“Precisás un socio”…
Julio De Vido, ministro récord de 12,5 años de kirchnerismo. Foto:
Cedoc Perfil
El kirchnerismo fue el mayor
realizador de obra pública en medio siglo. ¿Cómo al mismo tiempo la mayor empresa
argentina de ingeniería de obra pública –Impsa– queda en la ruina después de exitosos
107 años de vida? ¿Y cómo puede ser que justo la empresa líder de producción de
turbinas hidroeléctricas no haya ganado una
sola licitación
de las varias represas que están en construcción en su propio país?
La insolvencia de la
tradicional empresa de Pescarmona es
la mejor prueba de la matriz perversa del kirchnerismo, donde todo termina
siendo al revés. El Indec o la publicidad oficial
son apenas síntomas de la misma lógica.
Y esto comenzó en 2003, aunque les duela a todos los
antikirchneristas post 2009, que tratan de salvar a Néstor
Kirchner diferenciándolo de Cristina para quedar ellos mismos exculpados de
haber aplaudido durante los primeros largos cinco años.
Fue Néstor Kirchner
el creador de este sistema.
Su primer decreto al asumir dividió el Ministerio de Economía en dos,
quitándole a Lavagna Obras Públicas y Energía, donde estaba el presupuesto.
Kirchner estaba tan apurado que no sólo fue su primer decreto de gobierno, sino
que lo hizo promulgar un día antes de asumir –el 24 de mayo de 2003– con un
Duhalde saliente, así no perdían tiempo, y desde el primer día Julio De Vido, su
hombre de números traído de Santa Cruz, se sentaba en su nuevo
despacho de ministro de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios. Y
De Vido será el 10 de diciembre de 2015 el único ministro que se habrá
mantenido en su cargo durante más de 12 años y medio. ¿Se puede imaginar que
tanta extraordinariedad no
sea por algo importante?
Casi ningún argentino puede
decir hoy que no lo sabía. A fines del año 2005, antes de renunciar como
ministro de Economía, Lavagna
denunció con bombos y platillos al “capitalismo
de amigos” del Gobierno. Mientras todos mejoraban su
situación económica, se miraba para otro lado. Y aún hoy, las encuestas no
muestran la corrupción entre las primeras preocupaciones de la sociedad porque
la inseguridad, la
inflación y el desempleo no sólo acaparan los primeros puestos,
sino que la dejan muy atrás. Una tesis es que la sociedad no conecta la
relación de causa que la corrupción tiene con los otros problemas que en parte
pueden ser su consecuencia. La otra es que tenemos un bajo desarrollo cultural
y no hay gran
reprobación por la corrupción porque muchos habitantes se
imaginan que, si ellos fueran funcionarios con gran poder, harían lo mismo para
sí.
El último libro del emérito
economista argentino Aldo Ferrer se titula El empresario argentino.
No sería ilógico que Ferrer, también autor del libro Vivir con lo nuestro,
pater seraphicus del Plan Fénix, a quien el kirchnerismo siempre puso de
ejemplo y honró haciendo embajador en Francia, esté preocupado por la mala
evolución de la economía y necesite marcar diferencias. En la contratapa de
mañana me referiré a ellas en
relación con Kicillof.
Ahora, respecto de De Vido, quiero citar
a Ferrer sosteniendo: “...
por las razones que hemos visto, el empresario es una construcción de la
política. Por tanto, la formación del empresariado argentino depende del
comportamiento del Estado”.
Varios empresarios le
atribuyen a De Vido haberles dicho: “Precisás
un socio”. ¿Quién podría ser ese socio? No es difícil
imaginarlo junto con el capitalismo de amigos de Lavagna.
Y Ferrer, refiriéndose al
empresariado argentino como
agente de cambio, escribió: “No
hay nada genético en el ADN del empresario argentino cuando privilegia la
especulación sobre la producción o cede protagonismo a las filiales de empresas
extranjeras, en vez de asumir el liderazgo de la industrialización. Si se
trasplantan al país los empresarios más innovadores del mundo en desarrollo,
por ejemplo los coreanos, al poco tiempo tendrían el mismo comportamiento que
los argentinos (...), y si éstos (los argentinos) se radicaran en Corea, se
comportarían como los coreanos. El Estado tiene la responsabilidad fundamental
de crear espacios de rentabilidad y el contexto que oriente la iniciativa
privada al proceso de transformación. El empresario es, en definitiva, una
construcción política. No hay empresarios sin Estados ni desarrollo económico
sin empresarios”.
Una sola frase del libro de
Ferrer alcanza para entender la nueva burguesía nacional K que probablemente
tenga en Cristóbal López,
el rey de los casinos y las apuestas, su más exitoso exponente: “Cada país tiene el empresario que se
merece”. Un triste epitafio para este fin de época.
El sábado 12 de julio pasado
escribí una
contratapa titulada “Mani pulite...”, donde mencionaba lo
sintomático que resultaba que Impsa recurrentemente perdiera las licitaciones de
las represas.
Perfil viene proponiendo un mani pulite de la corrupción desde
columnas anteriores. Es buena oportunidad para anunciar que el 21 de octubre se
le entregará el Premio
Perfil Libertad de Expresión Internacional a Joaquim Barbosa,
el presidente de la
Corte Suprema de Justicia de Brasil (Supremo Tribunal Federal)
que condenó al Nº 2 de Lula, entre otros, a la cárcel por corrupción. La
ceremonia será en la Facultad de Derecho, y hablará por teleconferencia desde
Italia Antonio Di Pietro, quien
también dará conferencias sobre su mani pulite antes de fin de año, invitado
por PERFIL.
Barbosa piensa que “las
reelecciones son la madre de todas las corrupciones”. No le falta razón.
¿Quién decía que había que juntar plata para hacer política...?
© Escrito
por Jorge Fontevecchia el Sábado 20/09/2014 y publicado por el Diario Perfil de
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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