Alfredo Palacios...
Alfredo Palacios.
Alfredo Palacios, el primer diputado socialista electo
en toda América, nació en Buenos Aires el 10 de agosto de 1878, mientras
Nicolás Avellaneda terminaba su mandato y Julio A. Roca se preparaba para
asumir el poder.
Era hijo natural de Aurelio José Florencio Palacios
Bustamante, en pareja con Ana Ramón Beltrán, ambos uruguayos. Don Aurelio ya
era un hombre destacado en la política oriental cuando en 1854 se
graduó como abogado en la Universidad de Buenos Aires. Era propietario
de campos en Santa Fe y de una casa y un estudio de abogados en Buenos Aires
que se fue convirtiendo en la cita obligada para los uruguayos que pasaban
por la “Reina del Plata”. Don Aurelio tuvo diecinueve hijos: nueve con Ana
Ramón Beltrán, cinco con Dolores Almada y otros cinco con quien fue su única
esposa legítima, María Costa Smith, con quien se casó cuando Alfredo no había
cumplido dos años.
Doña Ana, la madre de Alfredo, era una mujer muy
religiosa y fue ella quien introdujo al futuro dirigente socialista en la
lectura de los Evangelios. Así lo contaba Palacios: “En el socialismo
me inició mi madre a los 11 años. Ella puso en mis manos el Nuevo Testamento,
con el sermón de la montaña, y llegó a apasionarme la figura de Jesús. Luego
hice mías las palabras del doctor Juan B. Justo, fundador del Partido
Socialista que decía: ‘Socialismo es la lucha en defensa y por la
elevación del pueblo trabajador que, guiado por la ciencia, tiende a realizar
una libre e inteligente sociedad humana basada sobre la propiedad colectiva
de los medios de producción, o sea la tierra, las máquinas, los medios de
transporte’.”
Mientras todavía se sentían los efectos de la
Revolución de 1890, que puso fin al gobierno de Juárez Celman, Alfredo
terminaba la primaria e ingresaba al Colegio Nacional Central (actual
Nacional Buenos Aires). En septiembre de 1890, Don Aurelio Palacios,
gravemente enfermo decidió reconocer legalmente a todos sus hijos. Tres años
más tarde moría dejando a Ana Ramón Beltrán y a sus hijos en una grave
situación económica, lo que los llevó a mudarse a una casa de alquiler en
Charcas 4741, en el barrio de Palermo, donde Alfredo Palacios vivirá hasta su
muerte.
La influencia cristiana impartida por su madre caló
hondo en Alfredo que comenzó a acercarse al Círculo de Obreros Católicos
fundado por el cura alemán Federico Grote.
En marzo de 1893, cuando apenas tenía trece años Alfredo dirige el periódico La Juventud, órgano del Centro Católico Pedro Goyena. Parecía que su vocación se orientaba hacia el periodismo y, para ayudar a su madre, comenzó a colaborar con El Diarito. Por su trabajo cobraba 40 pesos, veinte de los cuales se los entregaba a su madre y los otros veinte los usaba para comprar libros y financiar sus estudios.
En 1894 se produce la primera aparición pública de
Alfredo Palacios que fue destacada por los diarios de la época: será uno de
los oradores en el entierro de uno de los pensadores y hombres de acción más
notables del catolicismo argentino: José Manuel Estrada.
En aquella ocasión demostró su capacidad y calidad
oratoria a tal punto que el propio padre Grote le pidió que dictara cursos y
hablara en las reuniones con los obreros católicos. Pero el pensamiento del
joven Palacios estaba recibiendo ya las influencias de otras lecturas. Su
sensibilidad social lo estaba llevando a autores ateos, anarquistas y
socialistas, que también se dirigían a los pobres pero con otro discurso, más
combativo y que proponía la redención de los obreros aquí en la tierra y no
en el cielo. Estas lecturas comenzaron a filtrarse en sus discursos en el
Centro de Obreros Católicos y el padre Grote lo reprendió llamándole la
atención sobre términos y conceptos que usaba frecuentemente que no
respondían al pensamiento católico. Alfredo se ofendió y nunca más volvió a
frecuentar aquellas instituciones y se atrevió a darle rienda suelta a un
anticlericalismo que ya se venía incubando en él.
En medio de este proceso ideológico clave en su vida,
allá por 1895 terminó su secundaria e ingresó en la Facultad de Derecho de
Buenos Aires.
En 1904 se produjo un hecho trascendental. Ese año
Alfredo Palacios fue electo diputado por el barrio de La Boca, convirtiéndose
de esa manera en el primer legislador socialista de toda América. Un gran
logro para aquel letrado que había colocado en la puerta de su casa la
siguiente placa:“Abogado. Atiende gratis a los pobres”. Cuando
presentó su tesis doctoral, titulada “La Miseria en la República
Argentina”, los académicos de la Facultad de Derecho de entonces, la
rechazaron argumentado que contravenía el artículo 40 de la Ordenanza General
Universitaria, que prohibía atentar contra las instituciones.
Allí decía
Palacios: “Sabiendo que nuestros Gobiernos tienen por norma de
conducta el despilfarro y que las defraudaciones y los latrocinios se cometen
a diario y quedan impunes. (…) Que contesten esos suicidas morales que
formando círculos han rodeado a todos lo gobernantes para lucrar a la sombra
de las grandes empresas. Ellos son los responsables de la ruina del país,
ellos que han hecho levantar palacios con los dineros del pueblo para
habitarlos después de la catástrofe, encastillados en su asqueroso egoísmo, o
que con las arcas repletas desparraman a manos llenas en el viejo Continente
el oro que malversaron.” La tesis concluía incitando a la lucha: “Nuestros
obreros deben unirse para la lucha, recoger las fuerzas dispersas que son
fácilmente derrotadas, producir un movimiento de concentración y dar lugar
por último a un todo orgánico, coherente y definido, capaz de establecer
combate con probabilidad de éxito.” 1
El militante socialista estrenará su banca de
legislador con un vibrante discurso en contra de la nefasta Ley de
Residencia. Decía Palacios: “Pero, señor!, si no hay una ley que
castigue lo que no es un delito, si esa propaganda anarquista todavía no
tiene los caracteres que la hacen punible, si todavía no ha adquirido esa
forma externa a que se refiere el señor Cané, ¿cómo es posible, entonces, que
nosotros sostengamos que se debe castigar? Es precisamente aquí en donde se
pone de manifiesto todo lo deleznable de la argumentación que ha sostenido el
señor ministro informante, cuando nos decía que no se trata de una pena,
siendo así que el señor Cané precisamente nos prueba con su argumentación,
que se trata de imponer una pena por una ley de excepción. Estas
incongruencias en que caen los hombres que harto saben de leyes, vienen a
poner de manifiesto, de una manera que no permite la más leve duda, lo que he
dicho antes de ahora: se ha buscado un pretexto para matar las ideas. Pero
ya sabemos que no es posible detenerlas, que cuando aparecen en la forma en
que se presentan las ideas nuevas, cualesquiera que ellas sean, es claro que
todos los valladares, que todos los obstáculos, que todos los inconvenientes
que se opongan a su paso no han de hacer sino acrecentar la ola cuyo empuje
es cada vez mayor". 2
Palacios llevará las ideas socialistas al parlamento y
logrará la aprobación de importantes leyes como la del descanso dominical en
1907 y la ley de la silla que obligaba a los patrones a disponer de una
silla para el descanso de los empleados de comercio. 3
El diputado paquete Belisario Roldán se quejaba
del estilo de Palacios y sus seguidores: “Creo que esa turba que a
diario acompaña al señor diputado hasta las puertas de esta casa, turba que
suele honrarnos con sus silbidos y que para algunos constituye la expresión
misma de la soberanía popular, no es otra cosa que la prolongación del
despotismo sectario… Creo que mi país debe seguir desarrollando… sin que
banderas rojas, que serán siempre trapos intrusos en su seno, turben la
augusta majestad de su marcha”. 4
En 1913 el Partido Socialista denunció públicamente un
escandaloso acto de corrupción que involucraba a ministros y legisladores. Se
trataba nada más ni nada menos que de los exorbitantes sobreprecios pagados
para la construcción del edificio del Congreso de la Nación. El diputado
Alfredo Palacios logró que se conformara una comisión investigadora que quedó
integrada por el propio diputado socialista, por Lisandro de la Torre, Julio
Sánchez Viamonte, Francisco Oliver y Delfor Del Valle. Palacios no se andaba
con vueltas y declaró: “Aquí se ha realizado un ‘Negotium’. Y conste que
empleo esta palabra como eufemismo, pues la verdadera calificación está en la
conciencia y en los labios de todo el pueblo…Necesitamos saber quiénes son
los delincuentes para aplicar el rigor de la Ley”. 5
La Comisión dirigida por Palacios y De la Torre designó
a dos peritos técnicos para que averiguaran cómo había sido posible que de un
presupuesto original de $ 5.776.746,45 moneda nacional, se pasara a
25.117.745,35 en apenas siete años, en épocas de muy baja inflación. Los
técnicos nombrados por la comisión, ingenieros Miguel Estrada y Jorge
Dobranich, concluyeron que las irregularidades eran indisimulables. De la
Torre, en poder del lapidario informe pidió que se suspendieran los pagos a
las empresas contratistas, ya que se pudo constatar que la cuadruplicación de
costos entre el presupuesto original y el final se debía a irregularidades atribuibles
a la estrecha relación de las empresas y funcionarios gubernamentales. Decía
Lisandro en su dictamen de Comisión: “El Palacio del Congreso no ha
sido ni certificado por la Dirección de Arquitectura ni por los Inspectores
ni por persona alguna que haya representado los intereses de la nación; ha
sido medido y certificado por el empresario mismo de acuerdo a sus conveniencias.
El Ministerio de Obras públicas mandaba pagar los certificados: ésa era toda
su misión.” 6
El diputado Palacios aportó un invalorable documento,
el 31 de diciembre de 1907, dirigido al Ministerio de Obras Públicas por el
contratista, donde abriendo el paraguas decía: “Las mediciones se llevan
con extrema exactitud y forman en la actualidad un conjunto de más de 30
volúmenes con sus correspondientes planos, lo que permite a cualquier técnico
y en cualquier tiempo darse cuenta de los métodos seguidos, de la corrección
de las medidas y de la aplicación de los precios unitarios”7. En pocas palabras el contratista se decía a sí mismo
y le decía al Ministro que había hechos las cosas bien y que podían seguir
gozando para siempre de la deliciosa impunidad. Pero ahí no terminaba la
cosa. Uno de los contratistas llamado a declarar dijo sin ruborizarse, según
consta en la versión taquigráfica del 14 de septiembre de 1914: “…que si él
va a medir una cosa y de un extremo se le tira la cinta, tiene que haber
enormes diferencias”. Todos nos imaginamos quienes tiraban de la cinta de
hacer dinero. Finalmente el empresario hizo uso de la “Obediencia Debida”
declarando ante los parlamentarios: “que carecía en absoluto de atribuciones
y que siempre procedió como un soldado obedeciendo las instrucciones de sus
superiores.” 8
La comisión envió todos los elementos de juicio al
Poder Ejecutivo, que no hizo nada al respecto salvo pagarle puntualmente a
los contratistas denunciados por Palacios y De la Torre.
Por querer batirse a duelo, cosa que estaba
expresamente prohibida en el estatuto partidario que lo consideraba un vicio
burgués, en 1915 Palacios fue expulsado del Partido Socialista. Su reacción
fue inmediata: renunció a su banca de diputado nacional y fundó el Partido
Socialista Argentino, por el que se presentó a las elecciones legislativas de
1916 y 1918 pero fue derrotado por los radicales.
Durante la presidencia de Hipólito Yrigoyen, Palacios
concentra su mayor actividad en la vida universitaria y en comprometerse con
las distintas situaciones latinoamericanas. En 1915 fue designado profesor de
Legislación Industrial en la facultad de Ciencias Económicas de la UBA.
En 1918 apoyó entusiastamente el movimiento a favor de
la reforma universitaria que estalló en Córdoba y en ese mismo año fue electo
consejero de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UBA, donde en
marzo de 1919 creará la cátedra de Legislación del Trabajo y de Seguridad
Social, fruto de esta tarea es su obra El nuevo Derecho, editada en
1920.
Palacios, fue designado “Maestro de América” por el
Congreso de Estudiantes Latinoamericanos, reunido en Lima que reconocía en él
a uno de los difusores del movimiento reformista en los países
latinoamericanos.
Su especialidad es reconocida internacionalmente. La
Oficina Internacional del Trabajo le encarga un estudio sobre “la fatiga y
sus proyecciones sociales” y para ello, Palacios recurre a expertos e instala
el laboratorio en los Talleres del Estado, situados en el Riachuelo, y
durante el mes de julio de 1921 estudia a los trabajadores in situ.
Sus conclusiones son terminantes y asestan un duro golpe al taylorismo:
concluye diciendo que a medida que avanza la extensa jornada laboral, el
rendimiento de los obreros decae y la fatiga llega a la extenuación si no se
realizan medidas tendientes a fomentar los descansos.
En 1922 es elegido por profesores y alumnos decano de
la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de La Plata.
Durante 1923 realiza una gira por América Latina: viaja a Uruguay, Brasil, México, Panamá, Perú y Bolivia; y es designado miembro honorario de las universidades de Mérida, Lima, Arequipa, Cuzco, y La Paz.
El 25 de noviembre de 1924 lanza su Mensaje a
la juventud iberoamericana, en el que propone la renovación educativa, la
elaboración de una nueva cultura y federación de los pueblos iberoamericanos.
Desde México, en 1925 el primer Congreso Iberoamericano de Estudiantes lo
declara “Maestro de la Juventud”, junto a otros intelectuales. Ese mismo año
se funda la Unión Latinoamericana que lo nombra presidente. Su posición sobre
América Latina es clara: rechaza la intromisión estadounidense en territorio
mexicano de 1925 y la política intervencionista en Panamá y Nicaragua. En
1926 se pronuncia contra la enmienda Platt (por la cual EE.UU. se arroga el
derecho de vetar a los candidatos a presidentes de Cuba) y condena la tercera
invasión de EE.UU. a Nicaragua.
De regreso a Buenos Aires, continúa con su prédica,
conferencias y clases universitarias. En 1928, muere Juan B. Justo, de quien
está distanciado desde hace doce años. Sin embargo, da un caluroso discurso
de despedida de sus restos. Cada acción, cada acto de Palacios, es acompañado
por una multitud de gente que le expresa su admiración.
En 1928 se opone al panamericanismo (impulsado por
EE.UU.) y en nombre de la Unión Latinoamericana envía un fervoroso mensaje de
adhesión a la lucha nicaragüense de Augusto César Sandino por su noble causa.
En 1930 en su obra publicada en España Nuestra
América y el imperialismo yanqui, condena las intervenciones a los países
centroamericanos y el Caribe. A fines de julio del 30 es elegido decano de la
Facultad de Derecho. Palacios se dirige a los estudiantes que han sido
maltratados por la policía y si bien es contrario al gobierno de Yrigoyen, se
pronuncia contra el golpe de José Félix Uriburu. Dijo entonces: “Es, en
efecto, un gobierno inepto el de nuestro país, pero la juventud debe
fiscalizar celosamente a la oposición, que no siempre es digna y detrás de la
cual se agazapa el ejército. La juventud no podrá honrosamente llamarse así
si permitiera, sin que la masacren, que gobernara el país una dictadura
militar. En mi carácter de de decano de esta casa de estudios, declaro que si
se constituye una junta militar, dictaré en el acto un decreto repudiándola y
desconociéndola, e incitando a la juventud a que se prepare a derrocarla, aún
con el sacrificio de sus vidas.”
Durante la Década Infame
La dictadura de Uriburu, apoyada por los grupos de
derecha que actuaron contra Yrigoyen, pretende instalar un régimen
corporativo. Esta es una de las razones por las cuales acepta volver al
Partido Socialista, que venía insistiendo desde 1927 con su reincorporación.
La dictadura militar lo detiene por sus actos políticos y lo traslada a la Penitenciaría
Nacional.
Luego, por su enorme prestigio, es designado candidato
a senador por la capital junto a Mario Bravo. La fórmula de la Alianza Civil,
formada por el Partido Demócrata Progresista y el Partido Socialista, está
integrada por el binomio Lisandro de la Torre – Nicolás Repetto.
En enero de 1931 estalla la sublevación radical del
teniente coronel Gregorio Pomar, muchos dirigentes radicales son
encarcelados, entre ellos Marcelo T. de Alvear. Palacios, Carlés y Gondra son
sus defensores. Alvear es confinado en Martín García en virtud del artículo
23 de la Constitución Nacional. Palacios corrige una interpretación del
artículo y Alvear queda en libertad. Luego insistirá en el Congreso con esa
corrección.
Durante la campaña electoral, Palacios se salva de la
muerte al ser baleado mientras habla en un acto de la localidad de Bragado.
Proscritos los radicales, la Alianza Civil obtiene el segundo puesto, pero
Palacios y Bravo triunfan en Buenos Aires e ingresan al Senado. Palacios
desconoce la autoridad de Uriburu y denuncia la existencia de detenidos
políticos y gremiales en las cárceles y las torturas inflingidas durante la
dictadura; por lo cual se enfrenta a Sánchez Sorondo que fuera ministro del
Interior de Uriburu.
Palacios ejerce el cargo de senador hasta 1935 porque,
según el sorteo, su mandato duraba tres años, pero es reelecto.
Durante su período legislativo preside la Comisión
administradora de la Biblioteca del Congreso desde la que impulsa el aumento
del acervo bibliográfico. En este prolongado período presenta 494 proyectos
legislativos sobre la defensa de los trabajadores, de las mujeres y los
niños, del patrimonio nacional y de la soberanía nacional.
Publica Las Islas Malvinas, archipiélago
argentino y promueve la sanción de la ley 11.904 por la cual se
conoce públicamente la historia de las islas. Insiste con el tema en 1936,
1939 y más adelante en 1961 y 1964.
En 1937, costeado de su propio dinero, Palacios recorre
Santiago del Estero, Salta, Tucumán y Jujuy. Se contacta con Salvador Mazza
-que trabaja sobre el mal de Chagas-, quien le entrega un informe sobre la
grave situación sanitaria de la región y las necesidades de tener viviendas
dignas, y Palacios presenta en el Senado su Plan Sanitario y Educativo de
Protección a los Niños. En 1938 presenta el proyecto de ley de voto femenino,
que no es siquiera tratado en su momento y que luego el peronismo
convertirá en ley en 1947.
Palacios intervino activamente en el escándalo por la
compra de tierras para el ejército de El Palomar.
En 1942, recorre el Noroeste y hace suya la frase
“hemos condenado a la montonera sin oírla”; denuncia las enfermedades de la
pobreza como el bocio endémico, la fiebre ondulante, el paludismo y mal de
Chagas.
Desde el Senado luchó contra el monopolio del transporte,
por la nacionalización del petróleo, de los ferrocarriles y de la tierra y
denunció la penetración extranjera. Defendió al periodista José Luis Torres,
autor del término “década infame” y quien le aportó las pruebas del negociado
de El Palomar, y denunció los negocios non sanctos del grupo
Bemberg.
En 1941 había sido elegido presidente de la Universidad
de La Plata y desde donde promueve la creación del Instituto de Teatro de la
Universidad y en el ’43 crea el Instituto Iberoamericano de la Universidad
Nacional de La Plata que contará con biblioteca, hemeroteca, museo de arte,
discoteca, archivo musical, cinemateca y servicios de información
bibliográfica. Proyecto que se interrumpe con la renuncia de Palacios y la
intervención de la universidad durante la revolución del ’43.
El golpe de Estado de 1943 encuentra a la CGT divida en
dos: La CGT Nº 1 liderada por Domenech y la CGT Nº 2 con Pérez Leirós. El
partido socialista no puede evitar la fragmentación del movimiento sindical
que queda representado en 5 sectores: ambas CGT, la USA (Unión Sindical
Argentina), la FORA (Federación Obrera Regional Argentina) de orientación
anarquista y las organizaciones independientes.
Perón se hace cargo del Departamento Nacional del
Trabajo, que convierte en Secretaría y desde allí emprende el acercamiento
con el movimiento obrero. Interviene los sindicatos que no lo aceptan y crea
gremios paralelos a los ya existentes. La CGT de Domenech, llama “el primer
trabajador” a Perón y adhiere a su política.
En disidencia con la nueva situación Palacios renunció
a su cargo de presidente de la UNLP y a todas sus cátedras. A los pocos días
recibe la adhesión de profesores universitarios de EE.UU. -entre ellos Albert
Einstein- y, harto de la persecución policial se exilia en Montevideo.
Junto a varios exiliados, refundan la Asociación de
Mayo, difunden su programa por radio Carve y editan periódicos: Urquiza
despierta, La voz de Mayo, El Himno Nacional, Pueblo
argentino, y Voz argentina. A diferencia de los exiliados
antirrosistas, Palacios se opone a cualquier tipo de sanciones o
intervenciones internacionales contra la Argentina. Su problema es con el
gobierno no con el país.
Regresa en 1945 para trabajar en la campaña de la Unión Democrática. En sus discursos públicos Palacios se niega a reconocer los avances producidos por Perón desde la Secretaría y el estado económico de las finanzas argentinas. Habla de una Argentina que describe más la década del ’30 que la coyuntura del ’45. Califica a Perón como un “fascista”. Centra su discurso en el reclamo de libertad y respeto a la Constitución Nacional y sigue describiendo al país como “agro-exportador” con una clase obrera “sometida”.
En aquel contexto asumió la defensa del Presidente de
la Corte Suprema de Justicia, doctor Antonio Sagarna, que ha puesto trabas a
la legislación laboral impulsada por Perón, la misma por la cual Palacios
había luchado tantos años. Perón se defiende diciendo que “no ha hecho otra
cosa que ejecutar lo que los socialistas pensaron y dijeron”.
Durante el gobierno peronista, el Partido Socialista es
atacado en actos, baleado por la Alianza Libertadora Nacionalista, que cuenta
con el absoluto amparo de la policía. Palacios sostiene que actúan dominados
por “la obsesión de los totalitarios: que no haya adversarios”. Para
Palacios, Perón no es su enemigo sino un adversario; reconoce en Perón a un
“distinguido técnico militar” pero no a un estadista. Perón, por su parte,
decía que Palacios era un payaso; cuando intentaron acercarlos algunos
dirigentes, Palacios les dijo: “Dígale a Perón que este payaso no trabaja en
ese circo”.
En cambio, el dirigente socialista respeta críticamente
a Eva Perón. Rechaza las críticas hacia su conducta o su origen y sostiene
que Perón la utiliza ante las masas.
Tras el fallido golpe de Menéndez, en septiembre de
1951, Palacios fue detenido junto a otros dirigentes opositores. El decreto
19.376 y su ratificación por la ley 14.062, imponen el estado de guerra
interno. Palacios y otros presos son puestos a disposición del Poder
Ejecutivo. Sus recursos de amparo son rechazados. La prisión de Palacios, por
ser un personaje de enorme fama, es un poco más relajada que la del duro
régimen que sufren los otros presos políticos.
En 1953, estando detenido en
la Comisaría 23, cercana a su casa, atiende desde el escritorio del
subcomisario a quienes llegan a visitarlo. El 25 de mayo es trasladado a la
Penitenciaría Nacional de avenida Las Heras. Permanece allí hasta julio del
’53. Cuando recupera su libertad, visita a los detenidos regularmente. El
Partido Socialista decide no concurrir a elecciones en 1954 bajo el lema “sin
libertad, todo es fraude” y Palacios explica la postura en un acto en Plaza
Constitución en marzo del ’54. También repudia a través de su Mensaje
a los jóvenes de Iberoamérica, la invasión estadounidense a Guatemala y
la caída del presidente Jacobo Arbenz, en junio de ese año. En ese mismo año,
publica La justicia social, obra que sintetiza su lucha obrera.
Tras los sucesos del 16 de junio de 1955, en
el que la Marina bombardeó la Plaza de Mayo causando unos 360 muertos, Perón
convoca a la pacificación nacional y ofrece a los partidos opositores que
expongan su pensamiento por radio. El 1º de julio le debió tocar al Partido
Socialista. Pero cinco días antes le comunica que la Oficina de
Radiodifusión del Ministerio de Comunicaciones no permite la transmisión
radial del discurso de Palacios y Repetto se niega a hablar en repudio.
Producido el golpe, el Partido Socialista
enfrenta una nueva ruptura entre la línea dura pro golpista manejada por
Américo Ghioldi y los que formarán el PSA con Palacios y Alicia Moreau.
Cuando se producen los fusilamientos del ’56,
Palacios reclamó por el cese de las ejecuciones de civiles y militares y se
opuso a la pena de muerte. El partido se rompe por las distintas posiciones
sobre qué tipo de apoyo dar a la “revolución libertadora”. Alicia Moreau es
desplazada de la dirección de La
Vanguardia por Ghioldi, y Palacios que sigue en la embajada,
decide no poner la bandera a media asta ni dejar de trabajar por la muerte
del dictador de Nicaragua Anastasio Somoza. Sus enemigos llaman a su
desempeño en la embajada “embajoda”, pero Palacios logra restablecer
relaciones fraternales con Uruguay e impulsa la creación de la ciudadanía
latinoamericana y el pasaporte único entre los dos países. Palacios vivía
austeramente. Siempre entregó el 50% de su sueldo al Partido Socialista, como
lo estipulaba el estatuto partidario.
En abril de 1957 renunció finalmente a su cargo de embajador mientras la dictadura autodenominada “Revolución Libertadora” convocaba a elecciones para una Convención Nacional Constituyente que se proponía anular la Constitución peronista de 1949. Los votos en blanco del peronismo proscripto obtienen un simbólico primer puesto, el segundo lugar lo ocupa la UCR del Pueblo liderada por Balbín, el tercero la UCR Intransigente de Arturo Frondizi y el cuatro lugar le corresponde al Partido Socialista y obtiene 12 convencionales: 7 por Capital, 4 por Buenos Aires, y 1 por Chaco. Pese a la fisura, el Partido Socialista va a Santa Fe donde se reúne la convención desde el 30 de agosto al 14 de noviembre de 1957. Palacios defiende los derechos de los trabajadores, se opone a los métodos represivos de Aramburu y critica duramente a Alende y la UCRI que se retiran de la convención porque ya está en marcha el pacto Frondizi-Perón.
En las elecciones del 23 de febrero del ’58, tras una
serie de ardides el PS aprueba la fórmula Palacios-Sánchez Viamonte y se
convierte por primera vez, en candidato a presidente; también es candidato a
senador por la Capital.
Durante la campaña electoral viaja a Chubut, a Mar del
Plata, y otros sitios. Ocupan el cuarto lugar en la elección que gana
Frondizi, con los votos peronistas. El 10 de julio del ’58 en el XLIV (44)
Congreso del partido, se dividen entre PSA y PSD (Argentino y Democrático
respectivamente). La Vanguardia y la mayoría de los locales
partidarios quedan para el PSA y el PSD crea el periódicoAfirmación.
Palacios se embarca en el Movimiento en Defensa del
Petróleo Argentino contra los contratos petroleros de Frondizi. El 20 y 21 de
noviembre se modifica la carta orgánica y se acepta la ruptura definitiva del
Partido Socialista.
Palacios arremete contra la política de Frondizi sobre
la impuesta ley marcial y le recrimina que su argumentación en defensa del
orden es sólo para acallar obreros: “es el orden de las piedras para realizar
la entrega del petróleo a la voracidad de los consorcios imperialistas”.
Profundizará más su crítica en enero del ’59 por la vigencia del estado de
sitio, la ley 14.234 de organización de la Nación para tiempo de guerra pero
aplicable en tiempos de paz, las modificaciones al Código Penal y el Plan
Conintes, de “conmoción interna”. Palacios denuncia que las cárceles están
llenas de trabajadores. Muchos de los cuales fueron sometidos a vejaciones:
ferroviarios, obreros del frigorífico Lisandro de la Torre, petroleros,
bancarios. La Vanguardia publica la nómina de los cientos de
presos políticos y gremiales y reclama su libertad. Por ese estado de guerra,
Palacios renuncia a su candidatura a diputado para las elecciones del 27 de
marzo de 1960.
Mientras tanto preside el Congreso Nacional del Derecho
del Trabajo organizado por la Universidad de Tucumán y viaja a Cuba y adhiere
a la Revolución Cubana que está en marcha. Pese a su adhesión “formal”, en el
PSA hay clima de ruptura porque defienden la línea de acción cubana a la que
Palacios y Alicia Moreau se oponen. No obstante las disidencias, el PSA
designa a Palacios candidato a senador para las elecciones del 5 de febrero
de 1961 y triunfa. Lo primero que hace es visitar a los presos políticos y
gremiales. El 20 de mayo de 1961, revólver en mano, Palacios secuestra una
picana eléctrica empleada por la policía de San Martín. Días antes, había
interpelado al ministro del Interior de Frondizi, Alfredo Vítolo por la ley
marcial, las torturas policiales, las proscripciones políticas y los presos.
Su labor en el Senado es importante; presenta 15
proyectos de ley sobre amnistía a los que cometieron “delitos” políticos,
gremiales y de opinión; derogación de la ley 13.234, levantamiento del estado
de sitio, intervención a Salta y levantamiento de la intervención a varias
provincias; creación del Seguro Nacional de Maternidad; y otros. Cuando
en marzo del ’62 triunfa el peronismo, sostiene que debe entregarse el
gobierno a los triunfadores y que las Fuerzas Armadas no deben intervenir.
Tras el golpe, pedirá la liberación de Frondizi y desconoce el nuevo gobierno
de Guido.
Es designado profesor emérito por el rector de la UBA
Risieri Frondizi, en julio del ’62 y se opone al enfrentamiento militar de
Azules y Colorados repudiando que hayan olvidado sus fines específicos.
En abril de ’63, es elegido candidato a diputado
nacional por el PSA. Realiza su tarea de legislador desde su casa, con su
biblioteca y aun es fructífera: presenta 82 acciones; su último proyecto es
presentado el 1º de diciembre de 1964, es la declaración de interés nacional
de las investigaciones de causas de mortalidad infantil y creación del
Instituto Nacional de Investigaciones Pediátricas. Antes, se había dirigido
al presidente Illia para que, en la reunión de cancilleres de la OEA, la
Argentina no votara las sanciones a Cuba defendiendo el principio de
autodeterminación de los pueblos y la no intervención.
Finalmente, el más argentino de los socialistas, el
eterno don Juan y el más ególatra de los políticos del siglo XX (en el XIX
Sarmiento lleva la delantera) fallece el 20 de abril de 1965, cuando todavía
era diputado nacional.
1 Víctor García Costa, Alfredo Palacios, Buenos Aires, CEAL, 1971
2 Homenaje a Alfredo Palacios, Buenos Aires,
Editorial Círculo de Legisladores de la Nación Argentina, 1998
3 Ambas leyes pioneras rigieron en la Argentina
hasta la nefasta década infame Menem-De la Rúa y sus respectivas reformas
laborales.
4 Víctor García Costa, op. cit.
5 Alfredo Palacios, La Justicia Social, Buenos
Aires, Claridad, 1954
6 Idem
7 Idem
8 Idem
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Fuente: www.elhistoriador.com.ar
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martes, 11 de octubre de 2016
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