), basada en la obra teatral homónima de Yasmina Reza, y dirigida
por Roman Polanski, se puede entender bien qué es ser de “derecha” en Estados
Unidos (Partido Republicano) y qué es ser de “izquierda” (Partido Demócrata).
La trama habla de dos matrimonios que se reúnen después de que el hijo
preadolescente de uno le pega con un palo al del otro, y va escalando de la
cortesía de los políticamente correctos a la carnicería (carnage) de lo
políticamente real cuando comienzan a discutir. Ser de “derecha” en Estados
Unidos sería ser como John Wayne (textual del guión), arreglarse solo,
exigirles a los demás que también sean autosuficientes, no quejarse y ser un
duro; mientras que ser de “izquierda” sería ser sensible, preocupado por los menos
favorecidos, ser pacífico o tratar de controlar la agresividad. Polanski, que
tiene cuentas pendientes con los EE.UU., le agrega a la agudez de Yasmina Reza,
hoy en día la más internacional de los dramaturgos vivos, su propia acidez.
Pero demostrando que las categorías
políticas son tan circulares como el yin y el yang, en la Argentina ser hoy de
“derecha” es lo contrario a ser agresivo, duro e inflexible, porque ese
atributo caracteriza al kirchnerismo. Entonces, quien se proponga como
alternativa tiene que promover consenso, diálogo, pluralidad y concesiones
recíprocas. Paz y amor, credo que profesa ancestralmente Scioli, y Macri
después de la pasteurización de Duran Barba.
En la Argentina, el John Wayne en cierto
sentido fue Néstor Kirchner, quien, si hubiera sido presidente en 2001, no
habría renunciado como De la Rúa y habría resistido a los tiros devaluando o lo
que fuera necesario. ¿Querrá la Argentina de 2015 un(a) duro(a) o un(a)
blando(a)? Hay tanto miedo a la debacle, a volver a perderlo casi todo como en
1989 y 2002, que hace un año los argentinos prefirieron lo conocido antes que
lo mejor por conocer. El futuro es impredecible.
©
Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires el vienes 26 de Octubre de 2012.