No sirve de nada…
Solo le pido... Cistina
Fernández de Kirchner. Foto: Pablo Temes
Errónea estrategia K. El
relato en torno a la ley de pago soberano. Viaje al Vaticano y reto a las
automotrices.
La
mayoría de los bonistas no va a aceptar la propuesta del cambio de sede para el
cobro de sus acreencias”. Esta fue la frase con la que Axel Kicillof se sinceró
frente a los legisladores de las distintas comisiones ante las que defendió las
“bondades” del proyecto gubernamental aprobado por el Congreso y rápidamente
promulgado por la Presidenta. A la luz de tamaña confesión, es poco más lo que
se puede agregar. La medida no servirá de nada. La estrategia del Gobierno es
ganar tiempo y llegar al 1° de enero de 2014 –momento en el que la RUFO habrá
vencido– para iniciar una negociación con los holdouts en busca de un arreglo
que ponga fin al litigio. En ese sentido, las últimas decisiones del juez
Thomas Griesa vienen ayudando: no sólo no declaró a la Argentina en desacato
sino que, además, el miércoles pasado rechazó el pedido del fondo NML para que
el Citibank informara sobre cuentas en la Argentina.
La
última reunión del sector automotor con la Presidenta efectivamente no fue un
lecho de rosas. Participaron las principales empresas del sector,
representantes de las concesionarias y gremialistas del Sindicato de Mecánicos
y Afines del Transporte Automotor (Smata). Fuentes que conocen al detalle los
diálogos –picantes y en tono elevado– que tuvieron lugar en ese cónclave
aseguran que el reto presidencial tuvo como destinatarios principales a los
representantes de Fiat, Volkswagen y del sector gremial, que no estuvo
representado por el secretario general, Ricardo Pignanelli, sino por su
adjunto, Mario Manrique.
A
los primeros, Cristina Fernández de Kirchner les recriminó en durísimos
términos el hecho de haber enviado a todas las concesionarias Fiat un
cuestionario preguntándoles qué opinaban del plan Pro.Cre.Auto. Según su
criterio, ese formulario inducía a respuestas negativas respecto del plan
lanzado por el Gobierno. No hubo derecho a réplica; la primera mandataria puso
sobre la mesa una copia de dicha encuesta y la leyó en voz alta, llena de
furia.
A
los representantes de Volkswagen les echó en cara no haber endurecido su
postura ante los reclamos de la central de Brasil referidos al atraso en el
pago de importaciones y la amenaza de cortar el envío de productos desde allí a
la Argentina. Como ya se dijo en esta columna, es cada vez mayor el número de
empresarios que, a nivel mundial, no quieren tener otra Venezuela entre su
cartera de clientes.
Con
todo, la nota más fuerte llegó con la lista de reproches a la dirigencia del
Smata. Manrique tuvo que soportar que la Presidenta le enrostrara la falta de
acción del gremio ante los despidos y suspensiones dispuestos por las
automotrices: “Ustedes no defendieron a los trabajadores ante las medidas
tomadas por los empresarios y yo tuve que bancarme a toda la ‘zurda’ cortando
rutas y calles”, gritó desencajada Fernández de Kirchner.
Sin
dudas esto explica el show montado por un reducido grupo de gremialistas del
sector en uno de los balcones de la Cámara de Diputados, insultando y
protestando ante cada una de las intervenciones de los legisladores de la
izquierda y del resto de la oposición durante la sesión en la que se aprobó la
ley de cambio de sede de pago a los bonistas de la deuda.
En
Economía, confirmaron todas estas versiones. El ala técnica de funcionarios que
no responde directamente a los camporistas asegura que la situación
volverá a tensarse como consecuencia de la falta de dólares y de la inflación.
La presión que sobre la divisa estadounidense ejerce el aumento de los precios
licúa los efectos de las correcciones realizadas en el tipo de cambio. “El
componente ideológico del así llamado ‘modelo’ continuará acentuando las
intervenciones estatales en cada sector donde la urgencia lo requiera. El barco
se mantendrá a flote con el monitoreo diario, pero las urgencias harán
imposible pensar a mediano plazo y generar previsibilidad. Eso es algo que, a
esta altura del mandato, en el Gobierno no le importa a casi nadie”, aseguran
las voces técnicas del Ministerio de Economía.
A
la luz de estas alternativas, el aumento de la conflictividad social es una de
las circunstancias que pueblan el horizonte de la vida política argentina de
aquí hasta el final del mandato de Fernández de Kirchner. Se sabe que la
preocupación del Sumo Pontífice por esta situación es permanente. Todos los que
con él han hablado le han escuchado –a modo de prédica– la misma frase: “Hay
que cuidar a Cristina”. Esto es producto, además, de una relación de amistad
personal que nació entre ellos luego de aquel primer encuentro que mantuvieron
un día antes de la asunción formal de Francisco, el 18 de marzo de 2013. En ese
marco, pues, debe analizarse su próximo encuentro con la Presidenta.
La
anécdota que llevó a su concreción fue la siguiente.Dos o tres días después del
accidente en el que fallecieron la esposa y los dos pequeños hijos del sobrino
del Papa, Emanuel Horacio Bergoglio, un secretario de la Presidencia llamó a la
periodista Alicia Barrios, a quien le manifestó que la jefa de Estado quería
comunicarse con Francisco sin pasar por los canales formales del protocolo
diplomático. Barrios, amiga desde los tiempos en que el entonces cardenal Jorge
Bergoglio padecía con estoicismo los embates y el ninguneo a los que lo sometía
el kirchnerismo, telefoneó al Vaticano y tuvo una respuesta inmediata. La
comunicación entre el Santo Padre y la Presidenta quedó fijada para la tarde de
ese mismo día. En esa conversación, Francisco –afectado por la imposibilidad de
estar cerca de su familia en esa instancia trágica– le manifestó a la jefa de
Estado que le gustaría verla durante el transcurso de algún viaje que la
llevara cerca de Roma. Esa “cercanía” la dio Nueva York, en donde Fernández de
Kirchner deberá participar de la apertura de las sesiones de la Asamblea
General de las Naciones Unidas. Tras consultar su agenda, el Santo Padre fijó
la fecha del encuentro –un almuerzo– para el próximo sábado al mediodía.
Los
memoriosos recuerdan que, durante el cónclave que culminó con la elección del
papa Benedicto XVI, Néstor Kirchner hizo todo lo posible para boicotear la
postulación del entonces cardenal Bergoglio. “Si lo eligen papa, nos va a
manejar el gobierno desde Roma”, repetía sin tapujos por esos días el ex
presidente. La Argentina, una paradoja permanente.
Producción
periodística: Guido Baistrocchi.
© Escrito
por Nelson Castro el Sábado 13/09/2014 y publicado por el Diario Perfil de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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