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sábado, 23 de marzo de 2013

Bergoglio opositor... De Alguna Manera...


Bergoglio opositor…

26/5/2006. Clarín y apoteosis K: “La mayor multitud de los últimos veinte años”, destaca. Chiquito, la queja de Bergoglio.

El principal escollo que tiene el kirchnerismo para lograr perdurar en el poder por mucho más tiempo es el abuso que ha hecho de la mentira como herramienta política. Mentir descaradamente puede ser muy efectivo para conseguir determinados logros cuando se toma por sorpresa a los demás. Pero sólo funciona mientras quien recibe el mensaje no sabe que el otro utiliza la mentira como técnica. Cuando el procedimiento se hace obvio, ya tampoco se le cree cuando dice la verdad.

Las consecuencias actuales de las mentiras acumuladas sobre la economía son el mejor ejemplo. Ahora suman las que desmienten que haya existido alguna vez un enfrentamiento entre el Gobierno y Bergoglio cuando el hoy papa era cardenal. Para el jefe de Gabinete Juan Manuel Abal Medina, el distanciamiento entre la Iglesia argentina y el kirchnerismo es un invento de Clarín: “¿Cómo lo de Francisco puede ser algo malo? Uno agarra Clarín y lo central (...) es cómo eso impactaba, un papa argentino, en el Gobierno; si el Gobierno sí, el Gobierno no. Inventan que estábamos enojados y después, como no lo estamos, dicen que cambiamos”, dijo Abal Medina.

Personalmente puedo dar testimonio de lo opuesto: mientras sólo PERFIL criticaba al kirchnerismo y Clarín vivía una luna de miel con el Gobierno, Bergoglio era una de las únicas voces disonantes con el discurso único pro oficialista y me invitó a reunirnos en la Catedral metropolitana. Lo que nos convocaba era precisamente el compartir visiones críticas sobre el Gobierno, mientras que en aquellos años Clarín no sólo no tenía esa perspectiva, sino que la suya era claramente favorable al Gobierno.

El mejor ejemplo es la tapa de Clarín que acompaña esta columna, del 26 de mayo de 2006, que tiene como título principal “Rotunda muestra de poder de Kirchner”; la foto es de una Plaza de Mayo desbordante, y el copete dice: “Habló ante la mayor multitud reunida en los últimos veinte años”. Mucho más chico, abajo, se agrega: “El cardenal Bergoglio criticó ‘la manipulación y la prepotencia’” (encomillando “la manipulación y la prepotencia”).

Aquella reunión con Bergoglio, en el contexto de un Clarín afín al kirchnerismo, fue en su angosta sala del anexo a la Catedral, frente a la Casa Rosada, y el entonces cardenal tenía la radio prendida para que los servicios de inteligencia del Gobierno no pudieran grabar el contenido de la conversación.

Esta es una opinión personal: creo que Bergoglio pudo haber hecho con el kirchnerismo el mismo recorrido que PERFIL, habiendo sido uno de los primeros y mayores críticos, y con el paso de los años quedó transformado en un moderado ante la conversión en antikirchneristas radicalizados de aquellos que comenzaron simpatizando con Néstor Kirchner.

En este tránsito, otro punto de coincidencia es que muchos de los actuales críticos de Cristina dejan a salvo de sus cuestionamientos a Kirchner, posición comprensible porque precisan autojustificar que antes hayan apoyado, mientras que tanto Bergoglio como PERFIL –aunque por distintos motivos– coinciden en tener una opinión desfavorable del ex presidente, y en diferentes campos, en tener una evaluación peor de Néstor que de Cristina. Por ejemplo, PERFIL considera que Cristina Kirchner es más honesta que su marido, y es de imaginar que la Iglesia rescate su mayor fe.

Pareciera que para el Gobierno su relación con Clarín hubiera comenzado recién en 2008, durante el conflicto con el campo, y hubiera borrado de su mente un pasado que ocupa nada menos que cinco de los diez años que lleva en el poder. Siguiendo el mismo comportamiento, eliminará de su mente la relación anterior con el cardenal Bergoglio, dándola por iniciada a partir del viaje de Cristina Kirchner a Roma a comienzos de esta semana. Si Clarín puede nunca haber sido aliado, perfectamente Bergoglio puede nunca haber sido opositor.

No sólo es comprensible, sino que es sensato que a partir de que Bergoglio fuera electo papa el Gobierno modificara su relación con él y la adaptara al nuevo marco de poder. Sería una gran demostración de inteligencia convertir un adversario en aliado. Pero no precisa mentir descaradamente.

Todos los políticos mienten por omisión, minimizando e ignorando temas que les restan votos y exagerando la visibilidad de aquellos que pueden resultarles positivos. Pero la mentira descarada es un acto de violencia intelectual que no suma electoralmente. Termina neutralizándose por la repetición de mentiras y aleja a quienes, pudiendo estar de acuerdo en lo sustancial de ciertas posiciones del Gobierno, no comparten sus formas.

¿Epílogo? Cristina Kirchner también tiene una gran oportunidad con el clima que genera un papa argentino. La de aprovechar la reinstalación de valores ecuménicos para darle una salida no violenta a su Gobierno –y a ella misma para cuando tenga que dejar la Presidencia– si es que Francisco realmente lograra influir de manera más o menos duradera en el ánimo de la sociedad.

Cristina podría cambiar no ya como resultado de un fracaso de su estilo anterior, sino como gesto de grandeza ante algo trascendente. No cedería a las corporaciones del mundo material ni a las limitaciones físicas que impone la economía, sino a una nueva forma de espiritualidad inspirada por un papa argentino.

© Escrito por Jorge Fontevecchia  el viernes 22/03/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.



domingo, 17 de marzo de 2013

Una campaña deshonrosa… De Alguna Manera...

Las mentirosas acusaciones contra Bergoglio y la naturaleza del gobierno...

Miente, miente, miente que algo quedará, cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá. Joseph Goebbels.

Todo el orgullo que sentimos los argentinos con la designación del Cardenal Bergoglio como Papa, fue empañado, apenas, por la calumniosa campaña en su contra que tejieron sectores del kirchnerismo. No fue algo espontáneo, sino planeado y deliberado. Tanto es así que medios y periodistas de todo el mundo se hicieron eco de esta campaña, y muchos tuvieron luego que pedir disculpas.

El epicentro de la campaña fue nada menos que el propagandista de profesión, Horacio Verbitsky, quien parece haber olvidado sus elaboraciones conceptuales sobre periodismo y propaganda en estos tiempos. El hombre, ex terrorista de Montoneros, parece estar empeñado en una guerra a todo o nada, defendiendo el “modelo” con sentencias apresuradas y mentiras flagrantes.

Verbitsky no es un improvisado. Es un bastión fundamental del aparato propagandístico del gobierno nacional. Sus campañas son premeditadas y organizadas. Por eso sus secuaces, los más exaltados y rencorosos del kirchnerismo, como D’Elía o Hebe de Bonafini, son capaces de apurarse en hacer declaraciones grandilocuentes y fuera de lugar con tal de seguir sus lineamientos.

Más allá del exceso de propaganda del kirchnerismo y el despilfarro de recursos públicos, que de por si son condenables, la orientación negativa y el contenido difamatorio de este aparato mediático dejan traslucir la verdadera naturaleza antidemocrática del gobierno nacional. No se busca tanto mejorar la imagen de Cristina, sino empeorar la de sus competidores. No se persigue tanto la difusión de información favorable al gobierno, sino ensuciar la cancha y confundir hasta el punto de teñir todo el arco político y social de una lúgubre ilegitimidad que paraliza las conciencias y detiene el debate.

En este marco, la mentira no sólo es algo válido, sino que incluso pierde el costo que tendría para cualquier proceso político democrático normal. Se miente de manera deliberada, descarada y sistemática, porque no se piensa en el aporte al bien común, sino en la imposición por cualquier medio de un relato que sea favorable a las pretensiones del poder de turno. Claro que esta funcionalidad muchas veces paga y con creces los esfuerzos realizados.

En los países democráticos normales, donde hay división de poderes, se cumple la ley y la opinión pública es lo suficientemente informada y libre como para castigar la mentira, la campaña difamatoria contra el Papa sorprendió por lo burda y grosera. Sin lugar a dudas muchos periodistas del mundo no estaban capacitados para lidiar con los niveles de impunidad y desparpajo del kirchnerismo. El inefable Michael Moore tuvo que disculparse por Twitter y pedirle a sus seguidores que quiten de sus perfiles la falsa foto de Bergoglio dándole la comunión a Videla.

Como parte de esta campaña, Verbitsky tildó a Bergoglio de “populista”, intentando darles una connotación negativa (paradójicamente) a sus virtudes de humildad, austeridad y cercanía con la gente (cualidades que escasean escandalosamente en la líder populista por excelencia que él tanto se esfuerza por defender, lo que prueba que no son inherentes al populismo ni mucho menos). Sin embargo, su agudeza a la hora de tergiversar la realidad no alcanzó esta vez para penetrar la armadura de acero que parece proteger a Francisco, y probablemente le haya hecho más daño al gobierno que el que osó propinarle al flamante Papa.

Personalidades como Adolfo Pérez Esquivel y Graciela Fernández Mejide salieron inmediatamente a aclarar que no existía información alguna que vincule a Bergoglio con la dictadura. Es más, el episodio, además de sorprender y confundir al mundo, sirvió para sacar a relucir otro galardón que se le adjudica a Francisco: haber colaborado con perseguidos políticos durante la dictadura, arriesgando su propio pellejo, muy lejos de la actitud evasora y acomodaticia que adoptaron en aquel entonces, con todo derecho, Cristina y Néstor Kirchner.

© Escrito por Rafael Micheletti el domingo 17/03/2013 y publicado por Tribuna de Periodistas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.