Las mentirosas
acusaciones contra Bergoglio y la naturaleza del gobierno...
Miente, miente, miente que algo quedará,
cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá. Joseph Goebbels.
Todo el orgullo que sentimos los argentinos con la designación del Cardenal Bergoglio como Papa, fue empañado, apenas, por la calumniosa campaña en su contra que tejieron sectores del kirchnerismo. No fue algo espontáneo, sino planeado y deliberado. Tanto es así que medios y periodistas de todo el mundo se hicieron eco de esta campaña, y muchos tuvieron luego que pedir disculpas.
El epicentro de
la campaña fue nada menos que el propagandista de profesión, Horacio Verbitsky,
quien parece haber olvidado sus elaboraciones conceptuales sobre periodismo y
propaganda en estos tiempos. El hombre, ex terrorista de Montoneros, parece
estar empeñado en una guerra a todo o nada, defendiendo el “modelo” con
sentencias apresuradas y mentiras flagrantes.
Verbitsky no es
un improvisado. Es un bastión fundamental del aparato propagandístico del
gobierno nacional. Sus campañas son premeditadas y organizadas. Por eso sus
secuaces, los más exaltados y rencorosos del kirchnerismo, como D’Elía o Hebe
de Bonafini, son capaces de apurarse en hacer declaraciones grandilocuentes y
fuera de lugar con tal de seguir sus lineamientos.
Más allá del
exceso de propaganda del kirchnerismo y el despilfarro de recursos públicos,
que de por si son condenables, la orientación negativa y el contenido
difamatorio de este aparato mediático dejan traslucir la verdadera naturaleza
antidemocrática del gobierno nacional. No se busca tanto mejorar la imagen de
Cristina, sino empeorar la de sus competidores. No se persigue tanto la
difusión de información favorable al gobierno, sino ensuciar la cancha y
confundir hasta el punto de teñir todo el arco político y social de una lúgubre
ilegitimidad que paraliza las conciencias y detiene el debate.
En este marco,
la mentira no sólo es algo válido, sino que incluso pierde el costo que tendría
para cualquier proceso político democrático normal. Se miente de manera
deliberada, descarada y sistemática, porque no se piensa en el aporte al bien
común, sino en la imposición por cualquier medio de un relato que sea favorable
a las pretensiones del poder de turno. Claro que esta funcionalidad muchas
veces paga y con creces los esfuerzos realizados.
En los países
democráticos normales, donde hay división de poderes, se cumple la ley y la
opinión pública es lo suficientemente informada y libre como para castigar la
mentira, la campaña difamatoria contra el Papa sorprendió por lo burda y
grosera. Sin lugar a dudas muchos periodistas del mundo no estaban capacitados
para lidiar con los niveles de impunidad y desparpajo del kirchnerismo. El
inefable Michael Moore tuvo que disculparse por Twitter y pedirle a sus
seguidores que quiten de sus perfiles la falsa foto de Bergoglio dándole la
comunión a Videla.
Como parte de
esta campaña, Verbitsky tildó a Bergoglio de “populista”, intentando darles una
connotación negativa (paradójicamente) a sus virtudes de humildad, austeridad y
cercanía con la gente (cualidades que escasean escandalosamente en la líder
populista por excelencia que él tanto se esfuerza por defender, lo que prueba
que no son inherentes al populismo ni mucho menos). Sin embargo, su agudeza a
la hora de tergiversar la realidad no alcanzó esta vez para penetrar la
armadura de acero que parece proteger a Francisco, y probablemente le haya
hecho más daño al gobierno que el que osó propinarle al flamante Papa.
Personalidades
como Adolfo Pérez Esquivel y Graciela Fernández Mejide salieron inmediatamente
a aclarar que no existía información alguna que vincule a Bergoglio con la
dictadura. Es más, el episodio, además de sorprender y confundir al mundo,
sirvió para sacar a relucir otro galardón que se le adjudica a Francisco: haber
colaborado con perseguidos políticos durante la dictadura, arriesgando su
propio pellejo, muy lejos de la actitud evasora y acomodaticia que adoptaron en
aquel entonces, con todo derecho, Cristina y Néstor Kirchner.
© Escrito por Rafael Micheletti el domingo 17/03/2013
y publicado por Tribuna de Periodistas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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