Nelson Castro cuenta el origen de sus cicatrices…
Lo operaron siete veces entre el primer mes y los 14 años. Y así aprendió a
superar los desafíos. Hoy dice que es el hombre que quiso ser y derrumba
estereotipos sobre su figura. Y asume que lo que más le asombra al público es
verlo reír.
Un
médico, un periodista. También, un amigo. Nelson Castro me recibe y no pone
obstáculos en explorar su intimidad. Al contrario.
¿Cómo te sentís ante la idea de hablar de vos?
Cuando sos una persona pública, te pasa. Lo vivo con
naturalidad y con alegría. Me impacta cómo a los otros les significan las cosas
que uno cuenta de su vida. Yo lo tomo como una consecuencia de la profesión.
¿Cómo articulás lo privado, singular e íntimo, con lo
público?
Lo tengo incorporado desde que
comencé. Siempre soy la misma persona.El Nelson Castro público no es alguien
que expresa cosas diferentes en su manera de ser de lo que es Nelson Castro
en privado. El privado, además, busca todo el tiempo vivir su vida
independientemente de lo público y sin que eso modifique mis actitudes. Me
gusta salir a caminar, estar con la gente, hacer las compras y los trámites que
hace todo el mundo. Yo no utilizo la notoriedad como un privilegio. Si tengo
que hacer una cola, la hago. Me gusta exponerme a eso, decir “hoy tengo que ir
al supermercado”. Me gusta esa experiencia, sabiendo que la gente se te va a
acercar, otros no se dan cuenta y otros murmuran. Ahora, algunos murmuran para
hablar bien de vos y otros para hablar mal.
¿Cuánto del médico que sos hay en el periodista que sos?
Mucho. Comencé a estudiar
periodismo simultáneamente con la medicina. En 1973, cuando empecé Periodismo,
había examen de ingreso en la Facultad de Medicina. Así que terminé la
carrera de Periodismo –que era más corta– cuando estaba en segundo año de la
Facultad. Durante casi veinte años mi vida fue un paralelismo de carreras,
hasta que tomé la decisión de dejar la medicina: estaba muy contaminada por el
tema de la notoriedad pública. Igual, la formación médica está muy presente en
el periodista. Los periodistas interrogamos, los médicos también. Con una
formación médica como la que pudimos tener, aprendimos mucho de interrogatorio.
Sabés lo que sirve eso, ¿no? El segundo elemento es el ojo clínico. Vos sabés
cuándo alguien te está mintiendo. ¡Lo sabés!
¿Te pasa a menudo esto de que sientas que te están
macaneando?
Mucho, casi todo el tiempo.
¿Cuándo surge ser periodista?
Decidí ser periodista y médico
a los 12 años. Iba a un colegio católico, Nuestra Señora del Lujan, en
Villa Pueyrredon. Había mucha actividad extracurricular y una era el
periodismo. Me atrapó y desde ese momento dije que iba a ser periodista y
médico.
¿Y la medicina cómo surge?
Creo que la medicina en mi vida
está vinculada con lo que te muestro. Mi cara tiene cicatrices que son producto
de un cuadro muy severo que tuve a los quince días. No recuerdo eso, pero sí
está el relato de mis padres. Tuve erisipela gangrenosa, inadecuadamente
tratada, y eso originó a una necesidad de quita de tejidos muy fuerte que puso
en riesgo mi vida. A esa edad, estuve quince o veinte días en coma.
¿A los quince días?
Sí. Así que eso originó la
necesidad de reconstruir. Tengo siete operaciones, desde el mes de vida hasta
los 14 años. Creo que eso debe haber tenido mucho que ver en la inmersión de lo
médico.
Una experiencia muy personal con el sufrimiento pero,
también, con la reparación.
Totalmente. De las tres últimas
operaciones me acuerdo.
¿Aparecía el miedo a la muerte?
No. Nunca tuve el miedo a
morir. Apareció un sentimiento de desafío porque eran cosas muy visibles.
¿Viste que, en el colegio, los chicos pueden ser crueles con las cicatrices y
eso? Yo no sufrí nada que me diferenciara, lo sentía así y agradezco a los
excelentes médicos que me trataron. Luego, me generó un desafío en el
periodísmo, sobre todo con la televisión. Yo lo cuento para estimular a otros.
Me llamaron para hacer algo de medicina en el ‘94, fui y lo hice. Estaba para firmar
el contrato en Cablevisión. Un gerente me llamó y me dijo: “No va a poder
trabajar jamás en televisión con esas cicatrices, así que ese contrato no se va
a firmar nunca ”.
Qué omnipotente: nunca va a poder.
“Olvídese Nelson”. ¡Me acuerdo!
Le dije: “Despreocúpese, va a ver que puedo. Mi capital es lo que yo piense y
diga, no mi cara”. El destino a veces tiene paradojas: al año siguiente fue
quien me llamó para hacer el programa político. Me pidió disculpas y,
obviamente, se las di porque cualquiera se puede equivocar.
Hubo toda una sana defensa en vos, no planeada, que tal
vez tendrá que ver con la relación con tus padres.
Sí, yo eso lo agradezco mucho a
mi mamá y a mi papá. Son personas muy sencillas. Mi papá es carpintero y mi
mamá, ama de casa. Le agradezco mucho al colegio. Yo participaba plenamente de
todo.
Si uno se acepta y se amiga con el que es, entonces uno
se quiere. Y no sólo eso: además, uno se gusta. Pero cuando uno se gusta, pasa
otra cosa: también le gusta al otro.
Sí. Por supuesto que en la vida
publica y a veces en la confrontación, el tema de la cicatriz da origen para
alguna burla. Agradezco mucho que lo pude superar.
Una agresión estúpida y banal que, más que herir,
enaltece.
Por supuesto. Por eso estas
cosas las tomo y las cuento para transmitir al otro la voluntad de animarse.
Esto de poder y superar es algo de lo que puedo hablar habiéndolo vivido.
Tenés una relación muy estrecha con tus padres.
Muy buena. Me estimularon. Tuve
una enseñanza muy libre. Siempre confiaron y me dejaron hacer. Lo valoro mucho.
Tuvieron una actitud de no decir “pobre pibe, le pasó esto”; decían “andá y
disfrutá la vida”. Tuvieron eso de exponerme a todas las cosas. No hubo una
actitud sobreprotectora.
¿Hubo muchos momentos difíciles?
Sí, hubo y estoy feliz de eso.
Los habrá también. Estoy feliz de haberlos comprendido con mis convicciones y
de haberlos podido superar. Eso me da fuerza interior. Me gusta transmitirlo a
los jóvenes, aunque es difícil porque vos lo transmitís pero también hace falta
la experiencia.
¿Sentís que tenés alumnos?
Me siento con la obligación de
transmitir lo que me transmitieron. No sólo lo técnico, sino lo que me
enseñaron en concepto de vida, en formas de vida.
Utilizás mucho la palabra “verdad” en tu trabajo. Como
una premisa que querés que quede clara no sólo entre el interlocutor y vos,
sino también con el que está escuchando.
Sí, correcto. Con esa idea yo
trabajo, con ese concepto de verdad. Con la aproximación franca al tema, que
después puede ser discutible o no, pero la actitud de expresar : “Acá lo que
hay que preguntar es esto, esto y esto”. Es decir, no me puedo hacer el
distraído y no preguntar sobre algún tema.
Hay como una simultaneidad de representaciones que me
surgen tuyas. Por un lado, un hombre sociable, contactado y accesible; por el
otro, uno mucho más personal, en singular, como solitario.
Sí, disfruto mucho de mis
momentos.
Tuyos y de nadie más.
Tengo una vida de exposición,
pero no me ves en la vida social intensa. Para mí, es muy importante mi vida
personal. No lo digo en términos egoístas.La preservo intencionalmente. No
porque tenga algo que ocultar, sino que me da la tranquilidad de decir: “Tengo
este espacio y es mío”. Entonces voy a tomar clases de piano, voy a hacer esto
y lo otro. Lo valoro.
¿Te hacés muchas preguntas de vos mismo? ¿Te indagás
desde una ajenidad que te permita mirarte de otro modo al convencional?
Una cosa que me está pasando
con el programa de televisión de TN es que a la gente lo que más le sorprende
es verme reír. El juego limpio no es un programa para reírse. Si me vieran allí
riéndome, dirían “¡qué le pasa!”. Se dio la oportunidad de estar en un programa
y hacer algo por lo que digan: “Ah, mirá, se ríe y habla de fútbol, juega”. Soy
una persona.
El programa de la tevé está disolviendo un estereotipo,
¿no?
Soy muy agradecido de la vida
porque soy el que quise ser. Por lo tanto, no me exige ningún esfuerzo decir
“acá tengo que decir tal cosa”. Eso me simplifica la vida. El otro elemento es
decir que quiero ser como soy.
Decís “soy lo que soy”, pero hay una frase más fuerte:
“Soy el que quiero ser”.
No tengo cuestionamientos.
Pueden decir me gusta o no me gusta, pero un aspecto que tengo
claro y que no sacrifiqué es el del deber ser por el qué quiero ser. Estoy
convencido de los valores, eso me quitó muchas tensiones. Cuando tenés que
vivir en pos del estereotipo, se te genera una problemática enorme que te
cuestiona, porque empezás a resignar cosas de tu auténtico ser.
¿Hubo pérdidas fuertes en tu vida?
No. Afortunadamente viven mi
mamá, mi papá, mi hermano Daniel, con quien tengo una gran relación, y mi
familia.
¿Otras pérdidas importantes?
No. Tuve proyectos y se
cumplieron.
¿Frustraciones?
No. Momentos duros, sí. Los
momentos de adversidad fueron muy importantes en mi vida, me generaron nuevos
desafíos y me orientaron por el camino. Por eso, cuando los veo
retrospectivamente, pienso: “Este es el camino por el que quería caminar”.
La tuya parece una historia en la que hubo que ganarle a
la adversidad, desde los quince días. Me da la sensación de algo así: “Me
hicieron nacer y, después de los quince días, volví a nacer y yo intervine
mucho para que así fuera”.
Seguro, fue así. Para mis
padres fue una lucha. Tenían pocos recursos económicos así que tuvieron que
lucharla dramáticamente. El sentimiento de lucha está profundamente en mí.
¿Estás contento con tu vida y con el amor?
Sí. Yo estoy soltero, no llegó
en mi vida la pareja.
¿Soltero voluntario y disponible?
Por supuesto.
No lo vivís como una falta que tenés que llenar.
No, se lo dejo a la vida. Hay
gente que no puede vivir así y demás. Siempre lo comento porque da origen a la
fantasía de la gente, de lo público, un montón de fantasía. Durante mucho
tiempo, sobre todo en la época de Carlos Menem, en un intento por desacreditar,
hubo quien creía que yo era un homosexual. Por motivos de rumores de pasillos,
redes sociales y demás. ¿Qué problema habría? Eso forma parte de la vida
pública.
Lástima que, a veces, la luz es usada para distorsionar.
Por eso hablo de la
tranquilidad que me da decir que soy esto que ves.
Vos sos una persona generosa. Tenés una dedicación atenta
a escuchar y a dar existencia al otro. También sabés pedir.
Te lo agradezco. Para mí es
importante, a mí me gusta mucho dar. Me va bien en la vida, entonces me surge
la posibilidad de dar y lo hago con alegría. Hay otra cosa que le agradezco a
la vida y es que no soy víctima de la envidia, no soy prisionero de eso ni del
rencor.
Tenés una gran pasión que es la música. Estás estudiando
para director de orquesta.
Fui concertista de guitarra. Y
ahora tomo clases de dirección de orquesta. Forma parte de un hobby que me da
pasión. Es una disciplina de una gran abstracción. En tu mente está ese rol y
tenés que representar lo que va a sonar. El director de orquesta tiene un
componente sociológico, la orquesta sinfónica tiene una estructura sociológica
fenomenal: cien personas que deben reunirse en pos de un objetivo que es hacer
sonar algo y deben superar con ese objetivo sus problemas.
¿Has sido amenazado?
Algunas veces.
¿Qué te pasa con el miedo?
No tengo miedo, pero respeto
mucho el miedo de los que lo tienen.
Tal vez no sea sólo respetar, sino que lo comprendés de
un modo que es acompañar al otro.
Tenés razon. Yo recibí
intimidaciones y las pude enfrentar. Salvo una que se hizo pública contra mi
voluntad. No sentí la necesidad de ventilarlas.
¿Han intentado corromperte?
Sí, dos o tres veces.
¿Te sorprendió?
No, no me sorprendió. La
política, en la Argentina, tiene un índice de corrupción altísimo. Por supuesto
que hay políticos honestos. Hay una idea de que no sólo la corrupción en la
política está, sino que es natural que esté. Eso me alarma. En algunos países,
la corrupción existe y hay un concepto de que es mala, inaceptable y, en cuanto
se identifica, se sanciona. En la Argentina, no. Es grave y es un problema que
refleja un mal social, porque la dirigencia argentina sale de la sociedad
argentina.
¿Te gusta ser protagonista de esta época o hubieras
preferido otra?
Me gusta esta época. Todas tienen
algo. La condición humana ha estado presente en todas las épocas y lo que
estamos viviendo son los emergentes de una condición humana. Hoy la vida tiene
un nivel de exhibicionismo muy grande, donde nada se oculta.
Es complejo porque si nada se oculta, no hay secreto.
Hoy estamos viviendo en una
sociedad así. La del Facebook.
En el contexto de una sociedad de este tipo, vos
tenés preocupaciones que llevás a la práctica a través de tu trabajo
asistencial.
A veces te quieren pintar
acciones así como sobrehumanas y no es cierto. San Martín no era
sobrehumano, tenía un montón de defectos humanos. Tuvo una amante, un
matrimonio inexistente y mirá lo que hizo. ¡Pero era humano! Fue un mal
político, pero mirá lo que generó.
Habría que discutir con lucidez la diferencia entre
tolerancia y complicidad. ¿Cuál es un gran sueño tuyo? Algo que te gustaría
concretar.
Hay uno que es un sueño que
tenemos con la música. La música es un elemento integrador y hay muchos
proyectos en ese sentido. Nos gustaría hacer un pequeño aporte con la creación
de una orquesta sinfónica juvenil, que pudiera ser un instrumento más para
ayudar a chicos de lugares carenciados. Es una idea en la que estamos
trabajando y que me gustaría mucho concretar. Exige esfuerzos. Es el proyecto al
cual le vamos a poner la libido para dejar cosas que sirvan cuando uno no esté,
para que sigan estando y signifiquen cosas para la gente.
Gracias, Nelson.
A vos, José. Valió
la pena.
© Escrito por José Eduardo
Abadi el domingo 15/03/2015 y publicado por la Revista Viva de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires.
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